Tribuna global

La memoria selectiva de la sociedad israelí 


Nueva Sociedad 302 / Noviembre - Diciembre 2022

«Con el tiempo, todo se va... todo se desvanece», cantaba Léo Ferré. Sin embargo, con el tiempo, a veces todo vuelve. En Israel, se asiste a una sucesión de revelaciones sobre un pasado poco glorioso. La mayoría de ellas fueron publicadas por el diario Haaretz, uno de los más importantes del país, que se ha vuelto cada vez más crítico con la política de los sucesivos gobiernos hacia los palestinos. Pero pese a la gravedad de las críticas, el efecto en la opinión pública es mínimo.

La memoria selectiva de la sociedad israelí 

La develación de los hechos truncados de la historiografía oficial por los dirigentes sionistas durante décadas no ha comenzado hoy. Desde finales de la década de 1980 hasta el cambio de siglo, los «nuevos historiadores» israelíes se dedicaron a profanar la «narración nacional» construida desde cero por los fundadores del Estado y a acreditar gradualmente, sobre la base del trabajo en los archivos, las tesis de los historiadores palestinos sobre la colonización y luego la expulsión masiva de los palestinos de su tierra. En 1993-1995, estos historiadores fueron vedettes en Israel. Pero esta escuela, que puso en cuestión las falsificaciones históricas que acompañaron la creación del país, acabó desintegrándose.

Por otro lado, se multiplican los trabajos de sus sucesores, historiadores, periodistas, documentalistas, así como los relatos de testigos o participantes directos en los crímenes cometidos por el Estado de Israel. No hay nada muy nuevo aquí. A menudo, es «con el tiempo» como se restablece la verdad. El documental de 1969 Le chagrin et la pitié [El dolor y la piedad], de Marcel Ophuls, sobre la Ocupación y la colaboración francesa con los nazis, que estuvo prohibido en la televisión de ese país durante 12 años, tuvo un enorme impacto. Y ¿cuánto tardó Francia en reconocer que la deportación de 13.000 judíos parisinos entre el 16 y 17 de julio de 1942 no fue llevada a cabo por los «ocupantes nazis», sino por las fuerzas del orden francesas (al servicio de los nazis)? ¿Cuánto tiempo tardó en salir a la luz la verdad sobre la masacre de argelinos en París a manos de la policía francesa el 17 de octubre de 19611? ¿Qué Estado no ha intentado alguna vez ocultar hechos perturbadores de su pasado? 

La diferencia entre Israel y la mayoría de los demás países a la hora de afrontar el pasado es doble: en primer lugar, el ritmo de las revelaciones en Israel es bastante asombroso; en segundo lugar, su impacto en la opinión pública es mucho menor que en otros lugares. He aquí una lista nada exhaustiva de algunos de los artículos aparecidos en los medios de comunicación israelíes a lo largo de un año, entre agosto de 2021 y septiembre de 2022.

No fue solo Sabra y Chatila

24 de agosto de 2021. El Festival de Cine de Jerusalén proyectó el documental de la realizadora israelí Nurit Kedar The Schoolyard [El patio de la escuela]. Allí cuenta la asombrosa crueldad de los soldados israelíes hacia los prisioneros palestinos y libaneses encarcelados durante la invasión del Líbano en 1982. Conocemos las terribles condiciones impuestas durante años a los miles de detenidos en el campo de Ansar en el sur del Líbano después de esta guerra. Pero es menos conocido lo que ocurrió en el patio del convento de San José en la ciudad de Sidón, donde se encerró a un millar de detenidos. Los soldados y los supervivientes hablan del hambre y, sobre todo, de la terrible sed a la que se condenó a los detenidos durante días y días bajo un sol terrible (algunos de ellos llegaron a beber su propia orina), de la avalancha de golpes infligidos (ojos enucleados, siete muertos, cientos de lesionados de por vida).

Evidentemente, la gran mayoría de los presos no tenía ninguna relación con el «terrorismo». Hoy, los soldados-carceleros israelíes lo reconocen. En casi todos los casos, prevalece la autojustificación. En definitiva, explican que, atrapados en una situación terrible, no podían actuar de otra forma. Esto es lo que dijo Idan Harpaz, comandante de la compañía israelí. Posteriormente, se presentó una denuncia contra él. «Fui interrogado por el ejército. Pero no pasó nada», dice tranquilamente en la película.

El 26 de julio de 2022, en el sitio web israelí de noticias +972 Magazine, el investigador estadounidense Seth Anziska reflexiona sobre el documental de Kedar. Anziska publicó en 2018 el libro Preventing Palestine: A Political History From Camp David to Oslo [Evitar Palestina. Una historia política desde Camp David hasta Oslo]2, en el que demuestra, con nuevo material de archivo, la implicación del entonces ministro de Defensa Ariel Sharón y su entorno militar en el asesinato masivo perpetrado por el movimiento cristiano Falanges Libanesas en los campos de refugiados de Sabra y Shatila en septiembre de 1982, un crimen coordinado con los militares israelíes y apoyado logísticamente por ellos. Pero lo que ocurrió en Sidón, escribe, «muestra la insensibilidad, el malestar y la represión del sentimiento de culpa que marcan a la sociedad israelí contemporánea y su deshonroso trato a los palestinos. (...) Los soldados encuentran cierto consuelo, tal vez incluso la absolución, al revelar los detalles de sus acciones sin temer nunca tener que rendir cuentas por ello».

«Teóricamente no éramos culpables de nada», dice el jefe de la compañía, que señala que la más alta jerarquía del ejército sabía lo que ocurría en el convento. Por lo tanto, «no puedo decir hoy que deberíamos haber actuado de otra forma». Anziska comenta: «El comportamiento de Harpaz sugiere que el inicio de la década de 2020 es un momento más receptivo en Israel para encubrir un crimen de guerra». Harpaz, concluye, «es la guía ideal sobre las patologías de la sociedad israelí (...) que solo ve la victoria en la desgracia de los demás». La película devela «un sistema que se niega a admitir su propio papel como generador de violencia, un sistema acostumbrado a hablar en términos deshumanizantes de sus súbditos árabes y palestinos».

Nuevas revelaciones sobre la guerra de 1948

9 de diciembre de 2021. Con acceso a nuevos archivos militares, el historiador Adam Raz publicó un artículo sobre las masacres perpetradas por los israelíes en el periodo previo y posterior a la independencia de Israel3. «Las actas de las reuniones gubernamentales no dejan lugar a dudas: los dirigentes israelíes conocían en tiempo real los actos sangrientos que acompañaron la conquista de las ciudades árabes» en 1947-1948. En las reuniones de gabinete, los ministros hablaron del «colapso de los fundamentos morales» de Israel, de los «actos inhumanos» cometidos. El primer ministro David Ben-Gurión titubeó. Pero en noviembre de 1948, las masacres de civiles palestinos eran tan numerosas que el gobierno decidió crear un comité para investigar asesinatos perpetrados por el ejército. Un mes antes, por ejemplo, solo quedaban en Galilea 120.000 de los 250.000 palestinos que vivían allí antes de que el ejército israelí iniciara la conquista total de la región. Tras su ofensiva relámpago, solo quedaron 30.000. El comité investigador no duró más de una semana. Sus integrantes explicaron que les resultaba imposible investigar debido a los escasos medios de que disponían.

Raz identifica numerosas «masacres contra civiles y prisioneros árabes» en el marco de una política que pretendía deliberadamente llevar al exilio al mayor número posible de habitantes. Hace 30 años, el investigador Benny Morris llegó a la cifra de 24 masacres cometidas por las fuerzas israelíes en 1947-1948. Raz, tras rastrear otros archivos, encontró «varias docenas» de casos, la mayoría de los cuales nunca salieron a la luz. En febrero de 1949, el ejército israelí emitió un «perdón general retroactivo» para los actos cometidos en los dos años anteriores. En Hula, un pueblo en la frontera libanesa, solo permanecían 60 ancianos cuando un batallón israelí lo tomó el 31 de octubre de 1948. Su comandante era Shmuel Lahis. El primer día, 18 palestinos fueron asesinados; al día siguiente, otros 15. Lahis fue uno de los pocos soldados juzgados por sus acciones. Fue condenado a siete años de prisión, pero la sentencia se redujo en apelación a un año antes de que lo amnistiaran. Treinta años después, fue nombrado director general de la Agencia Judía, la organización sionista más importante de Israel. 

20 de enero de 2022. La masacre de Tantura. Adam Raz, de nuevo, publica un artículo titulado «Los veteranos lo admiten: bajo una popular playa israelí hay una fosa común palestina»4. Se trata de palestinos asesinados el 23 de mayo de 1948 en esta población pesquera por un batallón del Palmaj (las tropas de elite laboristas que existieron antes de la creación del ejército israelí). Se calcula que el número de muertos oscila entre 90 y 230. Teddy Katz, el estudiante de doctorado israelí que reveló este crimen en 2000, fue demandado por difamación por sus autores. Perdió el caso y luego su universidad descalificó su trabajo. Esta vez, en un documental, los mismos soldados que habían negado sus crímenes 20 años antes confirman la tesis del doctorando5.

Tortura, expulsiones y masacres

17 de febrero de 2022. Haim Rubovitch, antiguo número tres del Shin Bet, el servicio de seguridad interior israelí, explica en una entrevista en Haaretz que su servicio «detuvo a innumerables palestinos sin motivo» y confirma el uso regular de la tortura durante su permanencia en el Shin Bet, de 1980 a 20056. Se refiere especialmente a las secuelas del estallido de la Segunda Intifada, en 2000, cuando decenas de miles de jóvenes palestinos fueron sometidos a violentos interrogatorios, encarcelamientos abusivos o, en ocasiones, eliminaciones físicas (en la jerga del Shin Bet, «prevenciones selectivas»). En retrospectiva, Rubovitch cree que este método puede haber mejorado la seguridad de Israel, pero ciertamente no aumentó su capacidad para controlar a la población ocupada.

«Cuando Reagan y Beguín discutieron la expulsión de los palestinos [del Líbano]», titula Haaretz el 6 de junio de 20227. El 21 de junio de 1982, el primer ministro israelí visita al presidente estadounidense. La invasión israelí del Líbano había comenzado dos semanas antes. Menájem Beguín quería «encontrar una solución al problema» de los refugiados palestinos en el Líbano, que en ese momento sumaban 400.000. Debían ser expulsados «al menos en parte», argumentó. Ronald Reagan, respondió: «¿Alguien se ha tomado la molestia de preguntar a los palestinos qué piensan de eso?». Expulsar a los refugiados no es realista, argumentó. «La solución se encuentra cuando se tiene la voluntad de encontrarla», replica Beguín. Una discusión entre amigos...

8 de septiembre de 2022. Nuevas revelaciones, o más bien confirmaciones. El abogado Eitay Mack, el israelí que más ha contribuido a develar el escándalo Pegasus8, ha obtenido esta vez del Tribunal Supremo israelí la apertura de los archivos clasificados del Mossad sobre su actividad en el Líbano, en particular durante la guerra de 19829. Sin embargo, el Tribunal permitió al servicio de inteligencia exterior mantener ocultos los documentos más sensibles. Estos archivos muestran que Ariel Sharón y el Estado Mayor dirigían esta guerra al margen de cualquier control gubernamental. Que lejos de ser una «represalia» espontánea tras un atentado contra el embajador israelí en Londres, esta guerra fue «la más planificada» de la historia de Israel. Sharón y su entorno la habían preparado meticulosamente durante un año y medio. Que sus vínculos con las milicias cristianas eran muy antiguos y regulares. Y que estas milicias, masivamente armadas por Israel, estaban a sus órdenes. Por último, y esto es lo más grave, el veredicto del jurista Mack es inapelable: los documentos «sugieren que la masacre de Sabra y Shatila fue solo un acontecimiento en una cadena de masacres, ejecuciones, secuestros, desapariciones y amputaciones y maltrato de cadáveres perpetrados por las milicias cristianas» en esta guerra.

14 de junio de 2022. Un miembro del kibutz Nahshon (de la izquierda sionista) había guardado un documento que nunca se publicó. Un mes después de la guerra de junio de 1967, la asamblea general de esta población colectivista discute qué hacer con las tierras de tres pueblos palestinos, Imwas, Bayt Nuba y Yalo, cuya población ha sido expulsada. La mayoría está en contra de la toma de sus tierras, algunos a favor. Una vez concluido el debate, los dirigentes del kibutz decidieron no publicar esta discusión en su boletín semanal. En la actualidad, un pueblo judío, Mevo Horon, ocupa el terreno de lo que antes era Bayt Nuba y se ha construido un parque de atracciones en el terreno de los otros dos pueblos10.

29 de julio de 2022. Resurge uno de los asuntos ocultos más perturbadores de los primeros días del Estado de Israel: el de la masacre de Kafr Qasim. El 29 de octubre de 1956, en una zona cercana a la frontera jordana en ese momento, 49 aldeanos, hombres, mujeres y niños, fueron asesinados a tiros sin previo aviso por la policía fronteriza. Volvían del campo y no sabían que se había adelantado el toque de queda. Luego sobrevino un juicio, diseñado para ocultar las responsabilidades del gobierno y del Estado Mayor. Durante mucho tiempo, Israel afirmó que había sido un error desolador. Pero en 2018, Issachar Shadmi, el comandante de la unidad (más tarde general y ya fallecido) declaró que la masacre era en realidad parte de un plan para sembrar el terror entre los aldeanos palestinos de la zona con el fin de hacerlos huir a Jordania y apoderarse de sus tierras11. Este asesinato en masa fue, según él, validado por el primer ministro Ben-Gurión y su jefe de Estado Mayor Moshé Dayán.

La apertura de nuevos archivos en 2022 confirmó que se trató de una masacre deliberada. Las declaraciones de varios soldados en el juicio son demoledoras12. El jefe de la unidad israelí había dicho a sus hombres que «era deseable que hubiera víctimas». Cuando un juez le preguntó por qué había aceptado matar deliberadamente a personas inocentes, el suboficial Haim Levy respondió: «Era una orden. Hoy me parece poco razonable. Pero en ese momento pensé que estaba justificada». Sobre todo, los archivos confirman que el crimen tenía un objetivo: hacer que los palestinos del pueblo y de los alrededores huyeran a Jordania. En el juicio, el juez pregunta al comandante Shadmi: «¿Estamos instando [a los palestinos] a abandonar nuestras fronteras?». Respuesta del funcionario: «No es un secreto». 

10 de agosto de 2022. En 1948, Sami Saada trabajaba en el puerto de Haifa, donde vivía. Durante los días 21 y 22 de abril, los palestinos fueron expulsados por la fuerza. Antes de la guerra, había 71.000 palestinos en la ciudad, pero solo quedaron 3.500. Ben-Gurión ordenó que se agruparan en un solo barrio, llamado Wadi Nisnas. A Saada le confiscaron su piso de cuatro habitaciones. Le prometieron uno nuevo, pero la administración se negó a permitirle habitarlo. Él y su familia se quedaron sin hogar. Escribió cartas a Ben-Gurión, nunca respondidas. Un libro cuenta su historia, la de tantos refugiados palestinos desde dentro, un aspecto poco conocido de la historia del conflicto13.

11 de septiembre de 2022. Titular de Haaretz: «Cómo Israel decidió en secreto borrar la Línea Verde». Subtítulo: «Las actas de las reuniones top secret de 1967 revelan cómo se tomó la decisión». Hay otras innumerables historias y revelaciones que han aparecido en Israel sobre el comportamiento de sus Fuerzas Armadas y dirigentes en el pasado... y en la actualidad. Terminaremos este repaso con este ejemplo actual. En vísperas de la apertura del último curso escolar, la Alcaldía de Tel Aviv autorizó un libro de historia para niños en el que aparece la Línea Verde, la frontera internacionalmente reconocida que separaba a Israel de los territorios palestinos –hoy ocupados– antes de junio de 1967. El Ministerio de Educación del gobierno del «centrista» Yair Lapid exigió que el libro fuera retirado del circuito escolar. Abajo la memoria. «Cómo se enseña a los israelíes a borrar a los palestinos», tituló Haaretz14.

¿Revelaciones inútiles?

Cuando aparecieron las nuevas revelaciones sobre Kafr Qasim a fines de julio de 2022, el historiador israelí Tom Segev, refiriéndose a la mascarada del juicio en el que se juzgó a los soldados, escribió: «Las actas son tan impactantes no porque revelen información desconocida para los historiadores, sino porque muestran hasta qué punto los crímenes de guerra israelíes desempeñaron un papel marginal en la configuración de los principios fundamentales del Estado»15.

En términos crudos, estos «principios fundamentales» no incluían los crímenes contra los palestinos. Al final, argumenta Segev, lo que importa es bastante simple: los soldados obedecieron las órdenes porque consideraron que estaban justificadas. Se ajustaban a las órdenes que habían conducido a la expulsión masiva de palestinos siete años antes. En 1956, escribe, «muchos israelíes aún vivían bajo el espíritu de los acontecimientos de la Guerra de la Independencia». Ben-Gurión, primer ministro en ese entonces, «favoreció varios planes de transferencia» –la palabra «transferencia» ha entrado en el lenguaje codificado israelí para referirse a la expulsión legítima de los palestinos–. Haaretz, en un editorial, pidió la desclasificación de «miles de documentos que permanecen clasificados»16. Sería muy útil profundizar en el conocimiento del asunto de Kafr Qasim. Pero ¿es posible imaginar que esto cambiaría la mentalidad mayoritaria en Israel? Todavía estamos lejos de ello.

Las revelaciones actuales son en general obra de jóvenes investigadores, pero los testimonios recogidos son a menudo los de testigos ancianos que dan la impresión, en sus últimos años de vida, de querer liberarse de una carga. Este es el caso de los actores que, en Tantura, en un brusco cambio de opinión, reconocen ahora hechos que negaban hace 20 años. Este fue probablemente también el caso del general Shadmi, que recuerda la confesión del general francés Jacques Massu en la que reconocía las torturas en Argelia casi 40 años después del final de la guerra. Y la de Yaakov Sharett, un importante funcionario del Shin Bet e hijo de Moshé Sharett, primer ministro de Israel entre 1954 y 1955, que declaró en septiembre de 2021, a la edad de 95 años: «El Estado de Israel y la empresa sionista nacieron en el pecado. He colaborado con un país criminal».

Pero ¿por qué el impacto de estas confesiones tardías sigue siendo tan insignificante? Quizás la respuesta esté en los efectos de lo que fue una verdadera empresa en Israel, llevada adelante por los gobernantes tanto de la izquierda como de la derecha sionista, para tergiversar los hechos históricos referidos a los palestinos. A generaciones de niños se les ha dicho que los palestinos «se fueron voluntariamente» de su país entre 1947 y 1950. En resumen, que las víctimas eran responsables de su propio destino. Lo que muestran todas las revelaciones recientes es, en primer lugar, la propensión del gobierno israelí, de las fuerzas de seguridad y del Poder Judicial, desde la formación del Estado, a presentar una versión truncada de los hechos vergonzosos, a negarlos o a reducir sistemáticamente su alcance, y a ocultar su propio involucramiento en los actos criminales. Pero lo que también muestran es cómo la acumulación de pruebas sobre crímenes pasados no altera en lo esencial la relación general de los judíos israelíes con los palestinos.

Expulsar a los ciudadanos desleales

En la actualidad se pueden distinguir tres polos en Israel sobre la cuestión de la memoria. El primero refiere a los sostenedores incondicionales de las fuerzas del orden. A menudo estos apoyan la idea de que la represión de los palestinos ha sido y sigue siendo insuficiente. En las dos últimas décadas, este movimiento ha cobrado una fuerza notable, atrincherado en la convicción de que solo el uso de una fuerza aún más poderosa liberará a Israel del dybbuk palestino17. Itamar Ben-Gvir, líder de la extrema derecha kanahísta abiertamente racista, exige la «deportación» del país de sus ciudadanos «desleales» (es decir, hostiles a su política colonial), no solo palestinos, sino también judíos. Una encuesta reciente mostró que 60% de los israelíes apoyan su posición. ¿Cómo sorprenderse, entonces, de que la visión colectiva del pasado y del presente lleve también a 64% de los judíos israelíes a apoyar la idea de una necesaria «segregación» entre judíos y palestinos en su territorio?

Frente a esta gran mayoría, también se ha fortalecido otro movimiento: precisamente el de los «desleales» que apoyan cada vez menos la segregación infligida a los palestinos. Esta tendencia ha puesto en circulación el uso del término «apartheid» en el debate público israelí, que los dirigentes ya no pueden contener18. Son quienes están multiplicando las investigaciones sobre el pasado y sobre el presente. Ya no se limitan a organizaciones como B’Tselem [Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados] y Breaking the Silence [Romper el Silencio]. Aunque muchos de sus miembros, al no poder soportar el ambiente opresivo en el país, acaban optando por el exilio, su crecimiento es constante, si bien siguen confinados en pequeños círculos, probablemente menos de 5% de la población judía. Finalmente, hay un tercio de la población que prefiere taparse la nariz y los oídos y cerrar los ojos y siempre encuentra una razón para aceptar tácitamente los crímenes que se descubren. ¿Acaso no está Israel en peligro permanente?

En términos de represión, las fuerzas israelíes no se han comportado en su trato con los palestinos de manera diferente a las fuerzas británicas en Kenia, las fuerzas francesas en Argelia o las fuerzas estadounidenses en su «patio trasero». La gran diferencia es que «con el tiempo» la era del dominio colonial se ha desvanecido en estos países, aunque todavía hay cicatrices abiertas, mientras que en Israel la dominación colonial sigue vigente hasta hoy. Hay que reconocer que este colonialismo que sigue activo en Palestina se esfuerza cada vez más por preservar la imagen de su pasado (y, por cierto, también la de su presente). Pero, al mismo tiempo, hay que reconocer que la multiplicación de revelaciones periódicas sobre crímenes pasados o actuales no tiene ningún efecto sobre una opinión israelí mayoritaria que, por el contrario, no hace más que radicalizarse en una dirección colonial.

Esto sucede por una razón principal: mientras continúe el colonialismo israelí, mientras su Estado siga hundiéndose en el apartheid hacia los palestinos, la población judía israelí no podrá deshacerse de esta mentalidad. Lo primero que se desprende de las recientes revelaciones es la impunidad sistemática de la que gozan los autores de los actos denunciados. Segev, para simbolizar la opinión media israelí sobre el crimen de Kafr Qasim, cita la carta de un lector que llegó a la redacción de Haaretz: «¿Y cuándo se publicarán las actas de los pogromos de Chisináu?». En esta ciudad de Moldavia se produjeron dos matanzas de judíos y saqueos de sus propiedades en 1903 y 1905. En resumen, cualesquiera sean los crímenes cometidos por Israel en la actualidad, los israelíes siguen siendo, en cualquier circunstancia, los herederos de las víctimas del pasado.

Es esta necesidad de preservar la posición de víctimas constantemente amenazadas la que explica que los israelíes permanezcan tan abrumadoramente indiferentes a los crímenes de los suyos, pasados o presentes, cuando salen a la luz. Hay varias razones para esta actitud, pero parece estar dictada esencialmente por el sentimiento de impunidad que exime a los israelíes de hacer un balance colectivo. Al igual que la impunidad del pasado ha permitido el desarrollo de una historiografía fake, la impunidad en la que viven hoy los israelíes les impide poder emanciparse de la mentalidad colonialista que ahora domina casi por completo a su sociedad.

Nota: una versión más breve de este artículo se publicó en francés en Orient XXI con el título «Crimes et refoulement. La mémoire sélective de la société israélienne», 15/9/2022, disponible en https://orientxxi.info/ Traducción: Pablo Stefanoni.

  • 1.

    Mathieu Rigouste: «Des violences policières inscrites dans l’histoire coloniale» en Orient XXI, 14/6/2022.

  • 2.

    Princeton UP, Princeton, 2018.

  • 3.

    A. Raz: «Classified Docs Reveal Massacres of Palestinians in 48 – and What Israeli Leaders Knew» en Haaretz, 9/12/2021. 

  • 4.

    A. Raz: «There’s a Mass Palestinian Grave at a Popular Israeli Beach, Veterans Confess» en Haaretz, 20/1/2022

  • 5.

    S. Cypel: «Israël, 1948. Le massacre de Tantura a bien eu lieu» en Orient XXI, 2/2/2022.

  • 6.

    Amos Harel: «‘We Arrested Countless Palestinians for No Reason’ Says Ex-Top Shin Bet Officer» en Haaretz, 17/2/2022. 

  • 7.

    Ofer Aderet: «When Reagan and Begin Discussed Expelling Palestinians» en Haaretz, 6/6/2022. 

  • 8.

    S. Cypel: «Israël empêtré dans l’affaire Pegasus» en Orient XXI, 24/2/2022.

  • 9.

    O. Aderet: «What Historical Mossad Files Reveal about Israel’s Most Planned War» en Haaretz, 8/9/2022. 

  • 10.

    O. Aderet: «55 Years Later: A Censored Kibbutz Decision about Arab Land is Revealed» en Haaretz, 14/6/2022.

  • 11.

    O. Aderet: «General’s Final Confession Links 1956 Massacre to Israel’s Secret Plan to Expel Arabs» en Haaretz, 13/10/2018.

  • 12.

    Baudouin Loos: «Kafr Kassem, 1956. Derrière le massacre, un plan d’expulsion des Palestiniens d’Israël» en Orient XXI, 7/9/2022. 

  • 13.

    Sheren Falah Saab: «‘Strangers in my House’: Letters an Expelled Palestinian Sent David Ben Gourion in 1948, Revealed» en Haaretz, 10/8/2022.

  • 14.

    Eitan Nechin: «How Israelis Are Taught to Erase Palestinians» en Haaretz, 28/8/2022.

  • 15.

    T. Segev: «Israeli Soldiers in 1956. Kafr Qasem Massacre Believed They Were Doing the Right Thing» en Haaretz, 31/7/2022. 

  • 16.

    «There Are Thousands of Classified Pages Israel Has Yet to Reveal, for the Sake of Healing» en Haaretz, 1/8/2022. 

  • 17.

    En la mitología judía y cabalística, un dybbuk es un espíritu o demonio que habita en el cuerpo de un individuo al que permanece unido.

  • 18.

    Jean Stern: «Amnesty International dissèque l’apartheid d’Israël» en Orient XXI, 1/2/2022. 

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista
ISSN: 0251-3552
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