Tanto China como Vietnam ejemplifican la transición del modo de producción asiático hacia sociedades no-capitalistas, representantes del socialismo asiático. Al intentar construir este tipo de sociedad, ambas naciones han alcanzado, en condiciones histórico-sociales diferentes, resultados completamente diferentes. En China, el sistema de reformas practicado desde 1979 ha permitido superar muchas fallas y crisis propias del período maoísta precedente, y ya es posible percibir el primer perfil de un sistema que está más allá del capitalismo y es específicamente chino. En cambio Vietnam, por falta de una capacidad reformadora propia, ha revelado hasta ahora más bien las carencias sociales y económicas de un orden altamente centralizado. Ambas sociedades presentan un rasgo común: en su origen hubo revoluciones campesinas que revistieron la forma de guerras (o guerras civiles) prolongadas.