Siria: radiografía de una mutación ideológica
Nueva Sociedad 315 / Enero - Febrero 2025
La abrupta caída del régimen de Bashar al-Assad, que contaba con apoyo ruso e iraní, y la llegada al poder del ex-yihadista Abu Mohammad al-Julani abren una serie de interrogantes sobre la ideología del líder de facto del país y del movimiento Hayat Tahrir al-Sham. Algunas claves pueden obtenerse de la administración islamista rebelde del reducto opositor de Idlib, pero gobernar Siria desde Damasco tiene otras dimensiones y requiere de otras capacidades y compromisos.

Los orígenes yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham (Entidad de Liberación del Levante; htc, por sus siglas en árabe), la facción detrás de la ofensiva que condujo a la caída del régimen de Bashar al-Assad, han llevado a muchos comentaristas a considerarla simplemente un avatar de Al Qaeda. Pero el grupo se ha visto transformado por la práctica de gobierno llevada a cabo desde 2017 en Idlib1, lo que hace compleja su clasificación. El investigador Patrick Haenni, sobre el terreno desde 2019, ofrece aquí un análisis a través de comentarios recogidos por Sylvain Cypel y Sarra Grira.
«Buena conducción» de la guerra
El segundo acontecimiento que explica el éxito de la toma de Alepo4, y luego, del resto del país, es la proyección en el campo de batalla del reenfoque ideológico iniciado por el mando de la htc en la provincia de Idlib desde 20175. En sus comunicaciones con los civiles, Abu Mohammad al-Julani ha logrado deslizarse hacia el perfil de líder nacional, con mensajes de apaciguamiento a las comunidades cristianas y chiitas locales, y la negativa a entrar en combate contra los kurdos en sus bastiones alepinos de Sheikh Maqsud y Achrafieh. Por primera vez en la historia de la revolución siria, esta postura se reflejó en las reglas de los enfrentamientos. Mientras estaban en medio de la batalla en Hama, una estructura de vigilancia vecinal de emergencia de casi 10.000 hombres impidió saqueos o exacciones a gran escala en Alepo. Tampoco se produjo un éxodo masivo de la población. Por un lado, las instrucciones garantizaron la disciplina de las tropas. Por el otro, algunos de los cristianos de Alepo estaban en contacto con los de las regiones de Idlib, que los tranquilizaron, tras haber aceptado estos últimos vivir bajo la autoridad de la htc en esa provincia.
Esta relativa «buena conducción» de la guerra, afirmada por decenas de testimonios de notables locales cristianos, kurdos y chiitas de Alepo, Homs y Damasco, se atribuye a menudo al pragmatismo del movimiento. En realidad, atestigua una profunda mutación ideológica llevada a cabo por la htc en tiempos de «paz», es decir, mucho antes de esta guerra, en el enclave de Idlib.
En efecto, la htc no es un movimiento que se haya transformado tras una gran revisión doctrinaria de desradicalización, como han podido hacer algunos grupos yihadistas egipcios o libios. Se trata de una trayectoria de desradicalización que ya lleva funcionando varios años, a través de una sucesión de adaptaciones tácticas a un nuevo entorno geoestratégico o local. Estas adaptaciones serán el principal motor de una reorientación política que, sin embargo, no se basa en una nueva teología. Esta «revolución silenciosa», que no ha sido teorizada, es a la vez profunda y duradera.
Ruptura con Al Qaeda
El primer acto de esta reorientación fue el distanciamiento de la yihad global y la ruptura de los vínculos organizativos con Al Qaeda, a lo que siguió una ruptura ideológica con los pensadores de la yihad global, como Abu Mohamed al-Maqdisi. Estos últimos estaban especialmente preocupados por la dilución del yihadismo en un movimiento revolucionario de vagos contornos políticos y doctrinarios.
La desvinculación de la yihad global vino acompañada de una reconexión con lo local, que comenzó un año después, en 2017. Ese año, la htc ayudó a crear la primera estructura centralizada en Idlib, el Gobierno de Salvación Nacional de Siria. Bajo la consigna de la institucionalización, concentró el poder en sus manos. A partir de entonces, todos los organismos locales que habían surgido durante la revolución –facciones, comités locales y grupos que habían recibido apoyo de Occidente– se convirtieron en competidores.
A pesar de ser un instrumento de control, el hecho de gobernar se está convirtiendo simultáneamente en un espacio de transacciones y concesiones ideológicas para la htc. A diferencia de los kurdos con la administración autónoma en el noreste, que tienen una ideología6 y una verdadera burocracia estatal, no hubo una proyección utópica por parte de htc del Gobierno de Salvación Nacional. De hecho, Julani lo definió como un gobierno de «gestión de crisis», es decir, provisional.
Esta estructura debía crearse en colaboración con las elites locales, tecnócratas revolucionarios o islamistas, como Mohamed al-Bashir, encargado hoy de establecer el primer gobierno de transición. Al-Bashir es un académico e ingeniero, con formación religiosa pero sin pasado islamista radical. Sin embargo, el gobierno siguió bajo el control del círculo íntimo de Julani en cuestiones estratégicas. El objetivo de esta institucionalización era poner fin a un doble legado: el carácter fragmentado de la «revolución sin líderes» de los comienzos, aún encarnado en las numerosas facciones y consejos locales, y el de la estructura descentralizada de la organización islamista radical Jabhat al-Nusra, que operaba por sectores, cada uno de ellos sostenido por un tándem que representaba a los poderes religioso y militar; una estructura en la que permaneció parte del movimiento radical de los primeros años yihadistas. De este modo, la «deslocalización» necesaria para cortar los vínculos con la yihad global condujo simultáneamente a un proceso de desradicalización, no por una preocupación de moderación, sino por un deseo de control.
La venganza de la sociedad
Para contrarrestar la influencia de los jeques de la yihad global y establecer un marco de referencia ideológico alternativo, sin dejar de implantarse localmente, la htc ha adoptado la escuela de jurisprudencia shafií, más próxima al sufismo de la población local7. Ello le ha permitido seguir reduciendo el peso de la vieja guardia yihadista salafista, rastreando las células restantes de Al Qaeda y de la organización Estado Islámico gracias a dos unidades especiales de la Seguridad General en Idlib. Algunos de sus miembros fueron expulsados, otros detenidos. El resto se «diluyó» en estructuras clericales más amplias, que los salafistas no controlan, como Dar al-Ifta (Casa de la Jurisprudencia), la institución encargada de emitir dictámenes religiosos.
Para gestionar las 1.200 mezquitas de Idlib, la htc tiene que optar entre imponer a sus propios hombres o dejar el lugar al clero inferior que emana de las comunidades locales. La organización se inclina por lo segundo, sin imponer ni una sola línea para la oración de los viernes. A lo sumo, el Ministerio de Asuntos Religiosos propone temas más relacionados con cuestiones rituales que ideológicas o, menos aún, yihadistas, y deja que los predicadores los adopten. En este contexto, las prácticas sufíes, aborrecidas por el salafismo rigorista, van resurgiendo poco a poco, con celebraciones del nacimiento del Profeta, consejos sobre la recitación religiosa (dhikr), visitas a las tumbas de los santos y reconocimiento de los institutos religiosos sufíes.
Así, donde los salafistas pedían «purificar el dogma» y reformar la sociedad, con la htc está ocurriendo lo contrario. Estamos asistiendo a un retorno a la sociedad que está transformando profundamente el movimiento, no en su ideología –que sigue sin estar clara–, sino en sus posiciones y su funcionamiento cotidiano en la gestión de la religión en Idlib. A través de su interacción con las comunidades locales, la htc se ha «desalafizado».
Si el grupo acepta esta reacción de la sociedad es, en primer lugar, porque no es suficientemente grande como para imponerse y, en segundo lugar, porque no quiere enemistarse con la población. A sus ojos, la prioridad es el esfuerzo militar contra el régimen, no el proselitismo ideológico. De ahí la alineación doctrinal con un «centrismo» teológico comodín, «entre la exageración del radicalismo (al-ghuluw), por un lado, y la exuberancia desviada del islam laico, por otro», según uno de los líderes religiosos del movimiento.
El destino de las minorías religiosas
En cuanto a Julani, no hay que olvidar que es un combatiente, un revolucionario que sueña con un cambio radical y que se sentía incómodo en su papel de gobernador de un enclave pobre y sin importancia estratégica como Idlib. Para él, la confrontación con Damasco ha sido siempre el objetivo. Pero también es un político que tiene que hacer concesiones, no solo ideológicas, frente a una sociedad conservadora pero no radical, sino también militares y estratégicas. En marzo de 2020, tras nueve meses de batalla contra el régimen de Assad y la pérdida de 40% del territorio controlado por la htc, Turquía y Rusia firmaron la tregua que puso fin a sus combates en el noroeste del país. La htc no solo respaldó la tregua, sino que la defendió imponiéndola a los demás grupos armados del frente. También en este caso, la cooperación con Turquía no es algo dado y requiere de un reposicionamiento ideológico. La presencia de ese país en los territorios rebeldes ha sido contestada desde 2018. Para algunos, el ejército turco, un ejército de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (otan) que emana de un Estado laico, es una organización atea y «buscar apoyo entre los infieles» (al isti’ana bil kuffar) es rechazado por ciertos jeques ahora excluidos del movimiento.
Este reposicionamiento estratégico acentuó la polarización frente a los restantes grupos radicales, en particular Hurras al-Din (los Guardianes de la Religión), la rama siria de Al Qaeda, que lanzó un ataque contra el régimen en julio de 2020 y rompió la tregua8. htc tomó represalias y obligó al movimiento a desmilitarizarse. Desde entonces, Hurras al-Din ha pasado a la clandestinidad. Al mismo tiempo, Julani empezó a sentir que la base del régimen de Assad, en particular la alauita, se debilitaba. Vio entonces una oportunidad estratégica y quiso posicionarse como figura nacional. Se apoya en las minorías existentes en el enclave de Idlib, a saber, tres pueblos cristianos, donde viven pese a todo unas 800 personas, y una comunidad drusa que en el curso de la guerra civil se redujo de 18.000 a 6.000 personas. El primer gesto hacia estos cristianos fue devolverles sus casas, algunas de las cuales estaban ocupadas por familias de combatientes, o incluso combatientes extranjeros, de grupos no afiliados a la htc. Así que hubo que negociar mucho. También hubo largas y complicadas discusiones sobre la devolución de tierras agrícolas. Y son problemas que aún no se han resuelto. Pero es un impulso suficiente para que los cristianos, escoltados por la htc, abandonaran las zonas del régimen de Assad donde se habían refugiado y regresaran, en 2022, a sus aldeas de los alrededores de Idlib.
Un reajuste ideológico
Hasta ahora, la htc no ha realizado ningún aggiornamento ideológico. Sus líderes prefieren permanecer en un terreno ambiguo antes que afirmar claramente una línea que conllevaría el riesgo de enemistarlos con los conservadores que aún permanecen en el movimiento. Con la toma de Damasco, esta clarificación ideológica es, por supuesto, más crucial que nunca; lo que está en juego es, por un lado, la aceptación local y, por otro, el reconocimiento internacional de la nueva autoridad siria.
De hecho, cuando pedimos a los líderes del movimiento que se autodefinan, obtenemos tantas respuestas como individuos entrevistados. Algunos se definen como conservadores sunitas, otros como revolucionarios islamistas, otros como yihadistas políticos... Así que es mejor esperar antes de ponerles una etiqueta definitiva. Uno de sus líderes nos dijo en un momento dado: «Seremos más el producto de la dinámica actual que de una ideología preconcebida».
Así pues, la htc es un movimiento que, sucesivamente y por etapas, está cambiando de forma significativa por razones vinculadas o bien a las limitaciones estratégicas impuestas por su entorno regional (la presencia de Turquía), o bien a los compromisos con la sociedad local. Así, tiende hacia una reorientación ideológica sunita, islámica, conservadora y revolucionaria. Pero esto está provocando la resistencia de los partidarios de la línea dura. En aras de la cohesión, estos últimos son excluidos o silenciados.
Estamos en una especie de lógica termidoriana. Se está pasando la página del Terror y apostando por mayorías silenciosas tanto para consolidar el poder internamente y eliminar lo que queda de la minoría radical, como para proyectarse como alternativa nacional. Cuando Julani se abrió a las minorías cristiana y drusa, contrariamente a lo que han dicho muchos comentaristas, su objetivo no era tanto coquetear con Occidente como enviar al país el mensaje de que él es una alternativa nacional y no solo un comandante rebelde. En realidad, la transición de la experiencia de Idlib a la de Damasco, es decir, el cambio de escala de lo local a lo nacional, plantea retos a varios niveles y de distinta índole. En primer lugar, hay desafíos cualitativos: cómo diseñar la transición para un movimiento que está más equipado para la acción armada y la gestión local que para la administración nacional, y que sí tiene algunas líneas rojas (evitar la «desbaazificación» como en Iraq, frenar los deseos violentos de venganza, tratar con las minorías), pero ninguna estrategia clara.
El Gobierno de Salvación Nacional sirio era una estructura muy pequeña, con menos de 7.000 funcionarios. La htc no es un movimiento de masas que pueda contar con un punto de apoyo en los sectores profesionales y las clases medias. Hay una enorme escasez de recursos humanos y el actual círculo de toma de decisiones corre el riesgo de saturarse, aunque solo sea en términos de seguridad. La htc moviliza actualmente entre 10.000 y 15.000 combatientes. Ellos representan la fuerza dominante en el campo de batalla, pero no son los únicos. Deben controlar la proliferación de armas en la sociedad y la reconfiguración de las milicias rebeldes como consecuencia del desorden actual. En segundo lugar, deben evitar la competencia entre facciones. Y, por último, deben controlar a los grupos yihadistas, y no solo a los extranjeros, en un contexto en el que resurge la retórica sectaria a pesar de la línea del movimiento y de las numerosas iniciativas de desescalada entre el nuevo mando y las distintas comunidades. Estas últimas –chiitas en Damasco y al norte de Alepo, cristianos en Alepo y Homs, alauitas en la costa y en Damasco, drusos en el sur y en la capital10– se han apresurado a cooperar.
Mientras que Idlib en su conjunto pertenece a un ecosistema social adecuado para la htc (musulmán sunita, conservador, revolucionario), la transición de Idlib a la capital siria exigirá pensar en la diversidad comunitaria, pero también en el compromiso de las elites urbanas de la capital y en la entrada en el juego geoestratégico por la puerta grande, la de Damasco.
Nota: la versión original de este artículo, en francés, se publicó en la revista Orient XXI, 12/2024, con el título «Syrie. Hayat Tahrir Al-Cham, radioscopie d’une mutation idéologique». Traducción: Pablo Stefanoni.
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1.
Ubicada en el noroeste de Siria, Idlib funcionó como bastión rebelde, controlado por los opositores a Assad, prácticamente aislado del resto del territorio sirio. Ver Ezequiel Kopel: «¿Cómo se derrumbó el régimen sirio?» en Nueva Sociedad edición digital, 12/2024, disponible en <www.nuso.org> [n. del e.].
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2.
Alex Simon: «Toxicomanie. La septième plaie de la Syrie» en Orient XXI, 2/9/2024.
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3.
Rama del islam chiita y base de poder de Assad [n. del e.]
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4.
Segunda ciudad más grande de Siria [n. del e].
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5.
Wassim Nasr: «Syrie. Dans le réduit d’Idlib, territoire rebelle et islamiste» en Orient XXI, 20/6/2023.
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6.
En el movimiento son fuertes las ideas de izquierda y opuestas al islamismo radical, así como el papel de las mujeres milicianas [n. del e.].
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7.
Tendencia del islam con ciertas formas de esoterismo [n. del e.].