Tema central
NUSO Nº 239 / Mayo - Junio 2012

La formalización del trabajo en Brasil. El crecimiento económico y los efectos de las políticas laborales

Desde 2004, Brasil ha mostrado un buen desempeño de su mercado de trabajo tanto en términos de reducción del desempleo como de aumento del trabajo formal. Además del crecimiento económico, en este desempeño han tenido un papel las instituciones públicas, la recuperación de la capacidad de negociación de los sindicatos, los incrementos del salario mínimo y las políticas sociales masivas, como el programa Bolsa Familia. El número de sindicalizados volvió a aumentar luego de una caída continua en los años 90. Al mismo tiempo, se observa una fuerte reducción de la pobreza y de la extrema pobreza. Estos datos ponen en cuestión las tesis liberales sobre la conveniencia de la flexibilización laboral.

La formalización del trabajo en Brasil. El crecimiento económico y los efectos de las políticas laborales

Introducción

El mercado de trabajo brasileño, al igual que los de prácticamente todos los países latinoamericanos, ha presentado indicadores muy positivos durante la primera década del siglo XXI, en especial en lo que respecta al alza del empleo formal y protegido, la caída del desempleo, la disminución de las desigualdades en la retribución del trabajo, el aumento del ingreso promedio de los trabajadores y el incremento más notorio de los salarios de base, fundamentalmente gracias a la política de valorización del salario mínimo. Si bien queda una serie de problemas estructurales del mercado de trabajo brasileño sin resolver, este movimiento abrió una perspectiva para avanzar hacia la ampliación de la protección social.

La mejora, ocurrida principalmente a partir de 2004, representó una nítida inflexión en relación con la década de 1990, momento en el cual se produjo un significativo deterioro de los indicadores del mercado de trabajo. Esto sucedió en un contexto de inserción del país en la globalización financiera mediante la adopción de políticas de corte neoliberal, con bajo e inestable crecimiento económico y una reestructuración productiva que incluyó la implementación de una agenda de flexibilización de las relaciones laborales, como «alternativa» para enfrentar el creciente desempleo. La inflexión de los indicadores en el mercado laboral puso de manifiesto que la flexibilización no tiene una relación positiva con la creación de empleos. Por el contrario, las oportunidades generadas por un mayor dinamismo económico pueden incrementarse, dentro de una perspectiva de estructuración del mercado y de relaciones laborales, a partir de la acción del Estado y del movimiento sindical, en la medida en que la acción conjunta es muy importante para definir las formas de uso, contratación y remuneración del trabajo.

La formalización del mercado y las relaciones laborales en Brasil a partir de 2004

El contexto brasileño de desestructuración del mercado y de las relaciones de trabajo comenzó a transformarse de forma significativa y consistente a partir de 2004. Durante el primer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva y a un ritmo modesto, se registraron varios cambios positivos que, de manera progresiva y acumulativa, se amplificaron en el transcurso del segundo mandato y al comienzo del gobierno de Dilma Rousseff1.

Mientras que en 2010 la crisis internacional provocó una fuerte suba del desempleo en varios países, en Brasil se observó un aumento de 7,5% del PIB y el índice promedio de desempleo metropolitano cayó a 6,7%2, porcentaje significativamente menor que el observado en el año de mayor impacto de la crisis (8,1% en 2009). Esto refleja un crecimiento notorio del ritmo de generación de empleos en 2010: 2,9% en áreas metropolitanas3. Durante 2011, el índice promedio anual de desempleo metropolitano retrocedió aún más y se ubicó en 6%, mientras que la ocupación aumentó 1,3%. La caída del desempleo entre 2004 y 2011 benefició a todos los grupos: hombres, mujeres, población mayor de 50 años, sostenes de familia, jóvenes, otros integrantes de la familia. Sin embargo, los hombres de 25 años o más resultaron los más favorecidos. Así, la situación se modificó sustancialmente: de un desempleo explosivo y generalizado en 2002 se pasó a reducidos índices de desempleo, con pleno empleo en varios segmentos y regiones, y un progresivo faltante de profesionales de varias especialidades durante el periodo 2010-20114.

En el contexto de ese proceso de aumento de la ocupación y caída del desempleo, se destaca una fuerte expansión del empleo asalariado formal en los sectores privado y público; los índices promedio anuales de expansión, solo en el periodo 2007-2009, fueron de 5,1% y 4,4%, respectivamente. Estos valores son muy superiores al ritmo de crecimiento de la población económicamente activa (1,45%) y del total de ocupados (1,49%)5. Este desempeño fue suficiente para aumentar de manera significativa el peso del salario y la formalización en la estructura ocupacional de todo el país6.

Durante el periodo 2004-2009, la expansión del empleo formal para el sector privado fue de 25,3%; para el empleo en el sector público alcanzó el 19,3%; en el caso de los empleadores, su número creció en 15%. Las peores ocupaciones presentaron un ritmo mucho menor de crecimiento: el trabajo doméstico se incrementó en 11,8%; el empleo asalariado informal disminuyó 0,8%; el trabajo autónomo aumentó apenas 2,3%, y el trabajo no remunerado se redujo en 21,7%7. Estos datos expresan una tendencia ya caracterizada para ese periodo, según la cual las mejores ocupaciones crecieron a un ritmo más significativo que las peores, dentro del proceso de ampliación notoria del salario y de la formalización de los vínculos laborales8.

Además, esas peores ocupaciones pasaron a mejorar gracias al proceso de formalización, el aumento del valor real del salario mínimo, las mejoras reales de los salarios y los beneficios laborales alcanzados en las negociaciones colectivas9. Por lo tanto, la estructura ocupacional comenzó a recibir los impactos positivos de la pérdida relativa de participación en las peores ocupaciones –con una caída de casi seis puntos porcentuales–, la mejora de esas ocupaciones y el mayor incremento de ocupaciones calificadas y formalizadas –de nivel técnico o superior en áreas como la de los profesionales de ciencias y artes, y en medianas y grandes empresas privadas y públicas, más organizadas y estructuradas, además de los empleos generados por el sector público–; estas últimas aumentaron en conjunto su participación en poco más de cuatro puntos porcentuales dentro de la estructura ocupacional. Así, además del aumento del salario y de la formalización, también benefició a la estructura ocupacional la caída de las ocupaciones precarias, informales e ilegales: el total de los asalariados informales, trabajadores autónomos, trabajadores domésticos y sin remuneración presentó una disminución absoluta en el periodo 2004-200910.

El desempeño favorable del mercado brasileño de trabajo entre 2004 y 2011 estuvo determinado, principalmente, por un ritmo de crecimiento económico cuyo índice promedió 3,5% en el periodo 2003-2006 y 4,5% en el lapso 2007-2010, incluso considerando los perversos impactos de la crisis financiera internacional. A pesar de la opción del gobierno de Lula de seguir, inicialmente, una política macroeconómica guiada por un extremo conservadurismo (en lo que respecta a la política fiscal, con elevados superávits primarios, y más aún en relación con la política monetaria, con las tasas reales de interés más elevadas del mundo), a partir de 2004 la economía brasileña comenzó a crecer a un nivel superior al observado para el periodo 1990-200211.

En un primer momento, esto se debió a importantes cambios en el escenario internacional y a sus impactos positivos en la reducción de la extrema vulnerabilidad externa de la economía brasileña. Con el estímulo de un escenario donde notoriamente aumentaron la demanda y los precios internacionales de los commodities y, luego, en un contexto interno marcado por una tasa de cambio desvalorizada y la significativa capacidad ociosa en diversos segmentos productivos, las exportaciones sorpresivamente presentaron un ritmo de crecimiento vigoroso y continuo, en especial a partir de 2003, hecho que se prolongó hasta la llegada de los impactos negativos de la crisis internacional a fines de 2008.

Con el notorio aumento de las exportaciones, la obtención de un superávit en el comercio exterior y en las transacciones corrientes y la disminución de la desconfianza de los inversores externos –que derivó en un aumento del ingreso de capital extranjero y en un retorno del que había dejado el país el año anterior–, la situación externa mejoró, la moneda brasileña pudo revertir en parte su gran desvalorización, la inflación fue cediendo y la política monetaria pasó muy lentamente a ser menos restrictiva. Estos factores contribuyeron a aumentar el ritmo de crecimiento económico desde 2004.

Gracias a la continuidad del ímpetu exportador determinado externamente por la economía mundial y, sobre todo, por la demanda china y asiática de materias primas, a los efectos multiplicadores del comercio exterior en la demanda interna y a la implementación de políticas que ampliaron el acceso al crédito (en la modalidad de crédito consignado), aumentaron el volumen de transferencia del ingreso hacia los pobres (mediante el programa Bolsa Familia) y elevaron el salario mínimo y, con ello, el piso de los beneficios de la previsión social, el mercado interno se transformó en la principal fuente de suba de la demanda y el PIB creció notoriamente12.

La mejora económico-financiera de las empresas y del sector público, el comienzo de una reorientación de la política económica desde la crisis política de 2005 y la necesidad de reconquistar apoyos para enfrentar las elecciones también contribuyeron a elevar las tasas de crecimiento del PIB. En ese contexto, el gobierno formalizó un acuerdo con las centrales sindicales en torno de una política de valorización del salario mínimo, profundizó el programa Bolsa Familia y planteó una serie de políticas de estímulo al desarrollo de la infraestructura, la promoción industrial y el desarrollo regional, que se denominaría Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC).

A partir de 2006, aumentó la importancia del Estado en la promoción del desarrollo. El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), con una dirección más calificada y desarrollista, obtuvo más recursos y alcanzó importancia política. Con la mejora de la situación externa, el pago de la deuda al Fondo Monetario Internacional (FMI) y la progresiva mejora de la situación fiscal, parte de la financiación del PAC se hizo viable a través de superávits fiscales primarios relativamente menores. Así, los índices de crecimiento económico se elevaron de manera sustancial, lo que reflejó el fuerte impulso dado por el aumento del ingreso y el acceso al crédito para las familias más pobres y de la clase media baja, cuyos ingresos crecieron con los impactos del Bolsa Familia, el aumento del salario mínimo, la recuperación real de los salarios en las negociaciones colectivas, el aumento del empleo e, inclusive, con la lenta reducción de la tasa real de interés. Pero el crecimiento también recibió el impulso del aumento del gasto y la inversión pública, y de la suba de la inversión privada13.

Es dentro de esa perspectiva de cambio político, en un contexto externo y fiscal más favorable, donde podemos entender la importancia clave de las políticas públicas de combate a los efectos de la crisis internacional de 2008, responsables por la rápida recuperación económica, que no solo evitaron un nuevo proceso de desestructuración del mercado de trabajo sino que, además, contribuyeron para que la reestructuración en curso continuara avanzando incluso con mayor robustez, principalmente durante 2010.

En ese contexto, el aumento de la formalización también fue influenciado positivamente por la mejora de la situación económico-financiera de las firmas, con el retorno del crecimiento del empleo en las grandes y medianas empresas14. Además, es necesario destacar la gran importancia que asumen la notoria reducción de los índices de desempleo y la fuerte ampliación de nuevas oportunidades ocupacionales en el proceso de formalización del empleo. A mediados de 2000, la composición de los trabajadores que buscaban trabajo se alteró: la mayoría se transformó en trabajadores ocupados en busca de una mejor ocupación. Considerando los más de 15 millones de empleados asalariados informales, ese contexto de ampliación de oportunidades de empleo permitió que una mayor proporción de desempleados no aceptara ocupar un puesto de trabajo informal y sin protección social, y que los trabajadores ya ocupados (y sin registro) intentaran aprovechar las mejores oportunidades para encontrar un empleo formal y protegido por la legislación laboral y la previsión social. Es decir, la fuerte ampliación del empleo y la caída del desempleo revirtieron una situación muy común hasta 2003, en la cual los trabajadores aceptaban cualquier tipo de trabajo y vínculo laboral, en un contexto de desempleo récord, lo que ampliaba la participación del trabajo informal y precario15.

Además de los impactos positivos del dinamismo económico sobre el mercado, es necesario destacar el papel de las instituciones del Estado, la presencia del movimiento sindical y la implementación de varias políticas públicas. A pesar de que el buen desempeño de la economía fue un presupuesto, el proceso de formalización también puede explicarse por otros factores de orden social y político, entre los que se destacan la importancia de las políticas de regulación del mercado de trabajo. En ese sentido, se puede recalcar el papel que desempeñaron las instituciones públicas (Justicia del Trabajo, Ministerio Público de Trabajo y Ministerio de Trabajo y Empleo). La posición de esas instituciones estatales ayudó a combatir los fraudes y la ausencia de registro en las relaciones laborales, al adoptar posturas que estimularon a los agentes económicos a actuar dentro de la legalidad, en un ambiente económico favorable y en un mercado de trabajo que experimentó un aumento del poder de negociación de los trabajadores y de sus organizaciones16.

En el ámbito de la política económica, también se implementaron algunas medidas que favorecieron el proceso de formalización, tales como la política fiscal del gobierno desde 1999 destinada a mejorar la máquina recaudatoria ante la perspectiva de enfrentar la creciente deuda pública. En paralelo, se buscó la mejor estructuración del segmento de pequeños negocios, reflejando la extensión de las políticas de estímulo al sector de micro- y pequeñas empresas (con la legislación del Súper Simples), y del trabajo autónomo (con la legislación del Micro Emprendedor Individual)17, y se observa un notorio aumento del empleo público, posible también gracias al aumento de la recaudación fiscal, la ampliación de los servicios y las obras públicas y los proyectos del PAC. El aumento del empleo formal favoreció, a su turno, el acceso al crédito. Además, la intensificación de la lucha contra el trabajo forzado y la notoria caída del trabajo infantil –considerando también su relación virtuosa con el programa Bolsa Familia– contribuyeron a reducir el peso de las formas ilegales e informales de trabajo y a elevar la obligación del trabajo formalizado en la estructura ocupacional18.

Este mayor ritmo de crecimiento del PIB brasileño, la consolidación de una serie de políticas públicas (salario mínimo, Bolsa Familia, mayor acceso al crédito, apoyo a la agricultura familiar, ampliación de los créditos del BNDES) y la acción sindical ayudaron a extender la formalización y a revertir el proceso de desestructuración del mercado y de las relaciones laborales promovido por las políticas neoliberales (económicas, laborales, sociales, de previsión social) de la década de 1990.

Significados y consecuencias del proceso de reestructuración del mercado y las relaciones de trabajo

En la medida en que el crecimiento económico, las políticas públicas y la práctica sindical fueron construyendo un contexto de aumento de los empleos, caída del desempleo, mejora del estándar ocupacional, aumento del poder de compra del salario mínimo y recuperación de los salarios, fue cada vez más evidente, en el plano concreto, que todo ello se hizo realidad al prescindir de la flexibilización o de la reducción del ya bajísimo costo del trabajo, o inclusive de medidas orientadas a eliminar los derechos de los trabajadores19. Más aún: el aumento del salario mínimo y de los salarios en general, en un contexto de fuerte suba del empleo formal, echó por tierra los argumentos y las tesis de los economistas ortodoxos liberales. Estos últimos sostuvieron durante mucho tiempo, especialmente en los años 90 y en la primera mitad de la década de 2000, que el aumento del salario mínimo y su impacto en la estructura salarial provocarían una caída del empleo y el aumento de la informalidad20.

En 2000, la pobreza absoluta se redujo notoriamente. Según los criterios del Banco Mundial, «más de 28 millones de brasileños superaron la ‘línea de pobreza’. El contingente de pobres cayó de 36% a 22% de la población total»21. La proporción de la población en situación de extrema pobreza, que alcanzaba la elevada cifra de 25,8% en 1990, cayó a 4,8% en 2008, lo que equivale a cerca de nueve millones de personas22. No obstante, según la metodología del Ministerio de Desarrollo Social y Combate al Hambre (MDS), aplicada en los datos del Censo Demográfico de 2010, la extrema pobreza aún alcanzaría a 8,5% de la población total, 5,4% de la población urbana y 25,5% de la población rural23.

La elevada desigualdad social se redujo en forma significativa, si consideramos su evolución apenas en un corto periodo. «Entre 2003 y 2010, el ingreso per cápita de los hogares en los estratos más pobres creció en 50% frente al 12% obtenido por los más ricos»24. La caída de la desigualdad se puede comprobar incluso en el índice de Gini, que retrocedió de 0,583 en 2002 a 0,53 en 201025.

Reflejando principalmente el aumento del empleo formal, la población ocupada con diez años o más que contribuye a la previsión social pasó de 39,2 a 49,6 millones, mientras que el total de ocupados sin contribución a la previsión social se redujo de 45,2 a 43 millones solo en el periodo 2004-2009. Los impactos fueron más notorios entre los ocupados de bajos ingresos: el número de ocupados que contribuye a la previsión social, con un ingreso máximo de un salario mínimo, aumentó en 63% durante el mismo periodo26. Estudios del Ministerio de Previsión indican que, sin la previsión social, la pobreza en Brasil sería superior a 45%27.

En el año 2000, y reflejando el crecimiento del empleo formal, existió en las empresas más estructuradas y en el sector público una doble tendencia en relación con el actor sindical. Por un lado, los sindicatos ampliaron su representatividad ante sus categorías profesionales. El número de sindicalizados volvió a aumentar luego de una caída continua en los años 90, y el resultado de las negociaciones colectivas también fue más favorable a los trabajadores, especialmente en lo que respecta a las negociaciones salariales. El índice de sindicalización creció más entre las mujeres y se situaba en 2009, entre los trabajadores formales, en la franja de 27%. El número de sindicalizados pasó de 12,7 millones en 2001 a 16,5 millones en 2009. Entre las mujeres, las sindicalizadas pasaron de 4,8 a 6,6 millones en el mismo periodo. Igualmente, el empleo formal creció con mayor intensidad que la sindicalización.

Al mismo tiempo, el sindicalismo se constituyó en un importante interlocutor en los espacios públicos de discusión al conseguir algunos avances, no tanto por su capacidad de movilización como por su relación con un «gobierno amigo», especialmente en la definición de políticas para enfrentar la crisis financiera de 2008-2009. No obstante, el sindicalismo aún no ha podido alcanzar el mismo protagonismo político que tuvo durante la década de 1980 en la sociedad brasileña, un protagonismo que le permita expresar las aspiraciones más generales de la clase trabajadora. Esto puede notarse, a pesar de los avances, en la timidez de las modificaciones más notorias de la regulación pública del trabajo.

También aumentó el poder de negociación de los sindicatos. Entre 1996 y 2003, el resultado de las negociaciones colectivas fue desfavorable para los trabajadores porque, en general, prevaleció una agenda de reducción de derechos y de pérdida de poder de compra de los salarios –que cayeron 17% entre 1997 y 2003–. Por ejemplo, en una investigación realizada en 2001, se consideró que el mantenimiento de las condiciones laborales previas ya era una victoria por parte de los dirigentes sindicales28. A partir de 2004 hay una importante inflexión, ya que gran parte de las categorías consiguió recomponer el poder de compra de los salarios e inclusive obtener algún aumento real. Las negociaciones salariales son más favorables especialmente por la política de reconocimiento del salario mínimo y por el aumento del poder de negociación de los sindicatos, en un contexto de suba del empleo. Los pisos salariales registraron un aumento aún más notorio. Por lo tanto, el resultado de las negociaciones salariales muestra la existencia de un creciente número de categorías con capacidad para compensar la inflación pasada y conseguir algún aumento real. Por ejemplo, 88% de las categorías consiguió un aumento real durante 201029.

Finalmente, cabe destacar que existen movimientos contradictorios vinculados al avance de la regulación pública y privada de las relaciones laborales. Los cambios en el capitalismo contemporáneo, que reconfiguran a la clase trabajadora, tienden a fortalecer las perspectivas de flexibilización. Al mismo tiempo, también existe un proceso de formalización relacionado con la acción sindical y las instituciones públicas en un contexto de crecimiento económico, y se suman el incremento de la tercerización, la subcontratación, la tasa de rotación y la fuerte presencia de ilegalidades e informalidades, aspectos aún no revertidos en el actual contexto político y económico brasileño30.

  • 1. Paulo Eduardo de Andrade Baltar et al.: Trabalho no governo Lula: uma reflexão sobre a recente experiência brasileira, Working Paper No 9, Global Labour University, Berlín, mayo de 2010; J.D. Krein, A.L. dos Santos y Bartira Tardelli Nunes: «Trabalho no Governo Lula: avanços e contradições», Texto para Discussão No 201, Instituto de Economía de la Unicamp, Campinas, febrero de 2012; A.L. dos Santos: Recuperação econômica e trabalho no governo Lula, unam, México, df, en prensa.
  • 2. Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (ibge): Base de datos de la Encuesta Mensual de Empleo, www.ibge.gov.br, fecha de consulta: 2/2/2012.
  • 3. Ibíd.
  • 4. El índice alcanzó su piso mínimo récord en enero de 2012, con apenas 5,5%. J.D. Krein, A.L. dos Santos y B. Tardelli Nunes: ob. cit.; A.L. dos Santos: Recuperação econômica e trabalho no governo Lula, cit.
  • 5. En el periodo 2004-2006, el crecimiento de la ocupación también estuvo determinado por un elevado crecimiento del empleo asalariado y formal en el sector privado (4,9% anual) y en el sector público (2,3%).
  • 6. P.E.A. Baltar et al.: Trabalho no governo Lula: uma reflexão sobre a recente experiência brasileira, cit.
  • 7. A.L. dos Santos: Recuperação econômica e trabalho no governo Lula, cit.
  • 8. P.E.A. Baltar et al.: Trabalho no governo Lula: uma reflexão sobre a recente experiência brasileira, cit. Se trata de tendencias importantes si se considera la notoria pérdida de participación del salario en la estructura ocupacional durante los años 90, especialmente del empleo asalariado formal.
  • 9. Ibíd.
  • 10. A.L. dos Santos: «Trabalho informal nos pequenos negócios: evolução e mudanças no governo Lula», informe final de investigación, ipea, Brasilia, 2011.
  • 11. A.L. dos Santos: Recuperação econômica e trabalho no governo Lula, cit.
  • 12. P.E.A. Baltar et al.: Trabalho no governo Lula: uma reflexão sobre a recente experiência brasileira, cit.
  • 13. A.L. dos Santos: Recuperação econômica e trabalho no governo Lula, cit.
  • 14. A.L. dos Santos: «Trabalho informal nos pequenos negócios: evolução e mudanças no governo Lula», cit.
  • 15. P.E.A. Baltar et al.: Trabalho no governo Lula: uma reflexão sobre a recente experiência brasileira, cit.
  • 16. Ibíd.
  • 17. A.L. dos Santos: «Trabalho informal nos pequenos negócios: evolução e mudanças no governo Lula», cit.
  • 18. P.E.A. Baltar et al.: Trabalho no governo Lula: uma reflexão sobre a recente experiência brasileira, cit.; A.L. dos Santos: Recuperação econômica e trabalho no governo Lula, cit.
  • 19. P.E.A. Baltar et al.: Trabalho no governo Lula: uma reflexão sobre a recente experiência brasileira, cit.
  • 20. A.L. dos Santos y Fabiano Garrido: «Impactos do salário mínimo sobre a pobreza no Brasil» en Carta Social e do Trabalho No 4, 5-8/2006.
  • 21. Eduardo Fagnani: «Notas sobre o desenvolvimento social recente no Brasil», Texto para Discussão No 198, Instituto de Economía de la Unicamp, Campinas, noviembre de 2011.
  • 22. Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada (ipea): Relatório anual de acompanhamento do Objetivo de Desenvolvimento do Milênio, ipea, Brasilia, 2010.
  • 23. mds: «O perfil da extrema pobreza no Brasil com base nos dados preliminares do universo do Censo 2010», mds, Brasilia, mayo de 2011.
  • 24. Ibíd.
  • 25. ipea: ob. cit.
  • 26. A.L. dos Santos: «Trabalho informal nos pequenos negócios: evolução e mudanças no governo Lula», cit.
  • 27. «[A] mediados de 2011, la previsión social concedió 34,8 millones de beneficios directos distribuidos de la siguiente forma: previsión urbana (16,6 millones), previsión rural (8,4), protección a ancianos pobres y discapacitados (3,8), y seguro por desempleo (6,0). El carácter distributivo de estos programas es más evidente si también contamos sus efectos indirectos. Según el ibge, (...) la previsión social beneficia, directa e indirectamente, a cerca de 104 millones de personas, la mitad de la población del país». Eduardo Fagnani: ob. cit.
  • 28. J.D. Krein: «As tendências recentes nas relações de emprego no Brasil: 1990-2005», tesis de doctorado, Instituto de Economía, Unicamp, Campinas, 2007.
  • 29. J.D. Krein, A.L. dos Santos y Bartira Tardelli Nunes: ob. cit. Las negociaciones colectivas se volvieron más complejas e incluyeron también una agenda de flexibilización de las relaciones de trabajo. Por ejemplo, puede citarse el avance del programa de Participación en las Ganancias y Resultados –que es el principal aspecto negociado en los sectores más dinámicos de la economía– y el cálculo de horas de trabajo como promedio anual –y no mensual o semanal– a los fines del pago de horas extra.
  • 30. P.E.A. Baltar et al.: Trabalho no governo Lula: uma reflexão sobre a recente experiência brasileira, cit.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 239, Mayo - Junio 2012, ISSN: 0251-3552


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