El Estado francés no está ausente en los barrios populares. Por el contrario, es omnipresente. En un entramado que va de la vivienda social a la biblioteca o la cancha de básquet, y termina en la policía, las bibliotecas son un elemento central de un país donde el manejo de la palabra escrita sigue definiendo el estatus social con más intensidad que en otros. Ese mismo Estado social, poderoso pero en crisis, atrae la violencia de muchos jóvenes con escolaridades truncas y destinos laborales inciertos. Y esto ocurrió en la última ola de protestas, iniciadas tras la muerte de un joven en un control policial en Nanterre.