Las elites chilenas y su (des)conexión con la sociedad
Nueva Sociedad 295 / Septiembre - Octubre 2021
Chile experimentó recientemente un estallido social, que se explica en gran medida por la desconexión entre elite y ciudadanía. Para demostrar la validez empírica de esta tesis, se presentan datos de un estudio que permite analizar brechas de opinión entre la elite y la sociedad, como así también discrepancias y concordancias entre las distintas elites del país. Los resultados sugieren que si las elites no están dispuestas a facilitar las reformas demandadas por la ciudadanía, difícilmente podrá Chile re-tomar la estabilidad política y económica.
Todas las sociedades tienen elites, pero existe gran variación en cómo estas se componen y actúan. Así, por ejemplo, mientras que en los regímenes democráticos la permanencia y el poder de las elites políticas dependen en última instancia del apoyo que estas reciben de los votantes, en los regímenes autoritarios la clase política puede gobernar y mantenerse en el poder por largos periodos, independientemente del parecer de la ciudadanía. Por su parte, la globalización financiera ha traído consigo un enriquecimiento sustancial de los dueños del capital, quienes en cierto sentido pueden ser considerados como una minoría de poder que actúa en el nivel planetario antes que nacional1. Más allá de las diferencias que puedan existir entre países y del impacto de transformaciones a escala global, estudiar quiénes son y cómo piensan las elites es un ejercicio de suma relevancia para entender mejor el funcionamiento de la sociedad actual. Dado que las elites ocupan las posiciones superiores en las principales esferas del orden social y tienen gran capacidad de influir en el devenir de la sociedad y sus problemas, es crucial tener información sobre ellas y sus preferencias.
De hecho, es común escuchar que lo propio del siglo xxi es la existencia de una elite que crecientemente se ha venido distanciando del parecer de la ciudadanía, lo cual explicaría en parte el progresivo malestar con la democracia. Entre otros motivos para el aumento de la desconexión entre elite y ciudadanía, se suele señalar la persistencia o acentuación de la concentración de ingresos y riqueza, la segregación residencial y graduales transformaciones estructurales en la población (por ejemplo, la liberalización cultural y el impacto de la inmigración) que usualmente no son advertidas por las elites2. Sin embargo, la evidencia sobre la brecha entre elite y ciudadanía es difícil de estudiar empíricamente. No solo es costoso acceder a las elites para saber cuáles son sus opiniones, sino que también tenemos escasos datos a lo largo del tiempo y, por tanto, poca claridad al momento de averiguar si las posturas de la elite son consistentes o han variado.
Para abordar este vacío de investigación, gracias al apoyo del Centro de Estudios de Cohesión y Conflicto Social (coes), hemos llevado a cabo un inédito estudio de la elite chilena, y en este artículo presentamos algunos de los hallazgos más relevantes3. Esta contribución se divide en seis apartados. En primer lugar, ofrecemos información respecto a la peculiaridad del caso chileno en perspectiva comparada y una breve discusión sobre la metodología de nuestro estudio. A continuación, analizamos los datos sobre polarización ideológica para demostrar que la disputa política es mucho mayor en el nivel de la elite que en el de las masas. Después de esto, nos detenemos en el análisis de la inmigración y mostramos que esta cuestión genera creciente preocupación entre la ciudadanía, pero no en el ámbito de las elites. Luego nos adentramos en el tópico de los conflictos, mostrando divergencias entre elites y ciudadanía en asuntos económicos y de clase, pero coincidencias en la percepción de un gran conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado chileno. La siguiente sección discute sobre brechas salariales y muestra la concordancia entre las elites respecto al menor salario que deberían recibir ocupaciones ligadas a la política y la administración empresarial. Finalmente, el artículo concluye con algunas reflexiones respecto a cómo estos hallazgos nos iluminan sobre el comportamiento de las elites en general y sobre el futuro de Chile en particular.
¿Por qué y cómo estudiar a las elites en Chile?
Debido a la solidez de sus instituciones, a un exitoso proceso de modernización económica y a su marcada estabilidad política, Chile es usualmente visto como un país singular en el contexto de América Latina. Sin embargo, esta imagen ha sido puesta en tela de juicio en los últimos años. No solo los partidos políticos establecidos tienen crecientes problemas para procesar las demandas de la ciudadanía, sino que además una serie de escándalos de corrupción y colusión han sacudido la imagen de la clase empresarial y política, al tiempo que investigaciones periodísticas y judiciales han revelado serios casos de pederastia y encubrimiento dentro de la Iglesia católica. A esto se suma una robusta evidencia sobre la incapacidad del desarrollo económico para reducir la persistente concentración de ingreso y riqueza, manteniéndose pese a todos los avances de las últimas décadas disparidades comparables a las que tenía el país a mediados del siglo xx. A su vez, movimientos sociales de distinto tipo han venido ganando terreno mediante la politización del malestar generado por estas desigualdades4. En efecto, Chile experimentó a fines de 2019 un estallido social que tuvo como consecuencia serias violaciones de los derechos humanos por parte de las fuerzas del orden y una tensión e inestabilidad política inusitadas, que en parte se logró aplacar mediante la convocatoria a un plebiscito constitucional que se llevó a cabo en octubre de 2020 y cuyo resultado mostró un masivo apoyo a la redacción de una nueva Carta Magna por parte de una asamblea conformada en su totalidad por constituyentes elegidos para este propósito5. Por cierto, la pandemia ha reforzado muchos de los problemas que afectan a la sociedad chilena. En resumen, diversos acontecimientos del último tiempo demuestran que Chile está enfrentando serios desafíos de gobernabilidad y no es del todo claro si estos podrán ser abordados de manera exitosa en el futuro cercano.
Si bien es cierto que una diversidad de causas explica las dificultades que actualmente atraviesa la sociedad chilena, existe consenso respecto a que una parte importante del problema radica en el comportamiento de las elites. No cabe duda de que estas últimas han sido las principales beneficiadas del desarrollo en las últimas décadas y, por lo mismo, han puesto muy poca atención en un creciente malestar en grandes sectores de la ciudadanía respecto del funcionamiento del sistema económico y político imperante. Asimismo, frente a diagnósticos cada vez más robustos de problemas en esferas claves del desarrollo, el debate público confronta soluciones políticas muy divergentes y las elites tienden a reproducir propuestas cuya efectividad ha sido precisamente puesta en tela de juicio por la ciudadanía en las últimas décadas.
Aun cuando este diagnóstico es compartido por distintos analistas y académicos, existe poca evidencia empírica que nos permita analizar de manera concreta en qué temas existen pareceres similares o diferentes no solo entre elite y ciudadanía, sino también en el interior de la propia elite. Para abordar esta pregunta de investigación, elaboramos una encuesta que cubre diversas temáticas, la cual fue aplicada de manera presencial (o vía remota mediante Zoom, debido a la pandemia) a integrantes de la elite chilena desde agosto de 2019 hasta enero de 2021. En total logramos realizar 420 encuestas, que se dividen de manera bastante homogénea entre la elite cultural (144 casos), la elite económica (137 casos) y la elite política (139). A su vez, gran parte de las preguntas de esta encuesta también han sido utilizadas en encuestas recientes que son representativas de la población adulta del país, lo que permite establecer comparaciones entre las opiniones de la elite y la ciudadanía.
La metodología utilizada se sustenta en una tradición de estudios empíricos sobre elites que trabajan con el método posicional, según el cual estas se componen de individuos que ocupan los máximos puestos de poder y, por tanto, ejercen influencia constante y sustancial sobre las decisiones que afectan el funcionamiento de la sociedad6. Es por ello que, antes de realizar el trabajo de campo, confeccionamos un universo de casos con las posiciones de poder para las distintas elites nacionales. En el caso de la elite económica, nos basamos en el ranking de las 500 empresas más grandes de Chile elaborado por América Economía en 2019 y armamos una lista de los gerentes generales (o puestos similares) y miembros del directorio (de preferencia, el presidente), estableciendo de esta manera un universo muestral de 1.284 contactos. Para la elite política, trabajamos con el organigrama del Estado de Chile para identificar posiciones de poder en distintas instituciones (Poder Ejecutivo, Poder Judicial, Poder Legislativo, gobiernos regionales, instituciones autónomas, etc.) y también consideramos gremios, sindicatos y directivas de partidos políticos con representación parlamentaria, configurando un universo muestral de 531 casos. Por último, para la elite cultural, confeccionamos un mapa de las distintas posiciones de poder considerando instituciones tales como universidades, iglesias, medios de comunicación, think tanks y casas editoriales, entre otros, y así logramos establecer un universo muestral de 466 casos.
Antes de detenernos en el análisis de algunos de los hallazgos más relevantes de este estudio, nos parece importante indicar dos rasgos de la muestra obtenida de la elite chilena. En primer lugar, los datos revelan que se trata de un grupo mayoritariamente masculino: tan solo 19% de las encuestadas son mujeres. Esta diferencia es más marcada en la elite económica, la cual está compuesta en 92% por hombres, mientras que la muestra de la elite política tiene 80% de hombres y la de la elite cultural, 72%. En segundo lugar, los datos reflejan que la elite en general es más religiosa que el resto de la ciudadanía. Mientras que 45% de la población adulta en Chile se declara católica, esta cifra se eleva a 58% en la elite. Esta diferencia es particularmente marcada para la elite económica: 70% se identifica como católica. A su vez, se observa que entre la población adulta de Chile hay 15% que se declara evangélica y 20% que no declara ninguna religión, mientras que en la elite en promedio solo 1% se identifica como evangélica y 10% indica no tener ninguna religión. Estos datos sobre el género y la religiosidad nos adelantan un tema que analizaremos con mayor profundidad a continuación, a saber, una brecha importante entre elites y ciudadanía en el Chile actual.
Polarización ideológica
No hay duda de que el debate político en Chile está crecientemente polarizado. Basta pensar en la discusión respecto al plebiscito constitucional realizado a fines del año pasado, cuando un sector argumentaba que modificar la Constitución implicaría el derrumbe del país y la implantación de un modelo «castro-chavista», mientras que otro planteaba que a través de la transformación de la Constitución se podrían superar gran parte de los problemas y dar pie a la pronta conformación de un Estado de Bienestar que acabe de raíz con las desigualdades. Ahora bien, lo que no sabemos con certeza es si esta polarización ideológica que se observa en el debate público obedece a conflictos entre las elites o más bien a disputas entre las elites y la ciudadanía.
Para abordar este tema, el estudio de la elite chilena incluyó una pregunta en la que cada encuestado debía elegir una posición en una escala de 0 a 10, donde 0 representaba ser de «izquierda», 5 ser de «centro» y 10 ser de «derecha». Los datos se pueden observar en el gráfico 1, en el que también se pueden visualizar las posturas de la ciudadanía. Esta última se divide en tres grupos relativamente homogéneos: 30% dice ser de izquierda, 34% de centro y 22% de derecha (también existe un 14% que no toma posición). Sin embargo, las cifras para las elites son muy diferentes. La gran mayoría de la elite económica se declara de derecha (72%), mientras que la mayoría de la elite cultural se define de izquierda (56%). Por su parte, la elite política está dividida en dos grupos mayoritarios: 39% dice ser de derecha y 42% se posiciona a la izquierda (tan solo 16% se declara de centro). Esta evidencia revela entonces que la polarización política es un fenómeno que afecta antes que nada a la elite y no tanto a la ciudadanía. Tal como indica Nancy Bermeo en un célebre libro7, hay que tener mucho cuidado con culpabilizar a las masas por la adopción de posturas radicales y más bien hay que estudiar las posiciones de las elites. Estas últimas pueden actuar de manera tal que ignoran el parecer de las mayorías y con ello se enfrascan en disputas internas que imposibilitan tanto una discusión razonable sobre los problemas que afectan a la sociedad como la búsqueda de soluciones consensuadas.
El estudio que llevamos a cabo incluía también una serie de preguntas para analizar la opinión de elites y ciudadanía frente al rol del Estado en la economía. Al revisar esos datos, se repite el patrón de polarización descrito. Por lo general, la ciudadanía tiende a demandar la existencia de un Estado que tenga mayor capacidad de proveer bienestar para la mayoría y disminuir las desigualdades, pero las elites presentan gran variación frente a estas temáticas. Particularmente notoria es la postura de la elite económica, que defiende posiciones muy a favor del libre mercado. A su vez, más de la mitad de la población se inclina en favor de que el Estado se haga cargo de la salud (55%), la educación (58%) y las pensiones (61%), pero frente a estos asuntos las elites tienden a respaldar modelos mixtos donde se combinan el Estado y el mercado.
Inmigración
La inmigración se ha vuelto un fenómeno global que afecta a los países de distintas maneras. Algunos experimentan una creciente presión inmigratoria, mientras que otros se distinguen más bien por olas de emigración. Estos flujos migratorios impactan distintas dimensiones de la sociedad, tales como el mercado de trabajo, la provisión de servicios sociales y el sentido de pertenencia. A su vez, los fenómenos migratorios suelen ser evaluados de manera muy diferente por la elite y la ciudadanía. Por ejemplo, en Europa occidental, las elites tienden a tener posturas bastante abiertas hacia la inmigración, aun cuando segmentos importantes del electorado se oponen a la llegada de población extranjera. Esta dinámica ha pavimentado el camino para la irrupción de partidos populistas de derecha radical, que levantan un discurso xenófobo con serias consecuencias para el sistema democrático8.
En el caso de Chile, pese a los problemas económicos y políticos experimentados en el último tiempo, el número de inmigrantes ha venido aumentando en años recientes. Cifras oficiales indican que en el país hay aproximadamente 1,5 millones de inmigrantes, lo cual representa cerca de 8% de la población9. A modo de comparación, a inicios de 1990 se estima que la población inmigrante no representaba más de 1% de la población nacional (unas 105.000 personas). En consecuencia, la inmigración es un fenómeno evidente en el Chile de hoy, pero disponemos de poca información respecto a su evaluación por parte de las elites en comparación a la ciudadanía. Para tematizar esto, nuestro estudio incluyó una serie de preguntas sobre inmigración y las respuestas nos revelan patrones marcadamente diferenciados entre el parecer de la elite y la ciudadanía. La elite cultural, económica y política muestra posturas bastante abiertas hacia la inmigración, lo cual no sucede necesariamente en el resto de la sociedad. En efecto, 95% de los encuestados de las elites opinó que la inmigración fortalece la diversidad cultural (cifra que alcanza 46% en la población chilena) y 11% de la elite plantea que la inmigración aumenta el desempleo (cifra que es de 47% en la población). Por su parte, cerca de un tercio de la población está de acuerdo con la idea de que la inmigración aumenta los riesgos de terrorismo, mientras que tan solo 1% de la elite comparte esta opinión.
En resumen, los datos de este estudio dan cuenta de una importante brecha al momento de pensar y evaluar la inmigración. Gran parte de las elites muestran posturas abiertas hacia la llegada de extranjeros al país, pero una fracción importante del electorado es bastante escéptica frente al fenómeno migratorio. Este hallazgo debe ser leído como un llamado de atención que demuestra que es preciso tomar en cuenta el parecer de la ciudadanía respecto a esta temática. La evidencia comparada demuestra que, si las elites optan por obviar el tema de la inmigración, pueden terminar surgiendo fuerzas políticas de derecha populista radical con ideas xenófobas, que tienen un serio impacto en la convivencia democrática. En consecuencia, un desafío importante consiste en propiciar un diálogo constructivo sobre la inmigración y los criterios de su regulación.
Conflicto
La visualización de los conflictos sociales se ha intensificado en el debate público del Chile actual. Por un lado, las numerosas marchas protagonizadas por estudiantes en las manifestaciones de 2011 fueron revitalizadas e incluso superadas en el estallido social de 2019, cuando alcanzaron una participación masiva, para luego continuar en menor medida durante la pandemia. A modo de ejemplo, entre el 18 de octubre y el 31 de diciembre de 2019 existieron más de 3.300 acciones de protesta en Chile, frente a las 1.100 acciones que se desplegaron entre junio y agosto de 201110. Por otro lado, las biografías de sufrimiento y reivindicación retratadas en la cobertura mediática, y las distintas evaluaciones de actores sociales, políticos y económicos en torno de cómo interpretar los problemas y cómo encauzarlos institucionalmente han puesto de relieve que en Chile existen numerosos conflictos que deben ser abordados.
Sin embargo, los resultados de la encuesta exhiben discrepancias importantes respecto a lo que se considera como un conflicto y a la gravedad con que estos son observados. Tres constelaciones son llamativas al respecto: primero, los temas económicos y de clase – plasmados en la encuesta en las preguntas sobre si hay conflicto entre empresarios y trabajadores y entre ricos y pobres– son sustancialmente menos percibidos como confrontaciones importantes por la elite económica que por las otras elites y la ciudadanía. Esto es evidente en las relaciones entre trabajadores y empresarios: mientras 48% de la ciudadanía percibe un gran conflicto en ellas, 33% de la elite cultural y 23% de la elite política comparten esa percepción, para caer a 8% de los encuestados de la elite económica que coincide con ese diagnóstico.
Segundo, se aprecia una clara divergencia entre las elites y la población al analizar las relaciones entre Chile y sus países vecinos, como así también entre chilenos e inmigrantes. De hecho, para 35% de la ciudadanía existe un gran conflicto entre Chile y los países vecinos, percepción que cae drásticamente a 7% promedio en las tres elites. Del mismo modo, mientras en promedio 11% de las elites encuestadas considera que no existe un gran conflicto entre los chilenos y los inmigrantes, 45% de la ciudadanía sí percibe de modo muy problemático esta relación, en línea con la brecha antes presentada en torno de cómo la inmigración es discutida y evaluada. Consistentemente, y por razones que pueden incluir la conveniencia económica, posturas cosmopolitas o de valoración de la diversidad y también la distancia territorial y social, los datos revelan que la elite exhibe desdén hacia un tema que para la población chilena es considerado muy complejo.
No obstante esta brecha, existe alta coincidencia frente a otros conflictos, como es el caso de la relación entre el pueblo mapuche y el Estado, en la cual 79% de la elite chilena en promedio identifica un gran conflicto, muy cerca del 81% exhibido por la ciudadanía. Estos resultados son relevantes porque sugieren que, si se trata de resaltar los acuerdos para pensar soluciones a problemas comunes, la relación entre el pueblo mapuche y el Estado chileno debería ser un asunto claramente atendido con prioridad, el cual podría considerar aspectos que van desde su reconocimiento hasta su representación política, incluyendo también desigualdades sistemáticas en oportunidades y capital simbólico11.
Brechas salariales
Junto con la concentración de ingreso y riqueza, la desigualdad económica en Chile se refleja en salarios promedio muy bajos. De acuerdo con la Encuesta Suplementaria de Ingresos 2019 del Instituto Nacional de Estadísticas (ine)12, el ingreso laboral promedio de la población ocupada en Chile fue de aproximadamente 890 dólares neto mensual (620.528 pesos chilenos), en tanto que la mediana de ingresos –representativa del punto exacto donde se ubica la mitad de la población– alcanzó unos 570 dólares (401.000 pesos). Diferencias de género y regionales pueden llevar a promedios y medianas aún más bajos; por ejemplo, en el mismo periodo, el ingreso promedio para las mujeres fue de unos 722 dólares (506.651 pesos), mientras que la mediana del ingreso para las mujeres llegó a 500 dólares (352.865 pesos).
Para abordar las diferencias salariales en la encuesta, consideramos dos preguntas: la primera de ellas solicita a los encuestados que respondan cuál es el ingreso mensual líquido que creen que se recibe en cinco ocupaciones distintas, y la segunda, cuál es el ingreso mensual líquido que se debería recibir en tales ocupaciones. Las ocupaciones seleccionadas capturan niveles muy distintos de la estructura ocupacional, a saber, posiciones de muy baja o baja remuneración (un obrero no calificado de una fábrica y un cajero de supermercado), de remuneración media-alta (un profesor universitario) y posiciones en la cima de la jerarquía salarial (un diputado y un gerente de una gran empresa nacional). En su conjunto, ambas preguntas permiten conocer cómo perciben los encuestados los sueldos actuales y los sueldos justos en esas ocupaciones.
Los gráficos 2 y 3 ilustran las percepciones de la elite frente a estas preguntas. En el primer caso, los encuestados reconocen diferencias importantes en los salarios que recibirían las ocupaciones, particularmente entre aquellas de baja remuneración y el resto. A su vez, dentro de las tres ocupaciones de mayor salario, se aprecian distancias significativas, y todas las elites perciben que el gerente de una gran empresa puede ganar entre 75% y casi 300% más que un diputado. Todas estas cifras sin embargo tienen transformaciones cuando se observa la pregunta que mide el salario que deberían obtener estas ocupaciones: mientras que los encuestados de las tres elites declaran que un cajero de supermercado, un obrero no calificado y un profesor universitario deberían tener salarios superiores a los que ellos estiman que reciben actualmente, al mismo tiempo plantean que las retribuciones de los diputados y gerentes de grandes empresas deberían disminuir. Entre estos resultados, sorprende que la reducción que la elite económica esperaría del salario de un gerente es bastante menor a la que esperan las otras elites para este grupo. Esto es importante si tenemos en consideración que, en términos reales, estos salarios representan una diferencia abismal con lo que obtiene la mayoría de los chilenos, como exhiben las cifras de media y mediana salarial presentadas anteriormente.
Al mirar más específicamente las magnitudes de estos cambios, se observa que las tres elites no aplican el mismo criterio para proponer cambios salariales en ocupaciones de otras elites frente a la ocupación asociada con su ámbito de pertenencia, siendo más benevolentes con esta última. Así, las tres elites proponen un salario más alto para un profesor universitario, pero mientras la elite económica propone un alza de 65% y la política de 63%, la elite cultural sugiere que el salario de esa ocupación debería ser 83% mayor. Inversamente, mientras la elite económica sugiere que la reducción salarial de un diputado debería ser de 39% y la elite cultural de 45%, para la elite política tal disminución debería ser de 38%. Finalmente, aunque las elites política y cultural esperarían bajas salariales de 34% y 64% respectivamente para el gerente de una gran empresa, la elite económica sugiere que tal reducción solo debería ser de 8%.
Conclusión
En este artículo hemos examinado las percepciones y preferencias de la elite chilena en torno de cuatro temas de alta relevancia en el país: la polarización ideológica, la inmigración, la percepción de conflictos y las brechas salariales. Para eso, proporcionamos nueva evidencia basada en una encuesta a la elite económica, política y cultural, estableciendo comparaciones con actitudes ciudadanas obtenidas de encuestas recientes.
En términos generales, los resultados muestran una desconexión importante entre las posiciones de las elites y las expresadas por la mayoría de la población chilena. En aspectos tan diversos como la migración, el rol que debe asumir el Estado en la provisión de servicios sociales o los conflictos económicos y de clase, se observa una distancia particularmente significativa entre la elite económica y la ciudadanía. Esto es importante porque problematiza las consecuencias que puede tener la conversión de desigualdad económica en desigualdad política. Si es cierto que grandes disparidades de recursos pueden traducirse en disparidades de voz e influencia para lograr que las preferencias de los grupos privilegiados se impongan sobre las de aquellos de menores recursos13, que esas preferencias sean muy distintas debilita profundamente el potencial de las democracias de producir políticas públicas en favor de las mayorías14. Asimismo, y respecto a las desigualdades que caracterizan nuestra época, esto no solo intensifica la desconfianza en las instituciones económicas y políticas que parecen beneficiar a una minoría15, sino que pone en riesgo los soportes básicos del capitalismo y las políticas de bienestar contemporáneas, agravando la secesión de los ricos y la insuficiencia de las instituciones redistributivas, lo que favorece a su vez la conformación de un capitalismo patrimonial16.
En términos más específicos, los resultados también permiten avanzar en el estudio de las elites en el siglo xxi. Los datos sugieren que estas no son un grupo completamente homogéneo y monolítico, sino que en algunos casos tienen opiniones diversas e incluso posiciones coincidentes con la ciudadanía. Esto es particularmente destacado en lo que concierne a la elite cultural, aunque también es identificable a veces en la elite política. Tal resultado es importante al momento de pensar en reformas sociales, políticas y económicas, haciendo posible avanzar en coaliciones que vayan más allá de las diferencias ideológicas frente a algunos temas e incorporando liderazgos que ocupan posiciones influyentes en distintas esferas sociales. En temas altamente controversiales, sin embargo, este tipo de alianzas resulta más complejo, razón por la cual el grado de éxito en cada caso dependerá de la construcción de mayorías que cuenten con bases amplias de apoyo, incluyendo también la participación de la sociedad civil.
Finalmente, los resultados también señalan otra discusión que debe ser profundizada con nuevas investigaciones en el futuro. La evidencia de nuestro estudio sugiere que en Chile no existe alta polarización en la ciudadanía, sino más bien en la elite. Parte del problema seguramente radica en que segmentos de la elite tienen muy poco contacto con la realidad del país e incluso promueven agendas que, voluntariamente o no, fomentan la polarización, por ejemplo, mediante el financiamiento a think tanks que difunden ideas de derecha radical17. A su vez, los datos disponibles indican que desde hace largo tiempo importantes segmentos de la ciudadanía han venido adoptando posiciones morales cada vez más liberales y, a su vez, demandan un rol más activo del Estado en la regulación del mercado, provisión de bienestar y protección del medio ambiente18. Considerando el proceso de discusión constitucional que enfrenta el país, los debates sostenidos en la esfera pública muchas veces enfatizan la intensificación de las diferencias entre elites, más que un acercamiento más profundo al parecer de la ciudadanía con el fin de propiciar un diálogo más amplio y representativo de las preocupaciones de distintos grupos. En este sentido, priorizar los planteamientos de la ciudadanía en la conversación pública, así como evitar la sobrerrepresentación de la elite –en especial, de la elite económica– en esa conversación, representan desafíos de gran envergadura para que las propuestas que de allí emanen sean del interés y conveniencia de la mayoría. Sin ser aún claro el desenlace de este proceso, la elección de los constituyentes el 15 y 16 de mayo pasados ofrece señales interesantes de una mayor representatividad de la realidad nacional y crea expectativas para proyectar un diálogo más democrático y fructífero para el Chile de las próximas décadas. En efecto, la gran diversidad de la Convención Constitucional recientemente electa contrasta de manera radical con la homogeneidad de género, etaria, socioeconómica e ideológica de la elite que fue encuestada en este estudio.
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1.
Thomas Piketty: El capital en el siglo XXI, FCE, Ciudad de México, 2014.
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2.
V., por ejemplo, Pierre Rosanvallon: La sociedad de los iguales, RBA, Barcelona, 2012.
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3.
J. Atria y C. Rovira Kaltwasser: «Informe de resultados. Estudio COES de la elite cultural, económica y política en Chile», COES, Santiago de Chile, 2021.
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4.
Sofia Donoso y Marisa von Bülow (eds.): Social Movements in Chile: Organization, Trajectories, and Political Consequences, Palgrave-Macmillan, Nueva York, 2017.
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5.
Un análisis empírico de la votación para ese plesbiscito se puede encontrar en Carlos Meléndez, C. Rovira Kaltwasser y Javier Sajuria: «Chile 2020: pandemia y plebiscito constitucional» en Revista de Ciencia Política vol. 41 No 2, 2021.
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6.
Wilhelm P. Rebenstorf y Hilke Bürklin (eds.): Eliten in Deutschland: Rekrutierung und Integration, vs Verlag für Sozialwissenschaften, Wiesbaden, 1997; Ursula Hoffmann-Lange: «Methods of Elite Identification» en Heinrich Best y John Higley (eds.): The Palgrave Handbook of Political Elites, Palgrave Macmillan, Londres, 2018.
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7.
N. Bermeo: Ordinary People in Extraordinary Times: The Citizenry and the Breakdown of Democracy, Princeton UP, Princeton, 2003.
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8.
Cas Mudde y C. Rovira Kaltwasser: Populism: A Very Short Introduction, Oxford UP, Nueva York, 2017.
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9.
Fundación Servicio Jesuita a Migrantes: Migración en Chile. Anuario 2019, un análisis multisectorial, Santiago de Chile, 2020.
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10.
Nicolás Somma, Matías Garretón, Tomás Campos y Alfredo Joignant: «Radiografía del estallido social» en A. Joignant, M. Garretón, N. Somma y T. Campos (eds.): Informe anual Observatorio de Conflictos COES 2020, COES, Santiago de Chile, 2020.
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11.
V. por ejemplo Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD): Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile, Naciones Unidas, Santiago de Chile, 2017.
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12.
INE: Encuesta Suplementaria de Ingresos (ESI), 2020; síntesis de datos utilizados disponible en INE: «Ingreso laboral promedio mensual en Chile fue de $620.528 en 2019», 26/10/2020,
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13.
Task Force on Inequality and American Democracy, American Political Science Association: «American Democracy in an Age of Rising Inequality», APSA, 2004.
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14.
Benjamin I. Page, Larry M. Bartels y Jason Seawright: «Democracy and the Policy Preferences of Wealthy Americans» en Perspectives on Politics vol. 11 No 1, 2013.
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15.
Joseph Stiglitz: El precio de la desigualdad, Taurus, Madrid, 2012.
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16.
T. Piketty: ob. cit.; J. Atria: «Legalism and Creativity: Tax Non-Compliance in the Eyes of the Economic Elite» en International Review of Sociology vol. 29 No 1, 2019.
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17.
Mireya Dávila: «Los think tanks de derecha en tiempos de crisis» en Barómetro de Política y Equidad vol. 17, 2020.
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18.
C. Rovira Kaltwasser: «La (sobre)adaptación programática de la derecha chilena y la irrupción de la derecha populista radical» en Colombia Internacional No 99, 7-9/2019; C. Rovira Kaltwasser: «El error de diagnóstico de la derecha chilena y su encrucijada actual» en Estudios Públicos No 158, 2019.