Hay algo en lo que Maduro tiene razón: Venezuela es, además de su petróleo, su gas y su oro, parte de un objetivo superior de los sectores más retrógrados de Estados Unidos que buscan el completo rediseño político de la región. Ninguna de las críticas posibles al madurismo, desde su autoritarismo hasta su culto a los uniformes, pasando por su dudosa transparencia, justifica una solución violenta de esta disyuntiva histórica. Lamentablemente, la salida negociada parece estar cada vez más lejos.