En 2018, Nicaragua sorprendió al mundo con una revuelta cívica que condujo a una de las más profundas crisis de las últimas décadas. Agravada por las sistemáticas y cada vez más peligrosas violaciones a los derechos humanos cometidas por el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, la crisis se ha convertido, para la mayoría de los nicaragüenses, en un largo abril que todavía no termina.