Opinión

¿Tiene futuro el Partido Comunista de Rusia?


noviembre 2024

Los comunistas rusos vienen mantenido una ambivalencia entre su voluntad de expresar el malestar social y su acercamiento al régimen de Vladímir Putin. Sostenido en una cultura nostálgica de los «viejos buenos tiempos» de la URSS, sobre todo de la era Brézhnev, y en un discurso nacionalista y antioccidental, el partido ha apoyado la política belicista del Kremlin y se ha sometido a sus dictados.

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En ningún otro partido de la historia postsoviética de Rusia se han cifrado tantas expectativas, ni con tanta insistencia, como en el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR).

Estas expectativas, reflejadas en el título del infamante periódico anticomunista Dios nos libre, que en 1996 apoyó a Boris Yeltsin, así como en la reciente miniserie retrospectiva Traidores, de María Pevchikh, sobre la corrupción en los años 90 -con su descripción bastante idealizada del partido-, han alimentado la creencia de que la tendencia socialmente populista asociada al PCFR podría potencialmente perturbar el orden político y económico establecido tras la caída de la URSS, aún percibido como muy injusto por una parte significativa de la población.

Los oportunistas dirigentes del Partido Comunista nunca han logrado extinguir por completo esta creencia. Incluso ahora, cuando la lealtad del PCFR al Kremlin parece completa y su éxito electoral extremadamente improbable, las autoridades siguen poniéndole palos en la rueda. Mientras tanto, el ala opositora de la derecha liberal acusa al equipo de Alekséi Navalny -fallecido en febrero de 2024- de estar flirteando con las facciones «rojipardas» como si estuviéramos en 1998 y no en 2024.  

El partido de las contradicciones  

El Partido Comunista siempre ha sido un fenómeno complejo que combina elementos aparentemente incompatibles: lealtad antidemocrática y populismo; opiniones retrógradas y flexibilidad; autoritarismo y pluralismo; conformismo e idealismo.

«La política del PCFR pretendía insertarse en las instituciones estatales creadas en 1993 (en contraste con la estrategia de mítines populistas del dirigente de línea dura Víctor Anpilov). Sin embargo, hasta principios de la década de 2010, no podía ser considerado un partido dentro del sistema. Los contactos entre la dirección del PCFR y el Kremlin eran esporádicos y se centraban en abordar cuestiones de relevancia nacional», señala un ex-miembro del aparato central del prtido que pidió mantener el anonimato.

«El PCFR ha sido nostálgico de la Unión Soviética, pero no estalinista en el sentido europeo occidental. No dedica tiempo a estudiar los textos ideológicos o debatir qué cosas salieron mal en la historia soviética; sin embargo, se adaptó a los nuevos tiempos con bastante rapidez. Se convirtió en el partido más fuerte de la nostalgia general por la URSS, no por Stalin, sino por la era de Brézhnev, con las películas cómicas de Leonid Gaidai y los deliciosos helados. El Stalin del PCFR es el Stalin del cine de la época de Brézhnev», dice Evgeny Kazakov, historiador del movimiento de izquierda y autor del libro Spezialoperation und Frieden. Die russische Linke gegen den Krieg [Operación militar especial y paz. La izquierda rusa contra la guerra].

Según el investigador, el mensaje del PCFR a la traumatizada sociedad rusa en la era de la acumulación primitiva de capital se parecía al programa de Konrad Adenauer, el primer canciller de Alemania occidental: estabilidad social, rechazo a las reformas radicales y a una cierta «demonización» del pasado -y también a repetirlo-.

Si la retórica del Partido se hubiera limitado a esto, podría ser visto como un partido moderadamente conservador en un nicho socialdemócrata. Sin embargo, la ideología nacionalista de izquierda de la década de 1990 siempre incluyó un aspecto más peligroso y reaccionario, que lo vincula con el putinismo maduro de la era de las «operaciones militares especiales».

«En la década de 1990, el PCFR afirmó abiertamente que la democracia era una mentira, una estafa, una conspiración de elites corruptas que debían ser reemplazadas por las elites ‘buenas’. Esa retórica tranquilamente podía estar en boca de cualquier fascista. De hecho, el PCFR contaba con el apoyo de individuos que abogaban por pogromos, violentos motines y represiones masivas, como [el gobernador de Kubán, Nikolai] Kondratenko y [el general Albert] Makashov», señala el historiador.

Esta afinidad ideológica fue un factor clave en el acercamiento entre la dirigencia del PCFR y el Kremlin después de las protestas de 2011-2013, en la plaza Bolotnaya, contra el «fraude electoral» y el posterior estancamiento que experimentó el Partido una década después.

Alianza con el putinismo  

A principios de la década de 2010, el Kremlin consideraba que la lealtad de los partidos de oposición «tradicionales» era un requisito crucial para la estabilidad política, en contraste con la «calle» democrática. Esta lealtad fue tenazmente comprada.

«Tras las grandes protestas de 2012 vimos que se asignaban cupos a la oposición tradicional. Por ejemplo, durante las elecciones a la Duma de la ciudad de Moscú, el Parlamento de la capital, se designó un distrito electoral de mandato único para los candidatos del PCFR, el Partido Liberal-Democráta de Rusia (LDPR) y Rusia Justa, sin ningún candidato de Rusia Unida [el partido de gobierno]», recuerda el socialista democrático Mijail Lobanov, quien fue nominado por el PCFR para las elecciones parlamentarias de 2021.

Por el contrario, el aumento de la protesta de tintes liberales también causó preocupación entre los líderes comunistas, mientras que la retórica de Putin sobre estabilidad, patriotismo y valores tradicionales les permitió a los comunistas afirmar que el gobierno estaba «implementando nuestro programa».

«Las autoridades han cumplido en gran medida todas las exigencias del PCFR de la década de 1990, que incluyen el fortalecimiento del sistema estatal en Rusia, la confrontación con Occidente, la reactivación de la industria de la defensa y el monopolio de la economía bajo el control directo o indirecto del Estado. Crimea ha terminado por ‘casar’ definitivamente a las autoridades con la oposición [nacional-patriótica]», señala un ex-miembro del partido.

Sin embargo, a medida que este «matrimonio» continuaba, se volvía cada vez más desigual. Después del impopular aumento de la edad jubilatoria en 2018, que llevó a una serie de derrotas para Rusia Unida en las elecciones de gobernadores, incluso la oposición tradicional comenzó a ser vista como una amenaza potencial para la estabilidad. El Poder Ejecutivo comenzó a asfixiar a los partidos del Parlamento temiendo un voto de protesta. Mientras tanto, los candidatos del PCFR no enfrentaron sanciones severas en aquel momento por hacer campaña activamente.

Como resultado, el ala «izquierda» dentro del PCFR se hizo más fuerte. Su cauteloso coqueteo con la «calle» e incluso con el movimiento de Alekséi Navalny no solo dio al Partido beneficios electorales sino que también empezó a transformarlo desde adentro. Una nueva generación de activistas con opiniones diversas –desde liberales de izquierda hasta antivacunas– se unió al partido. No los atraía tanto la nostalgia por la URSS como la oportunidad de participar legalmente en la política de oposición.  

Apogeo y caída  

Hoy es difícil creer que apenas tres años atrás el PCFR estaba recuperando popularidad y hacía política opositora. Los medios liberales y los centros de expertos lo calificaban como el rival más peligroso para Rusia Unida y como un partido que expresaba la desconfianza pública y sumaba votos de protesta independientemente de las inclinaciones ideológicas.

A finales de 2021, el apoyo al PCFR era de 20%, según el Centro de Investigación de la Opinión Pública de Rusia (VCIOM). Los cálculos independientes lo situaban en 25% de los votantes. La representación del partido en la Duma [Parlamento] aumentó de 42 a 57 miembrostras las elecciones parlamentarias.

Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania transformó al otrora «partido de la desconfianza» en un partido belicista que sigue obedientemente la propaganda oficial. La actitud de la dirigencia partidaria ante la llamada «operación militar especial» se resume acertadamente en una frase de Gennady Ziugánov, líder del partido, citada a menudo por otros dirigentes: «Necesitamos una victoria (…). Porque la derrota significa la muerte para el partido gobernante. Una derrota significa que el PCFR pase a la clandestinidad. Una derrota significa el colapso del Estado y del país. Eso es precisamente lo que quieren los anglosajones».

Al alinear abiertamente su destino con el del régimen, la dirección del PCFR ha demostrado una lealtad sin precedentes. Las declaraciones de Ziugánov  muestran un nivel de servilismo que supera todo lo que había dicho antes. Regaña a Putin por aparecer en público sin sombrero con una temperatura de 15 grados bajo cero1, luego recuerda cómo una vez pasó «un día entero» asesorándolo sobre cuestiones electorales; de hecho, eso fue en la antigua dacha de Stalin. A veces afirma amablemente que al dictador se vio perjudicado por la muerte de Navalny, quien estaba encarcelado en una prisión del Ártico. El Kremlin ha honrado a Ziugánov, quien acaba de cumplir 80 años, con honores que parecen más bien una burla. Por ejemplo, la Comisión Electoral Central ha distinguido recientemente al anciano político con una medalla «por su contribución a la organización de las elecciones».

Para adaptarse a los nuevos tiempos, los comunistas prácticamente han suspendido todas las actividades de protesta, que han sido sustituidas en gran parte por caravanas automovilísticas en apoyo a los «héroes de la operación militar especial» y otras actividades voluntarias en favor de la guerra. La única campaña de protesta iniciada por el PCFR este año fue contra la apertura de una sede del Centro Yeltsin en Moscú. Los portavoces del partido la calificaron de «lugar de culto de rusófobos y agentes extranjeros».

Como consecuencia, los índices de popularidad del PCFR y los resultados electorales están cayendo. Según el Centro ruso de investigación de la opinión pública VCIOM, la proporción de rusos dispuestos a votar por el PCFR está actualmente en un piso histórico de 10%. En las elecciones del año anterior, el Partido cayó de un segundo lugar simbólicamente significativo al tercero en varias regiones. Este año, esa tendencia se mantuvo.

En 2019, el «voto inteligente» les aseguró 13 de las 45 bancas de la Duma de Moscú a los partidos de izquierda, pero en septiembre obtuvieron solo tres. El vicepresidente del PCFR, Yury Afonin, atribuyó esto al efecto de abroquelamiento en torno de la bandera que produjo la guerra. Sin embargo, sería más preciso decir que el PCFR se ha abroquelado en torno del gobierno y ha alejado así a los votantes que protestan. Como resultado, tanto el PCFR como, según se informa, el Kremlin se cuestionan qué sentido tiene un partido que está perdiendo rápidamente seguidores e identidad.  

El partido de la autopreservación  

El vínculo entre el PCFR, el Kremlin y las elites regionales se ha consolidado, el espacio para la crítica se ha reducido al mínimo y el trato que los funcionarios dan los miembros del partido se ha vuelto cada vez más humillante. «En el pasado, la dirección del Partido Comunista consultaba al Poder Ejecutivo solo sobre asuntos generales. Hoy, incluso los políticos regionales y a veces los municipales están sujetos a la aprobación del Kremlin. Cualquier desviación implica sanciones. Tal fue el caso de la exclusión del candidato del PCFR Roman Kononenko de las actuales elecciones a gobernador en San Petersburgo», señala un ex-miembro del partido.

«Esta tendencia hacia un control más estricto no solo nos ha afectado a nosotros, sino también al partido social-liberal Yábloko, a Rusia Justa y a los candidatos independientes. Sin embargo, ha habido acciones concretas y hostiles contra el PCFR. Por ejemplo, al eliminar de las elecciones a Kononenko, la administración municipal de San Petersburgo ha propuesto a Serguéi Malinkovich, de Comunistas de Rusia [partido sin posibilidades de triunfar pero que perjudica al PCFR], un verdadero payaso que ha presentado propuestas absurdas. Se trata de un intento de desacreditar al PCFR y a los comunistas en general. ¡Al menos podrían haber elegido a alguien del partido Ródina [Patria] como candidato sin posibilidades!», se queja un participante en la campaña electoral municipal de San Petersburgo que ha pedido permanecer en el anonimato.

Según ambas fuentes, en las actuales condiciones, los comunistas se están distanciando conscientemente de la agenda federal y se están enfocando en  cuestiones locales. Un ex-dirigente del partido limitó las actividades permitidas actualmente a «la protección del medio ambiente, los contactos con grupos locales, pequeñas empresas, accionistas y solicitantes de préstamos y, a veces, las esposas de los soldados movilizados».

Esta «contención» política está claramente motivada por la autopreservación. Sin embargo, sigue siendo incierto cuánto tiempo puede sobrevivir el Partido si se lo priva, en los hechos, de la capacidad de participar en la política. Hace poco, el sitio opositor Meduza informó que las autoridades estaban considerando sustituir al PCFR por un nuevo artefacto político para eliminar incluso la posibilidad de disenso por parte del partido. Incluso si este escenario no se diese, el PCFR corre el riesgo de convertirse en una sombra de lo que fue.  

¿Qué espera la oposición silenciosa?  

En las primeras semanas posteriores a la invasión de Ucrania, los miembros del PCFR –numerosos y diversos– criticaron públicamente la guerra y la postura belicista del partido. Sin embargo, esas voces disidentes se llamaron rápidamente a silencio, lo que dio paso a una suerte de exilio interno.

La burocracia del partido no solo reprimió la protesta, sino que convenció a los disidentes de su inutilidad. Solo los opositores más destacados a la «operación militar especial», como Evgeny Stupin, el diputado de la Duma de la ciudad de Moscú, fueron expulsados, e incluso esto se hizo de forma gradual. Muchos disidentes se fueron voluntariamente. Sin embargo, según fuentes de Posle Media, todavía hay muchas voces disidentes dentro del PCFR. «Su estrategia de adaptación es permanecer pasivos… Entienden que ahora no es el momento de resistir. Tienen que esperar los tiempos difíciles, y eso es exactamente lo que están haciendo», dice Stupin.

«Me mantengo en contacto con gente de las organizaciones juveniles del PCFR. Hay muchos antibelicistas en ellas: desde quienes no entienden los objetivos de la ‘operación militar especial’ o se sienten decepcionados con su ritmo, hasta los que ven las inconsistencias del partido con el marxismo (...). Esperan ver un calentamiento del clima político para poder reestructurar el PCFR», explica un ex-miembro del Partido.

Las posibilidades de que estas esperanzas se hagan realidad son escasas, pero no son nulas. Incluso en su estado actual, debilitado y disminuido, el PCFR sigue representando una amenaza potencial para el régimen, opina el historiador Yevgeny Kazakov. «No importa cuántos partidos controlados incorpores al sistema, siempre existe la posibilidad de que ‘se despierten organismos dormidos’. Se puede tratar a las personas como marionetas, pero en algún momento, si el sistema se debilita, pueden lograr independencia (…). Algunos miembros del PCFR mantienen el partido rígidamente atado a Putin, pero otros sueñan con que llegue el día en que Putin ya no pueda gobernar el Estado (…). Para estos últimos, lo principal es preservar su capital político y no dejar que su organización se disuelva», afirma.

Su postura moderada y su capacidad de negociación podrían hacer del PCFR un candidato adecuado para mediar entre la oposición liberal y la elite rusa, si alguna vez se iniciaran dichas negociaciones, sugiere el investigador. Stupin comparte esta mirada: «El PCFR podría tener un futuro si el régimen cambiara gradualmente. Si alguien como [Sergéi] Sobyanin [el alcalde de Moscú] reemplazara a Putin y comenzara un lento proceso de democratización bajo la presión occidental (…). En ese caso, el PCFR podría desempeñar un papel importante en el escenario político, pero solo si su liderazgo y su retórica cambian». Este político agrega, sin embargo, que, si se produce un escenario «revolucionario» o «tipo Prigozhin»2 de transición de poder, el PCFR no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir, ya que se volvería lisa y llanamente irrelevante.

Nota: la versión original de este artículo, en inglés, se publicó en la revista Posle el 25/9/2024 con el título «CPRF: Does the 'Party of the Past' Have a Future?». Está disponible aquí. Traducción: Carlos Díaz Rocca


  • 1.

    «Un comandante en jefe sano en condiciones de guerra es la salud de la nación» dijo el jefe del PCFR.

  • 2.

    Yevgueni Prigozhin fue un oligarca ruso, cercano a Putin y patrón del grupo de mercenarios Wagner. En 2023 lideró una malograda rebelión contra Putin. Murió poco después cuando se estrelló su avión.

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