Tema central
NUSO Nº 86 / Noviembre - Diciembre 1986

China y Vietnam: dos revoluciones campesinas. ¿Qué ha sido de ellas?

Tanto China como Vietnam ejemplifican la transición del modo de producción asiático hacia sociedades no-capitalistas, representantes del socialismo asiático. Al intentar construir este tipo de sociedad, ambas naciones han alcanzado, en condiciones histórico-sociales diferentes, resultados completamente diferentes. En China, el sistema de reformas practicado desde 1979 ha permitido superar muchas fallas y crisis propias del período maoísta precedente, y ya es posible percibir el primer perfil de un sistema que está más allá del capitalismo y es específicamente chino. En cambio Vietnam, por falta de una capacidad reformadora propia, ha revelado hasta ahora más bien las carencias sociales y económicas de un orden altamente centralizado. Ambas sociedades presentan un rasgo común: en su origen hubo revoluciones campesinas que revistieron la forma de guerras (o guerras civiles) prolongadas.

China y Vietnam: dos revoluciones campesinas. ¿Qué ha sido de ellas?

La evolución de China y Vietnam está rodeada de algunas leyendas. Ambos son considerados como casos paradigmáticos, e incluso como modelos, de la transición realizada por algunos Estados desde el modo de producción asiático - y desde el "despotismo oriental" como forma de dominio resultante del mismo1 hacia sociedades poscapitalistas, cuyas revoluciones triunfaron gracias a sus propias fuerzas, en lugar de llegar desde fuera, como parte del séquito de una potencia extranjera vencedora. En ambos países, el nuevo orden social y estatal surgió de una prolongada guerra civil o de una larga guerra de liberación nacional, en el transcurso de la cual los partidos comunistas, de base social campesina y casi inexistentes en las ciudades, se convirtieron en líderes de movimientos de masas y fueron creando en su propio seno y ya durante la guerra la nueva élite de poder posrevolucionaria. Y ambos cuentan también como ejemplos iniciales de la aplicación de las doctrinas marxistas - o leninistas - en países del Tercer Mundo.

Sin embargo, las diferencias predominan. Vietnam - y con él la totalidad de Indochina - fue colonizado progresivamente por Francia después de 1847; después de 1945, o más bien después de la Conferencia de Ginebra de 1954, los Estados Unidos ejercieron de hecho el poder en el sur del país, provisoriamente dividido. China, en cambio, siempre permaneció intacta como unidad política. La colonización afectó a algunas ciudades portuarias como Hong kong, Macao, Qingdao,2 a partes de Shanghai y, durante aproximadamente dos décadas, a toda la Manchuria; en el resto fue indirecta, a través de la mediación de colaboracionistas locales.

En los catorce años que duró la guerra defensiva contra la agresión japonesa (1931-1945), el Partido Comunista chino logró fortalecerse e imponerse como fuerza nacional unificadora en alianza con otras menores; no obstante, también en este período predominaron los aspectos internos, revolucionarios, de su programa. En cambio, los comunistas vietnamitas, sin ocultar nunca desde luego sus metas revolucionarias, lucharon principalmente, desde su fundación (1930) hasta la expulsión del régimen de Vietnam del Sur (1975), contra enemigos exteriores; sin embargo, después de 1954 pudieron empezar a construir, en el norte del país y en situación de guerra, un primer modelo de su nuevo sistema.

China: la situación de partida 

Para caracterizar a la revolución china es necesario hacer algunas puntualizaciones.

1. Desde hace aproximadamente dos milenios dominaba en China una clase social especial que, a falta de una expresión alemana (o española) exacta, podría designarse con el concepto inglés de "gentry". Se basaba en la propiedad de la tierra, hacía surgir de su seno, mediante un sistema sin par de reclutamiento, al funcionariado que ejercía la administración estatal, era la única clase que disponía de las finanzas y del crédito, se presentaba ante la masa de los campesinos y artesanos en las innumerables aldeas como poder estatal, poseía el monopolio de la educación3 y era, por eso, portadora de la cultura china. Históricamente, esto le había permitido triunfar frente a todos los conquistadores extranjeros: mongoles, tibetanos, turcos y manchúes resultaron siempre asimilados a la cultura china, aun después de la conquista y la victoria política. Sólo la aparición de un invasor económicamente superior logró derrocarla.

2. El surgimiento de una clase capitalista-burguesa constituye en China un fenómeno tardío y se produce históricamente mucho después que el desarrollo de las fuerzas productivas industriales (las cuales habían sido administradas hasta entonces por la "gentry", a través del Estado). Pero desde el comienzo surgió como una clase doble: en primer lugar, como compradores (capitalistas comerciales dependientes del extranjero, que organizaron el intercambio de mercancías con sociedades británicas, portuguesas y de otras nacionalidades, y siguieron siendo económicamente dependientes de las mismas); en segundo lugar, como burguesía nacional, que trataba de invertir en la propia China y aspiraba a obtener protección administrativa del Estado contra la importación, bajo la forma de aranceles proteccionistas. Ambas clases capitalistas surgieron de la "gentry", y durante mucho tiempo no fueron percibidas por los reformadores chinos como clases nuevas. Desde su nacimiento (alrededor de 1850) hubo una aguda oposición de intereses entre ambas clases (y entre ellas y la "gentry"), pero esta oposición no fue captada teóricamente.

3. El proletariado industrial sólo se formó tardíamente, y esto ocurrió sobre todo en las zonas colonizadas marginales como las "concesiones" extranjeras de Shanghai, y posteriormente en la Manchuria colonizada por el Japón. En este proletariado predominaba el trabajo de mujeres y niños y las condiciones de vida apenas se distinguían de las de la esclavitud; la organización a nivel sindical y político se vio dificultada por una fuerte presión de las masas desempleadas (éxodo rural), y cuando ocurrió, revistió una forma especialmente radical, de manera que las fuerzas social-reformistas (social-demócratas) nunca pudieron desarrollarse. 

4. La masa campesina tuvo que soportar la presión material de la acumulación de capital. Los campesinos chinos sólo disponen de aproximadamente el 6 por ciento de la superficie cultivable de la tierra, pero tienen que producir los alimentos y las materias primas industriales de origen agrario para alrededor del 25 por ciento de la humanidad (hacia 1900 eran ya casi 400 millones de personas). Con un sistema de cultivo marcadamente extensivo, la agricultura china siguió siendo principalmente una agricultura de subsistencia; más del 65 por ciento del producto se consumía directamente en las aldeas y el "excedente" era entregado, generalmente en su forma natural, a la "gentry", y a través de ella a los sectores urbanos de la población, de modo que en el campo apenas surgieron la economía monetaria y mercantil. 

El avance de la economía capitalista - y en especial de la de los compradores - a lo largo de las grandes vías de comunicación originó, a partir de 1850 aproximadamente, una presión adicional para extraer plus-producto. Esto empobreció a los campesinos, y su empobrecimiento resultó además agravado por el rápido crecimiento de la población, al que no correspondieron ni un crecimiento de la productividad ni un aumento de la superficie cultivable. Así, ya desde mediados del siglo XIX se produjeron vastas insurrecciones campesinas (el movimiento de Taiping después de 1851, el llamado movimiento de los boxers hacia 1900).

5. Como teoría revolucionaria, el marxismo llegó a China hacia 1920, bajo el impacto de la revolución rusa de 1917; allí ganó audiencia e influjo, pero sólo bajo la forma del leninismo, es decir, de una revisión de origen ruso. En la fundación del PC chino (1921) participó un representante de la Internacional Comunista, el holandés Sneevliet (llamado Maring), y la estrategia y la táctica del PC chino en su primera década fueron determinadas casi totalmente por la Internacional Comunista, que a su vez, en el curso de la evolución interna soviética, cayó, cada vez más, bajo el control de la fracción de Stalin. 

La estrategia de la Internacional Comunista, dirigida a las ciudades, se derrumbó en 1927 (represión de las insurrecciones en Shanghai y Guangzhou por parte de las tropas del partido nacionalista Guomindang, cuyo líder más importante llegó a ser, en esos años, Jiang Jieshi (Chiang Kai-shek).

6. Al mismo tiempo, en el centro y el sur del país, otra tendencia dentro de los comunistas chinos unificó políticamente a los crecientes movimientos campesinos. El líder más importante de esta tendencia era Mao Zedong. Tras la derrota de los sectores urbanos del PC (intelectuales y del proletariado industrial), éstos sólo siguieron existiendo en forma marginal (principal representante: Liu Shaoqi); entonces el PC chino se transformó en un partido campesino, cuyo carácter agrario se vuelve tanto más patente cuanto más se toma en cuenta la extracción social de sus miembros. Desde luego, la dirección estaba formada por intelectuales - cosa que también ocurrió, por lo demás, en el partido de los bolcheviques rusos, que más tarde sería el Partido Comunista de la Unión Soviética -; en el caso chino, se trataba de miembros de la "gentry" y de campesinos educados provenientes de las capas medias y más ricas que habían roto con su base social. Por tanto, es totalmente correcto, desde el punto de vista teórico, caracterizar a la revolución china como revolución campesina.  

China: el gobierno del PC hasta 1976

En los 22 años que van desde 1927 (fundación de los primeros "territorios liberados" bajo Mao) hasta 1949 (triunfo del PC sobre la "gentry" y el partido de los compradores, el Guomindang), el PC evolucionó, en una situación de permanente guerra civil y de liberación, hasta cristalizar como élite de poder alternativa, que pudo entonces asumir el poder como nueva fuerza social ya formada.

La guerra prolongada había determinado la aparición de características especiales: el voluntarismo (espíritu de partisano, celebrado como "espíritu de Yan'an [Yenan]", por el nombre del lugar que provisoriamente fue sede del gobierno del poder popular del PC); el igualitarismo; la unidad dialéctica de la disciplina y el individualismo del partisano; la familiaridad con las masas campesinas más pobres, que constituían cerca del 80 por ciento del pueblo; el menosprecio por los métodos de producción modernos, caracterizados por la división del trabajo y la tecnificación; el desconocimiento de la disciplina laboral industrial ("proletaria").

Este partido había recibido sus herramientas teóricas a través de la mediación soviética (stalinista), pero las había aplicado pragmáticamente a la situación china, modificándolas para tal fin. Empero, como "modelo" para la estructuración del orden social chino pos-revolucionario, sólo disponía, en principio, de la experiencia soviética: economía planificada, prioridad de la industria pesada (especialmente del acero), colectivización y finalmente estatización de la agricultura, dominio de un partido único (los ocho "partidos democráticos" que todavía siguen existiendo además del PC perdieron rápidamente su significación después de 1949; ellos simbolizan una alianza con las clases ni campesinas ni proletarias que lucharon junto con él contra la ocupación japonesa y contra el Guomindang, ahogado por su propia corrupción).

Sin embargo, tras los primeros éxitos de la reconstrucción económica - que ya se había realizado, en lo esencial, hacia 1952 esta estrategia debía conducir rápidamente a contradicciones internas; la necesaria "acumulación originaria socialista" (utilizo aquí el concepto de Preobrazenskij, el opositor soviético de los años 20, aunque seguramente apenas se lo conocía en China en aquella época) sólo podía correr por cuenta del campesinado. La colectivización de la agricultura había culminado ya para 1957, sin que se pudiera registrar una tecnificación mensurable de la producción agrícola; la fundación de las comunas populares, que empezó inmediatamente después, sustituyó todos los principios y perspectivas de carácter cooperativo-democrático que tal vez aún existían para ese entonces por el dominio directivo del partido sobre todo tipo de producción. En este proceso de creación de las comunas populares el campesinado también fue movilizado para inversiones no agrícolas (obras de infraestructura como carreteras, diques y canales; intentos de producción local de acero - "altos hornos en los patios interiores" - y pequeña industria en las aldeas), lo cual significó una acentuación del carácter extensivo de la producción no urbana. 

En realidad, esta estrategia, combinada con el "Gran Salto Adelante" (1959), condujo al agotamiento físico de las masas campesinas, al hambre y a la crisis económica. Como la creciente exigencia de rendimiento por parte del Estado y del partido no iba acompañada por ofertas materiales de ningún tipo (bienes de consumo, compensación en dinero), y como la movilización se realizaba mediante motivación política (campañas dirigidas por el partido), éste perdió buena parte del crédito que había ganado entre la población rural durante la larga guerra civil. No obstante, esto no provocó insurrecciones campesinas, sino más bien desilusión y desmotivación política, que, a su vez, debían ser superadas mediante nuevas campañas. 

Entre tanto también había surgido, por primera vez en China, un proletariado industrial, sobre todo en las antiguas sedes de la producción prerrevolucionaria, como Shanghai, pero también en cada uno de los centros de las provincias chinas, cuya magnitud se corresponde con la de los Estados centro-europeos o latinoamericanos (Sichuan, la más grande de las provincias chinas, que cuenta actualmente con más de 100 millones de habitantes, puede compararse, sin lugar a dudas, con Brasil). Los trabajadores industriales disponían de un puesto de trabajo seguro, contaban con garantías en cuanto a asistencia en caso de enfermedad y para la vejez, y tenían aseguradas tanto la educación escolar de sus hijos como la alimentación. Para ellos, la "unidad" de producción (danwei) constituía la base de su vida; comparada con la población rural, esta clase - que contaba con aproximadamente 100 millones de personas en 1980 - era privilegiada desde casi todos los puntos de vista. 

Empero, también ella fue arrastrada, alrededor de 1960/62, al remolino de la crisis económica originada por la sobrecarga de trabajo impuesta a la población rural. Hubo crisis de abastecimiento, y la motivación para un rendimiento mayor, que aquí también era exclusivamente política (y no económica), y que expresaba el voluntarismo político de la dirección, hizo surgir el descontento incluso en esta capa privilegiada. 

No obstante, los que más abiertamente entraron en contradicción con la dirección política, ya desde 1957, fueron los intelectuales. La causa de esta situación radica en la estrategia de movilización, de corte voluntarista y político, sostenida por el ala dominante del partido, por los maoístas. Como todas las actividades culturales, científicas y literarias estaban subordinadas a la voluntad unificada de la dirección y debían estar exclusivamente al servicio de la motivación a través de campañas ("espíritu de Yan'an"), la libertad de opinión y de expresión, presupuesto de toda actividad intelectual, fue reducida prácticamente a cero. Los intelectuales formularon en 1957 la primera protesta contra la dirección del partido en el breve período de las "cien flores", llamado así por la consigna de Mao Zedong y de Lu Dingyi, el dirigente de la política cultural: "Dejad que florezcan cien flores y que rivalicen cien escuelas de pensamiento". Pero la sorprendente explosión de vivas críticas intelectuales movió al partido a retractarse de inmediato con respecto a las libertades prometidas y produjo, como reacción, una primera ola de purgas ideológicas cuyas últimas víctimas sólo fueron rehabilitadas hacia 1985. 

Mas, sería un error presentar al PC como un partido monolítico desde el punto de vista político-ideológico. Especialmente la tendencia nucleada en torno a Liu Shaoqi (convertido más tarde en presidente, degradado en 1966 y muerto en la "revolución cultural") y al viejo mariscal Peng Dehuai exigía otra estrategia económica. Este grupo quería una reducción de las inversiones destinadas a la industria pesada, el fomento de la industria de bienes de consumo y otra política agraria: para elevar el nivel de vida y crear estímulos materiales para la producción quería conceder espacios libres para la producción agrícola autónoma; y en el período que va desde 1959/62 hasta 1965 logró imponer sus aspiraciones. Pero estaba tan orientado hacia la economía planificada como la fracción maoísta, acaso con la excepción del grupo de Deng Xiaoping. Por su parte, la crítica maoísta a la política de enmienda y apertura de comienzos de los años sesenta se refería sobre todo - además de los elementos de lucha por el poder dentro de la dirección - al peligro de una nueva división en clases. En opinión de los maoístas, la citada política sólo podía conducir a la formación de nuevas clases privilegiadas y al abandono de los elementos igualitarios de la sociedad pos-revolucionaria. Por consiguiente, el grupo maoísta polemizó contra los "liuístas" (este concepto -utilizado así por Menzel4- es una simplificación de la situación real) como contra presuntos partidarios de una vía de desarrollo capitalista. Apoyándose en el ejército y en grupos marginales (estudiantes secundarios que, terminada su educación, no encontraban suficientes puestos de trabajo y grupos sub-proletarios politizados de las zonas más densamente pobladas), los maoístas recuperaron el poder y volvieron a imponer su política igualitaria y voluntarista. Sólo después de 1976 (muerte de Mao Zedong, derrocamiento y arresto de sus partidarios radicales, la llamada "banda de los cuatro") este conflicto se dirimió contra los maoístas. 

China desde 1976: logros y problemas

A pesar de estas disputas internas sobre el camino más adecuado y de los disturbios políticos en la década de la "revolución cultural" (1966-1976), China no se hundió en el caos económico. Con la excepción de los años de catástrofe posteriores a 1960, en los cuales, para colmo, se le suspendió abruptamente la ayuda soviética para el desarrollo, y dejando a un lado también algunos años de la "revolución cultural", en los que la producción de alimentos fue apenas suficiente, puede decirse que China ha logrado al menos pasar de la miseria de los últimos años prerrevolucionarios a una situación de pobreza. Esto constituye, por sí solo, un logro histórico-económico significativo, sobre todo si se considera también que la población se duplicó después de 1949. Al mismo tiempo, se creó una base industrial importante, se mejoró considerablemente la infraestructura - ningún país ha construido, en las últimas cuatro décadas, más carreteras, vías ferroviarias y de navegación -, se elevó sensiblemente el nivel educativo de la población (el porcentaje de analfabetos, que estaba muy por encima del 85 por ciento, ha descendido al 26 por ciento, aproximadamente) y se ha asegurado, en principio, la asistencia médica.

En la construcción de viviendas reina un atraso mayor; en Shanghai o en Pekín, por ejemplo, apenas se llega a 4 metros cuadrados de vivienda por persona. La diversificación de la producción ha permitido también mejorar la oferta de bienes de consumo. En cambio, lo que se ha vuelto problemático es, sobre todo, el abastecimiento de productos agrícolas; aquí se ha llegado hace mucho tiempo a los límites de la explotación extensiva. Y lo que ha llegado a ser preocupante es el daño ecológico del país.

Por último, también ocasiona problemas el crecimiento de la población. Aunque se ha logrado reducirlo a un 1,2 por ciento por año - en parte con medidas extraordinariamente drásticas - un crecimiento anual de casi 20 millones es, ya a mediano plazo, peligroso, debido al carácter limitado de los recursos y al problema de los puestos de trabajo.

Los políticos reformistas, que después de 1976 y en especial a partir de 1979, asumieron el poder en China excluyendo tanto a los maoístas ortodoxos como a los centristas partidarios de la economía planificada y de la industria pesada, tienen otras prioridades en su política de modernización. Esto se ha vuelto perceptible, en primer término, en la política agraria.

Desde 1979 las comunas populares han desaparecido como órganos del poder estatal y de la planificación económica. El sistema de planificación directiva ha sido sustituido por un sistema de responsabilidad doméstica: en un suelo arrendado a largo plazo y con medios de producción propios, las familias campesinas producen cantidades contractualmente establecidas de productos masivos como cereales o algodón, y gozan de libertad para la producción adicional de bienes. La producción que excede de la cantidad estipulada en el contrato es producción libre de mercancías, cuya comercialización se regula en mercados libres; los acuerdos sobre precios sólo existen ya en forma laxa.

Progresivamente, la producción en el campo se ha ido especializando; no toda familia campesina está obligada ya a producir cereales; también puede producir y vender legumbres, carne, materias primas para la industria, etc. En el curso de esta reforma el ingreso per cápita no urbano promedio prácticamente se ha triplicado.

Las zonas rurales próximas a las ciudades son las más beneficiadas por este proceso. Allí se ha producido un inmenso boom en la construcción de viviendas y el nivel de vida se ha elevado tanto que ya resulta comparable al que se registra en las ciudades. No obstante, en zonas alejadas de los centros urbanos, todavía hay aproximadamente 80 millones de pobladores rurales que viven por debajo de lo que desde hace poco tiempo se llama el límite de pobreza; allí sólo una ayuda estatal planificada puede lograr una mejoría.

Un segundo momento de la reforma afecta, desde 1985, a la industria. Primero, el alza del costo de vida provocado por la venta libre en los mercados rurales (a comienzos de los años ochenta la inflación llegó casi al 20 por ciento) fue compensada mediante suplementos salariales estatales; luego, de manera experimental al comienzo, se trasladó la contabilidad de la economía central planificada a cada una de las empresas, y en 1986, por primera vez, una empresa de propiedad socialista tuvo que declararse en quiebra. Esto determina la aparición, en principio, de la inseguridad laboral - y, en conexión con ella, la desaparición de la danwei, una estructura que garantizaba la seguridad desde todos los puntos de vista -, lo cual, a su vez, hace necesaria la creación de un sistema de seguridad social y de jubilaciones a escala estatal, así como de un sistema de salud general, es decir, independiente de las empresas. Las tareas de la reforma urbano-industrial superan en varias dimensiones a las de la primera reforma rural.

En general, se está perfilando una transición de la producción extensiva (que crece por aumento de la fuerza de trabajo humana) a la intensiva (mecanizada, capitalizada). Concomitantemente, la planificación estatal se retrae, limitándose a las determinaciones macroeconómicas y a las medidas básicas. Esto, a su vez, desplaza la toma de decisiones, dentro de la burocracia dominante, de los sectores central-estatales a los locales y empresariales. El cambio económico provoca también un cambio social.

En opinión del sociólogo chino más destacado, Fei Xiaotong, el próximo paso necesario es una industrialización regional en ciudades pequeñas y medianas, para evitar especialmente tanto una discrepancia peligrosa entre distintas regiones rurales como el crecimiento asfixiante de los centros urbanos de alta densidad de población. Además, los puestos de trabajo agrícola que se vuelven innecesarios deben ser sustituidos mediante un proceso de mecanización y de avance de la explotación extensiva. Con el actual sistema de explotación extensiva, en el campo existe un período de pleno empleo (siembra, cosecha, cultivo de la tierra) que dura aproximadamente 150 días por año y que varía mucho de una región a otra; pero también existe ya un desempleo zafral encubierto, que todavía puede ser compensado por una economía de subsistencia, pero que ya no podrá serlo cuando la economía mercantil se vuelva dominante en el campo. La magnitud del problema es apreciable: en los próximos 15 años hay que crear cerca de 400 millones de nuevos puestos de trabajo en las regiones alejadas de las ciudades. 

La reflexión sobre los nuevos daños ecológicos que trae consigo un proceso de motorización incipiente y lento se encuentra en China sólo en sus comienzos. La actual fase de industrialización urbana ya ha ocasionado una contaminación atmosférica excesiva en centros como Pekín, Shanghai, Guangzhou, Wuhan, Shenyang, etc. La erosión en el curso superior de los grandes ríos Yangzi, Huai, Huanghe y en los afluentes del Río de las Perlas pone en peligro el abastecimiento de agua potable precisamente en las zonas más densamente pobladas: la contaminación debida al loesy ahora también a los desechos industriales y al abono, está aumentando rápidamente. La erosión, a su vez, está en relación, por un lado, con la explotación extensiva (cada vez son más las zonas de bosques y praderas que se destruyen para destinar el suelo al cultivo de cereales, lo que implica exponer una superficie cada vez mayor al derrubio), y por otro lado, con la incipiente explotación intensiva (abandono de bosquecillos, setos, pequeños canales, etc., en favor de un cultivo que utiliza tractores, se realiza en superficies de mayor extensión y en especial incorpora el uso de sustancias y procedimientos químicos). La producción de energía - desde la construcción de represas hasta la instalación de centrales nucleares - ocasiona otros daños y amenazas ecológicos.

En China todavía no se ha desarrollado mucho una conciencia clara sobre este problema; sí se perciben, sobre todo, las necesidades derivadas de la transición a una economía basada en una producción más intensiva y regulada a nivel microeconómico por el mercado y a nivel macroeconómico por el marco que ofrece el plan y por las medidas fiscales y monetarias. Pero como el monopolio del poder por parte de un único partido político - monopolio que, por lo demás, es una de las condiciones que ha enmarcado toda evolución desde 1949 - todavía se mantiene, y a lo sumo pierde su rigidez en favor de la libertad para la crítica intelectual y política, no puede descartarse en absoluto que vuelvan a producirse intervenciones por parte del poder central. Dichas intervenciones también pueden contribuir a fortalecer el cuidado que tradicionalmente se le dispensa en China al tratamiento de los recursos.

En conjunto, la política de reformas de los últimos siete u ocho años merece una valoración positiva. Habría que investigar el contenido social de la transformación cuyo origen está en la economía. 

La política de reformas pone de manifiesto una tendencia a privar del poder a las burocracias centrales del Estado y de la administración y, en último término, también al ejército, tradicionalmente unido a la dirección central del partido. Los que han ascendido son los pequeños industriales (actualmente hay cerca de 15 millones de empresas privadas, especialmente en el sector terciario y en la pequeña producción especializada) y los campesinos individuales o las familias campesinas, muy favorecidos por la política de reformas. En cambio, ha desmejorado la situación de los trabajadores jóvenes (alrededor de 100 millones de personas, que poco a poco ven disminuir, sobre todo, su seguridad social). Los intelectuales tienen ahora más libertad en cuanto a sus posibilidades de ocupación, y esto puede provocar una relativización del papel de la burocracia, aun de la local y regional, pues implica una mayor libertad de crítica, tanto de hecho como por la tendencia que revela.

La opinión de que la intelectualidad y las capas gerenciales de la burocracia económica podrían llegar a asociarse para formar una nueva "gentry" parece poco justificada por ahora; prácticamente no existen indicios de una monopolización importante en el sistema educativo, la administración estatal, las finanzas y la propiedad. Sin embargo, las reformas educativas, con su nuevo sistema de exámenes, sus escuelas para los mejores, sus estudios en el extranjero, y las cargas financieras que de allí surgen para las familias, pueden contribuir, a largo plazo, a que disminuya la permeabilidad social de la capa privilegiada y se consoliden formaciones semejantes a las clases; desde luego que hasta ahora, debido al predominio del partido como administrador de la ideología social obligatoria, existía, por razones políticas, una barrera similar a las existentes entre clases. Empero, el sistema actual brinda posibilidades de ascenso y movilidad incomparablemente mayores que todos sus predecesores, y también que todos los otros sistemas socialistas.

Que la aparición de la economía privada "vuelve a engendrar cada día el capitalismo" (Lenin y Mao) es indiscutible a nivel de los casos particulares; pero, en vista de las proporciones, difícilmente puede interpretárselo como el comienzo de una transformación de la sociedad en su conjunto hacia el capitalismo. Sobre todo en la industria y en los asuntos financieros seguirá dominando, por un lapso muy prolongado, el "sector socialista", con formas de propiedad social de diverso tipo (cooperativas, estatales y otras); y lo que es más importante: dicho sector controla los renglones más dinámicos de la economía. Las pequeñas empresas y negocios capitalistas, así como la propiedad rural privada, representan complementos y ocupan huecos que quedan vacíos en sistemas de economía planificada exclusiva y rígida; por lo tanto, tienen sentido y resultan útiles aún en el marco de una estructura básica de carácter socialista. 

En todos los pronósticos hay que cuidarse, por supuesto, de no transferir conceptos occidental-europeo-norteamericanos. El problema empieza ya con la caracterización de la sociedad prerrevolucionaria del Lejano Oriente como "feudal"; el concepto no se ajusta para nada, como bien lo sabía Marx, a los casos no europeos. Con el ejemplo de la división entre el capital nacionalista y el de los compradores también se puede mostrar la diferencia entre los desarrollos capitalistas. Análogamente, tampoco el concepto europeo de socialismo puede transferirse sin más al Asia. Que en la ortodoxia de cuño soviético no se aluda jamás ni a estas diferencias ni al modo de producción asiático, es consecuencia de la necesidad ideológica de presentar al modelo soviético como ejemplo de la línea de desarrollo que pretendidamente es la única correcta: la que va de la sociedad feudal al socialismo, pasando por el capitalismo; pero el socialismo soviético no sucedió en absoluto a un capitalismo ruso totalmente desarrollado, puesto que este capitalismo nunca existió. 

Para la discusión teórica sobre China sería muy interesante el enfoque que parte del análisis de un modo de producción asiático (¿no-capitalista, "pre-capitalista"?) e investiga la transición hacia un modo de producción socialista-asiático (¿no-capitalista, "pos-capitalista"?). 

Vietnam 

Para un estudio como el que acaba de mencionarse, también es importante Vietnam, el otro gran Estado del Lejano Oriente (aproximadamente 70 millones de habitantes), cuya estructura social tradicional es comparable, aunque no idéntica, a la de China. Ya se ha señalado que las situaciones iniciales, en 1949 en China, en 1954 en Vietnam, eran diferentes. Hay que agregar, además, un aspecto histórico: la incesante lucha de la "gentry" vietnamita (que desempeñó un papel ligeramente distinto del de su homóloga china) contra la hegemonía de China y la emancipación final de Vietnam de su área de influencia, emancipación que fue sucedida, tras un lapso históricamente breve, para la colonización francesa. 

El conflicto militar con Vietnam del Sur y con Estados Unidos llevó a Vietnam del Norte a fortalecer sus lazos con la Unión Soviética, el rival político de EE.UU. a nivel mundial. En el plano militar, Vietnam dependía fundamentalmente de la URSS, pues China no podía suministrarle las armas necesarias. Otros elementos de la evolución política de posguerra agudizaron la oposición entre Vietnam y China después de 1976 y consolidaron también, en última instancia, la sujeción ideológica de Vietnam con respecto a la URSS. 

La decisión de reunificar al Vietnam, adoptada rápidamente a poco menos de un año de terminada la guerra, significó también una socialización acelerada de la economía sudvietnamita. Esto dio lugar a una campaña masiva contra las pequeñas empresas privadas capitalistas y contra la clase que las controlaba - en Saigón - Cholón y otras ciudades, chinos por su origen étnico ("hoa" o, con una palabra china, "huaqiao"). Al mismo tiempo, la ocupación vietnamita de Camboya profundizó aún más el conflicto con China, que culminó militarmente en la "acción punitiva" de ésta en febrero de 1979. Por eso, la militarización de la sociedad siguió siendo, incluso mucho después de finalizada la guerra en el sur, determinante para la evolución social y económica de todo Vietnam. Esto acentuó más aún los rasgos dirigistas y centralistas del sistema.

Ya en 1955 una precipitada campaña de colectivización en el norte había provocado inquietud entre los campesinos y ocasionado incluso insurrecciones; en el sur, en cambio, la represión posterior a 1975 no originó rebeliones, sino huida masiva, huida que a su vez determinó un endurecimiento aún mayor a nivel administrativo y un fortalecimiento de la política anticapitalista en los planos social y económico. La política de "reconciliación nacional" entre el norte y el sur terminó por ser, de hecho, un traslado esquemático del sistema norvietnamita al sur.

Sin embargo, la economía del sur había estado, hasta 1975, condicionada por la presencia de un sector parasitario que dependía en buena medida de la maquinaria bélica estadounidense, y que perdió su función después de 1975. Por esta razón, las transformaciones implicaron un corte particularmente profundo. Por lo demás, la dirección envejecida del Vietnam unificado era ya poco apta para aprender y estaba poco dispuesta a adoptar una nueva orientación; la brusca inflación, que llegó al 200 por ciento en el curso de las reformas económicas introducidas en 1984/85, reveló, por ejemplo, la discrepancia entre los precios de los bienes de consumo fijados administrativamente y los verdaderos costos de producción, y esto sucedió en el momento en que se autorizaron los primeros mercados libres. 

La devastación ecológica provocada en todo Vietnam por la guerra contra EE.UU. (desfoliación química de la selva y destrucción, a largo plazo, de importantes superficies de cultivo), la ausencia de todo apoyo occidental en el plano económico o como ayuda para el desarrollo y la persistencia del aislamiento con respecto al mercado mundial, dificultaron, además, todos los intentos de elevar el nivel de vida, la producción agrícola y el ingreso de los campesinos (que aquí también constituían entre el 70 y el 75 por ciento de la población activa). Simultáneamente, la tasa de crecimiento de la población no sólo siguió siendo extraordinariamente alta, sino que incluso se elevó (hacia 1970 era del 3,1 por ciento anual; para el año 2000 se pronostica que el conjunto de la población alcanzará una cifra situada entre los 80 y 85 millones). 

Bajo los efectos acumulativos de estos factores adversos, una política estatal inflexible, orientada hacia el carácter prioritario del desarrollo de la industria pesada, acentuó más aún las desproporciones existentes hasta que, en el transcurso de 1985, sus dimensiones se volvieron incalculables y se hizo patente una crisis económica general. En el seno del PC existe una tendencia de reformadores y pragmáticos que es poco influyente y que, al menos hasta ahora, no ha podido imponerse; los traslados de personas tras la muerte de Le Duan, el jefe del partido (1986), revelan más bien un equilibrio precario entre las distintas alas. Ciertamente, los partidarios de las reformas pasaron a ocupar algunos puestos clave en los órganos centrales del partido y del gobierno, pero, en cuanto a sus posibilidades, quedaron muy por detrás de la gerontocracia ortodoxa. 

Así, Vietnam puede sin duda ser considerado ejemplo de movilización política exitosa de las masas en una guerra nacional y popular de liberación; en cambio, sus logros económicos en la posguerra son menos ejemplares y constituyen, en todo caso, un modelo de las debilidades inherentes a un sistema de partido único de cuño político-militar con un alto grado de centralización. El sistema económico-social vietnamita todavía tiene que demostrar su aptitud para adoptar reformas y, tras ella, su capacidad para un crecimiento social equilibrado que haga posible al conjunto de la sociedad un nivel de vida aceptable (uno de los presupuestos básicos de toda definición de socialismo); la circunstancia de que hasta ahora no haya alcanzado estos logros no prueba nada, por otra parte, contra la eficacia de los medios vietnamitas para movilizar a un pueblo desde el punto de vista político-militar, en nombre de su independencia nacional. 

Empero, es necesario mencionar aquí especialmente la profusión de factores inhibitorios y retardatarios. Las investigaciones que, tomando como ejemplo a Vietnam, se propongan estudiar la transición de un modo de producción asiático, dominado luego colonialmente, hacia un sistema socialista-asiático, deben incluir la consideración de estas limitaciones concretas.

  • 1.

    La teoría del modo de producción asiático, establecida en la obra de Karl Marx, fue elaborada y modificada posteriormente por Wittfogel, y se refiere más a la India que al Lejano Oriente, es posible que hayan existido históricamente varios modos de producción asiáticos, de los cuales uno era el de China y el Lejano Oriente.

  • 2.

    Transcribo los nombres chinos de acuerdo con el sistema hanyupinyin, utilizado habitualmente en China, y no con el método anglosajón.

  • 3.

    A causa de la dificultad para aprender la complicada escritura ideográfica china, la "gentry", como única "leisure class" (clase ociosa), detentaba el monopolio de la educación; la cultura y la erudición vinculadas a la lengua escrita estaban muy lejos de las clases trabajadoras, por su misma carga laboral.

  • 4.

    Menzel, Ulrich: Theorie und Praxis des chinesischen Entwicklungsmodells, Opladen, 1978.


En este artículo
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 86, Noviembre - Diciembre 1986, ISSN: 0251-3552


Newsletter

Suscribase al newsletter