Opinión
junio 2019

Los populistas, los verdes y el nuevo mapa de la política europea

¿Cómo pueden enfrentar los partidos políticos clásicos el desafío de actuar en un Parlamento Europeo en el que los populistas de derecha y los verdes han crecido a niveles impensables?

Los populistas, los verdes y el nuevo mapa de la política europea

«Auge del populismo» y «ola verde» fueron las expresiones con las que muchos observadores resumieron los resultados de las recientes elecciones para el Parlamento Europeo. Los partidos verdes, que tenían 51 escaños, pasarán a tener 69 en el nuevo Parlamento, mientras que los populistas de derecha aumentaron su caudal de votos de 20% a 25%. Al igual que en muchos parlamentos nacionales, una consecuencia crítica de este crecimiento de los partidos verdes y populistas es que, por primera vez desde que comenzaron las elecciones directas para el Parlamento Europeo, en 1979, los partidos tradicionales centroderecha y centroizquierda ya no tendrán mayoría en él.

¿Cómo podemos entender estas tendencias? Si bien se considera con frecuencia que los partidos populistas de derecha y los partidos verdes son polos opuestos, son similares en cuanto a que ambos constituyen lo que los politólogos llaman «partidos de nicho»: su fuerza reside en la asociación con un tema en particular, la inmigración y el ambientalismo, respectivamente. Quizás por esta razón, muchas de las explicaciones de su auge se centran casi exclusivamente en las tendencias estructurales que supuestamente han colocado estos temas en el primer plano de la contienda política.

Por lo tanto, se sostiene que el avance de los partidos verdes se entiende mejor como una consecuencia del crecimiento de los valores posmaterialistas, que enfatizan cuestiones relacionadas con la autoexpresión y la calidad de vida, como el medio ambiente, por encima de la seguridad económica y física, mientras que el éxito del populismo refleja el aumento de la inmigración o, más bien, la reacción negativa de los votantes frente a él. Pero si bien parecen intuitivas, estas explicaciones son, en el mejor de los casos, el comienzo de la historia del auge de los partidos verdes y populistas, y no el final.

Los valores posmaterialistas, por ejemplo, se han vuelto más frecuentes en todos los países de Europa occidental a lo largo de las últimas décadas, y sin embargo los partidos verdes se conviertieron en fuerzas políticas poderosas solo en algunos de ellos. Y aquellos países donde los partidos verdes lograron su máxima fortaleza, como Alemania, no son necesariamente los más posmaterialistas (ese honor probablemente corresponda a los escandinavos).

De manera similar, hay poca correlación entre la cantidad de inmigrantes que recibió un país, o incluso el sentimiento racista o nacionalista, y el éxito del populismo. Los suecos, por ejemplo, están entre los pueblos menos racistas y nacionalistas de Europa, pero la agrupación de derecha Demócratas de Suecia es el tercer partido más grande del país. Por su parte, los irlandeses y los españoles tienen una puntuación relativamente alta en cuanto a racismo y nacionalismo, pero el populismo no ha sido particularmente exitoso en ninguno de esos países. Los flujos migratorios y las actitudes racistas y nacionalistas tampoco pueden explicar totalmente los triunfos del populismo a lo largo del tiempo: las actitudes hacia la inmigración se han vuelto más positivas y el racismo ha disminuido en gran parte de Europa durante las últimas décadas, al tiempo que el apoyo al populismo aumentó.

Junto con las deficiencias empíricas, el problema más grande con las explicaciones que se centran en tendencias estructurales es que suponen que esas tendencias se traducen directamente en decisiones de votación. Sin embargo, el hecho de que temas «nuevos», como el ambientalismo o la inmigración, lleven a los votantes a desplazar su voto hacia los partidos verdes o populistas depende esencialmente de cómo respondan los partidos tradicionales de centroizquierda y centroderecha.

Estrategias diferentes

Cuando surgen nuevos temas y partidos, los partidos existentes pueden adoptar tres estrategias diferentes. La primera es la despectiva, que implica ignorar el tema y al partido de nicho. Sin embargo, esto solo tiene sentido si el nuevo tema es poco importante o fugaz, y si es probable que el partido de nicho se diluya. De lo contrario, la estrategia despectiva solo cede la «propiedad» del nuevo tema al partido de nicho, lo que le permite a este capturar a los votantes que lo priorizan.

La segunda estrategia es la confrontativa, que implica una clara y enérgica oposición al partido de nicho. Cuando los partidos tradicionales de centroizquierda o centroderecha adoptan una estrategia confrontativa, le dan prominencia al tema del partido de nicho –ya que contribuyen a mantenerlo en el primer plano de la contienda y el debate políticos– y, por lo tanto, ayudan a consolidar la propiedad que ejerce el partido de nicho sobre ese tema. Por ende, esto solo tiene sentido si los partidos tradicionales confían en que la mayoría de los votantes, y en particular los propios, no estén de acuerdo con la posición del partido de nicho frente al tema en cuestión y en que, por lo tanto, es poco probable que le den su voto.

(En teoría, una estrategia confrontativa también podría tener sentido si un partido tradicional creyera que su principal competidor tradicional perdería más votos que él a manos del partido de nicho. Un partido de izquierda, por ejemplo, podría especular con que, al oponerse enérgicamente a la derecha populista en materia de inmigración, aumentaría la relevancia del tema y la propiedad sobre él de los populistas de derecha, lo que llevaría a los votantes antiinmigración a abandonar el centroderecha en favor de la derecha populista. Los partidos de centroderecha podrían jugar un «juego» similar con el ambientalismo, para fortalecer a los verdes a expensas de los socialdemócratas. Sin embargo, este enfoque tiene evidentes peligros y desventajas: el más obvio es el cálculo erróneo de las consecuencias de aumentar la relevancia de un tema nuevo y sus secuelas electorales).

La tercera estrategia es de adaptación, lo cual requiere que los partidos tradicionales acerquen sus políticas a las que defienden los partidos de nicho. Esta estrategia es la más discutida hoy por los partidos socialdemócratas. En Alemania, por ejemplo, en respuesta al triunfo de Los Verdes sobre el Partido Socialdemócrata (SPD, por sus siglas en alemán) en las elecciones europeas, el jefe del grupo parlamentario de este partido, Carsten Schneider, dijo que su gran error había sido no poner énfasis en el cambio climático: «Creo que el tema principal era el cambio climático y no logramos posicionarlo como prioridad». Ahora, una encuesta ubica por primera vez a Los Verdes por delante de todos los demás partidos. Mientras tanto, otros dirigentes de la izquierda alemana abogan abiertamente por un cambio profundo en las políticas migratorias para ganar votantes que apoyan a los populistas de derecha de Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán).

Efectos indeseados

Al acercar sus políticas a las de los partidos de nicho, los partidos tradicionales esperan limitar la cantidad de deserciones de sus filas hacia los partidos de nicho. El problema es que esto funciona de manera óptima cuando se hace tempranamente; una vez que un partido de nicho se apropia de un tema, es probable que esta acción se vuelva contraproducente.

Cuando aparece en escena un nuevo tema, como el ambientalismo o la inmigración, si los partidos tradicionales creen que es importante, que es poco probable que se diluya y que un gran número de sus partidarios se preocupa profundamente por él, entonces tiene sentido intentar evitar que un nuevo partido de nicho se apropie de él y que, por lo tanto, sea capaz de atraer votantes que den prioridad a ese tema. Hay evidencia, por ejemplo, de que en países donde la derecha tradicional pasó rápidamente a apoyar políticas de restricción de la inmigración y aplacó ostensiblemente las preocupaciones nacionalistas, la derecha populista tuvo menos éxito.

Pero una estrategia de adaptación es mucho más efectiva durante la «ventana de oportunidad»que se produce antes de que se haya establecido firmemente el carácter distintivo y la credibilidad de la postura que el partido de nicho tiene sobre el tema en cuestión. Una vez que un partido de nicho se ha apropiado de un tema, la estrategia de adaptación se vuelve arriesgada, ya que cualquier cosa que resalte la relevancia del tema o lo coloque en el primer plano del debate político muy probablemente ayude al partido de nicho y perjudique al partido tradicional. Esto, obviamente, explica por qué los populistas pasan tanto tiempo demonizando a los inmigrantes y los verdes pasan tanto tiempo hablando de un próximo apocalipsis ambiental. (Esto no significa que los partidos tradicionales no deban adoptar posturas sobre esos temas, solo que deben hacer todo lo posible para evitar colocarlos en el primer plano de la contienda y el debate políticos).

Si bien los problemas ambientales y las controversias sobre la inmigración son reales, por sí solos no pueden explicar el «auge del populismo» y la «ola verde» que experimenta Europa actualmente. Es importante la actuación de los partidos. Pero si bien es cierto que el éxito de los partidos populistas y verdes no se puede entender sin examinar las acciones de la centroizquierda y la centroderecha, también lo es que la naturaleza de la contienda política ha cambiado allí donde se han afianzado los partidos populistas y verdes.

Por lo tanto, el futuro político dependerá en gran medida de cuán exitosos sean los partidos verdes, populistas, socialdemócratas, democristianos y otros en mantener en el primer plano de la contienda y el debate políticos los temas que más los benefician.

Este artículo es una publicación conjunta de Social Europe y el IPS-Journal

Traducción: Carlos Díaz Rocca



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