Viva la Derecha Fest
octubre 2024
El 5 de octubre, diversos referentes de extrema derecha -argentina y latinoamericana- se reunieron en Buenos Aires para fortalecer la «batalla cultural». Contra lo que podría esperarse, el encuentro de libertarios, conservadores y nacionalistas fue menos masivo que otros similares en el pasado y no participaron figuras del gobierno. Algunos le reclamaron al gobierno que lleve adelante políticas en contra del derecho al aborto y en favor de los represores de la dictadura que purgan penas por crímenes de lesa humanidad.
«Sí, pasen. ¡Igual no hay nadie!». Con una sonrisa, la acomodadora nos permite acceder al pullman, aunque una de nuestras entradas es para la platea. Tiene razón: no cuesta encontrar dónde sentarse en el primer piso, y una mirada panorámica a la sala revela que las butacas vacías todavía abundan. ¿También esta convocatoria de la derecha radical argentina evidenciará una merma en el entusiasmo patente no mucho tiempo atrás, tal como ocurrió en el acto que Javier Milei encabezó en Parque Lezama a fines de septiembre? Es arriesgado afirmarlo cuando el festival ni siquiera ha comenzado. Solamente suenan los Rolling Stones, una banda inglesa y con simpatías por el diablo que desentona con un evento promocionado no solo para libertarios, sino también para conservadores y nacionalistas.
Nos encontramos en el Viva la Derecha Fest, que reúne en la ciudad de Buenos Aires a los máximos exponentes de la «batalla cultural» librada por las extremas derechas, con el best-seller Agustín Laje como estrella principal y sus compatriotas Nicolás Márquez, el historiador Cristián Rodrigo Iturralde, el influencer Emmanuel Danann, el pastor Gabriel Ballerini y el veterano intelectual -galardonado con una placa- Vicente Massot. Pero la apuesta no es meramente local, ya que, en sintonía con la escala regional del fenómeno, también participan la ecuatoriana Mamela Fiallo, el peruano Miklós Lukács y los chilenos Vanessa Kaiser y Ricardo Ramírez. Casi ningún vestigio queda del cura Javier Olivera Ravasi, otrora miembro del elenco estable de los actos derechistas, hasta que su nombre quedó asociado con la visita de legisladores de La Libertad Avanza (LLA), el partido de Milei, a militares condenados por crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura militar argentina.
Tampoco hay economistas, en franco contraste con la centralidad que el gobierno otorga a la temática: la batalla cultural se librará esta vez en otros frentes como el indigenismo, el progresismo, el «derechohumanismo», el globalismo, la Agenda 2030 y el feminismo, terrenos menos propicios a los reclamos y los desacuerdos que los efectos de la Mileinomics.
Si el line-up apenas sorprende, más expectativa genera lo que estas figuras puedan decir en un contexto más favorable que el de 2019, cuando algunas de ellas se reunieron con el actual presidente en el mismo auditorio de Belgrano en una jornada tan convocante que sorprendió a propios y ajenos. En otras palabras, ¿qué pasa cuando aquellos que se presentaban como los «políticamente incorrectos» se encuentran en el gobierno? ¿Cómo se despliega la batalla cultural cuando se institucionaliza el programa político por el que se luchó? Las críticas que los gobiernos de Jair Bolsonaro y Donald Trump recibían por parte de algunos adherentes que les exigían ir más a fondo que lo que sus programas radicalizados podían avanzar comenzarán a aparecer sobre un Milei que, según la perspectiva de algunos de los expositores y asistentes al Viva la Derecha Fest, podría dar todavía más.
El escenario y la sala no abarcan todo el evento: en el hall de entrada nunca falta gente, desde quienes se sacan fotos con los banners y aprovechan para conversar con los expositores hasta los curiosos que se agolpan en el stand de Hojas del Sur, la editorial que desde hace algunos años publica en Argentina los libros de Agustín Laje, a los que se sumaron títulos de otros autores que dieron el salto desde Unión, un sello editorial de nicho cuyos volúmenes también se consiguen aquí. Todo, como anunciará Márquez, a un módico precio, para hacer frente a la crisis, pero también por el imperativo de formarse. Entre los que atienden ese puesto y quienes hojean los volúmenes predominan los varones jóvenes, algunos vestidos informalmente con jeans y camisetas de grupos musicales, mientras otros adoptan una estética más afín a los personajes que fueron a ver, viajando no pocos de ellos desde otras provincias: sacos con camisas sin corbatas, pantalones de vestir -o la variante de estas prendas que permita el bolsillo-.
Sin embargo, no hay que caer en lugares comunes: la concurrencia es, como se notará a medida que pasen las horas, mucho más variada. Llegan jóvenes (y no tanto) que portan orgullosamente casacas con leones y referencias a las agrupaciones y zonas a las que pertenecen, testimoniando la extensión y organización alcanzadas por LLA; hombres y mujeres adultos que llegan en parejas o grupos reducidos sin portar ningún distintivo; también aparecen pequeños conjuntos de extranjeros embanderados, entre los que destacan los exiliados venezolanos y los «refugiados» brasileños en el país, acusados de las acciones desestabilizadoras ocurridas en Brasilia el 8 de enero de 2023. No faltan los personajes que, convertidos ya en «famosos» dentro del universo libertario, son recibidos con una aclamación del público, como el periodista y estratega Fernando Cerimedo, con fuertes vínculos con el bolsonarismo; Juan José Gómez Centurión, veterano de Malvinas y funcionario durante el gobierno de Mauricio Macri; y el militar Emilio Guillermo Nani, acusado y absuelto por crímenes cometidos en el centro clandestino de detención conocido como La Cueva.
La ausencia de funcionarios gubernamentales, con la excepción de algunos legisladores, fue notoria. Podría pensarse aquí en la renuencia a pagar un costo político, como le ocurrió a la diputada mendocina Lourdes Arrieta y otros legisladores por la foto con los perpetradores de la última dictadura militar, aunque tampoco debería perderse de vista que esta será la ocasión para que varios oradores expresen sus reticencias y sus reclamos para «marcarle la cancha» al gobierno que apoyan o presionarlo desde una derecha sin responsabilidades de gobernar.
¿Puede haber, entonces, en la Argentina de 2024, una fiesta de la derecha que no sea 100% oficialista?
Primero sale al escenario Nicolás Márquez, quien oficiará de maestro de ceremonias durante el Derechapalooza, como algunos llaman con entusiasmo al festival derechista. Márquez es autor de La mentira oficial (edición del autor, Buenos Aires, 2007), un texto seminal del revisionismo sobre la década de 1970, en abierta oposición con lo sostenido por los organismos de derechos humanos pero también contra la historiografía académica, y coautor de una biografía hagiográfica del actual presidente: Milei, la revolución que no vieron venir (con Marcelo Duclos, Hojas del Sur, Buenos Aires, 2024).
¿Cómo podía ser que Argentina no tuviera un encuentro al nivel del Foro de Madrid o las Conferencias de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés), sobre todo tras volverse «el faro de la libertad en el mundo» y marcar la agenda derechista? Muchos meses de preparación antecedieron a este evento, promocionado en spaces de X y vivos de Instagram y YouTube como un encuentro único en el país, de camaradería entre propios y a la vez fundante para el momento histórico que la llegada al poder de Milei supone para la región: de acuerdo con Agustín Laje, Argentina se ubicó como casi el único «bastión de resistencia» de la derecha en el gobierno junto a El Salvador -además de Trump y Bolsonaro como ex-presidentes y Santiago Abascal como aspirante-, frente a los «socialismos» de Brasil, Colombia, Chile, Nicaragua, Venezuela y Cuba. La vara, al parecer, estaba muy alta: la masividad que había tenido el evento de 2019, así como las imponentes presentaciones en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2018, 2022 y 2023, auguraban un éxito que, sin embargo, tardó en explotar. Las entradas demoraron en venderse, aunque la incorporación de promociones, la realización de sorteos, la fuerte reducción del precio y el impulso sostenido de los organizadores permitieron que la sala se llenara, al menos en los tramos finales de un festival que duró cerca de ocho horas.
El formato general se asemeja al de las charlas TED: un orador pasea parsimoniosamente por el escenario mientras expone su tema con la ayuda de filminas, en un registro que mezcla la disertación académica con la divulgación, al docente con el entertainer. Mientras que en los actos protagonizados por Milei en el Luna Park o en el Parque Lezama el entretenimiento salió en auxilio de la política, aquí los memes antifeministas, los chistes transfóbicos y hasta las canciones son parte constitutiva de la guerra de ideas.
Hubo quienes optaron por un estilo más tradicional, leyendo un texto ante un atril sin diapositivas ni acompañamiento musical: fue lo que hizo Ricardo Saint Jean, hijo del gobernador militar de la provincia de Buenos Aires entre 1976 y 1981, quien realizó una presentación sobre «los juicios de la venganza» desatados por el kirchnerismo contra los «héroes” de la «lucha antisubversiva». Lo precedió Manuel Solanet, su compañero de Justicia y Concordia, una agrupación de abogados que acompaña, observa y denuncia presuntas irregularidades en los juicios por delitos de lesa humanidad. Este último expositor protagonizó uno de los momentos de crítica y exigencia a un gobierno que no estaría cumpliendo la expectativa respecto de los detenidos por ese tipo de crímenes: «¿Acaso ignora el señor presidente (...) que hay cientos de ancianos (...) que esperan la muerte en medio del silencio cómplice de la política y una sociedad que ha optado por olvidarlos después de haber clamado por su intervención cuando el terrorismo asolaba la República? El presidente se ha enfrentado a los poderosos que impulsan la revolución cultural que infecta a Occidente (...) Con el mismo coraje y claridad debe promover el cierre definitivo de esta tragedia para posibilitar la concordia política entre argentinos. Dios nos ayude», cerró Solanet en uno de los momentos más aplaudidos de la tarde.
Más descontracturado, pero igualmente belicoso, el pastor Gabriel Ballerini aseguró que iban a derogar la ley del aborto, a pesar de que, hasta el momento, el gobierno se mantiene distante de ese objetivo, mientras que ciertos sectores libertarios se han pronunciado en sentido contrario. A contramano de esta solemnidad, el influencer Emmanuel Danann se volcó por el stand-up, con una rutina que mezclaba videos viejos de TikTok con fotos de personas no binarias para probar que la «mitología de género» es una mentira sostenida para mantener el «negocio» de «parásitos estatales». No le faltó eficacia: los mismos que manifestaban su admiración por el genio del psicólogo Jordan Peterson, reivindicado por muchos masculinistas, se descostillaron de la risa, apenas unos minutos después, cuando Justin Trudeau fue tildado de «tragasables» (maricón), entre otras cosas, por el hecho de ser canadiense. Peterson también lo es.
Como acto de batalla cultural, Viva la Derecha Fest tiene entre sus denominadores comunes el énfasis en el debate, elevado al rango de lucha, e incluso de guerra. Tal como sugieren Laje y Márquez en El libro negro de la nueva izquierda (Unión Editorial, Buenos Aires, 2016), victorias electorales como la de Milei no deben llevar a bajar la guardia: ese habría sido, precisamente, el error de Occidente tras el final de la Guerra Fría. Por ello, la convicción de que Argentina «atrae las miradas de todo el mundo» y que puede ser el origen de un cambio para América Latina coexiste con el remanido tópico de la fortaleza sitiada: al igual que en los años previos a 2023, los ponentes arengaron a los presentes a que «bancaran» la crisis económica y redoblaran su militancia en tanto «es la única oportunidad que tenemos». En caso contrario, alertaron, se producirá un regreso definitivo del kirchnerismo, el progresismo, el comunismo y los demás ismos que Laje enumera en una larga lista. Sin ir más lejos, el propio autor de Generación idiota (Harper Collins, Ciudad de México, 2023), además de machacar sobre la importancia de la formación y el estudio para la discusión frente a frente con los progres, aseveró que no bastaba con ser un usuario activo en las redes, sino que cada quien debía manejar varias cuentas en simultáneo porque la esfera digital es la «Sierra Maestra» de nuestra época. No es el único préstamo que el derechista toma de las izquierdas. A pesar de los tonos triunfalistas y revanchistas, la retórica catastrofista no pierde su lugar: como sostiene Eva Illouz en su libro La vida emocional del populismo (Katz, Buenos Aires, 2023), estas derechas parecen más cómodas cuando apelan al temor, al resentimiento y a la ira del público que a la alegría o la esperanza -incluso cuando ganan el gobierno, como en el caso argentino-.
Las lógicas argumentales se replican durante las intervenciones. Si se espera que los presentes se formen como cuadros y líderes para discutir con el «enemigo», no hay tanto lugar para el disenso interno. La falta de diálogo entre los expositores y de intercambio con el público contrasta con la férrea vocación que tienen para discutir hacia afuera. Esto no implica que no haya contrapuntos: a diferencia de los insultos contra las regulaciones que profiere Márquez, el peruano Lukács, como conservador, subraya que la libertad va acompañada de responsabilidad y les espeta a liberales y libertarios que no hay tal cosa como una acción que no afecte a terceros, ya que al vivir en sociedad todo lo que hacemos impacta directa o indirectamente en los demás. Mientras Iturralde contrasta las sangrientas divinidades mesoamericanas con la piedad de los santos cristianos, Ballerini se detiene en los pasajes bíblicos que muestran a Jehová como un dios de los ejércitos y al cristiano como un soldado, dispuesto a combatir contra el «príncipe de este mundo». Desapercibida pasa la desproporción entre el espacio que la chilena Kaiser le dedica a la inmigración y la nula atención que sus contrapartes argentinos le prestan a este tema. Menos explícita aún es la incongruencia entre un patriotismo que reproduce la marcha militar argentina Avenida de las Camelias, un cover rockero de la canción «Aurora» y un video de Tanques Argentinos Medianos ejecutando maniobras, pero casi sin referencia a una causa tan cara a las derechas nacionalistas locales como la de las Islas Malvinas. Las únicas menciones se producen, casi de manera forzada, cuando se anuncia la presencia de los ex-militares Gómez Centurión y Nani a un público que los recibe con estruendosos aplausos y vivas a la patria.
Ciertamente, la atmósfera en el patio externo del auditorio y en el hall es mucho más distendida que en la sala. El ánimo de los concurrentes es más risueño que combativo y pocos suscriben a todo lo que se enuncia en el escenario. No obstante, así como hay lugar en la audiencia para bisexuales, «héterocuriosos» y ex-peronistas, tampoco faltan las carcajadas cuando se bromea sobre los «trans-tornados», cuando se equipara lo cisgénero con lo «normal» o cuando se pronuncian los epítetos más denigratorios sobre los homosexuales. En este punto, conviene recordar la tolerancia que ciertos sectores pueden tener hacia posiciones abiertamente contrarias, en tanto pueden conducir a un bien mayor, como terminar con el clientelismo, el parasitismo estatal o la «decadencia». Pero también debe contemplarse el desdoblamiento de la subjetividad en el capitalismo 4.0, cuando la distinción entre «vida real» y «entorno digital» se vuelve difusa. Esas dos, tres o más cuentas que Laje les exigía a sus seguidores pueden ser mucho más intolerantes, agresivas y tóxicas que el sujeto de carne y hueso que, con una sonrisa de satisfacción y una plétora de matices, nos dice que su interés reside en remarcar que cada uno puede salir adelante por sus propios medios, más allá de las adversidades y sin ayuda del Estado.
Mientras la recuperación económica prometida por el gobierno no se materialice, habrá que aferrarse a la fuerza de las ideas. Viva la Derecha Fest es un happening de la batalla cultural, pero también una performance de fusionismo entre libertarios, conservadores y soberanistas -como pidió Laje-, en un contexto presentado como crítico: ante la furia de la bestia globalista, los reclamos particulares deben quedar en segundo plano. La pregunta es cuánta paciencia tendrán ciertas franjas de las derechas con un gobierno al que todavía sostienen y catalogan como propio.