Venezuela post-referendo
Nueva Sociedad 215 / Mayo - Junio 2008
El ajustado triunfo del «No» en el referéndum constitucional del 2 de diciembre de 2007 obligó a Hugo Chávez a ensayar algunos gestos de apertura y moderación. En su discurso ante la Asamblea Nacional, el presidente admitió graves déficits de gestión, sobre todo en áreas sensibles como la seguridad y el abastecimiento alimentario, y dispuso un cambio de gabinete que parece orientado a inyectarle eficiencia a su gobierno. Sin embargo, no ha abandonado su estilo confrontativo, tanto con la oposición interna como en materia de política internacional, y tampoco parece decidido a que el Partido Socialista Unido de Venezuela se convierta en una fuerza pluralista y democrática. En suma, algunos cambios y rectificaciones que no alteran en esencia su plan de avanzar hacia el «socialismo del siglo xxi».
El 2 de diciembre de 2007, la propuesta de reforma constitucional presentada por el presidente Hugo Chávez (y ampliada por la Asamblea Nacional hasta incluir un total de 69 artículos) para llevar a la sociedad venezolana de manera acelerada hacia el «socialismo del siglo XXI» fue rechazada por los electores. Según el segundo boletín del Consejo Nacional Electoral, que abarcó 94% de las mesas, el voto por el «No» en el Bloque A, que reunía las propuestas formuladas por Chávez más algunas agregadas por la Asamblea Nacional, fue de 4.521.494 (50,65% del total), frente a 4.404.626 votos (49,34%) del «Sí». La diferencia fue de 1,31%. En el Bloque B, que incluía propuestas de reforma presentadas por la Asamblea Nacional, la diferencia fue ligeramente mayor. En perspectiva comparada, el voto en apoyo al bolivarianismo sufrió una merma de 14 puntos porcentuales, casi tres millones de votos, con respecto a los resultados electorales de la contienda presidencial de 2006. La oposición, por su parte, aumentó su votación en apenas 211.000 votos. Más que un triunfo de las fuerzas opositoras, fue una derrota de las fuerzas del bolivarianismo, que abrió un juego político que muestra incertidumbres y contradicciones.
La lectura de la derrota
Pasadas las primeras reacciones, que reflejaron desconcierto y emociones desbordadas en el seno del chavismo, la lectura que el presidente y sus aliados comenzaron a hacer se ha ido expresando en acciones. Estas apuntan de manera creciente a la idea de recuperar los apoyos perdidos a través de una estrategia que, aunque en lo esencial no altera el objetivo de avanzar hacia el modelo de socialismo propuesto el año pasado, en términos tácticos incluye algunas acciones y palabras de moderación y apertura.
El 31 de diciembre, Chávez otorgó indultos y firmó una amplia ley de amnistía por la cual fueron liberados de juicios la mayoría de quienes habían participado en las acciones insurreccionales de 2002 y 2003. También hizo cambios en su gabinete, que parecieron obedecer, más que a una modificación en la orientación de las políticas gubernamentales, a una búsqueda de mayor eficiencia en la gestión en las áreas de seguridad, abastecimiento alimentario, vivienda, comunicaciones y relaciones con las organizaciones populares, que fueron debilidades de la gestión que afectaron los resultados electorales.
El 6 de enero, Chávez presentó lo que llamó «política de las tres R»: revisión, rectificación y reimpulso. Conminó a sus bases a prepararse para los comicios de gobernadores y alcaldes a celebrarse en noviembre de este año e indicó que las candidaturas «deben venir como producto de las decisiones de las bases populares y no como producto de reuniones en conciliábulos, acuerdos de un partido con el otro, y al final el dedo de Chávez».
Ese mismo día, también anunció el relanzamiento del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) a través de la preparación de su congreso fundacional. Planteó revivir el Polo Patriótico, la coalición formada en 1998 para su primera elección presidencial, en señal de que se resignaba a la permanencia de otros partidos en su plataforma política, a lo que se había opuesto agresivamente a lo largo de 2007, cuando presionó a las fuerzas aliadas para que se disolvieran so pena de excluirlas del gobierno. Explicó que se debía dar «una gran alianza, no solo de los revolucionarios», pues había «que atraer a sectores empresariales, la clase media, que son la esencia de este proyecto». Dijo que hay que dar la bienvenida a todos los sectores y hacerles la guerra al sectarismo y al extremismo, «porque la revolución tiene que abrirse».
El 11 de enero, el presidente presentó ante la Asamblea Nacional su informe de gestión de 2007. En su discurso exhibió las cifras más destacadas de lo que consideró sus logros en los nueve años que ha venido gobernando. Hacia el final, Chávez aludió a los tres roles que, según consideró, ha venido desempeñando desde su llegada al poder, y formuló una autoevaluación de cada uno de ellos. Estas reflexiones parecen revelar la lectura que ha hecho de su derrota y cómo piensa remontarla.
Su desempeño como jefe de Estado fue considerado positivo. Desde su perspectiva, esta dimensión comprende acciones para colocar a Venezuela en el escenario internacional. En ese sentido, enumeró iniciativas como la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Petrocaribe y los esfuerzos realizados en pos de la integración latinoamericana y caribeña. De su rol como jefe de la revolución también se mostró satisfecho. Consideró que el socialismo está sembrado en Venezuela y que ya nada lo detendrá. Según dijo, la revolución se ha hecho en paz, respetando los derechos humanos, con respeto a la diversidad cultural, predilección por el diálogo, valoración de la democracia participativa. Pero donde encontró debilidades fue en su rol como jefe de gobierno.
Chávez habló con crudeza de lo que consideró los múltiples defectos de su gobierno. Mencionó la inseguridad, el desabastecimiento, la falta de planificación, la situación en las cárceles, la impunidad, la corrupción, la pesadez burocrática de la administración pública. Todo ello –reconoció– ha venido haciendo perder la confianza del pueblo en su gobierno. Pero Chávez no habló de la perversa polarización política que ha persistido a lo largo de todos estos años, con su carga de intolerancia hacia los adversarios y hacia la disidencia interna, de la cual su discurso confrontativo es un permanente estímulo.
Tampoco mencionó nada que pudiera indicar un reconocimiento a los sectores de la oposición que han venido aceptando las reglas del juego político y solicitando un diálogo con el gobierno. Esta oposición, que ha hecho esfuerzos de unificación y, al mismo tiempo, de separación de los actores antidemocráticos del pasado, incluye a sectores medios profesionales que podrían contribuir tanto con la elevación de la calidad política de la actual democracia como con la mejora de una gestión pública postrada e ineficiente. Pero el pluralismo no es un valor para el presidente y la polarización le ha dado dividendos. Todavía no parece estar preparado para abandonarla.
En general, entonces, el discurso pronunciado un mes después de la derrota revela las conclusiones a las que ha llegado Chávez. Su objetivo es recuperarse en 2008 mediante un manejo más eficiente de la gestión pública, pero sin alterar su propuesta de socialismo. Ilustrativa de esto fue su promesa de convocar, si la oposición no lo hace, a un referendo revocatorio en su contra en 2010, con solo dos preguntas: «1. ¿Está usted de acuerdo con que Hugo Chávez siga siendo presidente de Venezuela? 2. ¿Está usted de acuerdo en hacer una pequeña enmienda en la Constitución para permitir la reelección indefinida? (con carácter vinculante)».
Algunas acciones
Las ideas formuladas por Chávez tras su derrota en el referendo constitucional permiten comprender algunas de sus más recientes actuaciones. En política exterior, por ejemplo, explican la continuación de sus relaciones conflictivas con Estados Unidos y Colombia. Durante la presentación de su informe anual a la Asamblea Nacional, el presidente solicitó públicamente al gobierno de Álvaro Uribe que les otorgue a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y al Ejército de Liberación Nacional (ELN) estatus beligerante, lo que provocó en los días siguientes fuertes tensiones con el hermano país.
Esta solicitud tuvo el efecto de anular el positivo impacto internacional que había obtenido Chávez un día antes, cuando, por primera vez en años, las FARC aceptaron liberar a un grupo de personas secuestradas. La torpeza de Chávez fue tal que el pedido formulado ante la Asamblea Nacional contribuyó a un salto de la popularidad de Uribe en Colombia en las semanas siguientes. La solicitud no recibió el respaldo de ningún país latinoamericano, ni siquiera de Cuba. Como se recordará, en marzo, luego de que el ejército colombiano atacara un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, Chávez formuló una serie de expresiones que inicialmente fueron interpretadas como una posición favorable a esta guerrilla. Tras conversaciones con otros gobiernos latinoamericanos, el presidente bajó el tono y el protagonismo, y permitió que instancias como el Grupo de Río y la Organización de Estados Americanos (OEA) se anotaran una victoria sobre las fuerzas que en la región buscan torpedear la integración latinoamericana y profundizar las tendencias bélicas.En cuanto al PSUV, las últimas decisiones indican solo débiles rectificaciones para fortalecer una dinámica colectiva y democrática. El diputado Luis Tascón, considerado como un referente del ala extrema del bolivarianismo, fue expulsado primero de la bancada chavista, el Bloque por el Cambio de la Asamblea Nacional, y después del aún sin fundar PSUV. El motivo fue haber denunciado ante la Comisión de Contraloría de la Asamblea irregularidades en la gestión de David Cabello en el Ministerio de Infraestructura. Cabello, junto con otros familiares, forma parte del entorno más cercano a Chávez y es considerado por las corrientes de izquierda dentro del bolivarianismo como cabeza de la «derecha endógena». La presidenta de la Asamblea, Cilia Flores, criticó el hecho de que Tascón hubiera realizado sus denuncias en espacios públicos y ante los medios de comunicación.
Al mismo tiempo que se intentaban acallar las denuncias de Tascón, el Congreso Fundacional del PSUV, reunido en Caracas en febrero, aprobó un mecanismo basado en un procedimiento electoral de segundo grado para elegir a la dirección nacional del partido: primero son elegidos los delegados y luego estos definen a la dirección. Pero además se introdujo otro eslabón, el dedo presidencial, que redujo la lista de candidatos elegibles significativamente. Aun así, la elección de una Dirección Nacional del PSUV proporciona al bolivarianismo una conducción colectiva relativamente legitimada desde abajo por la militancia partidaria.
Palabras finales
Las elecciones regionales y locales de noviembre de 2008 serán importantes para medir si la estrategia del presidente y sus aliados es certera, si alcanza para recuperar su caudal electoral o si, por el contrario, marcará la continuación del declive de sus fuerzas. Mientras tanto, el gobierno redobla sus esfuerzos para lograr el abastecimiento de alimentos, sobre todo de productos básicos como leche, pan y arroz, ausentes en los últimos meses de los anaqueles de los comercios por una combinación de factores entre los cuales se encuentran la falta de planificación y la ineficiencia e insuficiencia de las políticas de desarrollo agropecuario. Venezuela sigue importando cerca de 70% de lo que necesita para comer o vestirse. Al mismo tiempo, las encuestas en los años recientes indican un aumento del consumo de los sectores populares gracias a una más efectiva distribución de los ingresos derivados de la exportación de petróleo a través de las misiones y otras políticas públicas. Sin embargo, hoy como ayer, esto es solo sostenible por la renta petrolera, la más alta per cápita que haya recibido Venezuela en toda su historia. En ese sentido, la revolución bolivariana revive una vez más al Estado mágico que a lo largo de buena parte del siglo XX ilusionó con una modernización que las elites solo supieron sostener con el excedente que la industria petrolera extrae del mercado internacional de hidrocarburos, sin ninguna contraparte nacional. Ahora financia un vago «socialismo». Cuando esa renta disminuye por algún motivo, o no crece lo suficiente, se vuelve a la situación real: un país con recursos pero sin capacidad de crear riqueza. Así se estrellan las fantasías. Para concluir, el gráfico precedente ilustra cómo, en términos estructurales, casi diez años de bolivarianismo no han podido conjurar una estructura económica que repite los mismos vicios del pasado: desde mediados de los 50, la producción y el consumo no guardan ninguna relación entre sí. La brecha entre ambos es satisfecha por la renta petrolera.