Tribuna global
NUSO Nº 284 / Noviembre - Diciembre 2019

El nacionalismo digital de China y las protestas en Hong Kong Entrevista a Florian Schneider

El nacionalismo digital de China y las protestas en Hong Kong  Entrevista a Florian Schneider

En China, los discursos nacionalistas ocupan la mayor parte de las discusiones relacionadas con política en internet. En el contexto de intensas disputas en torno de la interpretación de las protestas de Hong Kong, esta entrevista a Florian Schneider echa luz sobre la complejidad con que la política y la identidad se expresan online en China y en otros lugares. Florian Schneider es profesor de Política de la China Moderna en el Instituto de Estudios de Área de la Universidad de Leiden. Es editor jefe de la revista académica Asiascape: Digital Asia, director del Centro Leiden para Asia y autor de tres libros: Staging China: The Politics of Mass Spectacle (Leiden up, Leiden, 2019), China’s Digital Nationalism (Oxford up, Oxford, 2018), y Visual Political Communication in Popular Chinese Television Series (Brill, Leiden, 2013, ganador del Premio EastAsiaNet en 2014). Sus investigaciones se centran en cuestiones de gobierno, comunicación política y medios digitales en China, así como en las relaciones internacionales en el Este asiático.

Al comienzo de su libro China’s Digital Nationalism [El nacionalismo digital chino], usted se pregunta qué sucede cuando el nacionalismo se digitaliza. ¿Cuál su definición de nacionalismo digital?Para mí, el nacionalismo digital describe un proceso en el que los algoritmos reproducen e imponen el tipo de sesgos que llevan a la gente a ver la nación como un elemento importante de su identidad personal y como el locus principal de la acción política. Los sesgos en sí mismos son mucho más antiguos que la tecnología digital. Podemos encontrarlos en todo tipo de redes sociales que frecuentemente transmiten los símbolos del nacionalismo a sus audiencias. El nacionalismo digital es especial porque estos sesgos existentes se fortalecen aún más y se hacen parecer naturales en virtud de los procesos de personalización generalizados, los filtros de preferencias y las burbujas grupales que han llegado a definir la comunicación en la internet comercial.

¿Cómo se materializa esto en China? ¿Dónde y cómo se expresa? ¿Cuán representativos son los fenqing, xiaofenhong y otros jóvenes nacionalistas chinos? El nacionalismo digital se expresa en foros online, secciones de comentarios, plataformas de microblogging y aplicaciones de chat. Se manifiesta en la forma en que los motores de búsqueda promueven contenido que privilegia un punto de vista nacional. Se manifiesta en las redes sociales que reproducen sesgos nacionales al mostrar un contenido nacionalista que se ajuste a las preferencias personales de alguien. Cada vez que la gente reproduce los significantes de su nación online, cada vez que contribuye a los discursos digitales sobre la nación, somos testigos de expresiones de nacionalismo digital. El problema es que estas expresiones son ante todo performativas. No sabemos lo que la gente realmente piensa, solo podemos ver lo que hace en foros públicos online. Una expresión nacionalista podría ser un indicio de una creencia firmemente arraigada o de categorías internalizadas, como «nosotros» versus «ellos». O podría ser una clave conveniente o un medio conveniente para enmarcar algún descontento o preocupación que no tenga ninguna relación con la nación. Puede ser una expresión de frustración o entusiasmo momentáneo que nunca se traduce en una acción o apoyo significativo para una institución o política en particular. Ese es el motivo por el cual soy muy escéptico a la hora de asociar datos demográficos específicos al nacionalismo digital en conjunto. Durante mucho tiempo, los académicos supusieron que el nacionalismo popular prevalecía entre los varones jóvenes enojados, pero la investigación realizada por académicos como Alastair Iain Johnston ahora sugiere que esto podría no ser cierto: los jóvenes en China son aparentemente menos nacionalistas que la gente de mediana edad y mayor. Del mismo modo, es muy discutible la existencia de un grupo de mujeres jóvenes, las little pinks [pequeñas rosas], marcadas por un fuerte nacionalismo: como mis colegas Fang Kecheng y Maria Repnikova han mostrado hace dos años, el foro web de esas jóvenes sufrió un ataque informático de varones nacionalistas, lo que llevó a que se tergiversara la acción de estas mujeres. Tendría cuidado al bosquejar grupos y afiliaciones reales sobre la base de una comunidad imaginada, como lo es la «nación». Deberíamos ver quiénes reclaman credenciales patrióticas para sí mismos y en nombre de quién dicen hablar.

¿Cuál es el impacto de internet y de las redes sociales en la expresión del nacionalismo en China? ¿Cómo interactúa el nacionalismo digital con el nacionalismo offline? Internet ha ayudado a naturalizar y normalizar ciertas categorías para darle sentido a la política. Cada vez es más difícil encontrar argumentos sobre política en la internet china que no se basen, de una forma u otra, en categorías asociadas a la nación. Estos conceptos rondan el escenario constantemente y, dado que parecen entidades naturales que describen verazmente las cosas en el mundo real, se convierten en categorías de referencia cuando la discusión online se vuelve más acalorada, por ejemplo, ante una guerra comercial o manifestaciones en un territorio vecino. El nacionalismo se ha convertido en la única opción. Este fenómeno no es nuevo ni se limita a China: Michael Billig ha descrito el nacionalismo como cada vez más «banal»: la gente tiene a su disposición estos referentes aparentemente triviales que apuntan a una comunidad nacional, y el uso de esos referentes no conduce casi nunca a alguna acción política significativa: las personas ondean banderas, comparten insípidas consignas nacionalistas, usan frases como «nuestro país» de manera acrítica, etc. Pasa casi inadvertido el hecho de que las personas «marcan» la nación de este modo, permanentemente. Pero cuando las cosas se ponen candentes, entonces todo este «marcado» de repente proporciona un contexto práctico que puede ser explotado. Este es también un contexto en el que los activistas, los trabajadores de los medios, los políticos, el personal militar y cualquier otra persona deben posicionarse a sí mismos y sus actividades. De esta manera, los parámetros del discurso nacionalista logran guiar el comportamiento público y crean fuertes restricciones para la acción política.

¿Puede el nacionalismo digital ser simplemente considerado como algo orquestado y beneficioso para el liderazgo del Partido Comunista Chino [pcch]? ¿Son los nacionalistas receptores pasivos de sucesivas campañas para generar el orgullo y la cohesión de la nación china? ¿Quién se beneficia más con el nacionalismo digital? Sería demasiado simple considerar el nacionalismo chino como algo puramente orquestado por las autoridades. Por supuesto, el nacionalismo es impulsado por actividades de la elite, y esto incluye sobre todo al pcch y al Estado de la República Popular China, que ponen un fuerte énfasis en el nacionalismo en su propaganda y sus campañas de «educación patriótica». Dicho esto, los partidarios del nacionalismo popular no son receptores pasivos. Las personas generalmente son consumidoras activas de cultura, y esto vale también para China. Puede ser más útil ver a los nacionalistas de manera similar a otros grupos de personas que construyen un sentido de comunidad para sí mismas y aquellas con quienes se asocian. Solo hay que pensar en la afición de los equipos deportivos, o en miembros de grupos religiosos o grupos profesionales. Estas personas a menudo no se conocen, pero suponen que tienen fuertes conexiones basadas en valores aparentemente similares, tropos culturales o experiencias de vida. Todos hacemos que esas comunidades sean parte de quienes somos. Podemos usar elementos culturales prediseñados en el proceso, por ejemplo, los referentes que son transmitidos por una elite eclesiástica, o el equipo de relaciones públicas de una celebridad, o algún grupo similar de actores, pero reelaboramos esos recursos al servicio de nuestros propios proyectos de identidad. Solo pensemos en lo que sucede cuando los fanáticos de productos culturales como Juego de tronos o Star Wars se enojan porque un estudio de Hollywood no está haciendo justicia a su amada franquicia. La diferencia es que, cuando se trata de nacionalistas, su producto cultural no solo genera un sentido de «comunidad», sino que también vincula a esa comunidad con un lugar (el territorio nacional) e insiste en que ese lugar debe ser gobernado por un conjunto autónomo de instituciones (el Estado-nación). Eso significa que así como los fanáticos de las franquicias culturales se enojan cuando los personajes o las historias de esos productos no se usan «correctamente», los nacionalistas se molestan profundamente cuando alguien o algo perturba el statu quo del territorio nacional y su soberanía. Esta puede ser una situación muy peligrosa y está en el centro del enfrentamiento actual de los grupos por el estatus de Hong Kong. Pero es importante recordar que la forma en que los nacionalistas reelaboran los símbolos de su nación para crear significado para sí mismos no es tan diferente de cómo los grupos usan los recursos culturales en todas partes: al fin y al cabo, las asociaciones y los sentimientos resultantes no están bajo el control de ningún actor, incluso cuando las elites se engañan a sí mismas de otra manera.Al comienzo del primer mandato de Xi Jinping se dijo que las discusiones nacionalistas –a pesar de que Shaun Breslin y Simon Shen definieron el nacionalismo como el «principal discurso online»– fueron fuertemente censuradas. ¿Ha podido verificar esto? De ser así, ¿por qué sucedió? El nacionalismo online es una bendición de doble cara para las autoridades. Puede ser una palanca poderosa para ayudar a movilizar apoyo, pero al mismo tiempo puede ir más allá del control de las autoridades y amenazar su legitimidad. Por ejemplo, si bien los nacionalistas en China podrían apoyar una posición fuerte del gobierno contra Japón o Estados Unidos, percibidos como enemigos, es menos probable que perdonen a los gobernantes chinos si estos colaboran con aquellos supuestos «enemigos». En consecuencia, las autoridades intentan «guiar a la opinión pública» de modo que se ponga el acento en el nacionalismo en contextos en los que un público enojado genera apoyo y minimizan la perspectiva nacionalista cuando se plantea una política cooperativa más cosmopolita. Hasta cierto punto, este enfoque es exitoso, principalmente porque el Partido tiene un muy amplio control sobre los discursos online a través de su vasto aparato de propaganda y censura. Sin embargo, no tiene un control absoluto. Siempre es posible que un problema nacionalista emerja online y provoque un descontento generalizado antes de que los censores puedan desactivar la discusión, por lo que siempre acecha la amenaza del descontento nacionalista, lista para encenderse. Es por eso que la dependencia del pcch respecto al nacionalismo para alimentar su legitimidad es tan preocupante: las autoridades siguen señalando a los ciudadanos que las categorías nacionalistas proporcionan un marco moralmente autorizado para dar sentido a la política, y mientras sigan atizando ese fuego, seguirá siendo una fuerza importante en el avivamiento de las discusiones y la prevención de intercambios de opinión significativos.

¿Tiene esto algún impacto en la política real? Usted ha venido prestando recientemente atención a los márgenes de China (Hong Kong, Taiwán, Sinkiang, Tíbet)… El nacionalismo chino tiene una larga historia que se remonta al siglo xix, pero el tipo más reciente de nacionalismo popular realmente se origina en la década de 1980, y especialmente en la década de 1990, cuando el gobierno de la República Popular China utilizó el nacionalismo como marco predeterminado para consolidar el apoyo público para su gobierno de partido único como consecuencia de la masacre de Tiananmen. Desde entonces, la promesa de superar el «siglo de humillación nacional» causado por fuerzas imperialistas y colonialistas extranjeras ha sido un grito de guerra para las autoridades. Se entendía por «humillación nacional» fundamentalmente la pérdida de territorios en el siglo xix y principios del siglo xx: especialmente Hong Kong, Macao y Taiwán eran manchas en la reputación de la nación, según el pcch. Reunificar estos lugares con el continente ha sido una parte crucial de cómo el Partido justifica su mandato de gobierno. En ese sentido, la preocupación por territorios como Hong Kong o Taiwán no es algo tan nuevo, si bien ha surgido recientemente entre los nacionalistas chinos la sensación de que, si antes la República Popular China no tenía la capacidad para actuar sobre ese problema, ahora sí la tiene. Esto ha creado una retórica mucho más estentórea y demandas más agresivas. Esas demandas luego interactúan con las opiniones reinantes en otros lugares, por ejemplo, en Hong Kong y Taiwán, donde propician miedos de larga data al gobierno de la República Popular China y sentimientos nacionalistas de los propios hongkoneses y taiwaneses, lo cual lleva a elecciones políticas que vuelven a irritar a los nacionalistas continentales, y así sucesivamente. Es un círculo vicioso que intensifica la dinámica nacionalista en la región.

¿Ve una convergencia entre el nacionalismo digital en China continental y el de Hong Kong, Taiwán y el nacionalismo en otros países asiáticos? ¿O en el resto del mundo? La mecánica del nacionalismo digital es visible en todo el mundo. Esto se debe a que el nacionalismo atrae a las personas en un nivel psicológico básico: promete comodidad, seguridad y certeza en un mundo cada vez más complejo. Irónicamente, esa sensación de comodidad también está en el núcleo de cómo y por qué las personas comparten gran parte de la información que circula hoy en las redes sociales. Queremos ser parte de ese círculo de «amigos» y queremos compartir información con personas de ideas afines en nuestras comunidades. En ese sentido, el nacionalismo digital se basa en interfaces y diseños digitales aparentemente intuitivos que, a su vez, se basan en nuestra psicología humana esencial. En un mundo donde las naciones y los Estados nacionales son los actores predeterminados de la política, el nacionalismo también sigue siendo la ideología predeterminada para dar sentido a esas políticas. Los mecanismos de las tecnologías avanzadas de comunicación digital amplifican esos elementos predeterminados. Dondequiera que las personas usen plataformas de redes sociales y agregadores de noticias como Facebook o Twitter, y dondequiera que los usuarios recurran a versiones locales de motores de búsqueda como Google, estarán expuestos a las dinámicas algorítmicas que perpetúan el nacionalismo digital y que encierran a los usuarios en el discurso nacionalista. Gran parte del retorno al nacionalismo que hemos presenciado recientemente en Europa y América del Norte se debe a ello. Trump y su retórica de hacer que eeuu vuelva a ser grande («Make America great again») están habilitados por el nacionalismo digital tanto como el Brexit en el Reino Unido o los diversos movimientos antiislámicos en Europa continental.

En el Este asiático, la continua dependencia de los marcos nacionalistas por parte de los gobiernos de China, Japón y Corea proporciona abundante materia prima a las fábricas de nacionalistas populares y sus discursos online. Y las protestas en Hong Kong serían difíciles de entender si no comprendemos cómo las preocupaciones localistas en la ciudad se están convirtiendo cada vez más en un nacionalismo específico. Estudiar el ejemplo chino es instructivo porque explica qué sucede cuando los algoritmos sesgados, que no están abiertos al escrutinio público, confluyen con los intentos a largo plazo de inculcar patriotismo a través de la educación y la propaganda, todo dentro de un entorno nacional hipercapitalista que está interesado en obtener ganancias de los «me gusta», los «clics» y los «compartir». Ciertamente, China no es un caso único, de ninguna manera, pero representa una posible sociedad digital futura, y haríamos bien en prestar mucha atención a cómo está evolucionando esa sociedad.

¿Ha tenido la oportunidad de observar reacciones a las protestas de Hong Kong en la web china? ¿Cuál es su análisis?

Las discusiones sobre las protestas de Hong Kong en las plataformas de redes sociales chinas como Sina Weibo son ejemplos muy inquietantes de nacionalismo digital. Al utilizar categorías familiares como «integridad territorial» y «traidores», los comentaristas nacionalistas se han apoderado de la discusión de tal manera que es casi imposible desviarse de los guiones nacionalistas. El tono agresivo de la discusión es de por sí intimidante, pero el hecho de que algunos usuarios online practiquen doxing contra disidentes de la narrativa nacionalista dominante y que se promueva el vigilantismo online contra quienes son percibidos como «traidores» solo ha contribuido a angostar un espacio discursivo ya de por sí muy estrecho. Además, los medios oficiales han autorizado repetidamente el tono agresivo y en muchos casos han contribuido a ese tono agresivo. La emisora estatal oficial Televisión Central China (cctv) califica a los manifestantes de Hong Kong como terroristas e incluso como fascistas, creando analogías espurias con la Alemania nazi y el Holocausto, lo que genera una fuerte sensación de antagonismo que no solo es ofensiva sino que, además, ayuda poco a asumir las complejidades de Hong Kong.

¿Cómo interpreta la lucha entre los manifestantes en favor de Hong Kong y aquellos en favor de China (en favor de la policía de Hong Kong) que actualmente se desarrolla en los campus extranjeros? ¿Qué nos dice de los sentimientos nacionalistas que albergan los estudiantes chinos en el extranjero? ¿Qué hay de la numerosa comunidad china internacional?Es un tema complicado y debemos tener cuidado de no generalizar. Hay tantos estudiantes chinos en el extranjero, que estudian en diversos contextos, que no tendría sentido agruparlos a todos y suponer que comparten una única agenda nacionalista. Es cierto que hemos visto un comportamiento agresivo dirigido contra los manifestantes favorables a Hong Kong en lugares como Australia y América del Norte. Es muy probable que haya muchos estudiantes extranjeros que creen en sus versiones del nacionalismo popular y que se ofenden por las formas en que las sociedades liberales muestran su apoyo a lo que ellos ven como un movimiento separatista. Sin embargo, hay muchos estudiantes chinos en el extranjero que tienen una visión más matizada, incluso si se sienten forzados a no exponer ante los demás esa visión por no querer arriesgarse a tener repercusiones en casa. Mientras tanto, también debemos reconocer que el nacionalismo agresivo que se exhibe en algunos grupos de estudiantes chinos, por ejemplo en Australia, se ve facilitado por la experiencia que esos estudiantes tienen en el lugar de estudio elegido. En Australia y América del Norte ha habido una corriente de opinión fuertemente hostil a China, hasta el punto de ser abiertamente racista, y en Reino Unido y Europa también está comenzando a haber una preocupante animosidad contra China que se termina generalizando contra los visitantes provenientes de ese país y con la que se corre el riesgo de marginar a los estudiantes que van al extranjero a estudiar. Por cierto, dejo en claro que no es mi intención disculpar el tipo de comportamiento nacionalista chino agresivo que está claramente expuesto en sitios donde se comparten videos, pero agradecería una discusión que reconociera que ese comportamiento se basa en miedos y resentimientos que pueden ser producto de nacionalismos tóxicos de otros lugares.

¿Qué opina de las revelaciones de Twitter y Facebook sobre falsas cuentas vinculadas a los medios estatales chinos que difunden la versión oficial de Beijing sobre las protestas de Hong Kong? No es sorprendente. El pcch y el Estado chino han llevado durante mucho tiempo sus intentos de «guiar a la opinión pública» a contextos más allá de sus fronteras, y esto ha excedido la mera diplomacia pública y las campañas de medios oficiales. El pcch tiene experiencia en difundir rumores y teorías conspirativas en contextos domésticos para desacreditar ideas políticas molestas o reunir apoyo para su propia posición, y ahora usa estas tácticas para generar descontento e incertidumbre en el extranjero. El objetivo parece ser crear discursos y emociones que resulten atractivos para las preocupaciones de la clase media, especialmente en lo referido al caos, la inestabilidad y la violencia. Al insinuar que las luchas en Hong Kong están causando daño a una supuesta «mayoría silenciosa» de los ciudadanos de Hong Kong, estas campañas de influencia intentan fortalecer a los conservadores, al tiempo que generan dudas sobre las actividades de los manifestantes. Está por verse si tal estrategia tendrá éxito: se basa en un discurso vinculado a la ley y el orden que seguramente atraerá solo a aquellos que ya están convencidos, pero probablemente no convenza a las sensibilidades liberales de Europa, América del Norte y las sociedades del Este asiático como Taiwán, donde los manifestantes han encontrado mucho eco para sus propios discursos sobre la desobediencia civil pacífica y la búsqueda de la libertad.

¿Qué temas está investigando en la actualidad? Acabo de terminar un nuevo libro que analiza los eventos organizados a gran escala en China como sitios de creación de significado político, especialmente los grandes eventos de la era de Hu Jintao: los Juegos Olímpicos de Beijing, la Exposición Universal de Shanghái, etc. Será editado por Leiden up. También estoy ampliando mi trabajo sobre el nacionalismo digital mirando contenidos en WeChat: mi colega Titus Chen y yo estamos tratando de descubrir cómo funciona la gestión de la opinión pública en esa aplicación de chat, utilizando datos interesantes que Titus ha podido extraer. Mientras tanto, estoy trabajando en un libro de texto que enseñará a los estudiantes cómo hacer comunicación política y análisis de medios de comunicación en contextos del Este asiático, en el mundo de habla china, pero también en Japón o Corea. Finalmente, mi próximo gran proyecto es estudiar la relevancia de los rumores online en las sociedades del Este asiático; este es un tema que se conecta perfectamente con mi interés en la política digital.


Nota: la versión original en inglés de este artículo apareció en Books & Ideas, 5/9/2019, <https://booksandideas.net/China-s-Digital-Nationalism-and-the-Hong-Kong-Protests.html>. Traducción de Carlos Díaz Rocca.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 284, Noviembre - Diciembre 2019, ISSN: 0251-3552


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