El incremento mundial de los precios de los alimentos impacta sobre todo en los países importadores netos, entre ellos Haití. En los últimos meses, el más pobre de los países latinoamericanos vivió una serie de revueltas callejeras, un intento de toma del Palacio Nacional y, finalmente, la salida del primer ministro. La inflación amenaza la precaria estabilidad política alcanzada, demuestra las dificultades de un gobierno que no supo cómo enfrentar la crisis y obliga a la comunidad internacional a replantear su estrategia: Haití –argumenta el artículo– no debe ser visto como un país integrado al sistema internacional, que vende y compra alimentos, sino como una nación con serias limitaciones económicas que necesita comenzar a construir un Estado y desarrollar una política de autosuficiencia alimentaria y energética.