Entrevista

La resistencia ucraniana y la normalización de la guerra

Entrevista a ​Viktoriia Pihul​


febrero 2024

¿Qué está pasando en Ucrania a dos años de la invasión? ¿Cuál puede ser el desenlace de la guerra y cómo ha impactado la guerra de larga duración en la clase trabajadora? En esta entrevista, la activista socialista Viktoriia Pihul relata la situación política y social en Ucrania y comenta los desafíos de la izquierda.

<p>La resistencia ucraniana y la normalización de la guerra</p>  Entrevista a ​Viktoriia Pihul​

Al cumplirse dos años de la invasión a Ucrania, todavía hay incertidumbre sobre el futuro del país. La guerra se ha extendido y será el telón de fondo de las elecciones a la Presidencia de Rusia, que se celebrarán entre el 15 y el 17 de marzo. ¿Cómo se posicionan las organizaciones socialistas ucranianas en este momento? ¿Cómo encaran el combate contra Vladímir Putin y contra las fuerzas derechistas de su propio país?

En esta entrevista, la feminista ucraniana Viktoriia Pihul, miembro del consejo de la organización socialista democrática Sotsialnyi Rukh (Movimiento Social), explica qué está sucediendo en Ucrania, describe el proceso de normalización de la guerra y analiza cómo la invasión ha transformado la vida de los trabajadores y las trabajadoras de Ucrania.

¿Cuáles han sido los principales impactos en la sociedad ucraniana de dos años de guerra? 

El impacto más importante ha sido la normalización de la guerra a gran escala. En dos años, la gente se ha acostumbrado a la guerra y ahora es parte de su vida cotidiana. La guerra es considerada como uno de los problemas sociales más importantes, pero uno entre muchos. Como resultado, ha vuelto la confrontación política, al igual que los debates sobre problemas como la corrupción, la desigualdad o las preocupaciones económicas.

Por supuesto, de un modo u otro, la mayoría de los debates siguen desarrollándose a través del prisma de la guerra y la oposición a Rusia. Todas las fuerzas políticas intentan apelar al ejército y a la lucha contra Rusia, y sus decisiones o propuestas suelen justificarse con el argumento de que son «útiles para el frente y para la victoria». No es que la sociedad ucraniana esté cansada de la guerra: el nivel de apoyo al ejército se ha mantenido estable por mucho tiempo. Más bien, la gente se ha acostumbrado a la guerra y se ha adaptado a las nuevas condiciones, con la conciencia de que estas no van a cambiar por mucho tiempo. En cierto sentido, la guerra es un factor disuasorio para muchos conflictos internos (de clase/políticos/ideológicos, etc.). Pero con la normalización relativa, estos conflictos vuelven cada vez más a su estado previo a la guerra, aunque con la guerra usada como uno de los argumentos –si no el argumento decisivo–.

¿Cómo interpreta el Movimiento Social la reciente sustitución del antiguo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Valery Zaluzhni por el general Oleksandr Syrsky?

El principal problema es la falta de transparencia. La forma en que [el presidente ucraniano Volodímir] Zelenski entiende la soberanía del poder presidencial es extremadamente problemática. Incluso antes de la invasión a gran escala, nunca explicó sus nombramientos y destituciones. La guerra a gran escala no ha hecho más que exacerbar este problema. Por ejemplo, el jefe del Servicio de Seguridad ucraniano, Ivan Bakanov, amigo íntimo de Zelenski, fue destituido sin ninguna explicación, aunque era obvio que sus acciones podían calificarse al menos de negligentes. Tampoco recibimos ninguna explicación clara que justifique la necesidad de sustituir a Zaluzhni. En su lugar, solo hubo una vaga declaración pública y una conferencia de prensa a puerta cerrada. No se le ha contado todo al público. En parte es comprensible, ya que la guerra impone límites a la información. Sin embargo, todo lo que nos queda son especulaciones basadas en información de insiders publicada en diversos medios de comunicación. La situación de Zaluzhni es bastante paradójica. La sociedad critica cada vez más al ejército. El ejército ucraniano heredó muchos problemas del ejército soviético. Los que se alistan no están contentos con la burocracia, los métodos anticuados, la corrupción, etc. Pero estas críticas no han afectado la popularidad de Zaluzhni. Y eso, a pesar de que no actuó contra líderes impopulares del ejército (por ejemplo, el jefe del cuerpo médico que no abasteció al ejército de medicina táctica, o los jefes de los centros de reclutamiento territoriales implicados en corrupción). Es difícil sobrevalorar el papel de Zaluzhni en la resistencia a la invasión rusa, como un general brillante cuyas acciones poco convencionales y valientes salvaron a nuestro país. Como resultado, su autoridad se hizo prácticamente inexpugnable, dentro del ejército y en la sociedad. Como cualquier otra persona, puede cometer errores y tiene puntos débiles. Pero la leyenda que se ha creado a su alrededor inhibe cualquier debate serio al respecto.

El descontento de Zelenski con Zaluzhni se debe a sus intentos de hablar por su cuenta en los medios de comunicación. El equipo de Zelenski está siempre intentando controlar la narrativa mediática y no le gusta que alguien se desvíe de su agenda. Estos hechos, junto con la falta de explicaciones adecuadas sobre la decisión, llevaron a la popularización de explicaciones simplistas -por ejemplo, que Zaluzhni fue sustituido porque era demasiado pesimista, mientras que Zelenski le exigía informes más optimistas (un buen ejemplo de esta explicación se puede encontrar en este artículo publicado en la revista Politico)-.

Probablemente sea una simplificación excesiva: durante la contraofensiva de verano, no vimos discrepancias ni conflictos graves en el seno del Estado Mayor ucraniano ni entre las cúpulas militar y política. Muchas de las decisiones que ahora se critican a posteriori (la defensa de Bajmut y las ofensivas simultáneas en varios puntos) no se pueden asignar a una sola persona. Aunque muchos de los problemas de la campaña de 2023 se debieron a la falta o entrega a destiempo de apoyo militar extranjero, la decisión de cambiar al comandante en jefe probablemente fue provocada por estos mismos problemas. Obviamente, están buscando una nueva estrategia para contrarrestar a Rusia en condiciones cada vez más difíciles. Esperamos que esta se centre en explotar los puntos fuertes de Ucrania, como ocurrió con la campaña naval de 2023, que fue una gran victoria para Ucrania que reabrió el Mar Negro al comercio.

Nuestra impresión desde fuera de Ucrania es que las críticas al gobierno de Zelenski están aumentando y se están generalizando. Ha habido protestas por diversas cuestiones, desde la nueva ley de movilización hasta las prioridades presupuestarias para el gobierno local y el plan de racionalización de la enseñanza universitaria. ¿Podría darnos una idea de la magnitud de estas críticas y protestas? ¿Considera que debilitan el esfuerzo de guerra?

Esto no es más que una consecuencia de la normalización de la guerra y del retorno de la política. En un mundo ideal, la sociedad estaría completamente unida, como estuvo al principio de la invasión. Pero esto es imposible. La razón principal es que los diferentes grupos sociales están dispuestos en mayor o menor medida a comprometer sus intereses para ganar la guerra. Los sectores más privilegiados, más alejados de la guerra, pueden tener mucho que perder con la derrota del país. Pero saben que al menos pueden irse al extranjero con facilidad. Por otro lado, la clase trabajadora y la clase media baja, en su mayoría, no pueden ver un futuro sin Ucrania y, por tanto, están dispuestas a hacer grandes concesiones en aras de la victoria.

Es significativo que la ofensiva contra los derechos de los trabajadores diera inicio a este retorno gradual de la discusión política más abierta. Los trabajadores y muchos otros sectores están a la defensiva. Este retorno de la política significa que cada problema, cada crítica, cada estado de ánimo de protesta será utilizado por uno u otro grupo político. Esto conducirá inevitablemente a su hiperbolización y a la ralentización de la toma de decisiones. No se trata solo de Ucrania: es un proceso político característico de casi todos los países de Europa del Este. La única diferencia es que estamos en medio de una guerra a gran escala contra un enemigo superior.

Todo esto, por supuesto, repercute en la guerra. Por ejemplo, el retraso en la aprobación de la ley de movilización ha impedido la pronta rotación de tropas agotadas en el frente. Pero es importante señalar que la razón principal de este retraso, y de la falta de voluntad de Zelenski para llevar a cabo una nueva movilización a gran escala, es financiera. Los costos de la movilización no pueden cubrirse sin aumentar los impuestos. Esto asusta al gobierno, no solo el hecho de que haya menos gente dispuesta a luchar. El deseo del gobierno de proteger a los grupos privilegiados de tener que cargar con los costos de la guerra entrará cada vez más en conflicto con el esfuerzo bélico. Seguiremos señalando esto y tratando de minimizar el daño que causa a nuestro país.

En una entrevista reciente, Oksana Dutchak, miembro del equipo editorial de Commons, afirmó que «existe un sentimiento de injusticia en relación con el proceso de movilización, en el que la riqueza y/o la corrupción hacen que se movilice predominantemente (aunque no exclusivamente) la clase trabajadora, lo que va en contra de la imagen ideal de ‘guerra popular’ en la que participa toda la sociedad». ¿Qué tan grave es esta tendencia?

La movilización para repeler la agresión exterior es necesaria, pero es injusta en las condiciones actuales. La sociedad ucraniana está atravesada por divisiones sociales. Dotadas de poder, las clases privilegiadas intentan a toda costa reducir el número de víctimas de su grupo. Los ricos tienen muchas más oportunidades para pagar sobornos y evitar el servicio militar. En cambio, los trabajadores prácticamente no tienen voz y es mucho más probable que paguen con su vida. Por lo tanto, la carga de sufrimiento para los trabajadores es desproporcionadamente mayor. El riesgo de sanciones por desobedecer los requisitos de la movilización es mucho mayor para los pobres, ya que su acceso a servicios legales es limitado. Al mismo tiempo, se están introduciendo reformas que permiten a los ricos comprar legalmente su salida del servicio militar o irse al extranjero. Las políticas neoliberales de empleo también han debilitado enormemente los incentivos para que los trabajadores se alisten en el ejército. Desde julio de 2022, los trabajadores movilizados ya no reciben los ingresos medios de sus lugares de trabajo además de su remuneración como soldados, lo que deja a los trabajadores y a sus familias en una situación más vulnerable. Y desde el punto de vista administrativo, es mucho más fácil distribuir las convocatorias en masa allí donde se concentran los trabajadores: en las minas, los ferrocarriles, las explotaciones agrícolas, etc.

Para que la guerra se haga popular, es necesario establecer la igualdad social -empezando por la confiscación de la riqueza que supere la norma necesaria para una vida decente, una fiscalidad progresiva para apoyar mejor económicamente a las familias de los trabajadores que han muerto en el frente y una moratoria sobre reformas que aumenten la pobreza-. Me gustaría añadir que es difícil responder inequívocamente a la pregunta de la prevalencia de la «movilización de clase», porque el Estado no está interesado en mantener estadísticas sobre la pertenencia social de quienes se movilizan. 

El Movimiento Social ha analizado las deficiencias de la nueva propuesta de Código Laboral, que refuerza el poder de los empresarios y debilita el de los trabajadores organizados. ¿Cómo puede el movimiento sindical luchar contra esto bajo la ley marcial?

A diferencia de los oligarcas, los trabajadores intentan evitar socavar la economía de su país para sus propios intereses. Por eso, la principal forma que tenemos de luchar contra las iniciativas antiobreras es a través de la cobertura mediática y la presión de aliados en el extranjero. Ambas medidas están resultando eficaces: las medidas antiobreras son muy impopulares y la cobertura mediática ha provocado que se frene o retrase su aplicación. Trabajar con aliados en el extranjero también ha contribuido a presionar a las autoridades porque ha aumentado el costo que supone para ellas la introducción de tales medidas.

Lo ideal sería que las reivindicaciones sociales (propias de una guerra a gran escala) estuvieran al mismo nivel que la lucha contra la corrupción. Todo esto debe tenerse en cuenta de cara a una mayor integración de Ucrania en la Unión Europea, entre otras cosas porque la Unión tiene más protección jurídica para los trabajadores que Ucrania. De un modo u otro, Ucrania tendrá que armonizar su legislación con la de la Unión Europea. Por último, y quizá lo más importante, vemos cómo la realidad económica empieza a dictar un alejamiento del paradigma neoliberal. Ucrania está empezando a sufrir escasez de mano de obra: más de 90% de las empresas afirman sufrir escasez de trabajadores. En este contexto, la adopción de nuevas leyes antilaborales solo provocará un mayor éxodo del país. Hasta ahora, las autoridades han intentado resolver este problema con medidas administrativas bastante ingenuas, como presionar para que se cancelen las prestaciones sociales a los ciudadanos ucranianos desplazados en Europa. Sin embargo, es obvio que tales medidas están condenadas al fracaso, ya que los países europeos quieren integrar a los ucranianos desplazados en sus economías. Tarde o temprano, el gobierno tendrá que encontrar la manera de hacer regresar a los que se fueron y retener a los que se han quedado. 

Aunque los gobiernos occidentales se apresuraron a acudir en ayuda de Ucrania en las semanas posteriores a la invasión, la ayuda militar que se presta hoy en día está muy por debajo de lo necesario. ¿Qué nos dice esto en cuanto a cómo los gobiernos occidentales ven la guerra? ¿Y qué pueden hacer los partidarios de Ucrania en otros países para contribuir a revertir esta situación y ayudar a la izquierda ucraniana?

Estamos sintiendo los efectos directos de la disminución del apoyo occidental. Se están derribando menos misiles rusos, lo que significa más muertes de civiles. Y las tropas rusas avanzan más rápido a medida que el ejército ucraniano se queda sin munición. Pero estamos lejos de creer que el Occidente se ha hartado con Ucrania. Más bien vemos un proceso de normalización de la guerra y un alejamiento de la situación de emergencia de los primeros meses de la invasión. Todo ello ha provocado una considerable ralentización de la ayuda debido a la burocracia habitual.

También se ha permitido que grupos pequeños pero influyentes -como la extrema derecha, la agroindustria, las petroleras y ciertos sectores de los círculos militares- utilicen Ucrania como medio de chantaje político. Por ejemplo, [el Primer Ministro húngaro, Viktor] Orbán pudo obtener 10.000 millones de euros de la UE a cambio de su voto por el paquete de ayudas a Ucrania. Y los agricultores europeos han recibido más subvenciones de la UE gracias al bloqueo del comercio ucraniano. Además, muchos ejércitos europeos han realizado actualizaciones de equipamiento bastante lucrativas, utilizando la ayuda a Ucrania como excusa para obtener el apoyo de Estados Unidos y Alemania. En cuanto al Departamento de Defensa australiano, este decidió destruir helicópteros por razones internas en lugar de permitir que Ucrania los utilice para evacuar a combatientes heridos.

Ayudar a Ucrania no depende tanto de si la mayoría de la sociedad occidental apoya a Ucrania, sino de hasta qué punto el Occidente está dispuesto a resistir el chantaje de estos grupos pequeños pero bien organizados. No se trata sólo de Ucrania, ya que estos grupos tratan de manipular a la sociedad también sobre otras cuestiones. Esto es especialmente cierto cuando se trata de contrarrestar a la extrema derecha. En casi todas partes, es la extrema derecha la que bloquea el apoyo a Ucrania. Después del ejército ruso, es el enemigo número 2 para el Estado ucraniano. Incluso aquellos que apoyaron a Ucrania al comienzo de la invasión (como el partido polaco Ley y Justicia, PiS) ahora utilizan una retórica antiucraniana para complacer a sus votantes. La mejor manera en que la izquierda en el extranjero puede apoyar a la izquierda en Ucrania es apoyando a Ucrania y a su resistencia. Como alguien que ha visto repetidamente misiles antiaéreos occidentales derribar drones y misiles rusos desde la ventana de mi casa, puedo decir con confianza que la ayuda militar occidental salva vidas ucranianas. Los ucranianos siguen activamente la política de los países occidentales, y en muchos sentidos los ven como un modelo al que aspirar. Los ucranianos nunca olvidarán quiénes en Occidente los apoyaron y quiénes no.

Dado que la mayoría de los movimientos de derecha persiguen políticas antiucranianas, los izquierdistas que defienden a Ucrania en el extranjero ayudarán a elevar el perfil de la izquierda dentro de Ucrania. Así que si quieres apoyarnos, apoya a Ucrania. Acude a las acciones, pide a tus representantes que apoyen a Ucrania, escribe sobre nosotros en los medios de comunicación. Además, apoyar directamente a las organizaciones ucranianas de izquierda, como los sindicatos ucranianos (por ejemplo, la Confederación de Sindicatos Libres de Ucrania y la Federación de Sindicatos de Ucrania), los Colectivos de Solidaridad,FemSolution, Movimiento SocialCommons ayudará a elevar nuestro perfil dentro del país.

El gobierno de Zelenski se ha puesto del lado de Israel en su ocupación de Gaza, mientras que el Movimiento Social emitió recientemente una declaración, «De Ucrania a Palestina. La ocupación es un crimen». ¿Cuál es el balance de opiniones en Ucrania sobre este conflicto? ¿Está cambiando?

Decir que el gobierno ucraniano apoya plenamente a Israel no es del todo exacto. Ucrania ha votado a favor de prácticamente todas las resoluciones favorables a Palestina en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El propio Zelenski apoya públicamente una política de dos Estados y la independencia palestina. Las palabras de apoyo a Israel fueron en gran medida oportunistas, equivocadas y tomadas fuera de contexto. Se dijeron poco después del 7 de octubre, que fue un crimen terrible, independientemente de cómo juzgamos las acciones posteriores de Israel. La política exterior ucraniana adolece de oportunismo pero, en la cuestión de Palestina, Ucrania tiene una posición mucho mejor que la mayoría de los países desarrollados.

La mayoría de los ucranianos saben poco sobre el Medio Oriente y sus conflictos. Pero la guerra a gran escala ha tendido a normalizar una posición propalestina en la sociedad. En primer lugar, la mayoría de los ucranianos tienen una mala opinión de las autoridades israelíes debido a su amistad con la dirigencia rusa. Incluso ahora, mientras que la Federación Rusa suministra armas a grupos antiisraelíes, Israel se niega a levantar su bloqueo al suministro de armas europeas fabricadas con tecnología israelí a Ucrania. En segundo lugar, cada vez más ucranianos empiezan a familiarizarse con ideas poscoloniales y ven paralelismos entre las acciones de Israel y Rusia: ataques indiscriminados a zonas residenciales, asentamientos en territorios ocupados, etc. La principal diferencia entre nuestros conflictos es que el pueblo ucraniano tiene un Estado que funciona plenamente, mientras que el pueblo palestino está privado de ello. Sin duda, a Rusia le gustaría que ocurriera lo mismo con Ucrania, ya que le resultaría más fácil matar a los ucranianos. Lo vimos durante la guerra de Chechenia. Benjamin Netanyahu está repitiendo en muchos aspectos lo que Rusia hizo en la república chechena de Ichkeria. Por eso los ucranianos necesitan saber más sobre Palestina, no solo por razones morales, sino como advertencia de lo que nuestro enemigo quiere conseguir y los métodos que puede utilizar.

Nota: la versión original de este artículo en inglés se publicó en Links el 15/2/2024 y está disponible aquí. Traducción del autor.

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