El «retorno» de la socialdemocracia alemana
Nueva Sociedad 297 / Enero - Febrero 2022
El hasta hace poco impensable triunfo en las urnas del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) reactualiza una tradición anclada en el reformismo social, en un contexto en el que una reforma socioecológica resulta cada vez más urgente. Para enfrentar estos desafíos, el SPD deberá tender puentes con sus socios de la coalición «semáforo» (verdes y liberales), pero también con la sociedad.
Alemania tiene nuevo gobierno. Y al frente de él vuelve a estar, por primera vez en 16 años, el Partido Socialdemócrata de Alemania (spd, por sus siglas en alemán). Además, por primera vez en la historia de la República Federal de Alemania, el país es liderado por una verdadera coalición tripartita1. Esta alianza enfrenta inmensos desafíos. De lo que se trata es de diseñar una transformación socioecológica integral y de asegurar amplias mayorías sociales para este cambio. En este artículo se describe cómo el spd logró ganar las elecciones, qué partidos se unirán ahora en el gobierno y cómo podrían tener éxito las reformas sociales.
Respeto: el mensaje del spd
«La voluntad de renovación dentro del partido, la adquisición de habilidades político-programáticas y la disposición personal a cooperar por parte de los políticos más encumbrados [deben] estar entrelazadas si un partido pretende obtener una mayoría y un mandato de gobierno». Así describía el historiador Klaus Schönhoven las condiciones para el ascenso del spd en la década de 1960 hasta que Willy Brandt llegó al gobierno.
Las comparaciones casi siempre fallan. Sin embargo, en las últimas semanas y meses hubo muchas cosas que nos recuerdan la descripción de Schönhoven. El spd ha logrado convertir una situación especial –que una canciller en funciones (Angela Merkel) no compitiera por un nuevo mandato– en una victoria electoral. Fue importante para ello la gran popularidad del principal candidato del partido. No solo su experiencia en la función pública como ministro de finanzas y vicecanciller del gobierno de la Gran Coalición rojinegra (socialdemócratas y conservadores), sino también el alto nivel de competencia en numerosos campos políticos que se le atribuye hicieron que Olaf Scholz apareciera como alguien que, por un lado, encarna la estabilidad y la confianza, y, por el otro, puede generar un cambio. Ningún partido puede ganar las elecciones sin encarnar con éxito un posicionamiento político específico.
El concepto clave de la campaña electoral también fue elegido con inteligencia. ¡Respeto! Respeto por todos y por todas, respeto por lo que cada persona logra a lo largo de su vida. De este modo, el spd, deliberadamente, no daba a entender que la justicia social consiste en el financiamiento de un sector de la sociedad que no tiene una vida tan feliz o que carece de las habilidades o el empeño con que cuentan otras personas, sino que todas las personas merecen reconocimiento. Dignidad en lugar de Hartz iv2, para decirlo en pocas palabras. Que esto fue algo más que un hábil juego de semántica política lo demuestran las demandas específicas que lo acompañaron: seguro social solidario, ingreso ciudadano, salarios más altos y mayor obligatoriedad de los convenios colectivos de trabajo.
Muy diversos sectores de la población pudieron verse representados por el discurso del respeto. El trabajador autónomo que ya ha vivido su segundo concurso de acreedores y ahora se ve obligado a recibir prestaciones sociales, la nuera solícita cuyo trabajo es invisible, el policía al que insultan y escupen durante sus patrullajes, la madre soltera que hace cosas increíbles todos los días: todas esas personas y muchas otras se sintieron identificadas con el discurso del respeto.
Esta amplia apelación a diferentes sectores de la población fue todo menos obvia; a fin de cuentas, en el periodo previo a las elecciones, siempre había recomendaciones para enfocarse en tal o cual grupo: había que acercarse más a los «comunitaristas», según algunos, o más a los «cosmopolitas», según otros. Estaban también los que recomendaban que se dejara atrás de una vez a los hombres blancos mayores, mientras que otros enfatizaban que eran precisamente ellos quienes conformaban el grupo de votantes más confiable. Contra todos los consejos para abroquelarse, la campaña trató de lograr una convocatoria amplia. «Respeto» fue el concepto clave que se popularizó en diferentes ambientes. Y no solo resultó exitoso en términos de estrategia electoral, sino que también hizo justicia a la identidad de un partido que se pretende popular. El spd fue, junto con el Partido Democrático Libre (fdp), el único partido que obtuvo un caudal de votos uniforme a lo largo del país. Esta idea focal de la campaña electoral también pudo desplegar su fuerza porque se basó en principios programáticos muy claros. Después de años de disputas intrapartidarias sobre si la reforma del Estado de Bienestar de la Agenda 2010, implementada por Gerhard Schröder entre 2003 y 2005 con la finalidad de reducir los costos del Estado social y fomentar la actividad económica, fue correcta o no, y del interrogante aún abierto sobre qué representa realmente el spd, la resolución del partido sobre el Estado de Bienestar de diciembre de 2019 logró reposicionarlo. «Uno de los documentos más sustanciosos del spd desde Godesberg3», tal como lo calificó entonces el periodista Heribert Prantl. Y esta calificación no parece exagerada, porque con esa resolución se logró superar profundas divisiones en las que el partido se había desgastado hasta el agotamiento total. La intelectualidad del spd también ha dado lugar a apasionantes debates en muchas otras esferas de la política y los ha traducido en un atractivo programa.
Finalmente, hay que mencionar el alto grado de unidad interna del partido como requisito adicional para el éxito. No había sido posible lograr este nivel de coherencia desde la campaña electoral de 1998. Con demasiada frecuencia, los debates políticos en el partido parecían guerras religiosas que solo podían terminar en un cisma. Y las insinuaciones petulantes de los anteriores líderes partidarios sobre la manera en que afrontarían la situación con mejores resultados que sus sucesores fueron tan numerosas como insoportables. Todo eso parecía haberse superado en la primavera de 2021. De esta manera, el spd se despegó no solo de su pasado reciente, sino también de sus competidores políticos. Una unidad así es difícil de conseguir por decreto: se basa en la voluntad de cooperación, los intereses compartidos, la paciencia y la confianza de todas las partes.
En pocas palabras: el spd ha logrado tender puentes. Puentes entre diversos sectores de la sociedad, puentes entre distintas posturas político-programáticas dentro del partido y puentes entre actores de muy diferentes temperamentos, posiciones y estilos políticos. En los próximos meses y años será importante preservar esta unidad recién obtenida. Los numerosos y jóvenes nuevos diputados, como así también la nueva dirección del partido, tendrán que unirse al gobierno en los asuntos políticos cotidianos. La clave será entender el partido como motor de inspiración para la acción gubernamental sin que se genere una polifonía confusa.
Pero también será importante tender puentes en términos de estrategia de coalición. Será cuestión de formar una alianza entre tres partidos muy diferentes que no solo se convierta en una mayoría aritmética, sino que también proporcione una base para un cambio socioecológico de gran alcance. ¿Quiénes son estos socios?
Tres partidos, una coalición
En los meses y años previos a las elecciones para el Bundestag, el Parlamento alemán, dos de los tres partidos de la coalición se prepararon para aliarse con los conservadores democristianos. En su política económica liberal de las últimas tres décadas, el fdp ha estado sustancialmente más cerca de los conservadores que de los socialdemócratas. Los conservadores y el fdp han sido considerados durante mucho tiempo socios naturales de coalición. Pero también los ecoliberales de Los Verdes han estado preparándose durante mucho tiempo para formar una coalición con la Unión Demócrata Cristiana de Alemania y la Unión Social Cristiana de Baviera (cdu/csu, por sus siglas en alemán). Aunque el grueso de ese partido todavía mantiene posiciones ubicadas más hacia la izquierda, las coaliciones integradas por los conservadores y Los Verdes en el nivel de los estados federales alemanes funcionan fluidamente desde hace algunos años, y la proximidad anterior al spd lucía obsoleta. Además, dada la debilidad crónica del spd –en los últimos cuatro años apenas logró superar el 20% en las encuestas–, parecía poco realista que los escaños que obtuviera pudieran ser suficientes para un gobierno liderado por socialdemócratas.
Así las cosas, tras las elecciones, los partidos tardaron unos días en reunirse para negociar coaliciones. Para todos los partidos, llegar a formar una coalición significaba acercarse unos a otros. Si bien había una serie de cuestiones que los unían, especialmente en el ámbito de la política social y migratoria, como la legalización del cannabis, el levantamiento de la prohibición de la donación de sangre para los varones homosexuales, las elecciones a partir de los 16 años, condiciones más laxas para la permanencia de inmigrantes o para una reagrupación familiar simplificada, las diferencias predominaban. Probablemente los liberales hayan tenido que recorrer el camino más largo. Pero incluso con el fdp existen puntos de contacto en cuestiones sociales y ecológicas: «La protección del medio ambiente tiene prioridad sobre la búsqueda del lucro y del beneficio personal». Esta frase no proviene de la actual plataforma electoral del spd o de Los Verdes, sino de las tesis de Friburgo del fdp (1971). Se refiere a una línea tradicional en el fdp que es necesario revivir. Antes del drástico cambio promovido por Otto Lambsdorff a principios de la década de 1980, en el fdp había una corriente social-liberal no siempre dominante, pero a menudo presente. Las últimas cuatro décadas en las que el liberalismo político se redujo en Alemania a políticas de austeridad y recortes de impuestos han desviado la atención del hecho de que los proyectos de reforma integral de los gobiernos liderados por el spd en la década de 1970 no habrían sido posibles sin el fdp. Ahora hay algunas –pocas– voces en el actual fdp que vuelven a reivindicar esta línea tradicional. Si este partido lograra salir del mero dogma de la reducción de impuestos y pasar a un genuino liberalismo que tenga en cuenta las reformas sociales, las bases materiales necesarias y el marco de libertades para ellas, habría puntos de contacto para el cambio social.
Por el lado de Los Verdes, estos no pueden ignorar que, si bien el cambio climático es un tema apremiante para la vida humana, al mismo tiempo la cuestión que más pesó en la decisión del voto por parte de la ciudadanía fue la «justicia social». La percepción, que puede haber surgido en las demostraciones de Fridays For Future [Viernes por el futuro], de que hay un gigantesco sector de la sociedad que quiere ya mismo un cambio radical en las condiciones de vida para detener el calentamiento global fue debilitándose a medida que llegaban las elecciones. Aparentemente hay muchas personas que consideran otros temas más preocupantes y necesarios para ellas mismas o para la sociedad. Aquí es donde entra en juego el spd: su tarea en la triple constelación también será representar en una alianza para la reforma social a quienes miran con ojos críticos la perspectiva de cambio porque han visto demasiadas veces que el cambio se asociaba a un empeoramiento de sus vidas. Será vital tomar en serio sus necesidades de seguridad y, al mismo tiempo, aprovechar su experiencia para la transformación. El este de Alemania, la cuenca del Ruhr y otras regiones que han vivido mutaciones en estas décadas serán de particular importancia, porque aquí existe un amplio conocimiento de cómo se puede diseñar un cambio profundo.
Pero el papel del spd va mucho más allá: su tarea será planificar un proceso de transformación socioecológica en una alianza entre fuerzas políticas y sociales diferentes y desarrollar una política de reformas lo más radical posible.
Progreso: ¿cómo se puede lograr?
Esta política de reformas radicales apunta al progreso. En todas las declaraciones de la nueva coalición formada por el spd, Los Verdes y el fdp, este es el tema central. En una primera declaración conjunta de los tres partidos se lee:
Sentimos un compromiso común con el progreso. [...] Somos una constelación que puede unir a tres partidos con diferentes tradiciones y diferentes puntos de vista en una alianza innovadora. Podemos ayudar a suavizar las posiciones políticas confrontativas y desplegar una nueva creatividad política. De esta forma crearemos un nuevo despertar de la sociedad a la altura de los tiempos que corren. Como coalición progresista, podemos marcar el rumbo para una década de renovación social, ecológica, económica, digital y social.
El acuerdo de coalición finalmente tuvo por título: «Queremos atrevernos a avanzar más».
Pero ¿cómo se puede lograr el progreso? ¿Cómo se puede crear una base social para el profundo cambio que no solo sobrevendrá en Alemania? Para esta tarea, vale la pena echar una mirada al rico tesoro de la historia de la teoría socialdemócrata. Porque hace poco más de 100 años, el spd discutía cómo podía lograrse el cambio social. Esto ha pasado a la historia del partido como el debate revisionista.
El actor principal de este debate fue Eduard Bernstein. Persona discreta, compañero de ruta y albacea de Friedrich Engels, más tarde miembro del Reichstag en la República de Weimar. Orador mediocre, pero pensador brillante, se pronunció en contra de cualquier forma de cambio social a través de la revolución. Una ruptura radical hacia algo completamente diferente –que era aún entonces la postura oficial del spd como partido– le parecía peligrosa y equivocada por varias razones. Su trabajo sufrió inicialmente feroces ataques dentro del partido. Más tarde, el revisionismo que él había moldeado –un proceder paulatino, en contraste con una revolución– se convirtió en la política oficial de casi todos los partidos socialdemócratas. Después de que haber caído aparentemente en el olvido en las décadas de 1990 y 2000, se ve ahora un tímido renacimiento del pensamiento de Bernstein. Parecen confirmarse las palabras de Willy Brandt, cuando hablaba de la «notable modernidad, en muchos aspectos, de la obra de Bernstein». Su obra invita, una y otra vez, a ser revisitada. Y ofrece también orientación para la transformación socioecológica que resta hacer.
Desde su perspectiva, un nuevo orden, especialmente en las sociedades modernas e industrializadas, no puede surgir por el colapso de lo existente, sino solo si se produce, por así decirlo, evolutivamente. Bernstein sostenía un argumento simple y lógico: en sociedades complejas y altamente diferenciadas cuesta imaginar que, de la noche a la mañana, su funcionamiento –o una parte importante de él, como el modo de producción– pueda ser reemplazado por un funcionamiento alternativo completamente diferente. Millones de actores económicos no pueden reconvertirse de la noche a la mañana.
Además de este argumento funcional, el escepticismo de Bernstein hacia el cambio radical también se basa en una visión realista de la disposición a cambiar entre los artífices del cambio. Su punto de partida no era un proletariado socializado en condiciones capitalistas que decidiría inmediatamente sobre una forma alternativa de sociedad. Por el contrario, quien se tome en serio los derechos de autodeterminación de los individuos de una sociedad y crea que el cambio debe tener un amplio apoyo de esta (y no ser dictado únicamente por una elite) solo puede esperar, de manera realista, un cambio gradual.
Es por ello que una transformación de la sociedad siempre debe lograrse mediante modificaciones en el sistema, es decir, mediante reformas. Estas no son problemáticas –aquí radica una gran diferencia con el concepto de transformación de Rosa Luxemburgo– porque extiendan la vida del sistema capitalista, sino que, por el contrario, pueden tener un efecto transformador. Las modificaciones en el sistema que actúan en la dirección de un interés social modificado deben ser entendidas como «entregas parciales» de cambio. Según otra formulación destacada, de lo que se trata es de «ir familiarizándose con el socialismo».
Por supuesto, resulta fundamental que no sea una modificación cualquiera, sino una modificación focalizada. En este punto, la frase quizás más famosa de Bernstein, que afirma que el objetivo final no es nada, sino que el movimiento lo es todo, lleva a confusión. Posteriormente explicó en diversos pasajes que no se trata de modificaciones cualesquiera, sino de un movimiento en una determinada dirección, concretamente en la dirección de una autodeterminación integral para todos los individuos de la sociedad. En relación con nuestros días, se podría agregar: además de la autodeterminación integral de cada persona, se trata de la supervivencia de la humanidad. De todos modos, es prácticamente imposible mencionar de manera abstracta el objetivo final de este movimiento, y mucho más determinarlo de antemano, ya que las sociedades y sus condiciones están en constante cambio y no se puede determinar ex ante lo que se encuentra al final del camino. De esta forma se genera en Bernstein una combinación notable de estrategias de reforma paso a paso, sin que por ello se pierda de vista un objetivo superior. Un mix de radicalismo con una visión clara de lo que es factible y posible.
Esta mezcla despierta particular expectativa en relación con los interrogantes actuales sobre una transformación socioecológica. Desde una perspectiva científica, y en función de las actuales protestas contra el cambio climático, puede haber una clara presión para actuar en la dirección de un cambio radical en nuestra vida y nuestra economía. La gran mayoría de los estudios serios sostienen, sin dejar lugar a dudas, que «nuestra casa está en llamas», tal como reza la insistente formulación de Greta Thunberg que pone de manifiesto la apremiante situación. Si no actuamos de inmediato y con decisión, alcanzaremos rápidamente puntos de inflexión críticos en el curso del cambio climático que pueden conducir a modificaciones inmediatas y drásticas de nuestro clima y, en última instancia, a la pérdida de nuestro sustento. Por lo tanto, no se trata de prolongados procesos de negociación, sino de una reforma rápida, coherente y eficaz.
Cuando se pregunta cómo se puede dar forma a este cambio, vale la pena volver la mirada a Bernstein. No será posible una ruptura directa y radical en las sociedades industriales altamente desarrolladas de la noche a la mañana, ni la sociedad dará sustentación para ello. Los diversos populismos de derecha en Europa y América ya están mostrando una resistencia considerable a una transformación socioecológica integral. Un cambio radical de sistema o incluso una revolución es difícil tanto desde una perspectiva funcional como desde la perspectiva de la teoría de la democracia.
Pero el presente análisis no tiene por qué conducir a la pasividad sino, por el contrario, a una estrategia de reforma evolutiva que apunte al cambio paulatino y transforme el sistema con cada paso. A pesar de las circunstancias objetivas completamente distintas a las de finales del siglo xix, la práctica de la socialdemocracia y la izquierda política en su conjunto pueden encontrar en Bernstein también un valioso asesor para una estrategia de reforma convincente en el siglo xxi.
Tal política de reforma en pequeños pasos no parece especialmente trascendental y hasta puede parecer limitada, dadas la magnitud y la urgencia de los desafíos. Pero, de hecho, es radical en el sentido de que va tan rápido y tan lejos como lo permita la disposición democráticamente negociada de la sociedad para ese fin. Para las reformas sociales no basta con 51% del electorado, también el discurso y el Zeitgeist deben apoyarlas. Para lograr modificaciones en la sociedad, no solo se necesita una mayoría parlamentaria o poder institucional, sino también la convicción públicamente compartida de que el cambio va en la dirección correcta, que la reforma es necesaria y posible, que vale la pena y que conduce a un resultado mejor que el statu quo.
La tarea más importante del spd será, por lo tanto, tender puentes con la ayuda de una coalición en el sentido de una amplia alianza por la reforma social y, así, avanzar de manera decisiva en la transformación socioecológica. De modo que es mucho, aún, lo que el partido constructor de puentes tiene por hacer.
Nota: traducción del alemán de Carlos Díaz Rocca.
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1.
La coalición «semáforo» incluye, además del SPD, a Los Verdes y el Partido Democrático Libre (FDP, por sus siglas en alemán), liberal.
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2.
Ayuda social concedida por el gobierno alemán [N. del E.].
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3.
El manifiesto de Godesberg, ratificado en 1959, marcó el cambio de orientación política e ideológica del spd en la segunda mitad del siglo XX. El partido abandonó el marxismo y aceptó un proyecto de reforma social compatible con la economía de mercado y la propiedad privada [n. del e.].