Opinión

¿Qué quiere el Sur global?


septiembre 2024

Las grandes potencias no están tomando en serio las demandas del Sur global. Washington, Beijing y Moscú pueden tener muchas diferencias, pero tienen un acuerdo: el que las lleva a ver a los países del mundo no desarrollado como parte de un campo de batalla en el que libran sus disputas hegemónicas.

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La expresión «Sur global» es evocadora, pero también genera un abanico de reacciones. Para algunos representa un proyecto en ciernes por parte de las naciones más pobres y anteriormente colonizadas que exigen justicia global, solidaridad y equidad. Otros son más despectivos con respecto al potencial de la acción colectiva, al tiempo que señalan la gran diversidad y los diferentes intereses dentro del mundo «en desarrollo». Para otros es un constructo problemático centrado en el Estado que no tiene en cuenta la solidaridad nacional de las minorías raciales en todas partes, incluido el mundo rico.

Yo considero, sin embargo, que el Sur global es un constructo relevante y útil. Pero no precisamente en el modo en que muchos de sus críticos –y defensores– lo describen. Buscar un gran proyecto de solidaridad o un líder único es intentar responder las preguntas equivocadas. El Sur global de nuestros días se describe mejor no como una colectividad organizada, sino como un marco analítico basado, sobre todo, en la geopolítica.

Esto no significa negar que los marcos alternativos revelen verdades importantes. La larga sombra del colonialismo explica muchas de las fallas y los conflictos actuales. La marginación económica y la crisis de deuda son dolorosas realidades en gran parte del mundo «en desarrollo», que ya se tambalea por los abusos de la era neoliberal y las secuelas del covid-19. La gran diversidad entre estos Estados es también algo que no puede subestimarse en ningún análisis.

Pero más pertinente y útil es entender el Sur global como un «hecho geopolítico». La lógica geopolítica revela una enorme franja de Estados en América Latina, África, el sur de Asia, el sudeste de Asia y las islas del Pacífico que se encuentran fuera del núcleo del sistema de grandes potencias, compuesto por las tres grandes –Estados Unidos, China y Rusia– y sus principales aliados. Los Estados que se encuentran en el centro del sistema de las grandes potencias (especialmente aquellos bajo un paraguas nuclear) gozan de una elevada sensación de seguridad, estatus y oportunidades económicas. Pero el Sur global debe arreglárselas en un sistema internacional que no domina y que está gobernado por reglas que, en su mayor parte, no creó.

Dos intereses generales

Una vez que entendemos el Sur global como un «hecho geopolítico», se abre la puerta para entender mejor lo que quieren estos Estados. Por supuesto, cada Estado tiene necesidades específicas, a la medida de sus condiciones locales. Pero se pueden identificar dos intereses dominantes.

Lo primero es la urgencia de «alcanzar» al núcleo. Los Estados del Sur global quieren ascender en el sistema internacional. Esto significa no solo un ascenso económico, sino también una elevación de estatus. Incluso en los Estados de ingresos medios, que han tenido mejores resultados que otros, hay una clara sensación de querer más. Esto incluye ayudar a definir las reglas del orden mundial en evolución, protegerse contra sanciones económicas en el futuro y salvaguardar su soberanía. Esto último se acentúa debido a los proyectos incompletos de creación de naciones y Estados que caracterizan a los Estados poscoloniales.

El segundo aspecto es que prácticamente todos los Estados del Sur global están fundamentalmente no alineados en la «competencia entre grandes potencias». En primer lugar, jugaron un papel modesto en el desencadenamiento de esta competencia, y la mayoría está decidida a no elegir bando y dejarse arrastrar por ella. Si bien esto no excluye los alineamientos estratégicos, estos suelen tener un alcance limitado y es muy poco probable que se conviertan en alianzas formales. La cobertura suele ser la respuesta más común en nuestra era de unipolaridad declinante.

Esta comprensión del Sur global más realista y basada en intereses nacionales ¿significa que las visiones idealistas están muertas? No del todo. Los grandes esfuerzos colectivos para crear un nuevo mundo de paz e igualdad quizá sean cosa del pasado. Pero siguen vigentes los esfuerzos de coordinación a menor escala para lograr resultados prácticos en algunos ámbitos.

Tomemos como ejemplo los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica). Si bien suele ser descrita como una agrupación del Sur global, en realidad es una coalición de lo que he llamado el «Este global» (China y Rusia) y el Sur global. Los dos componentes de los BRICS tienen intereses diferentes. El Sur global ve valor en la coalición debido a los numerosos fracasos del orden liderado por Estados Unidos. Otro ejemplo son los esfuerzos colectivos respecto al cambio climático realizados en las COP del G-77, así como la amplia participación del Sur global en las acciones jurídicas internacionales en relación con Gaza. Un mundo centrado en los intereses nacionales siempre tendrá algún espacio, aunque limitado, para los esfuerzos colectivos.

La mayoría de los Estados del Sur global no están interesados en un cambio radical del orden existente. Tampoco ven a Washington como un adversario. De hecho, preferirían mantener excelentes relaciones con Estados Unidos, aunque en un mundo sin primacía estadounidense. Su creciente alejamiento del orden liderado por Estados Unidos se debe a restricciones sistémicas que limitan su ascenso y a las transgresiones y dobles estándares de las políticas de Washington.

Sanciones y desdolarización

Un ejemplo concreto de estas limitaciones es el régimen de sanciones internacionales. Este régimen se ha expandido hasta tal punto que más de una cuarta parte de los países y casi un tercio de la economía mundial son actualmente blanco de tales sanciones.

De ellas, las sanciones secundarias, que se han convertido en una herramienta preferida de Washington en la «competencia entre grandes potencias», son las que despiertan mayores preocupaciones. Si bien los Estados Unidos afirman una y otra vez que esas sanciones –que la mayoría de los juristas internacionales consideran ilegales– no están dirigidas al Sur global, esos Estados no lo ven así. El régimen de sanciones secundarias, a su vez, es posible gracias a la hegemonía global del dólar estadounidense, que hace de la desdolarización un importante interés común en la mayor parte del Sur global.

Sin embargo, es más fácil hablar de desdolarización que ponerla en práctica. Los BRICS han hecho de ello un foco importante de su retórica. Pero para lograr avances sería necesario que los bancos centrales de los Estados miembros renunciaran a cierto grado de soberanía: una ardua tarea. Además, como China es, por lejos, la máxima potencia comercial de los BRICS, a la India le preocupa el dominio de Beijing en todo acuerdo monetario alternativo impulsado por los BRICS.

También se están realizando esfuerzos para lograr una desdolarización más allá de los BRICS, con resultados mixtos. Gracias al factor impulsor de las amplias sanciones occidentales contra Rusia a raíz de su ilegal invasión de Ucrania, Moscú se ha inclinado marcadamente hacia Beijing. El resultado es que el yuan ha sustituido al dólar como moneda dominante en su comercio bilateral. Las exportaciones indias a Rusia están en auge gracias a que el comercio bilateral utiliza cada vez más las rupias.

El Sudeste asiático y la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN, por sus siglas en inglés) también están presionando para potenciar las monedas locales en las transacciones regionales. En 2023, cinco países de la ASEAN, entre ellos Indonesia y Singapur, firmaron un acuerdo para establecer un sistema regional de pagos transfronterizos en el que los consumidores realizarán dichos pagos utilizando un código QR, eludiendo el mercado de divisas.

Indonesia ha firmado también acuerdos con Chinala IndiaJapón y Corea del Sur para comerciar en monedas locales.

¿Están las grandes potencias tomando en serio las demandas y estrategias del Sur global? Lamentablemente, no lo suficiente. En Beijing, Moscú y Washington, hay una tendencia a ver al «resto» predominantemente como campos de batalla en la competencia entre las grandes potencias, o simplemente como víctimas. El Sur global, sin embargo, es más aspiracional que cualquier otra cosa. No busca un salvador ni tomar él mismo ese papel, sino que quienes bloquean su ascenso se aparten del camino.

Las grandes potencias también se han resistido a reformar el sistema internacional para alinearse mejor con la mayor autonomía y poder del Sur global. Beijing es probablemente el mayor obstáculo para la tan necesaria reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los porcentajes de voto en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial siguen estando muy sesgados a favor de los Estados occidentales ricos. Washington ha hablado poco sobre la financiación internacional de políticas climáticas. Y no parece haber ánimo en Washington, Moscú y Beijing para retroceder en la marcha constante hacia una competencia militarizada entre grandes potencias. Estas son incapaces de ver las nuevas realidades del vasto centro, en gran medida porque el Sur global sigue siendo un enigma que están condicionadas a no entender.


Nota: La versión original de este artículo en inglés se publicó en IPS Journal el 26/8/2024 y está disponible aquíTraducción: Carlos Díaz Rocca.

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