Los evangélicos y el hermano Bolsonaro
Nueva Sociedad 280 / Marzo - Abril 2019
Bautizado en el río Jordán, en Israel, Jair Bolsonaro mantiene una productiva ambigüedad religiosa: se hizo evangélico sin dejar de ser católico. Su elección atrajo primero el voto evangélico y, más tarde, el apoyo de grandes iglesias como la Universal del Reino de Dios. Previamente, un obispo de esa iglesia se hizo con la Alcaldía de Río de Janeiro, en el contexto de un giro conservador tanto en el nivel local como en el nacional.
El 12 de mayo de 2016, Jair Bolsonaro era un desconocido para la mayoría de los brasileños cuando fue filmado, vestido de blanco, en las aguas del río Jordán, donde, según dice la Biblia, Jesús fue bautizado. El diputado de extrema derecha confió la misión de bautizarlo al pastor Everaldo Pereira, presidente del Partido Social Cristiano (psc), al que Bolsonaro acababa de ingresar. Tres semanas antes, el diputado había llamado la atención, en Brasil y en el exterior, por su virulencia durante la votación del impeachment de Dilma Rousseff en el Parlamento: allí, en medio del clima circense que predominó, Bolsonaro gritó exaltado: «En memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el terror de Rousseff, voto sí». Se refería nada menos que al torturador de la ex-presidenta durante la dictadura militar.
Reafirmar la fe en las aguas del río Jordán se ha convertido en algo bastante común, destaca el profesor de Ciencias Políticas y teólogo Valdemar Figueredo, director del Instituto Mosaico. «Forma parte del paquete turístico de un viaje a Israel, pero en el caso de Bolsonaro, es diferente»1. Quien sumergió a Bolsonaro en el río en el nombre de Jesús era un pastor de la iglesia evangélica Asamblea de Dios, pese a que el actual presidente se declaraba entonces católico y nunca ha dejado de serlo. Es cierto que sus hijos son evangélicos, al igual que su tercera y actual esposa, Michelle Bolsonaro, que actúa como intérprete de lenguaje de señas en cultos pentecostales, y que el casamiento fue oficiado por el poderoso pastor Silas Malafaia, de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo, pero él se mantiene cómodo en la ambigüedad católico-evangélica. «Nadie se dio cuenta en aquel momento, pero este bautismo fue el primer acto de campaña de Bolsonaro; a partir de ese evento emergió como el Mesías, que es también su segundo nombre», ironiza Figueredo.
En efecto, Jair Messias Bolsonaro es el primer presidente con un discurso abiertamente pentecostal que es llevado por el voto popular al Palacio del Planalto. El 28 de octubre de 2018, su primera aparición pública después del anuncio de su victoria tomó la forma de una oración evangélica dirigida por el pastor Magno Malta, que fue transmitida en vivo en las pantallas de televisión. En seguida, el presidente electo pronunció un discurso en el que puso explícitamente su mandato bajo la supervisión de Dios, recordando su lema de campaña: «Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos». Este eslogan, contó, «fui a buscarlo en lo que muchos llaman la caja de herramientas para reparar a hombres y mujeres, es decir, la Santa Biblia».
El acto de reconocimiento se explica por el análisis de las cifras electorales. Bolsonaro ganó la segunda vuelta con 57,8 millones de votos válidos (55,13%), frente a 47 millones de Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores (pt, 44,87%), una diferencia de 10,76 millones de votos. La brecha fue la que predijo el Instituto Datafolha tres días antes de las elecciones. La encuesta publicada tenía algunos datos particularmente interesantes: los investigadores desagregaron las respuestas por religión, considerando el peso de cada una en el electorado: 56% para los católicos, 30% para los evangélicos, 7% para los sin religión y 1% para las religiones afrobrasileñas, etc.
Como resultado, los católicos se dividieron entre los dos candidatos, con una ligera ventaja para Bolsonaro, mientras que Haddad se impuso entre los fieles de ritos afrobrasileños y entre los no religiosos. «Pero lo que realmente marca la diferencia son los evangélicos, con una brecha de 11 millones de votos para Bolsonaro entre este electorado», puntualiza José Eustaquio Diniz Alves, demógrafo de la Escuela Nacional de Ciencias Estadísticas de Río de Janeiro. Esto equivale a la diferencia entre los dos candidatos en la segunda vuelta. «Aunque los evangélicos representan menos de un tercio del electorado, sus líderes están cosechando los beneficios de años de activismo político, y su voto fue decisivo en 2018».
¿Cómo se explica esta concentración de votos, inédita en la historia del país? En primer lugar, por la dinámica demográfica. Brasil está experimentando una transición religiosa acelerada, única en el mundo para una nación de su tamaño. En 1970, 92% de los brasileños se declaraba católico, mientras que en 2010 el porcentaje bajó a 64,6%. Si bien este descenso refleja una mayor diversidad religiosa, ha beneficiado principalmente al llamado grupo evangélico, que incluye a los protestantes tradicionales, cuyo peso no ha variado mucho entre la población y, sobre todo, a los seguidores de las iglesias pentecostales y neopentecostales. En 2010, alcanzaron el 22,2% de la población2.
El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (ibge) organiza un censo de toda la población cada diez años, por lo que el próximo tendrá lugar en 2020 y no se conocerán los resultados hasta uno o dos años después. Mientras tanto, los demógrafos dependen de encuestas realizadas a lo largo de la década por institutos privados nacionales (como Datafolha) o extranjeros (Centro de Investigaciones Pew, Gallup, Latinobarómetro, entre otros). «Obviamente, esto no es comparable con la exactitud del ibge, pero todo indica que el cambio hacia la religión se está acelerando», apunta Diniz Alves. El investigador recuerda que, entre 1990 y 2010, la población católica estaba perdiendo un punto porcentual al año, mientras que los evangélicos estaban aumentando en 0,7. La disminución en el número de fieles católicos parece haberse acelerado a 1,2 puntos porcentuales por año desde 2010, mientras que la ganancia de los evangélicos se ha incrementado a 0,8 puntos porcentuales por año. «Si proyectamos estas cifras hacia el futuro, significa que los católicos representarán menos de la mitad de la población para el año 2022, el año del bicentenario de la independencia de Brasil», concluye Diniz Alves.
Los estudios muestran una clara correlación entre adhesión al evangelismo y voto en favor de Bolsonaro. Así, los estados donde los evangélicos ganaron más presencia en las últimas décadas (Rondônia, Roraima, Acre y Río de Janeiro) han ofrecido al ex-capitán del Ejército una victoria espectacular. Los estados del Nordeste, donde los evangélicos siguen estando menos presentes, son los únicos donde ganó Haddad, siendo Piauí un caso ejemplar, con la menor proporción de evangélicos en el país y el mejor resultado del pt. Por supuesto, la variable religiosa no lo explica todo: el estado de Santa Catarina, en el sur del país, no es muy evangélico y aun así Bolsonaro ganó por gran diferencia. Pero lo cierto es que, presentes en todo el país, los evangélicos votaron en masa por un mismo candidato: el postulante del Partido Social Liberal (psl), ya desde la primera vuelta, lo que nunca había acontecido en Brasil. «Lo que es particularmente impresionante es que incluso los protestantes tradicionales, como los luteranos y los presbiterianos, han jugado la carta de Bolsonaro, cuando hasta ahora no habían votado como los pentecostales», dice Valdemar Figueredo, que es también pastor bautista. No faltaron las oportunidades para dividirse, por ejemplo frente a la candidata presidencial ecologista y ex-ministra de Luiz Inácio Lula da Silva Marina Silva, integrante de la Asamblea de Dios, que obtuvo 20% de los votos en 2014 y se desplomó en 2018.
En septiembre de 2018, el pt finalmente reconoció que Lula, encarcelado desde abril, no podía ser candidato. Se apresuró entonces a postular a Haddad, un profesor de Ciencias Políticas con un perfil progresista. Esto fue pan bendito para los líderes evangélicos que ya lo habían atacado en 2011, cuando como ministro de Educación de Rousseff intentó introducir una guía contra la homofobia en las escuelas. El pastor Silas Malafaia denunció entonces el «kit gay» y aseguró que el objetivo de Haddad era convertir a los niños en homosexuales. Fue el diputado Bolsonaro quien hizo de la medida educativa el símbolo de la «depravación» de la gestión del pt. La estrategia tuvo tanto éxito que el gobierno debió echarse atrás. Pero ya era tarde. La expresión se ha utilizado repetidamente desde entonces y durante la campaña dio origen a una multiplicidad de fake news, como imágenes distribuidas en las redes sociales en las que se ve a bebés alimentados en guarderías públicas con biberones con forma de pene.
Todo va muy rápido en Brasil, y a principios de septiembre, la mayoría de los evangélicos había elegido a su candidato. Bolsonaro se presentaba hábilmente como el que acabaría con el sistema político tradicional, al que representaba, por ejemplo, el candidato de derecha Geraldo Alckmin. El ex-militar capturó el rechazo al pt, presentado durante años por los medios de comunicación y la justicia como el «partido de la corrupción». Su equipo también había tomado conciencia de la ola profunda pero escondida que agitaba a Brasil contra la «era de los derechos»: de las mujeres, los negros, los indios, los homosexuales… Y el rechazo a los cambios sociales de los últimos años ha estado presente en los templos evangélicos. Con Bolsonaro, los evangélicos encontraron un portavoz, que también fue reconocido por la franja más conservadora de los católicos, como la representada por el arzobispo de Río de Janeiro, el cardenal Orani João Tempesta.
El pt encarna las políticas progresistas hacia las minorías. Y también es el símbolo del ahora criticado intervencionismo del Estado. Para Diniz Alves, «los dirigentes del pt no entendieron que las periferias ya no estaban adoptando el ideal de un Estado fuerte y aquí también, la derecha y las iglesias evangélicas se aprovecharon de ello, promoviendo un espíritu empresarial popular». Recuerda una encuesta publicada en 2017 por la Fundación Perseu Abramo, el think tank del pt, en los barrios pobres de San Pablo, la capital económica del país. Los principales valores que surgieron fueron la celebración del consumo, el espíritu empresarial y el vínculo con las iglesias evangélicas.
Antropólogo de la Universidad de Campinas (Unicamp), ciudad universitaria cercana a San Pablo, Ronaldo de Almeida matiza este «liberalismo de la periferia». «Con la crisis económica, todo se ha convertido en responsabilidad del pt; quienes luchan en la precariedad, cortan el pelo de los vecinos por la mañana y manejan un Uber por la tarde no están en contra del Estado, sino en contra de un Estado que creen que no ha hecho nada por ellos, prefiriendo cuidar de los más pobres que ellos, y de las minorías, como los grupos lgbt». Los escándalos de corrupción, la incapacidad del pt para reconocer sus errores y la persistencia de los medios de comunicación y del aparato judicial en contra de la izquierda hicieron el resto. En varios templos, el pt es presentado literalmente como Satanás, aun cuando en 2014 Roussef estuvo presente en la inauguración del enorme Templo de Salomón, de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Eran otros tiempos3. «Hoy, no es que los pobres estén convencidos de que la privatización y la reducción de los derechos de los trabajadores sean una solución, es que se les ha dicho que es la única opción, de lo contrario Brasil se convertiría en Venezuela, y ellos lo creen», agrega Almeida. El apuñalamiento de Jair Bolsonaro el 6 de septiembre de 2018 lo benefició doblemente. Emergió de él con la imagen de un sobreviviente, con un discurso religioso que maneja de manera brillante. El ataque le permitió, además, escapar de todos los debates con sus contrincantes, mientras que su incapacidad para expresar encadenamientos claros de ideas daba a sus oponentes la esperanza, frustrada, de que la población finalmente vería en Bolsonaro a un jefe de Estado peligroso. Cuatro días antes de la primera vuelta, cuando los demás candidatos intercambiaban opiniones en directo en la cadena Globo, el principal canal del país, Bolsonaro daba una entrevista exclusiva y complaciente en la cadena Record, segundo canal brasileño y principal herramienta mediática de la Iglesia Universal, una de las iglesias evangélicas más poderosas del país y, sin duda, la mejor organizada.
La entrevista, transmitida al mismo tiempo que el debate tradicional, sellaba un pacto entre Edir Macedo, el líder de la Iglesia Universal, y Bolsonaro. «Es una decisión puramente pragmática, la Iglesia Universal no está, a diferencia de otras, en una batalla por valores conservadores como la prohibición del aborto», dice la socióloga Maria das Dores Campos Machado, especialista en el impacto de las cuestiones religiosas en la moral. «Pero Edir Macedo, que no quiere perder la lucha de poder, incluyendo la que se libra entre las iglesias evangélicas, se posiciona sobre todo como líder empresarial, la cadena Record ganará en publicidad institucional, legislación favorable o perdón de sus deudas por parte del gobierno; todo esto no tiene nada que ver con cuestiones teológicas».
El apoyo de la Iglesia Universal es crucial. Se trata de un discurso repetido por cientos de pastores de todo el país, retransmitido por los canales de televisión, radios y sitios web del poderoso grupo Record. «Edir Macedo también ofreció a Bolsonaro sus redes sociales de WhatsApp ya establecidas, en una campaña en la que han tenido tanta importancia que todavía es difícil de medir, es un aporte invaluable», añade Campos Machado. La socióloga reconoce que no se ha tomado conciencia del poder de las redes sociales evangélicas, ni de su capilaridad, incluso en la mayoría de la comunidad universitaria. «Cuando Bolsonaro nombró a la pastora Damares Alves como ministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos, muchos pensaron que era una ilustre desconocida; sin embargo, había estado en YouTube y en las redes evangélicas de WhatsApp durante más de cinco años, y ya era una figura ampliamente conocida en estos grupos».
Lo que circula en estas redes siempre obedece a la misma retórica: miedo al colapso del orden y amenazas contra la familia. «Y no debemos creer –completa Campos Machado– que estas redes solo llegan a las clases pobres; incluso en las clases medias todos tienen un miembro de su familia que recibe y transmite estas imágenes y discursos, construidos a partir de fake news».
En la víspera de la primera vuelta, todos los líderes evangélicos, desde los de las iglesias tradicionales hasta los más mediatizados, llamaron a votar por Bolsonaro. Un hermano vota por un hermano, se dice en los templos, presentados como gigantescas fraternidades. «Por supuesto, no es automático, pero las encuestas muestran que los evangélicos tienen, más que el resto de la población, la sensación de que sus pastores son sus relés en relación con el mundo político, es una relación de confianza que se traduce en votos», dice Ronaldo de Almeida. Una fidelidad aún más marcada cuando se trata de la muy jerárquica Iglesia Universal.
Pero este compromiso tampoco significa ceguera. Unos 40 diputados evangélicos no fueron reelegidos el año pasado por ser considerados ineficaces, corruptos o parte de la vieja política. Magno Malta, el pastor que dirigió la oración por la victoria de Bolsonaro y que había sido considerado como candidato ideal a vicepresidente del ex-capitán, perdió su apuesta de regresar para un nuevo término en el Senado. Más aún, esta figura homofóbica perdió ante un candidato abiertamente gay. Como dijo el cantante brasileño Tom Jobim, «Brasil no es un país para principiantes».
En la noche del 28 de octubre, los analistas políticos compitieron en metáforas meteorológicas para describir la elección de Bolsonaro como un huracán, un tsunami o una tormenta perfecta. Era una forma de resumir la combinación de los esfuerzos de al menos tres grupos: los militares, los neoliberales y los evangélicos. Algunos analistas reconocen también el apoyo de la mayoría de los medios de comunicación y del Poder Judicial, en el contexto de colapso de la izquierda. Para Ronaldo de Almeida, sin embargo, la victoria bolsonarista no fue una sorpresa: «Ya vimos esta película en Río de Janeiro hace dos años».
Hasta 2016, parecía imposible que un pastor evangélico asumiera el liderazgo de la segunda ciudad más grande del país y la capital del Carnaval. Los evangélicos estaban ciertamente muy presentes en el resto del Estado, pero la metrópoli parecía ser una excepción. El senador Marcelo Crivella, también obispo de la Iglesia Universal y sobrino del líder Edir Macedo, logró sin embargo atraer a la mayoría de los votantes con una campaña que mezclaba el antipetismo, la guerra contra la «ideología de género» y un cuestionamiento del papel de la escuela presentada como centro para la promoción del marxismo y la decadencia sexual. Con ese discurso, rompió los techos de cristal y fue elegido alcalde.
El ingreso de Crivella a la Alcaldía de Río de Janeiro también puso fin a la idea de que el activismo político de los evangélicos les permitiría imponerse en los niveles legislativos –regional y federal–, pero que serían incapaces de ganar los cargos ejecutivos, por ser aún una minoría de la población. Las elecciones generales de 2018 confirmaron la fuerza de los evangélicos en el Parlamento. Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del nuevo presidente, se convirtió así en el diputado federal elegido con más votos en la historia de Brasil, con 1,8 millones de votos. Lo mismo ocurre con las mujeres elegidas: la evangélica Joice Hasselmann, que se define a sí misma como «Bolsonaro con falda», obtuvo el récord de más de un millón de votos. Y en la Asamblea del Estado de San Pablo, la abogada Janaina Paschoal, conocida por su activismo radical en favor de la destitución de Rousseff, fue la diputada estadual elegida con más votos en la historia brasileña, y superó incluso a los diputados federales, con más de dos millones de votos. Esta activista «provida» proviene de familias espiritistas y dice que asiste a cultos católicos y evangélicos.
Es la misma ambigüedad que la que demuestra Bolsonaro, presentado como «el más cristiano de los candidatos» a pesar de ser incapaz de citar la Biblia sin equivocarse. Wilson Witzel, un ilustre desconocido que en pocas semanas pasó de 3% de la intención de voto a convertirse en gobernador de Río de Janeiro, desempeñó el mismo papel. Es católico, pero su lenguaje, referencias y metáforas lo convierten en un «evangélico» a los ojos de los fieles del templo.
Christina Vital, profesora de la Universidad Federal de Fluminense (Niterói), se encargó de analizar los resultados de las elecciones de 2018 en los estados de Río de Janeiro y San Pablo para el Instituto de Estudios Religiosos (iser) y la Fundación Heinrich Böll, y concluyó que el surgimiento de personalidades como Witzel y Bolsonaro es el resultado de una estrategia que ella llama de «aliados de los evangélicos». 2018 fue el año testigo de una explosión en el número de candidatos de base religiosa, sin ser necesariamente candidatos confesionales, o sea, miembros de una jerarquía religiosa o pastores. Estos últimos vieron aumentar su presencia de manera constante desde 1989, con un incremento adicional de 8,2% en 2018 en el caso de los diputados federales. Sin embargo, nada comparable a lo que ocurrió entre 2010 y 2014, cuando los candidatos religiosos aumentaron en 40%, incluyendo, por primera vez, a un sacerdote, el pastor Everaldo Pereira –el del bautismo de Bolsonaro–, que se embarcó en la carrera presidencial.
En una entrevista con el sitio de investigación brasileño Agência Pública, poco después de las elecciones –el estudio del iser se publicará en los próximos meses–, Vital señaló que en Río de Janeiro y San Pablo las candidaturas confesionales representaban solo 46% de las candidaturas religiosas (122 de 260). Además, muchos de ellos no eran miembros de las formaciones políticas tradicionalmente vinculadas a las iglesias –el Partido Republicano Brasileño, articulado con la Iglesia Universal y el Partido Social Cristiano (psc) con la Asamblea de Dios–, sino a grupos laicos como el psl, por el cual se postuló Bolsonaro tras cambiar varias veces de partido. Para la socióloga, los evangélicos han tratado de asociarse a las identidades profesionales, en particular las relacionadas con la justicia y la seguridad pública. «Esto ciertamente viene de la observación de que había una demanda en la sociedad por más seguridad, y también del peso especial que tiene la justicia en los medios de comunicación y en la sociedad, principalmente con la operación Lava Jato»4. Presentar candidatos «aliados de los evangélicos» en lugar de religiosos permite superar el rechazo que encuentran los evangélicos en los estratos más privilegiados y educados. Para esta parte de la población, Bolsonaro es un miembro del Parlamento vinculado al mundo militar y de seguridad y Witzel es un juez.
Se trató de una estrategia muy efectiva, a juzgar por los resultados en las dos ciudades más importantes del país. De los 260 candidatos considerados como «religiosos», 23% fue elegido. Los evangélicos representan 13% de la Asamblea Municipal de San Pablo y 24% de la Asamblea Municipal de Río de Janeiro. Aún más impresionante, señala Vital, «casi 30% de los diputados federales de Río son evangélicos».
Las elecciones de 2018 demostraron que los evangélicos están profundamente arraigados en el panorama electoral, tanto en el nivel legislativo como en el ejecutivo. Su peso es tanto mayor cuanto que la Iglesia católica está profundamente dividida, y parte de su jerarquía adopta sin vacilar las posiciones del jefe de Estado de extrema derecha, incluidas las más violentas. Queda por ver cuál será el impacto político de este movimiento cristiano en los próximos cuatro años. Su peso en el gobierno es real, pero algunos de los militares que forman parte del gobierno ya están haciendo sentir su malestar. Este es también el caso de la elite neoliberal que no adhiere a toda la agenda conservadora de las iglesias.
«Lo que está claro es que hay una mayor aceptación de los evangélicos en la sociedad que antes, su capital social y político es más importante, así como su influencia», teme Campos Machado. Ella cree que las minorías deben esperar ataques tanto en el campo legislativo como en las calles e incluso en los establecimientos educativos. Diniz Alves coincide: «El mundo gira en ciclos. El ciclo actual, por lo menos en el corto y mediano plazo, tiende a favorecer la influencia evangélica en Brasil».
-
1.
Todas las citas textuales, salvo que se mencione la fuente, surgen de entrevistas para este artículo realizadas en febrero de 2019.
-
2.
Censo IBGE 2010.
-
3.
Isadora Camargo: «Brasil inaugura el Templo de Salomón, el mayor centro evangélico de América Latina» en La Información, 1/8/2014.
-
4.
Andrea Dip: «Mudança de estratégia nas candidaturas evangélicas ajudou a eleger Bolsonaro» en Agência Pública, 5/12/2018.