Opinión

¿Una mujer como máxima figura de la ONU?
¡Por fin! Aunque no es lo decisivo


abril 2016

Una elección más democrática puede darle a la ONU la primera Secretaria General mujer de su historia. Sin embargo, quedan cosas por cambiar.

¿Una mujer como máxima figura de la ONU?   ¡Por fin! Aunque no es lo decisivo

Independientemente de cuál sea el resultado, una cosa está clara: la elección de este año, dirigida a ocupar el cargo de Secretario General de las Naciones Unidas a partir de enero de 2017, será la más transparente, inclusiva y debatida en los setenta años de historia de la organización.

Será, también, la primera elección con una ronda informal de presentaciones en la Asamblea General. Quizás no parezca algo demasiado sensacional, pero lo es. Porque, hasta ahora, los ocho Secretarios Generales fueron ungidos mediante resoluciones adoptadas a puertas cerradas por el Consejo de Seguridad. La Asamblea General sólo puede designar al candidato, no puede rechazarlo ni proponer a otros.

En definitiva, son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (P5) los que deciden quién habrá de ocupar uno de los cargos más importantes dentro de la política internacional. China, Francia, Reino Unido, Rusia y Estados Unidos. Tienen, además, derecho de veto en estos casos. Por si fuera poco, los nombres de los candidatos no se mencionan, y la elección se realiza de manera secreta; lo único que se comunica a la Asamblea General y, por ende, a la opinión pública mundial es el resultado.

Con el paso de los años, ha aumentado el descontento respecto a este proceso electoral antidemocrático y poco transparente. A finales de 2014 surgió la campaña «1 para 7 mil millones», que exige mejoras claras. De hecho, es inaceptable que no haya un procedimiento serio, con presentación de las personas propuestas y elección entre varios candidatos para ocupar uno de los cargos más importantes, influyentes y prestigiosos en el mundo. Por otra parte, sólo hubo hasta ahora tres mujeres que llegaron con chances de ser designadas.

Cabe señalar que el procedimiento de elección no es inamovible. Los detalles no están establecidos en la Carta de las Naciones Unidas, que casi no varía, sino en resoluciones de la Asamblea General, que pueden contar con nuevas versiones aprobadas en cualquier momento. La más importante de ellas es la Resolución 11/1 de 1946, según la cual «conviene que el Consejo de Seguridad presente un solo candidato a la consideración de la Asamblea General, a fin de evitar debates con motivo de la designación». Esta resolución indica que tanto el proceso de votación en el Consejo de Seguridad como el nombramiento por parte de la Asamblea General serán secretos. Además, dispone que «el Secretario General será nombrado por un período de cinco años y a la terminación de ese período el nombramiento podrá ser renovado por otros cinco años».

Desde 1981, en el Consejo de Seguridad se realizan sondeos informales («straw polls»). Al elegir a Butros Butros-Ghali, Kofi Annan y Ban Ki-moon, en las últimas rondas se utilizaron papeletas marcadas con colores para diferenciar a los miembros permanentes (rojo) de los no permanentes (blanco). De este modo, era fácil identificar un veto. Dado que estos sondeos se llevaban a cabo con un carácter informal, los resultados no debían ser publicados. En la mayoría de los casos se filtraron igualmente los nombres propuestos, aunque no se dio a conocer el resultado de la votación ni la cantidad de sufragios obtenidos por cada candidato.

Los Secretarios Generales de la ONU no fueron los más idóneos para el cargo, salvo excepciones como las de Dag Hammarskjöld y Kofi Annan. Esto muestra que en la elección no prevalecen los criterios de calidad (probada capacidad de gestión, integridad, liderazgo personal, experiencia en mediación, conocimiento de idiomas, pensamiento estratégico, etc.) sino el oportunismo político. Siempre se apuntó, sobre todo, a que la persona en cuestión no fuera demasiado autónoma ni independiente. Se deseó contar con un Secretario General que fuera más Secretario y menos General, y que estuviera al servicio de los Estados Miembros (principalmente, del P5).

Esta vez ocurrirá lo mismo. Es la condición sine qua non. El derecho a veto impide imponer un candidato contra la voluntad de uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. De todos modos, desde un punto de vista práctico, tampoco sería aconsejable impulsar para el cargo a alguien que no sea aceptado por un integrante del P5.

¿Cuáles son entonces las opciones para lograr una elección más democrática y transparente? La campaña «1 para 7 mil millones» propone diez reformas, que se basan esencialmente en la experiencia recogida a partir de los procesos desarrollados en los organismos especiales de la ONU. Las medidas más importantes son: debería haber una búsqueda de candidatos a escala mundial y propuestas por parte de los Estados Miembros, los parlamentos y la sociedad civil, con una fecha límite para presentar las candidaturas; al final de la fase de nominación, se debería publicar un listado de los candidatos con su currículum vitae; todos los candidatos deberían explicar cómo piensan dirigir la Organización; se debería organizar una serie de sesiones para que los Estados Miembros conozcan y analicen a los candidatos; el Consejo de Seguridad debería presentar a la Asamblea General al menos dos candidatos para su consideración; el mandato del Secretario General debería limitarse a un período único de siete años.

De estas propuestas de reformas, hasta ahora se aplicaron dos. En una carta conjunta del 15 de diciembre de 2015, el Presidente de la Asamblea General y la Presidenta del Consejo de Seguridad solicitaron candidaturas y establecieron que los candidatos tendrían la oportunidad de mantener diálogos oficiosos con miembros de sus órganos respectivos. En el marco de esos diálogos, por primera vez en la historia de la ONU, los ciudadanos incluso podrían presentar una pregunta por video, Twitter, Facebook, correo electrónico o carta. Según lo dispuesto, el período dedicado a esta suerte de «primarias» se extenderá hasta finales de julio de 2016. Luego comenzará el proceso oficial de selección en el Consejo de Seguridad, que aparentemente volverá a ser secreto y concluirá con la votación en la segunda mitad del año.

Por primera vez en la historia de la ONU se celebraron entonces estas rondas informales, organizadas en Nueva York del 12 al 14 de abril. A cada candidato/a se le concedieron dos horas para presentar su nominación y responder a las preguntas de los Estados Miembros. Previamente, se publicaron las respectivas declaraciones sobre su visión estratégica y los CV. Mogens Lykketoft, el Presidente de la Asamblea de la ONU, señaló: «Estamos emprendiendo un camino totalmente nuevo. Todo esto podría cambiar el proceso de selección en su conjunto» Queda por ver si esta será la única ronda de presentaciones o si en el futuro habrá otras.

Entre los siete candidatos que hasta ahora han sido propuestos oficialmente, hay tres mujeres: la búlgara Irina Bokova, actual Directora General de la UNESCO; Natalia Gherman, ex Ministra de Asuntos Exteriores de Moldova; y Vesna Pusić, Ministra de Asuntos Exteriores de Croacia. La lista de candidatos se completa con cuatro hombres: el ex Presidente esloveno Danilo Türk; el político montenegrino Igor Lukšić; el diplomático macedonio Srgjan Kerim, ex Presidente de la Asamblea General de la ONU; y António Guterres, ex Primer Ministro de Portugal y ex Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados. Hay otras candidatas que quizás se incorporen más adelante a la carrera: por un lado, Helen Clark, ex Primera Ministra neozelandesa y actual Administradora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; por el otro, Susana Malcorra, actual Canciller argentina y ex funcionaria de la ONU.

Conforme a la ley no escrita de la rotación regional, el derecho de propuesta le corresponde esta vez a Europa Oriental. Sin embargo, no se trata de un criterio decisivo. Si ningún candidato de esa región obtiene el beneplácito del P5, sobre todo de Rusia y Estados Unidos, seguramente tendrán chances de ser elegidas las personas de otras partes del planeta.

En los últimos dos años se ha articulado de manera múltiple y prominente el deseo de contar por primera vez en el cargo con una mujer, después de ocho varones y 70 años.

Existen razones sólidas para pensar que esta vez efectivamente será el turno de una mujer. En primer lugar, puede observarse que en los últimos años cada vez son más las que ocupan puestos directivos dentro de los organismos internacionales (Christine Lagarde como Directora Gerente del FMI, Margaret Chan como Directora General de la OMS, etc.); y en la competencia están Irina Bokova y Helen Clark, dos mujeres que tienen condiciones y están dispuestas a dar batalla. En segundo lugar, se destaca la presencia de Samantha Power como una importante embajadora ante las Naciones Unidas. Aunque ella no tomará decisiones sin la aprobación del Presidente de Estados Unidos, ante un escenario de similar idoneidad, seguramente votará por una mujer. En tercer término, no hay (hasta ahora) ninguna instancia organizada que se oponga a una presencia femenina en el cargo.

Si al final de este proceso hubiera dos o quizás tres personas presentadas como candidatas ante la Asamblea, si el mandato se redujera a un único período de siete años y si se eligiera a una mujer, la ONU habría dado un paso fundamental en la reforma.

Más allá de quién sea la persona elegida, hay algo seguro: la gran atención prestada al proceso, las numerosas voces críticas provenientes de los propios miembros y la presión de la opinión pública son por sí solas un avance para las Naciones Unidas y su futuro CEO: un avance urgente y necesario en materia de transparencia, participación y legitimación.


Fuente: http://www.ipg-journal.de/kommentar/artikel/zeit-f...

Traducción: Mariano Grynzpan

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