La izquierda polaca, el pacifismo y la guerra
marzo 2025
Las opiniones pacifistas son escasas en Polonia. La nueva izquierda comparte la necesidad de rearme; solo algunas figuras, minoritarias, cuestionan la militarización del país.

«Para 2030, Europa debe ser, en términos de ejército, armamento y tecnología, claramente más fuerte que Rusia. Y lo será», dijo Donald Tusk en el Consejo Europeo el jueves 20 de marzo. Justo antes de partir a Bruselas, el primer ministro liberal se mostró satisfecho de ver cómo se fortalecía la defensa europea. «Esto ha sido posible gracias al esfuerzo polaco», aseguró en Varsovia. De hecho, Polonia es uno de los países de la Unión Europea (UE) que está impulsando la rearme continental. Desde el comienzo de la guerra rusa en Ucrania, en 2014, el país este-europeo ha aumentado considerablemente su gasto militar, que se ha más que duplicado en diez años. Tiene previsto expandir su ejército, que actualmente cuenta con 200.000 integrantes, a 300.000 en los próximos diez años. Tusk anunció la semana pasada la creación de formaciones militares voluntarias, mientras que Varsovia, junto con los tres países bálticos, declaró hace unos días su intención de retirarse de la Convención de Ottawa, que prohíbe las minas antipersonal.
Estas perspectivas apenas reciben críticas en el país del Vístula. La militarización cuenta con el consenso de la clase política. Tanto es así que incluso el partido Nowa Lewica (Nueva Izquierda), socio de la coalición gubernamental junto con la derecha liberal de Plataforma Cívica (el partido de Donald Tusk) y el agrarista Partido Campesino Polaco (PSL, por sus siglas en polaco) se adhiere completamente a ella.
«Todos los países europeos deberían destinar al menos 3% de su PIB a su presupuesto de defensa», nos explica la diputada Anna-Maria Żukowska, presidenta del grupo parlamentario de Nueva Izquierda. Rusia no está perdiendo esta guerra, prosigue con la invasión de Ucrania. Putin solo busca una cosa: prolongar el conflicto. Trump cree que podrá convencerlo, pero no tiene control sobre él, Putin sigue controlando el juego».
Para esta diputada, que está en su segundo mandato, en un Parlamento en el que la izquierda cuenta con 26 de las 460 bancas, la amenaza rusa es tan palpable aquí que la necesidad de ser capaz de defenderse, y rápido, prevalece sobre todo lo demás. «La experiencia de la pandemia [de covid-19] nos ha demostrado que no podemos depender de productos de origen extranjero, como China, cuando los necesitamos con urgencia», dice. «Nuestro equipo militar debe fabricarse ahora aquí, en suelo europeo».
Polonia no ha llegado a ese punto: hasta ahora, el material militar polaco procede principalmente de Estados Unidos y Corea del Sur... Nueva Izquierda se había opuesto, en 2020, a que Varsovia encargara aviones F-35 al otro lado del Atlántico, en detrimento de sus gastos sociales. Una posición que ha desaparecido de su discurso actual.
¿Qué distingue ahora a la izquierda polaca de otras formaciones políticas? Anna-Maria Żukowska invoca algunas votaciones recientes, como la supresión del derecho de asilo, a la que se opuso su partido. Pero en un país donde la opresión soviética ha dejado heridas abiertas, el conflicto ruso al otro lado de la frontera tiene el efecto de provocar una unión sagrada... que corre el riesgo de debilitar a la izquierda.
La diputada lo reconoce, su partido se encuentra en una situación difícil. Para financiar la continuación del esfuerzo militar sin recortar los gastos sociales de un país donde el Estado del bienestar ya es escaso, habría que aumentar los impuestos. «Pero eso es muy impopular... Actualmente, en Polonia solo hay dos tramos impositivos, los ingresos más altos solo están gravados al 32%, y las numerosas filiales de empresas extranjeras instaladas aquí casi no pagan impuestos. Necesitamos un sistema impositivo más progresivo, que grave más a las grandes rentas».
Desde el comienzo de la invasión rusa del país vecino, hace tres años, la sociedad polaca ha mostrado una solidaridad con el pueblo ucraniano sin precedentes en el resto de Europa. Los espontáneos impulsos de generosidad durante las primeras semanas de la llegada masiva de refugiados, la ayuda mutua que continúa desde entonces... el sentimiento de fraternidad frente a un adversario común es evidente. Pero no ha habido ninguna manifestación para pedir la paz, no ha surgido ninguna movimiento pacifista, y entre las figuras intelectuales del país, ninguna se adscribe a esta corriente.
El rostro de la izquierda no partidista, el editor en jefe de la revista Krytyka Polityczna, Sławomir Sierakowski, incluso lanzó una colecta en febrero de 2022 junto con el historiador estadounidense Timothy Snyder para comprar un dron para el ejército ucraniano...
Como muestra de esta atmósfera de consenso, la socióloga Weronika Grzebalska era, antes de 2014, una voz crítica con la militarización de Polonia. Hoy ya no lo es en absoluto. «Cuando vives en este país, entiendes que necesitas defenderte. Nadie creía que Ucrania fuera a ser atacada, y sin embargo... No podemos permitirnos creer que eso nunca va a suceder en Polonia. Debemos estar preparados. Y si queremos tener una voz legítima en el debate público, estamos obligados a tomarnos esta cuestión en serio». Sin embargo, hay matices, piensa, y la crítica de esta investigadora de la Academia de Ciencias se centra ahora en la forma en que se aborda esta defensa.
Grzebalska lamenta que nos centremos en el aspecto puramente militar. Sin hablar de armar a todo el mundo, hay que construir una resistencia ciudadana, estima esta investigadora, cuya tesis doctoral sobre las mujeres polacas durante la Segunda Guerra Mundial recuerda la tradición de resistencia y autoorganización de la sociedad polaca bajo los diferentes regímenes que ha sufrido.
«Al igual que en los países escandinavos, nuestra seguridad debería basarse en varios pilares: las instituciones estatales y las comunidades locales; las empresas, especialmente en el sector energético; los civiles, como los profesores y profesoras, que deben recibir formación sobre el comportamiento que deben adoptar en caso de emergencia, primeros auxilios...».
Las mujeres serían, obviamente, fundamentales en este dispositivo, subraya la investigadora, al contrario de cómo fue presentado el plan de formación militar por Donald Tusk. «Lo abrió a hombres sanos... Luego se confirmó que también estaría abierto a mujeres. Pero, ¿por qué el discurso no se dirige a nosotras directamente? ¡Dejemos de considerarnos ‘+ 1’! Y tengamos en cuenta que si más mujeres se alistan en el ejército, los hombres tendrán que implicarse más en el ámbito privado para apoyar este esfuerzo…»
La joven activista climática Dominika Lasota tampoco tiene ninguna duda de que hay que «estar preparado», porque «Putin no se detendrá». Incluso si tal política armamentista no tiene nada de ecológica. «Invertir en nuestra defensa y formar a todo el mundo en defensa civil es, por desgracia, necesario», asegura esta estudiante de Ciencias Políticas que fue una figura importante en las marchas por el clima en Polonia. Para nosotros, la guerra en Ucrania no es una curiosidad. De hecho, esta guerra es nuestra».
Son escasas y hay que buscarlas, pero algunas voces desentonan con estos discursos. Tymoteusz Kochan, que publicó el año pasado un libro sobre el imperialismo ruso y estadounidense, es una de ellas. Está convencido de que la sociedad polaca no tiene ningún deseo de luchar y entrar en un conflicto. Este joven especialista en filosofía marxista, que vive en Szczecin, en el noroeste del país, cree que hay «una diferencia entre lo que la sociedad realmente piensa, por un lado, y lo que las elites tienen en mente y lo que se transmite en los medios de comunicación, por otro. Si la sociedad polaca está a favor de Ucrania, eso no significa que quiera que el conflicto continúe. Y el conflicto no beneficia en absoluto a las clases populares».
Según Kochan, lo que hace que se acepten hoy en día las decisiones de la clase dirigente es el miedo a ser el segundo país en la lista de Putin. Y el temor a parecer pro-ruso, o incluso un agente de Rusia, si se manifiesta por la paz. «Personalmente, no creo que el riesgo de una invasión rusa en Polonia sea tan grande, porque Rusia no tiene tantos medios y nosotros somos miembros de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte]. Asumir un enfrentamiento directo con esta última me parece un escenario irreal desde el punto de vista de Moscú».
Sobre todo, hay dos ganadores en esta política de militarización, y no será Polonia. «Las industrias de armamento estadounidenses y rusas se benefician enormemente de esta guerra», subraya el treintañero, para quien Polonia necesita sobre todo dinero público para sus universidades, su sistema sanitario y sus cajas de prestaciones por desempleo, todos ellos ámbitos en los que se encuentra entre los países menos dotados del continente.
En cuanto a la compleja relación de la izquierda con el pacifismo, añadió: «Antes de la Primera Guerra Mundial, todas las izquierdas del continente estaban a favor de aumentar el gasto militar. Lenin y Rosa Luxemburgo, que se oponían a ello, eran una minoría, incluso en la izquierda. La socialdemocracia europea votó entonces a favor de la guerra en Europa... Hoy nos encontramos en una situación similar».
Tymoteusz Kochan es consciente de que hoy en día forma parte de una pequeña minoría. Roman Kurkiewicz, una generación mayor que él, comparte plenamente esta sensación. «Ser pacifista hoy en día en Polonia es experimentar una sensación de total soledad», dice este periodista de 62 años, columnista de Przegląd, un semanario de izquierdas con un tiraje de 10.000 ejemplares. «No se nos escucha, y no se piensa en ninguna alternativa en la clase política, ni en los medios de comunicación, ni siquiera en el mundo académico. No es que necesite que se escuche mi punto de vista. Pero no entiendo por qué la gente no reacciona».
Él, que se considera «hijo de la guerra», que creció escuchando las atrocidades que contaban sus padres y abuelos y que recuerda que Varsovia era «un campo de ruinas» después de la Segunda Guerra Mundial, se pregunta: «¿Cómo es posible que después de eso no seamos capaces de ver que es necesario luchar de otra manera que no sea con las armas?».
Hay que decir que el país está impregnado de una cultura bélica; sus museos y sus innumerables monumentos presentan a los polacos de manera heroica, a pesar de las derrotas y los desenlaces trágicos. Con motivo de la inauguración del Museo de la Segunda Guerra Mundial en 2017 en Gdańsk, estalló una polémica: el lema «Nunca más» estaba para algunos desdibujado...
Actualmente, la expresión latina «Si vis pacem, para bellum» está en auge: si quieres la paz, prepárate para la guerra. «Pero si quieres la paz, ¡debes construir la paz!, se molesta Roman Kurkiewicz. Eso es lo que debería decir la izquierda, pero el partido Nowa Lewica es más bien un partido de centro en un país que se está volviendo de extrema derecha».
Polonia tiene tanto miedo de la amenaza rusa que le resulta imposible pensar en la otra guerra a las puertas de Europa, las masacres de Israel en Gaza. «La gente no hace la conexión», lamenta el periodista. Y si la mayoría de los medios de comunicación siguen mostrando, como llevan haciendo desde hace tres años, una pequeña bandera ucraniana en solidaridad con el pueblo vecino, la causa palestina está prácticamente ausente del espacio público polaco.
Nota: La versión original de este artículo, en francés, se publicó en Mediapart el 23/3/2025 y está disponible aquí. Traducción: Pablo Stefanoni.