Opinión

Gaza y el Apocalipsis


agosto 2024

Según algunos israelíes, el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 supuso el inicio de la guerra de Gog y Magog, que, de acuerdo con la profecía bíblica, antecede a la llegada del mesías. Mientras tanto, los cristianos evangélicos estadounidenses y Hamás también anhelan una guerra «redentora» total.

<p>Gaza y el Apocalipsis</p>

A lo largo de la historia, las crisis y tragedias inevitablemente llevaron a interpretaciones apocalípticas que buscan imbuir a las catástrofes temporales de significado divino o redentor. Podemos ver esto en las doctrinas de las principales religiones monoteístas, e incluso en las ideologías totalitarias modernas como el comunismo y el nazismo. De uno u otro modo, parece que los humanos estamos inclinados a creer que sin Satanás no hay redentor.

Para entender lo peligrosa que puede ser esta lógica, solo tenemos que mirar hacia Gaza, donde una tragedia de proporciones bíblicas exacerba por igual las alucinaciones mesiánicas de Israel, Hamás y los cristianos evangélicos estadounidenses.

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y sus aliados –los fanáticos teofascistas del Partido Sionista Religioso– ven la guerra de Gaza como la antesala del dominio total sobre la bíblica Tierra de Israel, un territorio definido por la religión, que se extiende desde el río Jordán hasta el Mediterráneo. Para figuras de extrema derecha como Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir –líderes del sionismo religioso moderno y miembros del gabinete de Netanyahu– hay que erradicar completamente a los palestinos de allí.

La fantasía apocalíptica sionista consta de tres pasos: dominar el territorio, construir el «Tercer Templo» en Jerusalén y reemplazar la democracia por el Reino de la Casa de David –según la Biblia hebrea, designado por Dios para gobernar Israel–. Permitir el asalto constitucional del gobierno a la democracia y los derechos humanos dentro de Israel es solo una parte del trato que hicieron con Netanyahu al servicio de ese sueño.

Pero para el regreso del mesías hará falta algo más que una reforma judicial o, incluso, la construcción de asentamientos. Implicará «dolores de parto mesiánicos» –agitación, sufrimiento y dolor– y hasta una batalla apocalíptica profetizada desde hace mucho tiempo: la guerra de Gog y Magog, en la que una coalición de enemigos busca erradicar a Israel, pero solo consigue ser el preludio de la llegada del mesías. Según algunos fanáticos, el ataque de Hamás del 7 de octubre, que desencadenó la actual guerra de Gaza, constituyó el inicio de ese combate.

Esas ideas reflejan una teología política que fue desarrollada en los territorios palestinos ocupados en seminarios dictados por rabinos que vieron la victoria «milagrosa» de Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967 como un «momento mesiánico». De hecho, a los fundadores del sionismo religioso –el rabino Abraham Isaac Kook y su hijo, el rabino Zvi Yehuda Kook– les entusiasmaba la idea del conflicto. «Cuando hay una gran guerra en el mundo», escribió el padre, «el poder del mesías despierta», y el hijo se hizo eco: «Cada guerra es una fase de la redención de Israel».

Más allá de recibir a la guerra y la destrucción con los brazos abiertos, esta ideología exculpa efectivamente al Estado de Israel de las violaciones de los principios morales universales y, por supuesto, del derecho internacional. En 1980, el rabino Israel Hess, para defender la erradicación de los palestinos, escribió un artículo titulado «Genocidio: uno de los mandamientos de la Torá», en el que menciona la orden de Dios al rey Saúl de matar a todos los amalecitas. Más recientemente, Smotrich se quejó de que «nadie en el mundo nos permitirá matar de hambre a dos millones de personas, aunque sea legítimo y moral». Para esos fanáticos, en vez de las normas y los valores de la humanidad, lo que debe guiar el comportamiento israelí es «la palabra de Dios».

Los judíos mesiánicos tienen a sus homólogos en Estados Unidos: los evangélicos estadounidenses también entienden que la guerra de Gaza es un catalizador de su plan divino y, lejos de temer el apocalipsis, ansían su llegada con la misma intensidad que los Kook. Cuando Israel participa en una gran guerra, declaró John Hagee, un influyente pastor, «erguid vuestras cabezas y regocijaos», porque «vuestra redención se avecina».

Después de que Israel interceptara una serie de misiles lanzados por Irán, Hagee declaró: «Proféticamente, estamos al borde de la guerra de Gog y Magog que describió Ezequiel en los capítulos 38 y 39» (según su versión, se trata de la «segunda venida» de Jesucristo, que se producirá después de que los judíos resulten prácticamente aniquilados, y los cristianos fieles y los conversos –no los judíos mismos– heredarán el reino de Dios en la Tierra). Esto explica por qué Hagee y los Cristianos Unidos por Israel –el mismo grupo que presionó al ex-presidente estadounidense Donald Trump para que mudara la embajada de su país a Jerusalén– instaron a los legisladores estadounidenses a no interponerse en el camino de la escalada de la guerra. Los líderes evangélicos en Estados Unidos han presionado a sus aliados del Partido Republicano para aumentar el envío de asistencia y armamento a Israel.

Si los cristianos evangélicos se hacen eco de la ideología de los judíos mesiánicos, Hamás la refleja: la «tierra de Palestina», declara la carta fundacional de Hamás de 1988, es un habiz islámico (un legado inalienable según la ley islámica), «consagrado para las futuras generaciones musulmanas», que no se puede «dilapidar» y al que no se puede «renunciar». En los «principios y políticas» que publicó en 2017, Hamás reiteró que «rechaza cualquier alternativa a la liberación total y completa de Palestina, del río al mar».

Además, Hamás dice: «El día del juicio no llegará hasta que los musulmanes se enfrenten a los judíos»; cuando un judío se esconda detrás de «piedras y árboles», prosigue, esas piedras y árboles dirán: «Oh, musulmanes, oh, Abdulla, detrás de mí hay un judío, ven y mátalo». En el documento de 2017, Hamás declara que los «sionistas», no los «judíos», son sus enemigos principales, pero deja tan en claro como siempre su rechazo a las «llamadas soluciones pacíficas».

Pero Hamás no es un grupo yihadista ordinario. Es cierto que el 7 de octubre utilizó el tipo de tácticas brutales asociadas a grupos terroristas como el Estado Islámico (EI), pero a diferencia de ese grupo y de Al Qaeda, Hamás es un movimiento puramente nacionalista, sin propósitos globales. El EI llegó incluso a acusar a Hamás de «desacato y apostasía» por centrarse únicamente en la liberación de Palestina, algo que se aparta de la doctrina fundamentalista.

Pero el reciente nombramiento de Yahya Sinwar –principal funcionario de Hamás en Gaza– como director del buró político del movimiento equivale a un golpe militar de los partidarios de la línea dura contra el ala política de Hamás ubicada fuera de Gaza. Con Sinwar, Hamás ansía la guerra y la autodestrucción, lo que entiende como el único camino hacia la redención. Los fanáticos religiosos israelíes y estadounidenses comparten ese anhelo. A menos que la diplomacia desactive la amenaza de una lucha apocalíptica por la Tierra Santa, es posible que el deseo de los fanáticos se haga realidad.

 

Nota: la versión original de este artículo en inglés se publicó en Project Syndicate, 14/8/2024, y está disponible aquí. Traducción: Mariano Schuster.

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