¿Por qué asombra que en Brasil, uno de los países más desiguales del mundo, se elija en masa a un candidato que promueve abiertamente casi todas las desigualdades? Duele, desconcierta, invita a la negación. Pero tal vez sea hora de asumir que, para muchas personas, las desigualdades no solo son aceptables sino que, además, son justas.