Entrevistas | 50 años
NUSO Nº 300 / Julio - Agosto 2022

Escribir y tirar arañazos Entrevista a Camila Sosa Villada

Con su primera novela, Las malas, Camila Sosa Villada se consagró como una autora potente y transgresora. Hoy, ha conquistado un lugar en las letras más allá de su Argentina natal con un estilo para muchos «inclasificable».

Escribir y tirar arañazos  Entrevista a Camila Sosa Villada

Nació en la provincia de Córdoba, Argentina, en 1982 y no se hace fácil definirla en pocas palabras. Actriz, narradora, ensayista y poeta, estudió Comunicación Social y Teatro en la Universidad Nacional de Córdoba. En 2013, el nombre que había elegido cuando quiso llevar uno de mujer porque no se identificaba con el sexo que le habían adjudicado al nacer fue estampado en su nuevo documento de identidad, que acredita su género femenino. Entonces, contaba esto:

«Hace 31 años mis viejos tuvieron un hijo (...) Armaba muñecos, robots, a escondidas me pintaba con los maquillajes de mi vieja. Me enamoraba en secreto de mis compañeros de banco, de mis profesores. Fui un niño que conoció muchas tristezas de golpe. No alcancé a aprender a mear de parado y ya me había enemistado para siempre con mi papá».

Con su primera novela, Las malas1, se consagró inesperadamente como una de las autoras argentinas más potentes y transgresoras, lo que le dio también éxito en otros países, premios como el Sor Juana de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y el Finestres de Narrativa, y traducciones en varios idiomas. Las malas es un libro inclasificable y atrevido que cuenta la historia de Tía Encarna, una travesti de la zona roja del parque Sarmiento, en la ciudad de Córdoba, una suerte de gurú y madre colectiva que cobija en su casa a otras integrantes de la comunidad travesti que van por el mundo con toda su vida encima, una vida «que cabe en una carterita de mala muerte».

Como actriz, en 2009 Camila Sosa Villada estrenó su primer espectáculo unipersonal, Carnes tolendas, retrato escénico de una travesti, que sigue representándose con regularidad y con éxito. Además de actuar en teatro, hizo papeles en cine y en televisión.

Suele decir que su primer acto oficial de travestismo fue escribir. Es autora además del ensayo El viaje inútil. Trans/escritura2, el relato Tesis sobre una domesticación3, el libro de poemas La novia de Sandro4(nombre del blog que tuvo durante un tiempo) y el libro de relatos Soy una tonta por quererte5. Además de sus libros, tiene una vida intensa en las redes sociales, donde comunica sus gustos, sus miedos, su ironía y también exhibe sus provocaciones y su volcánica personalidad. Fue prostituta, vendedora ambulante y empleada doméstica. En la actualidad es una de las escritoras más celebradas y convocadas no solo en su país de nacimiento sino en varias partes del mundo. 


Fue la vergüenza de su familia, como dijo, y hoy se reconoce como la madre de sus padres…

Nuestra familia era muy pequeña porque éramos tres personas solamente, mi padre, mi madre y yo, vivíamos en una especie de silencio que era solamente interrumpido por las demandas y las órdenes de mi padre. Él había aprendido el mundo de esa manera y le quedaba cómodo eso, vivíamos una especie de silencio donde no se podía decir nada porque las respuestas eran muy violentas, entonces yo pocas veces tenía posibilidad de decir qué me estaba sucediendo a mí como ser humano. Qué me había pasado a mí siendo niña, siendo adolescente y habiendo asistido a un acontecimiento como este, que yo no pude evitar de ninguna manera. Nunca se me ocurrió ni siquiera que podía haber una alternativa a ser travesti, ¿entendés? Fijate que yo era muy pequeña y tenía 15 años en un pueblo de 5.000 habitantes, donde todo el mundo se conocía y era profundamente homófobo, y yo sabía que mi padre no me lo iba a perdonar nunca y sin embargo lo hice. Entonces, cuando hice mi obra Carnes tolendas y pude contarles qué me había sucedido a mí –porque además todo el tiempo yo había escuchado «esto que nos hacés», «esta traición que cometiste», «esto que te estás exponiendo a que te encontremos [muerta] en una zanja», etc.–, de repente tenía una versión diferente, que era la mía…

Su palabra…

Mi relato. Lo que yo había visto y cómo lo estaba contando yo, y para ellos fue encontrarse con ellos mismos también. Mirá, mi padre vio la obra tarde, como tres o cuatro años después.

Ya era conocida como actriz…

Exactamente. Como la obra tenía un desnudo, él no quería verla todavía, un hombre de tantos años, verdad. Entonces la vio en [la provincia de] Catamarca, habíamos salido de gira y la vio ahí, y ¿sabés qué? A mitad de la función él empezó a sangrar por la nariz. Empezó a tener una hemorragia que terminó con su suéter de salir y su camisa de salir… Bañado en sangre. Yo llegué al camarín, entró mi mamá muy nerviosa y me dice: tu papá tuvo una pérdida de sangre por la nariz porque se ha puesto muy nervioso cuando te ha visto. Entonces, después, al rato, él entró, por supuesto lleno de lágrimas, y yo entendí finalmente que ese parto había terminado, que yo había terminado de sufrir y que los había traído al mundo de nuevo, ¿sabés?

¿Qué es lo que más le sorprende si le sorprende, claro del éxito que viene teniendo no solo en Argentina sino en cada lugar en el que se publica Las malas y se habla de usted?

Me sorprende cuánto puede molestar, cuánto puede significar para otros que a una persona a la que verdaderamente le han sacado todo desde que es chica hasta sus 37 años –que fue cuando me empezó a ir bien con Las malas y me relajé económicamente–, cómo los puede ofender, lo amenazados que se sienten colegas y otros respecto a que a una persona le vaya bien, sabiendo además que que te vaya bien es absolutamente azaroso, que no hay nada para hacer para que un libro tenga o no tenga éxito. Es algo que tiene que ver con la suerte, con los tiempos que nos tocan. Entonces bueno, me sorprende cómo mis colegas están mirando constantemente qué hago, qué dejo de hacer, qué tengo, qué no tengo, qué declaro, qué no declaro, completamente abstraídos en eso. Y como si eso fuera mi culpa, ¿sabés? 

También me sorprende haber escuchado a un par de periodistas y a un par de colegas, y me llegan chismecitos también, de la idea de deberle algo a alguien. Como si por el hecho de que me fue bien hay que pensar que le estoy debiendo algo a un editor, a una editorial, a una persona que habló bien de mí. La idea de un descubrimiento también me sorprende muchísimo. Que los porteños piensen que me han «descubierto» determinadas personas y… Como si yo no hubiera hecho nada. Y yo, en verdad, desde 2009 que empecé a trabajar como actriz hasta ahora, lo único que he hecho ha sido trabajar. No he hecho otra cosa, ¿sabés? Trabajar, trabajar, trabajar. Poner en pie las ruinas que habían quedado de mi vida. Bueno, eso no deja de sorprenderme, cómo el bienestar de alguien puede hacer tanto daño a la rutina de otras personas.

Hizo mucho, de todo para poder convertirse en la escritora que es, en la artista que es. ¿Hay algo que haría diferente? ¿Esta es la Camila con la que soñaba en sus momentos más duros?

No, nada. No cambiaría nada. Ni de lo que hice ni de lo que me hicieron. Ni de lo que me pasó. No cambiaría nada. Además, yo la verdad que cuando crecía no pensaba que estaba alimentando a una artista, ¿sabés? No pensaba «esto es para que vos crezcas como artista». Yo lo hacía porque tenía que comer, tenía que vivir y no quería volver a prostituirme. Y no quería volver a prostituirme no porque creyera que está mal o que es tanto más denigrante, degradante que cualquier otro trabajo. Sí creo que las condiciones en las que yo me prostituía eran bastante desfavorables, pero solamente me interesaba no extinguirme porque me estaba yendo mucho mejor económicamente siendo actriz que siendo prostituta. Y ahora, siendo escritora que siendo actriz. Y me siento a pensar porque me llegan propuestas constantemente, ahora como me han «descubierto» en Buenos Aires, me empiezan a llegar de nuevo propuestas para filmar, para estar en algunas películas, y yo lo único que pienso es en lo cansada que estoy de actuar, en lo que implica ponerse a interpretar un personaje, pero nunca lo hice pensando que estaba haciendo crecer a una artista sino solo para poder llegar a fin de mes tranquila con el alquiler. Entonces bueno, lo cierto es que toda esa experiencia nutrió a mi actriz y a mi escritora, y por eso no lo cambiaría.

¿Se siente de alguna manera integrada al mundo de los escritores y de los intelectuales? ¿O se piensa como alguien diferente, como alguien que viene a empezar algo nuevo en la literatura?

Ay no, me siento fatal estando en climas así de escritores e intelectuales. Me siento completamente estúpida. Siento que no tengo nada para decir, que no tengo formación. Que mi recorrido como lectora es muy corto, muy placentero, pero corto. En verdad, casi siempre acierto con los libros que leo, entonces siempre ha sido de muchísimo gozo la lectura, de volverme loca leyendo. Pero nunca así, como mis colegas; la manera en que hablan de la literatura, la manera en que hablan de sus libros. No, no me siento parte para nada. Tampoco me siento como alguien diferente, pero bueno, no tengo esa mirada puesta en mí. Solamente estoy escribiendo. Mi relación más estrecha es con Paola Lucantis. Con Paulina Cossi. Bueno, con la Viola [Liliana Viola]. Lo fue con Juan Forn. Lo es con Gabriela Halac. Que son mis editores de siempre, digamos. Pero no tengo relación y tampoco me interesa tenerla con el mundo de los escritores en general. Como tampoco me interesó tenerla con los actores ni con las actrices ni con los directores [risas]. Como verás soy muy arisca. Así como soy expresiva, rutilante soy… Se puede decir que, expresiva es la palabra, que me expreso, la gente piensa que soy simpática pero en verdad soy muy tímida, entonces todo tipo de vínculos me cuestan muchísimo. Me cuesta mucho relacionarme con mis colegas, con los jefes de editoriales. Me aburro, me parece fatal, sin embargo hago mi trabajo lo mejor que puedo. Cuando me invitan de una feria, de un festival, estoy ahí al pie del cañón trabajando, dando notas, hablando con el público, por supuesto, porque ese es mi trabajo una vez que terminé de escribir el libro. Pero no me siento parte de ese universo para nada. Después, cuando vuelvo a mi casa o cuando vuelvo al hotel solo quiero verme con mis amigos, los de siempre, que por suerte son los que están conmigo hace muchísimos años ya. Pienso en mi tóxico [risas] –mi chongo6–, pienso en mis padres, y nada más.

¿Usted siente la misma persecución hacia las travestis o piensa que las cosas cambiaron?

Bueno, lo que pasa es que vivimos rodeadas de gente políticamente correcta y no sabemos de dónde vienen los zarpazos, pero los zarpazos vienen igual. Es muy difícil identificar un enemigo cuando se ha logrado una especie de maqueta del buen comportamiento y de la tolerancia que tiene que ver con el progresismo, me parece, y que nomás al salir de Córdoba, de Rosario y de Buenos Aires una se empieza a enfrentar con otro tipo de mundo. Ese es el verdadero afuera, así es la gente genuina. Después bueno, puede haber alguien que te dice sí, somos todes, estamos todes incluides en este sistema, estamos tratando de hacer lo mejor. Y, sin embargo, cuestiones que son muy básicas del buen vivir están siendo pasadas por alto, son ignoradas. Yo veo a mis amigas, las más viejas, las que tienen 60, las que tienen 70, las que tienen 50 incluso, con su dentadura deteriorada, con su vida deteriorada, sus casas destruidas, y digo bueno, ¿cómo?, si estamos todos hablando de que está todo bien, de que la Ley de Identidad de Género7 nos cambió, de que el decreto de cupo laboral travesti nos está haciendo mejor como sociedad8. ¿Cómo puede ser que exista esto también? Y eso tiene que ver con que hay cosas que no han cambiado. Y, sobre todo, que no han cambiado por fuera de los pequeños circulitos de mierda en los que nos movemos. Porque son eso, son círculos de porquería que no son de verdad. Que no tiene que ver con los aspectos que una puede crear a su alrededor en su vida, que es decidir estar cerca de personas que te traten bien y que te traten como la persona que sos, con lo que te merecés, ¿no?

En un momento en Las malas hay otra frase muy fuerte que dice: «a las travestis no nos nombra nadie salvo nosotras».

Sí, también está muy bien esa frase.

¿Le gusta escuchar que lean sus cosas?

Algunas, sí. Yo creo que, durante mucho tiempo, fue tan silenciado todo y sigue siendo tan silenciado que seguimos pidiendo que se nos nombre en los discursos políticos, que se nos nombre así como se dicen varones, mujeres, que también se diga travestis; seguimos pidiendo que reconozcan si nos desean, que reconozcan si nos cogen, que reconozcan que nos persiguen, que nos matan, yo digo, bueno, estamos reclamando verdaderamente que nos digan, que nos nombren, y que dejen de decir también «las travestis», que allí resumen una infinita diversidad de personas que están transitando de una manera tan diferente.

En los relatos de Soy una tonta por quererte, su nuevo libro de cuentos, aparece también, al igual que en Las malas, un universo modelo «surrealismo mágico», digamos, especie de fábula siglo xxi con su universo más familiar.

Bueno, es que es un universo que me interesa explotar y detonar también. Es decir, en el universo de las travestis y de cómo se vinculan con el mundo me parece que hay mucho material todavía para escribir, para decir, para inventar. Pero, sobre todo, desde las travestis hacia el mundo y no al revés. Eso me parecía bastante interesante. Después, la presencia del paisaje, también. Yo creo que fui muy lastimada por ese monte en el que me crié. Lastimada para bien, digo, con gratitud. Esa herida que te hace un paisaje que es brutal, que es peligroso, y que te recuerda todo el tiempo que todo es naturaleza y que alrededor tuyo la naturaleza no es piadosa. Para eso están, si se quiere, las casas, las amistades, los amantes. Pero el poner un pie fuera de tu casa te expone a muchísimos peligros. Y eso sí me interesa muchísimo hacerlo y sí me interesa mucho ver a las travestis en un paisaje como ese. Muchas veces se me trata con muchísima indulgencia porque soy travesti, es decir me permiten decir cosas que a otra persona no se le permiten, me permiten escribir mal porque, bueno, porque soy travesti.

Le gusta pelear, ¿eh?

Me gusta pelear. Mirá, me gusta pelear porque se supone que la literatura es un terreno de conciliación con el mundo, con las ideas, con los afectos, y nadie habla del terreno de la crueldad que es la cultura también y la escritura, sobre todo. Entonces, bueno, yo estoy aprovechando ese espacio también para tirar arañazos. Digo la crueldad y hoy justo un amigo me decía «bueno, alguien tiene que hablar sobre la crueldad travesti también, ¿no?». Entonces yo decía sí, yo reconozco que he sido muy cruel con mis padres, con mis amigos, con mis maestros, con el público, con gente que he amado, con mis amantes, con mis novios. Y en algún momento encontré que la herida yo se la tenía que hacer al mundo, ¿entendés? Y que esa herida tenía que tener mi nombre. Y eso hace que pueda dirigirme con crueldad hacia otros lugares, y eso me gusta.

¿Tiene bronca con algún feminismo en este momento o qué es, qué es esa diferencia?

No, bronca no. Sí creo que no me puedo quedar mucho en ningún lado. Eso primero. Luego entiendo que todo se estabiliza, que todo tiende a endurecerse, a cristalizarse y que es preciso hacer traiciones a todo eso, a los amores, a la familia, a nuestros hermanos, a nuestros compañeros de lucha, a nuestras compañeras de lucha. Que en el momento en que, yo digo el capitalismo pero también se dice tan poco cuando se dice capitalismo, cuando se dice neoliberalismo, pero cuando hay algo del mercado que comienza a meterse, y de la política sobre todo, digamos política, que toda política es capitalista, además. No existe, me parece, ningún otro tipo de política en este momento. Entonces, cuando la política se mete en esos movimientos, inmediatamente los enferma. Esta cosa que se dice de «todo es política». Yo no lo creo, no lo creí y no lo voy a creer nunca eso de que todo es político, de que todo gesto humano es político y que todo gesto de cualquier ser con voluntad de vivir es político. Me parece que es decir una estupidez. Que eso no es tal. Que eso quedó viejo.


¿Y por qué término cambiaría la palabra «político»?

Por la cultura, o por la naturaleza.

¿Por la naturaleza?

Así es. Todo es naturaleza diría yo.

¿Volvemos al monte?

Sí. Yo creo que hay que comenzar a vincularse con los árboles de nuevo. Con los animales. Es una pena muy grande que desaparezcan especies que podrían estar vivas. Bueno, ahora mismo estamos con esos incendios en [la provincia de] Corrientes. Eso no puede pasar. Mirá, Svetlana Alexiévich tiene un libro que se llama La guerra no tiene rostro de mujery uno de los testimonios que se da en ese libro es de una de las soldados que participó en la Segunda Guerra Mundial contra los nazis en Rusia, que van con su ejército, pasan por un pueblo, siguen de largo, y cuando vuelven al pueblo los nazis ya habían pasado por ahí, habían matado a toda la población y los habían tirado en fosas. Y ella dice algo que a mí nunca se me olvida, dice «habían hecho con esos cuerpos cosas que nunca imaginamos que se podían hacer». Y se conmueve contándolo. «Y lo habían hecho delante del bosque», dice, «muy cerca de donde estaba esa fosa pastaban los caballos y ellos habían hecho sobre esos cuerpos todo delante de la mirada de esos caballos». Y pensar que nosotros somos más inteligentes y que tenemos más derechos que un bosque, o que un monte, o que un humedal, o que una especie que no es humana me parece una desinteligencia muy grande. Si todo el mundo está viviendo gracias a un gato, gracias a un perro que le da ganas de volver a su casa a la noche. ¿Cómo puede ser que pensemos que somos superiores a eso? Y no tiene que ver con el especismo, no tiene que ver con el veganismo, no tiene que ver con eso. Tiene que ver con saber que somos parte de un todo lo que tiene voluntad de vivir.

¿Y quién es Camila Sosa Villada?

Nunca voy a reconocer quién soy, pero puedo sí decirte quién no soy, que es algo muy saludable y lo aprendí a hacer escuchando a Marlene Wayar10. Yo no soy una persona que golpee niños, no soy una persona que robe, tengo un margen enorme para desplazarme por todas las posibilidades infinitas que tiene la cultura para existir, y para fugarse también. Me sucede en el amor: yo siento que me están reconociendo y me desenamoro porque no quiero que nadie se enamore de una cosa que se cristaliza. Yo he ido cambiando constantemente, ¿sabés? Por diferentes cosas que han pasado en mi vida…

En un momento de Las malas aparece una frase que dice: «Irse de todos los lugares, eso es ser travesti».

Ahhh, qué bonito es, ¿verdad? Es una frase muy linda.

Otra muy bonita es: «Nuestro cuerpo es nuestra patria», o: «El lenguaje es mío», todas cuestiones que tienen que ver con la afirmación, como definiciones de identidad.

Exactamente, sabiendo que es una de las cosas más mortíferas que existe, la identidad, el ideal del Yo es algo que causa muchísimo dolor en las personas, por eso en algún momento me relajé y dije bueno, estoy siendo de esta manera, posiblemente puedo cambiar…

Hace un tiempo, se definió como transescritora, a propósito de su libro de ensayos El viaje inútil: ahí sintió que estaba sucediendo algo, dice. Era 2017 y ya estaba escribiendo la historia de la Tía Encarna, la protagonista de Las malas.

Ese año también estaba empezando a entrar a mi vida el feminismo, comenzando a entender algunas cosas que me sucedían, interpretándolas como algo social, como algo mucho más grande que no tenía que ver solamente conmigo, sino con algo estructural. Y yo pensé en la transescritura como un modo de hablar de qué sucede en la escritura cuando arriba una travesti, cuando una persona lee a una travesti porque verdaderamente la formación es inusual, es absolutamente inaudita para el resto de la sociedad, el acercamiento que pueda tener una travesti con el lenguaje, con la palabra, con la mentira, con el relato, con la ficción…¿Incluso en una travesti que, como usted, estudió Comunicación en la universidad?

Sí, totalmente, sí, sí, es más, yo escribí algo así como que había aprendido a hablar como ellos, que es una cosa que a mí me resultaba muy sencilla, decir lo que ellos tienen ganas de escuchar. Cuando digo «ellos» digo todo el mundo que no era travesti, entonces yo sentía que era muy fácil. Había un par de cosas muy sencillas que hacer, que tener en cuenta y es con lo que inmediatamente decían: «ah, mirá, pero qué chica, es travesti pero mirá qué interesante que es, mira qué leída…»

Qué culta.

Qué culta, da gusto, no parece travesti.


Foto de portada: Sebastián Freire.

  • 1.

    Tusquets, 2019, Barcelona.

  • 2.

    La Uña Rota, Segovia, 2021.

  • 3.

    Página/12, Buenos Aires, 2019.

  • 4.

    Tusquets, Buenos Aires, 2020.

  • 5.

    Tusquets, Barcelona, 2020.

  • 6.

    Amante o pareja [n. del e.]

  • 7.

    Ley No 26.743, sancionada en 2012. La norma se ubicó entre las pioneras en el mundo en reconocer el derecho de las personas a ser inscriptas en su documento nacional de identidad de acuerdo con su identidad de género autopercibida [n. del e.].

  • 8.

    La ley, de 2020, establece que las personas travestis, transexuales y transgénero que reúnan las condiciones de idoneidad deberán ocupar cargos en el sector público nacional en una proporción no inferior a 1% del total de los cargos [n. del e.].

  • 10.

    Psicóloga social y activista travesti argentina, es autora del libro Travesti: una teoría lo suficientemente buena (Muchas Nueces, Buenos Aires, 2018). Es coordinadora general de Futuro Transgenérico, organización con la que formó parte del Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, y cofundadora de la Red Trans de Latinoamérica y el Caribe «Silvia Rivera». Es directora de El Teje, el primer periódico travesti de América Latina, desarrollado a partir de un taller realizado en el Centro Cultural Ricardo Rojas [n. del e.].

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 300, Julio - Agosto 2022, ISSN: 0251-3552


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