Opinión

¿Es posible un nuevo sindicalismo clasista?


septiembre 2020

Desde que empezó la ofensiva neoliberal alrededor de 1980, hemos experimentado un cambio drástico en el equilibrio de poder, desde la fuerza de trabajo hacia el capital. A pesar de eso, grandes sectores del movimiento sindical siguen aferrándose a una ideología de la concertación social pensada en tiempos en los que la correlación de fuerzas era completamente distinta.

¿Es posible un nuevo sindicalismo clasista?

Los sindicatos están a la defensiva en todo el mundo, bajo la enorme presión de poderosas fuerzas económicas y políticas. Enfrentamos una multiplicidad de crisis. Las patronales atacan desde todos los frentes y la pandemia se está usando como excusa para debilitar aún más a los sindicatos, los salarios y las condiciones de trabajo.

Desde que empezó la ofensiva neoliberal alrededor de 1980, hemos experimentado un cambio enorme en el equilibrio de poder, desde la fuerza de trabajo hacia el capital. A pesar de eso, grandes sectores del movimiento sindical siguen aferrándose a la ideología de la concertación social –con el diálogo social como principal método de influencia–, lo cual, en las actuales circunstancias, está demostrando ser contraproducente.

Sin embargo, un número creciente de sindicatos están tomando conciencia de que estamos en una situación crítica y de que tenemos que dar nuevos y audaces pasos para enfrentar a nuestros adversarios. Tenemos que reformar nuestros sindicatos, para convertirlos en instrumentos más eficaces y prepararlos mejor para las confrontaciones por venir.

Falta de discusión

Los sindicatos se oponen a la reestructuración neoliberal de nuestras sociedades. Están unidos contra la privatización y la desregulación de nuestros servicios públicos. Demandan empleos más seguros, mejores condiciones laborales, de salud y de seguridad en el trabajo y una «transición justa» para evitar una catástrofe climática. En general, los sindicatos tienen una lista impresionante de demandas progresistas.

El problema es que esto suele terminar ahí. Hay una ausencia de discusión y de políticas respecto de cómo seguir en caso de y en el momento en que nuestras demandas específicas se adopten y cumplan. Y dado que los procesos económicos, sociales y políticos van mayormente en el sentido opuesto, es importante que también evaluemos nuestras organizaciones, tanto sus debilidades como sus fortalezas.

El desarrollo de nuestras estrategias es un desafío singular. Nuestros objetivos más amplios requerirán transformaciones sociales y económicas profundas, por lo que enfrentamos una lucha basada en el interés. En verdad, es una cuestión de poder. Por lo tanto, necesitaremos más sindicatos que sean capaces de luchar y que estén dispuestos a hacerlo. Tenemos que construir alianzas sociales más amplias. Serán necesarias la movilización masiva de las fuerzas sociales y la solidaridad mutua. Sin embargo, enfrentamos un problema, ya que sectores importantes del movimiento sindical internacional están presos en la trampa del diálogo social.

Otro ámbito de lucha

En la interpretación dominante, el diálogo social se ha convertido en un fin en sí mismo, una forma de avanzar en relación con los empresarios y con los gobiernos. Por supuesto, la posibilidad de hablar cara a cara con los empresarios es importante, pero en sí misma no nos da más poder. Simplemente nos presenta un nuevo ámbito de lucha en el que podemos expresar el poder que ya tenemos. Es la representación de nuestros integrantes, con su habilidad y predisposición para tomar acciones, lo que nos da poder en el «diálogo», como así también en la mesa de negociaciones. No obstante, la ideología de la concertación social se ha distanciado cada vez más de las relaciones de poder de las que surgió.

Nadie critica a los sindicatos por concurrir a reuniones con empresarios. Por supuesto, eso es necesario e importante. Lo que cuestionamos es que se actúe como si el diálogo social fuera el medio principal para ganar influencia. En lugar de humillarse implorando por «un lugar en la mesa», debemos dirigir nuestros recursos y políticas hacia construir sindicatos más fuertes con musculatura en la industria. En la sociedad capitalista de hoy, queda bastante claro que quien no representa una amenaza potencial para los intereses de las empresas, no tiene poder, con o sin diálogo social.

Compromiso de clase

Es muy útil echar un vistazo al origen del diálogo social. Todo se remonta a la institucionalización del compromiso de clase histórico entre la fuerza de trabajo y el capital después de la Segunda Guerra Mundial, con su epicentro en Europa occidental. Este compromiso (no importa lo que opinemos de él) se construye sobre la base del poder. Fue el resultado de un desarrollo histórico muy específico, en el que el movimiento sindical y de trabajadores fue capaz de amenazar los intereses del capital mediante la movilización y la lucha.

El compromiso de clase no fue el resultado de los reclamos a los empresarios, sino de haberles enseñado una lección mediante la acción en las industrias. Los empresarios se interesaron en cerrar un acuerdo con los trabajadores no por ser amables, sino para evitar algo peor, cualquier tipo de socialismo. El compromiso de clase se estableció sobre la base de 50 años de dura lucha de clases. Fue el cambio asociado en las relaciones de poder en favor de la fuerza laboral lo que le dio al movimiento sindical influencia a través de negociaciones tripartitas y diálogo social.

Ahora, dado que las relaciones de poder se han modificado considerablemente en favor de los empleadores, el compromiso de clase ya ha colapsado o está a punto de hacerlo. Con un movimiento sindical y de trabajadores débil, muy a la defensiva, los empresarios ya no están interesados en compromiso alguno, incluido un diálogo social eficaz. Una prueba de la crisis que enfrentamos es que los sindicatos europeos se han reducido en promedio a la mitad durante los últimos 40 años, una embestida contra los sindicatos sin precedentes en tiempos modernos. Confiar en que el diálogo social nos salve en esa situación es como mínimo ingenuo.

Estrategias eficaces

No es difícil entender qué es lo que persiguen los empresarios. Quieren abolir el Estado de Bienestar, privatizar porciones aún mayores de nuestras economías y sociedades y derrotar al movimiento sindical. Para enfrentar eso, necesitamos sindicatos más fuertes que estén dispuestos a desafiarlos. Debemos analizar la coyuntura política presente, desarrollar programas y políticas e idear visiones que puedan crear entusiasmo y optimismo; también generar estrategias eficaces para poder concretarlas.

Pero las relaciones de poder son cruciales: el lugar en la mesa de negociaciones estará disponible tan pronto como los empresarios se den cuenta de que es mejor tenernos ahí antes que en las calles o en los piquetes de huelga.


Fuente: Social Europe.

Traducción: María Alejandra Cucchi

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