
El riesgo de diseñar una integración regional solo calificada para los sectores más dinámicos y privilegiados de nuestras sociedades constituye una alternativa palpable, tras cuya materialización le aguarda al continente un mayor número de pobres, marginados e informales. En razón de esto resulta imprescindible que las fuerzas progresistas de América Latina aúnen sus esfuerzos por modificar los rasgos regresivos de los esquemas en curso.