Martin Vizcarra, presidente de Perú desde hace solo un mes, tiene un futuro incierto. Por ahora le saca lustre a su condición de provinciano y desarrolla un estilo de gobierno cercano a la población. Viaja a las regiones alejadas de Lima y promete soluciones puntuales a los problemas que encuentra. Sin embargo, depende del fujimorismo para gobernar. Mientras tanto, la población reclama el fin de la corrupción y de las políticas económicas de corte ortodoxo que han dominado el país durante treinta años. Hasta ahora, Vizcarra muestra algunos cambios. Pero también expresa muchas continuidades.