Opinión
julio 2024

Rusia-Israel: pragmatismo a pesar de todo

La guerra en Gaza, y las nuevas tensiones entre Israel e Irán han erosionado las relaciones entre Moscú y Tel Aviv, ya dañadas desde 2022. Pero las dos partes intentan no sobrepasar las líneas rojas. El pragmatismo y los intereses -y la comunicación personal entre Vladímir Putin y Benjamin Netanyahu- siguen prevaleciendo sobre las emociones negativas.

<p><strong>Rusia-Israel: pragmatismo a pesar de todo</strong></p>

El 1 de abril de 2024, Israel llevó a cabo su trigésimo ataque aéreo en Siria desde el comienzo del año contra un edificio perteneciente al Consulado de la República Islámica de Irán en Damasco. Entre los objetivos de ese ataque figuraba Mohammad Reza Zahedi, un brigadier general de la fuerza Al Quds, la unidad especial de la Guardia Revolucionaria iraní. Este ataque constituye la operación de eliminación más importante contra ese cuerpo de elite desde la realizada por Estados Unidos en Irak en enero de 2020, que tuvo como objetivo al jefe de las fuerzas especiales de Al Quds, Qasem Soleimani. Reza Zahedi es el decimoctavo oficial de alto rango iraní eliminado en Siria por Israel desde diciembre de 2023, según la prensa israelí. La noche del 13 al 14 de abril, Irán respondía lanzando 320 drones y misiles contra el territorio israelí, la inmensa mayoría de los cuales fue interceptada por Israel y sus aliados. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias de esta nueva fase de tensiones en Oriente Medio para la relaciones ruso-israelíes, ya dañadas desde 2022?

Si bien el lanzamiento por parte de Moscú de su «operación especial» en Ucrania en febrero de 2022 empañó las relaciones ruso-israelíes, no las comprometió por completo. El conflicto en Ucrania y la simpatía generalmente expresada por la opinión pública en Israel hacia los ucranianos pusieron fin a un periodo en el que las relaciones bilaterales alcanzaron a lo largo de los años 2010 su nivel más alto. Si ya el resgreso de Benjamin Netanyahu al cargo de primer ministro a fines de 2022 impidió restablecer los lazos bilaterales en el nivel de calidad que habían tenido hasta el cambio de gobierno en Tel Aviv en junio de 2021, el ataque de Hamás del 7 de octubre vino a arrojar una sombra más sobre la situación.

Moscú cuida su imagen en Oriente Medio

La aparente falta de compasión expresada por los responsables rusos respecto de Israel, sus tomas de posición calificadas por los israelíes de «pro-Hamás», así como la visita de responsables de este movimiento islámico a la capital rusa contribuyen a la crispación de las relaciones. Otro síntoma del malestar: la convocatoria en febrero a la nueva embajadora de Israel en Moscú por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, debido a sus comentarios en una entrevista concedida al diario Kommersant el 4 de febrero de 2024. La diplomática se mostraba sorprendida por la ausencia de Hamás en la lista rusa de grupos considerados terroristas. Los observadores israelíes destacaron además el tono particularmente duro adoptado por los medios de comunicación rusos hacia Israel en las semanas siguientes al inicio de la operación israelí en Gaza.

Para Moscú, adoptar una postura crítica y firme respecto de Tel Aviv, sin que ello conduzca a la ruptura, permite estar en sintonía con la opinión pública en Oriente Medio. Este posicionamiento permite así, con un costo político controlado, aumentar la popularidad de Rusia en una región en la que se esperaba un estancamiento, o incluso un repliegue localizado de la influencia rusa, como consecuencia de la guerra en Ucrania. Los intercambios realizados durante el foro «Rusia-Oriente Medio» celebrado bajo el auspicio de la Academia de Ciencias de Rusia y el Instituto Primakov, en San Petersburgo, a fines de septiembre –es decir, pocos días antes de los ataques del 7 de octubre– se caracterizaron por notas de pesimismo en cuanto al futuro del papel desempeñado por Moscú en la región. ¿Acaso el Kremlin, concentrado en el campo de batalla ucraniano, disponía de recursos económicos para desplegar su agenda en África del Norte y Oriente Medio? Si bien se cuestionó su potencial económico, el peso político de Moscú fue reconocido por los participantes del foro. Sin embargo, algunos de ellos le reprocharon a Rusia su negativa a tomar partido en cuestiones tan polarizantes como el conflicto en el Sahara occidental o las disputas fronterizas marítimas en el Golfo Pérsico. En otras palabras, su firme posicionamiento en la crisis en Gaza permite indudablemente a Rusia mitigar esta percepción entre ciertos países de la región, sin hacerla desaparecer.

Así, pasando de la palabra a los hechos, el 3 de abril Moscú sometió a votación en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) una declaración en la que condenaba a Israel por su ataque contra el Consulado de Irán en Damasco. El texto fue rechazado tras la oposición de Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Moscú se negó además a condenar el ataque masivo iraní contra Israel 10 días más tarde, alegando que Israel nunca condenó los ataques de drones efectuados por Kiev en Rusia. Finalmente, el contraataque atribuido a Israel a una base aérea iraní cerca de Isfahán, la noche del 18 al 19 de abril, suscitó un llamado a la moderación por parte del Kremlin. Sin embargo, el «movimiento Z» [nacionalismo radical ruso] optó por señalar las similitudes entre el modus operandi de ese ataque –el empleo de drones contra la base, claramente desde territorio iraní– y el supuestamente utilizado por los ucranianos contra objetivos en Rusia. A pesar de estas dificultades, ni Moscú ni Tel Aviv han llegado a la ruptura. Las autoridades rusas no incluyeron a Israel en la lista de los llamados países «no amistosos» e Israel no ha adoptado el régimen de sanciones occidentales contra Moscú.

Un punto de convergencia entre Moscú y Washington

Los israelíes son conscientes de que, a pesar de estas tomas de posición que desaprueban, la influencia de Moscú en la crisis de Gaza sigue siendo muy limitada. Rusia tampoco tiene interés en una escalada del conflicto que podría debilitar sus posiciones, especialmente en Siria. Cuando se esperaba una respuesta israelí al ataque punitivo iraní, Vladímir Putin, el ex-secretario general del Consejo de Seguridad de la Federación Nikolái Pátrushev y el ministro de Relaciones Exteriores Serguéi Lavrov levantaron el teléfono el 15 y 16 de abril para comunicarse con el presidente iraní, el ministro iraní de Relaciones Exteriores y el jefe del Consejo de Seguridad Nacional israelí, respectivamente. Rusia no tiene nada que ganar en una conflagración de la región.

A comienzos de abril, la policía militar rusa creó un nuevo puesto de observación en los Altos del Golán, cerca de la línea Bravo, en respuesta al ataque israelí al consulado iraní en Damasco. Una medida simbólica, pero se trata sin embargo del tercer puesto que los rusos construyen en las cercanías de esa zona tapón desde el comienzo de 2024. Actualmente, disponen de 12 puestos de observación. Desde enero de 2024, la aviación rusa reanudó además su patrullaje a lo largo de la línea Bravo. Estas medidas apuntan también, desde el punto de vista de Moscú, a «izar la bandera» y evitar, con la simple presencia de sus unidades en tierra y aire, cualquier escalada en torno de los Altos del Golán. Si bien estas medidas claramente no disuaden a los israelíes de continuar con sus ataques, dificultan en cambio el despliegue por parte de Irán o sus aliados de un dispositivo militar en esa zona.

Por otra parte, los canales entre Moscú y Washington siguen estando abiertos respecto de la cuestión siria. Según fuentes fidedignas, en un encuentro discreto realizado a comienzos de 2024, rusos y estadounidenses reafirmaron que no deseaban que Irán sacara provecho del contexto ucraniano para expandirse aún más en Siria. Se trata de un (raro) punto de convergencia ruso-estadounidense que también comparte Israel. Pero si bien la cooperación ruso-israelí atraviesa una crisis, la de Rusia e Irán ha cobrado impulso desde el 24 de febrero de 2022, en especial en el plano técnico-militar. Además, todo lleva pensar que el anuncio de la transferencia de un lote de cazas Su-35 a Teherán queda supeditado a la firma del nuevo tratado de alianza estratégica global entre Moscú y Teherán, ya que el texto anterior expiró en 2021. Las negociaciones se vienen prolongando, pero el documento podría firmarse en los próximos meses. Si estos aparatos se sumaran a la flota iraní, se tratará ciertamente de un desafío adicional para las relaciones ruso-israelíes.

Pragmatismo y resiliencia como salvaguardas 

Las redes de seguridad en la relación bilateral son escasas. La más poderosa sigue siendo el factor humano. A pesar de esta difícil etapa, los lazos humanos entre Israel y Rusia siguen siendo sólidos. El año pasado, 35.000 «repatriados» rusos engrosaron las filas del millón y medio de rusohablantes instalados en Israel; eran 45.000 en 2022. Israel estima que entre 50.000 y 60.000 ciudadanos rusos podrían acceder actualmente al programa de repatriación promovido por sus servicios diplomáticos en Rusia. Además, aprovechando los vuelos directos entre ambos países, 158.000 turistas rusos visitaron Israel en 2023, lo que los convierte en el cuarto contingente de visitantes extranjeros (después de los estadounidenses, los franceses y los británicos). Aun cuando el factor lingüístico acerque a ambas sociedades, las percepciones cruzadas traducen sin embargo una forma de distancia. Tal como se dijo, la sociedad israelí, en general, expresó su simpatía por Ucrania en su conflicto con Rusia. En Rusia, las encuestas de opinión revelan que dos tercios de las personas consultadas no desean tomar partido en el conflicto actual en Gaza. Sin embargo, 20% de los rusos expresa espontáneamente su simpatía por los palestinos (46% en el caso de los rusos de confesión musulmana), mientras que 6% lo hace en favor de los israelíes. En este sentido, las acciones antiisraelíes ocurridas en Majachkalá, Daguestán, el 29 de octubre de 2023, no parecen basarse tanto en cuestiones religiosas –ningún acto similar se observó en Tartaristán, ni en Baskortostán, dos territorios musulmanes de la Federación Rusa–, sino más bien en la realidad socioeconómica deprimida de las repúblicas musulmanas del Cáucaso Norte. Las recientes encuestas de opinión realizadas por el Centro Levada (14 de mayo de 2024), etiquetado como «agente extranjero» en Rusia, corroboran además esta hipótesis en la medida en que no evidencian un aumento del antisemitismo en la sociedad rusa.

El aún convaleciente comercio entre ambos países difícilmente pueda actuar como red de seguridad. Según las estadísticas de la ONU, el comercio ruso-israelí se multiplicó por 2,5 en 2023 con 2.600 millones de dólares en intercambios, tras un 2022 que había experimentado una caída de los flujos comerciales, que se ubicaron en poco más de 1.000 millones de dólares. Se trataba de un nivel históricamente bajo nunca alcanzado en el último cuarto de siglo en los intercambios bilaterales. En otras palabras, en 2023, el comercio ruso-israelí volvió al nivel que tenía en 2018 (2.700 millones de dólares), antes del descenso registrado en 2019 y el periodo negro inaugurado por el covid-19 y luego el estallido del conflicto en Ucrania. Dicho esto, este repunte coyuntural no debe ocultar una tendencia estructural al estancamiento de los intercambios económicos a lo largo de los últimos 15 años.

Las relaciones personales entre Netanyahu y Putin

Recordemos además que, en 2008, Moscú no ejerció represalias contra Tel Aviv por la provisión de drones y otros materiales militares israelíes a Georgia en los meses previos a la guerra ruso-georgiana de cinco días. No solo los rusos e israelíes establecieron un régimen de eliminacion de visas a partir de 2009, sino que estos últimos acordaron vender a Rusia un lote de drones apenas unos meses después del final del conflicto en el Cáucaso. En otras palabras, este episodio pone de manifiesto el pragmatismo y la resiliencia que pueden caracterizar los lazos entre ambos países, incluso en los momentos más difíciles.

Finalmente, la relación personal entre Putin y Netanyahu, calificada de buena, constituye sin duda el canal más eficaz para limar las asperezas entre los dos países. Sin embargo, ellos solo han hablado dos veces desde el 7 de octubre. A modo de comparación, en 2020 se vieron o comunicaron telefónicamente 11 veces, es decir, un promedio de casi una vez por mes.

Hasta el momento, el cálculo israelí consiste en mantener relaciones funcionales con Rusia, a pesar de las tomas de posición de Moscú sobre la crisis en Gaza. Rusia, por su parte, tampoco desea hipotecar los lazos con Tel Aviv. En la relación bilateral, el pragmatismo y los intereses siguen prevaleciendo sobre las emociones negativas, por lo demás palpables. Se trata quizás, junto con el factor humano, de las principales salvaguardas en las que ambos países pueden confiar, mientras esperan el regreso de mejores días para su relación.

Nota: La versión original de este artículo en francés se publicó en Orient XXI el 21/5/24 y está disponible aquíTraducción: Gustavo Recalde



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