Opinión
enero 2017

El gobierno según Pedro Pablo Kuczynski

El fujimorismo y el gobierno de Kuczynski expresan una disputa dentro de la derecha. Pero la pelea verdaderamente importante es la del progresismo frente al modelo neoliberal.

<p>El gobierno según Pedro Pablo Kuczynski</p>

El gobierno de Pedro Pablo Kuczynski ha encontrado su primer obstáculo importante durante los últimos meses con la salida forzada del ministro de Educación Jaime Saavedra. Se trata, sin embargo, de una crisis basada en una falsa oposición. Los medios de comunicación y el gobierno quieren contraponer la democracia, que estaría del lado del Ejecutivo y de su ex-ministro, al autoritarismo encarnado por el fujimorismo.

Sin embargo, a pesar de las falsas oposiciones, se trata de dos derechas que comparten el mismo programa económico y social del neoliberalismo. Por ello, la realidad se acerca más a una disputa por el liderazgo de la opción neoliberal en Perú que a cualquier otro tipo de disputa. Al fujimorismo ya le conocemos sus modos, en dictadura primero y en democracia después, siempre con el afán de someter al adversario utilizando todas las mañas y los recursos menos santos a su alcance. Kuczynski, en cambio, quiere aparecer hoy más cercano a las instituciones y a los derechos luego de su trayectoria equívoca entre lo público y lo privado.

En la actual coyuntura, cabe preguntarse: ¿es posible un gobierno democrático del neoliberalismo? En los años 90, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos demostraron que, al menos para el inicio, era imposible. De ahí el golpe de Estado y la dictadura. Sin embargo, ese manto de autoritarismo ha cubierto la democracia posterior. Lo que tenemos no es ni siquiera una democracia liberal, sino un orden restringido que impide el acceso a nuevas opciones políticas y reprime a los movimientos sociales. Cada vez que se han abierto algunas rendijas, estas han sido violentamente cerradas. Allí están los muertos para recordarlo.

Si Kuczynski y su círculo más cercano tuvieran intenciones serias de construir algo distinto, podrían presentar al país una propuesta democrática que pretendiera articular una correlación distinta hacia el centro y la izquierda de su espacio político. Pero ¿alguien los imagina haciendo eso? No lo creo. A lo sumo, esbozan una «razón tecnocrática»: ellos serían «buenos e ilustrados» y deberían gozar del apoyo popular. Pero eso no es suficiente para hacer política y menos para gobernar. Esta crisis no se va a solucionar en algún campo de batalla, para el cual faltan combatientes, sino en una mesa de negociaciones, para la cual sobran candidatos.

La negativa del presidente a aplicar la cuestión de confianza a la que lo empujaban sus tecnócratas y algunos incautos suponía cuestionar la democracia precaria que tanto le ha servido para sus negocios. Era, evidentemente, algo difícil de imaginar en un caso como el de Kuczynski, pero también en alguien como Keiko Fujimori, quien ha aprendido a financiar muy bien sus campañas. Con el «mensaje al país», PPK regresa a la propuesta de la «paz neoliberal», es decir, a su cauce natural, en el que todos sus apoyos, por el momento, respirarán tranquilos. Eso sí: si no obtiene varios y buenos refuerzos políticos en el corto plazo, le van a ganar la partida de fondo, porque el fujimorismo es hoy la política del modelo y lo está demostrando a pesar de sus insolencias.

Frente a esta situación en la que el fujimorismo avanza sin adversarios de importancia, resulta urgente construir una oposición al modelo neoliberal que hable claro y sepa acumular. El Frente Amplio y otras fuerzas de izquierda deben recoger el guante, a pesar del bloqueo mediático al que son sometidas. Si no lo hacen, el tiempo de la democracia se hará más corto y, en ese curso, se sucederán nuevas crisis que tendrán como primer blanco las posiciones progresistas.


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