Opinión
enero 2018

Garantizar la transición digital

Las oportunidades que otorgan las tecnologías digitales podrían despilfarrarse en una carrera armamentista regulatoria y legal, plagada de nuevas fronteras y nuevas tensiones globales. Es necesario gobernar Internet.

<p>Garantizar la transición digital</p>

Cada año, el Foro Económico Mundial publica un Informe de Riesgos Mundiales, que sintetiza las opiniones de expertos y responsables de políticas de todo el mundo. Este año, la ciberseguridad está bien arriba en la lista de preocupaciones globales, y así debe ser. En 2017, el mundo fue testigo de una continua escalada de ataques cibernéticos y violaciones a la seguridad que afectó a todos sectores de la sociedad. No hay razones para creer que el 2018 vaya a ser diferente.

Las implicancias son de amplio alcance. En lo más inmediato, debemos lidiar con la gobernancia de Internet así como sobre Internet. De lo contrario, las oportunidades que otorgan las tecnologías digitales podrían despilfarrarse en una carrera armamentista regulatoria y legal, plagada de nuevas fronteras y nuevas tensiones globales.

Pero hay una cuestión más amplia: a pesar de la velocidad con la que avanzamos en la era digital, los esfuerzos para garantizar la estabilidad global están rezagados. En muchos aspectos, nuestro mundo sigue estando organizado dentro de un marco westfaliano. Los estados con fronteras esencialmente reconocidas son los ladrillos del sistema internacional. Sus interacciones, y su voluntad de compartir la soberanía, definen el orden mundial existente.

Pero la globalización ha cambiado gradualmente las realidades en el terreno. Y mientras su fuerza -que crece y decrece desde las décadas previas a la Primera Guerra Mundial- hoy está siendo atemperada por la geopolítica, y por el impulso por desacelerar el ritmo del cambio tecnológico, la transformación digital impulsará la globalización para adelante, aunque de una manera diferente. Después de todo, la principal característica de Internet es su arquitectura no-territorial. Al derribar las fronteras tradicionales, plantea un desafío directo a los propios cimientos del orden westfaliano.

Es un desarrollo profundamente positivo, porque facilita la libre expresión y el intercambio transfronterizo de bienes e ideas. Pero, como con todas las invenciones humanas, se puede abusar de Internet, como lo demostró el aumento de los delitos cibernéticos, el acoso online, el discurso de odio, la incitación a la violencia y la radicalización online.

Minimizar estos abusos en los años por delante requerirá una estrecha cooperación internacional para establecer y hacer cumplir reglas comunes. No puede haber ninguna solución aislada, porque ningún gobierno puede enfrentar el problema por sí solo.

Con el tiempo, ha surgido una sopa de letras de organizaciones para reunir a la comunidad técnica, las empresas, los gobiernos y la sociedad civil. Y organismos como el ICANN (Internet Corporation for Assigned Names and Numbers), IETF (Internet Engineering Task Force) y W3C (World Wide Web Consortium) hoy ofrecen gobernancia de facto de la arquitectura de Internet. Pero la gobernancia sobre Internet es mucho más compleja. Aquí, el paisaje institucional está atestado y es inestable.

Está atestado porque numerosos actores compiten por dar forma al marco normativo del ciberespacio. Muchos países tienen múltiples ministros relevantes que regulan la actividad online. Los sitios web y los servicios online tienen lineamientos comunitarios y términos de servicio totalmente diferentes. Los desarrolladores del sector público y privado determinan el diseño de la infraestructura cambiante de Internet. Y numerosos grupos de la sociedad civil están proponiendo sus propios conjuntos de principios cibernéticos, mientras que organizaciones internacionales intentan desarrollar acuerdos multilaterales.

El paisaje sigue siendo inestable porque la cooperación intergubernamental esencialmente se ha detenido, debido a las prioridades en conflicto entre los países. Para peor de males, todavía existen demasiado pocos espacios para que los diferentes participantes interactúen y diseñen soluciones operativas.

En ausencia de marcos alcanzados de común acuerdo, los gobiernos tenderán a adoptar medidas unilaterales de corto plazo -localización de datos obligatoria, restricciones excesivas de los contenidos, supervisión invasiva- para abordar preocupaciones inmediatas, o como una respuesta a una presión política doméstica. Al hacerlo, podrían alimentar una dinámica que realza, en lugar de minimizar, las tensiones internacionales.

La gobernancia digital toca todo desde la ciberseguridad y la economía hasta los derechos humanos, y la incertidumbre sobre qué leyes se aplican en diferentes jurisdicciones debilita el cumplimiento en todas ellas, lo que deja a todos peor parados. Es más, las medidas destinadas a abordar una dimensión pueden fácilmente afectar a las demás, lo que significa que decisiones políticas no coordinadas y apresuradas pueden tener consecuencias negativas en todas partes.

Cuando tuve el honor de presidir la Comisión Global sobre la Gobernancia de Internet, nuestro informe de 2016 resaltaba esos riesgos, e instaba a «un nuevo compacto social» que garantizara que la Internet del futuro fuera accesible, inclusiva, segura y confiable.

El progreso desde entonces ha sido limitado. Como los esfuerzos en las Naciones Unidas para establecer reglas cibernéticas globales han alcanzado un punto muerto, tendrán que ser las iniciativas alternativas las que impulsen el proceso hacia adelante.

Afortunadamente, la Comisión Global sobre la Estabilidad del Ciberespacio recientemente emitió un importante «Llamado a proteger el núcleo público de Internet». Y la inminente Conferencia Global sobre Internet y Jurisdicción en Ottawa ofrecerá otra oportunidad valiosa para que los responsables de las políticas sigan trabajando para alcanzar soluciones.

Esos procedimientos técnicos y legales son esenciales para forjar la transición global de la era industrial a la era digital. Para evitar una carrera armamentista legal, los responsables de las políticas tendrán que desarrollar una estrategia inteligente para una variedad de cuestiones complejas, desde marcos de asistencia mutua para las investigaciones hasta el papel de los administradores de los nombres de dominio y los proveedores de servicios a la hora de abordar el discurso abusivo online.

Alcanzar una coherencia política en las diferentes jurisdicciones debería ser una máxima prioridad. Para lograrlo, harán falta interacciones directas y sostenidas entre los participantes. Sólo entonces podremos crear un marco para preservar la naturaleza transfronteriza de Internet, proteger los derechos humanos, combatir el abuso y sustentar una economía digital verdaderamente global.

Como dijo Kofi Annan en 2004, «Al gestionar, promover y proteger la presencia de Internet en nuestras vidas, necesitamos ser no menos creativos que quienes la inventaron». Westfalia quedó atrás. Lo que sigue depende de nosotros.


Fuente: Project Syndicate



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