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NUSO Nº 280 / Marzo - Abril 2019

Dios y el «diseño original» La cruzada evangélica contra el matrimonio igualitario en Cuba

La discusión de la nueva Constitución cubana alentó una fuerte movilización de las iglesias evangélicas. El blanco era el artículo 68, que habilitaba el matrimonio igualitario. Finalmente, el gobierno retiró el artículo antes de que la nueva Carta Magna fuera aprobada en febrero pasado en un referéndum popular. No obstante, tanto el desarrollo evangélico como el de los movimientos LGBTI son parte del nuevo paisaje cubano, en medio de las reformas y de la apertura limitada, hoy, por primera vez en medio siglo, sin un presidente de apellido Castro.

Dios y el «diseño original»  La cruzada evangélica contra el matrimonio igualitario en Cuba

Todos los martes, todos los jueves, todos los sábados, de todas las semanas, alrededor de 700 feligreses esperan las 10 de la mañana con el estómago vacío. «Es un culto de ayuno», dice el diácono Omar Rivas en la puerta de la Iglesia Metodista Universitaria del Vedado, y explica que «para que el Espíritu Santo se apodere del cuerpo, no se pueden ingerir alimentos porque se generan desechos en el organismo». El templo está situado en la intersección de las calles 25 y k. Es grande, espacioso, está rodeado por unos jardines bien cuidados. En la fachada, en una ventana, luce una pancarta a colores de casi dos metros de alto.

La pancarta reza: «Estoy a favor del diseño original» y muestra las siluetas de cuatro muñequitos que simulan a un hombre y una mujer que llevan de la mano a dos niños. Debajo de las figuritas, otro mensaje: «La familia como Dios la creó». Luego, una imagen: un grupo de fieles celebra la unión matrimonial de una o varias parejas. Al final, una última frase: «Matrimonio = hombre + mujer». Dentro del templo, en uno de los alargados asientos de madera, una anciana tiembla mientras ora con los ojos cerrados. Su susurro se mezcla con el del resto de los devotos y provoca una especie de zumbido que se esparce por todo el recinto. Faltan aún algunos minutos para las 10 am, y mientras el pastor se alista para subir al estrado, algunos parroquianos aprovechan para predicar.

A través de varios bafles, colgados en las paredes blancas y azules del templo, se escucha: «Te pedimos por Cuba, por los pecados de esta tierra, misericordia por los gobernantes de esta nación». Es la prédica de una señora que se mueve por toda la parte delantera del salón con un micrófono en la mano. Los feligreses del fondo, los que casi no pueden ver hacia delante por la lejanía, levantan la vista y la posan en una de las tres enormes pantallas led que reproducen lo que acontece. Una muchacha comienza a tocar el piano. Es el turno de la prédica del pastor. Su nombre es Lester Fernández, tiene 39 años, usa gafas de pasta y estará hablándole a todo su rebaño por dos horas.

Durante la arenga, Fernández dirá frases como esta: «Una nación se revela en contra de la voluntad de Dios y si el juicio viene en contra de la voluntad de Dios, las catástrofes naturales serán cada vez peores. Entonces, necesitamos quien nos pastoree». U otra como esta: «Tus hijos no van a estar siempre bajo tu resguardo, no te aferres a ellos, la vida es un soplo, aférrate a Dios, necesitamos al pastor». En el culto hay un momento para la oración, para el rezo individual. Algunos se arrodillan en el suelo, otros casi se acuestan, o se viran de espaldas al estrado para apoyar el rostro y las manos en el asiento. Después bailan, cantan, con el «Aleluya». Casi al final del ayuno, el pastor Fernández dice que quiere compartir algo con los fieles. Todos hacen silencio y escuchan con atención. «Hace unos días, Dios, en una farmacia, le puso delante a Marielita Castro a una de nuestras hermanas». Los fieles gritan exacerbados después de la noticia. «¡Ay, Dios mío, por qué no me la pones a mí para que veas todas las cosas que le voy a decir!», exclama primero y agrega después: «pero nuestra hermana le habló desde la génesis hasta el final y terminó diciéndole, a pesar de todo, Dios te ama». La algarabía es infernal, la historia del encuentro de una parroquiana de la iglesia con la hija de Raúl Castro, ex-presidente y primer secretario del Partido Comunista de Cuba (pcc) –único legal en el país–, sabe a triunfo en el templo. En la puerta de la congregación se han tenido que quedar varios devotos, pues el salón está repleto, no hay más sitio. Hay una frase tallada en el concreto encima de los que se apiñan en la entrada para escuchar la prédica del pastor: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

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Fidel Castro enfermó gravemente en 2006. Un problema intestinal provocó que entregara sus poderes de manera interina a su hermano Raúl Castro, quien asumió formalmente la Presidencia de la isla dos años más tarde y en poco tiempo comenzó a reformar los sectores de la nación que a lo largo de 49 años su hermano –17 de primer ministro y 32 de presidente– había obstruido. Después de mucho tiempo y poco a poco, los cubanos obtuvieron, por fin, la posibilidad de comprar y vender sus casas y autos, pudieron acceder a los hoteles de su isla, comenzaron a conectarse a internet y supieron lo que era montarse en un avión y estar por unos días fuera de la versión caribeña del socialismo. Mariela Castro, con su padre en la silla presidencial, aprovechó la coyuntura para fortalecer el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), una institución que dirige desde 2000 y que es reconocida internacionalmente por su labor en la defensa de los derechos de las personas lgtbi en Cuba. Así, una comunidad que había estado excluida del discurso político y de la agenda pública del país, comenzó a abrirse espacio. Raúl Castro se mantuvo como presidente durante dos mandatos de cinco años. Y en abril de 2018 le entregó su cargo al ingeniero electrónico Miguel Díaz-Canel, el primer cubano que, desde 1959, sin el apellido Castro, guía los hilos de la nación. En su discurso de despedida frente a la unicameral Asamblea Nacional, Raúl Castro dedicó parte de sus palabras a la impronta que dejó: una Cuba diferente y cambiante, con una Constitución añeja –de 1976, modificada en 1992 y 2002– que nada tenía que ver con el país emergente que surge. El nuevo gobierno tendría que encargarse de reformarla y someterla a un referéndum popular. Fue entonces cuando un equipo de trabajo presidido por el propio ex-presidente elaboró el nuevo proyecto de Constitución. Los 605 diputados parlamentarios lo discutieron y luego, entre agosto y noviembre de 2018, fue sometido a consulta en las calles y en los centros laborales. Según datos ofrecidos por el gobierno, se celebraron 133.681 reuniones populares en las que participaron 8.945.521 de los 11,2 millones de habitantes de la isla. Las opiniones fueron compiladas por funcionarios del pcc y presentadas a la comisión que trabajó en la elaboración de la nueva Carta Magna para una última revisión y su posterior consulta popular mediante un referéndum.El artículo número 68 del borrador inicial, que definía el matrimonio como «la unión entre dos personas», fue el más polémico. Según cifras del gobierno, el apartado originó 192.408 opiniones, 24,57% del total de la consulta. Además, fue mencionado en 88.066 reuniones –66% de ellas–. Homero Acosta, secretario del Consejo de Estado, dijo en diciembre pasado que la mayoría de las opiniones proponían «sustituir la unión concertada entre dos personas y volver a un hombre y una mujer». La principal voz que se alzó en contra de abrirle la puerta al matrimonio igualitario en Cuba, desde que se publicó el proyecto de reforma constitucional, fue la de varios grupos evangélicos que desplegaron una inusual campaña en el espacio público, en una nación donde la libertad de expresión es una utopía.

El primer gesto fue una declaración oficial en la que se unieron la Iglesia Evangélica Pentecostal Asamblea de Dios, las Convenciones Bautistas Occidental y Oriental, la Liga Evangélica de Cuba y la Iglesia Metodista en Cuba. Allí puede leerse:

1. Que la familia es una institución divina creada por Dios y que el matrimonio es exclusivamente la unión de un hombre y una mujer, según enseña la Biblia, la palabra de Dios.
2. Que la ideología de género no tiene relación alguna con nuestra cultura, nuestras luchas de independencia, ni con los líderes históricos de la Revolución. De igual manera, tampoco guarda vínculo con los países comunistas, dígase la antigua Unión Soviética, China, Vietnam y menos aún Corea del Norte.
3. Que la gracia de Dios es para todos los seres humanos independientemente de su orientación sexual e ideología política o religiosa, para ser regenerados y transformados una vez que hayan procedido al arrepentimiento, por medio de la fe en Jesús Cristo.

La campaña no solo contempló la promoción de la declaración. Los representantes de estas iglesias abandonaron sus templos y salieron a la calle a transmitir un mensaje: «Estoy a favor del Diseño Original. Matrimonio = hombre + mujer». En todo el país comenzaron a pegar carteles y pegatinas con la misiva: en las puertas de las casas, en los postes de electricidad, en las paradas de ómnibus, en los parabrisas de los autos… Organizaron además jornadas en las que, paralelamente, en las provincias de Guantánamo, Holguín, Pinar del Río y La Habana, repartieron biblias en las principales avenidas mientras predicaban sobre la posición de Dios con respecto a la composición de la familia, que se contraponía a la intención del Estado cubano de hacer legal el matrimonio entre homosexuales. Las manifestaciones más notorias fueron las que se realizaron en La Habana, una en los predios de la Iglesia Metodista de Marianao, donde se agolparon más de 3.500 fieles en un culto bautizado «Clamor por la familia», la otra en el Malecón, organizada por la misma congregación de Marianao y la Iglesia Metodista en Cuba. Ambas iglesias decidieron terminar la ceremonia con una fiesta de confirmación de votos matrimoniales frente al mar. Así, más de 200 parejas posaron, vestidos de cuello y corbata los hombres y con ropas nupciales las mujeres, para reafirmar el compromiso de «amarse hasta que la muerte los separe» y que «varón y hembra» es el matrimonio y la base de la familia «como Dios nos creó».

Con la llegada a Cuba del servicio 3g para teléfonos celulares, las redes sociales se convirtieron en otro bastión de los evangélicos para promover sus campañas. Con la tecnología en función del credo, han podido divulgar cada uno de sus cultos y ceremonias haciéndolos visibles más allá de los límites de sus templos, más allá de sus feligreses. Hace un par de meses, un video clip de hip hop evangélico se hizo viral y levantó un polvorín de polémicas en las redes por su letra agresiva y por estar cargado de mensajes de violencia y odio a través de alegorías simbólicas. «Diseño original» es el nombre, y su director es un tal cj Martínez, a todas luces un seudónimo. Las imágenes son en blanco y negro y está filmado en un primer plano fijo. En cámara solo aparece un novel rapero que desliza su flow. A medida que avanza el clip, fieles evangélicos –niños, adolescentes, hombres, mujeres, ancianos– van apareciendo en la propia silueta del intérprete y tararean la letra mientras se escucha la voz del rapero. «Ayer fue prohibido / hoy es aceptado / mañana por algún motivo va a ser obligado», dice uno de los estribillos referidos al matrimonio gay. En el minuto 3:05 tiene lugar la siguiente escena: un adolescente sale en cámara, hace como si rapeara, estruja su rostro, pone cara de malo, mueve su cabeza al ritmo frenético de la canción y simula degollarse con la mano derecha. En ese instante la canción dice: «No quiero esta depravación en mi país / Arranquemos el mal / Sí / Pero de raíz / Quiero que mi hijo crezca en un lugar feliz». Al parecer, el movimiento contra el matrimonio homosexual liderado por una fracción de las iglesias evangélicas cubanas asustó al gobierno, pues la campaña promovida fue a su vez una campaña por el «No» a la reforma constitucional.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas (onei), de los 11,2 millones de habitantes de Cuba, 10% pertenece a las iglesias evangélicas. Varios de sus representantes, al ver la posición del Estado en favor de la ampliación de los derechos de los homosexuales, decidieron reunir entre 21 denominaciones más de 500.000 rúbricas para oponerse a la reforma constitucional. El Estado, que nunca antes había sentido una confrontación tan directa, acostumbrado a imponer su voluntad política e ideológica a cualquier costo, temió que la situación se le escapara de las manos, pues no solo los evangélicos eventualmente podrían decir «no» a la nueva Carta Magna, sino que, según la onei, alrededor de la mitad de la población cubana sigue doctrinas regentadas por preceptos bíblicos –católicos, evangélicos, testigos de Jehová, entre otros grupos religiosos– y, por tanto, asumen de manera tradicional la composición de la familia. Todos ellos también eran potenciales votantes del «No».

Aquí no hay vencedores y vencidos. Lo que estaba antes es la voluntad que tenemos, pero este no era el momento para establecerla porque no hubo consenso. Pero mantenemos la intención de lograrlo en el futuro. El Código de Familia se someterá a votación porque es la forma más democrática de definirlo,

declaró el secretario del Consejo de Estado Homero Acosta en diciembre pasado ante la Asamblea Nacional, y dejó así en claro el paso atrás del gobierno. De esta manera, la comisión que elaboró el proyecto de reforma constitucional modificó el polémico artículo 68 convirtiéndolo en un nuevo apartado, el 82, en el que se define el matrimonio como «una institución social y jurídica que se funda en el libre consentimiento y en la igualdad de derechos, obligaciones y capacidad legal de los cónyuges». No obstante, el artículo comprende una polémica disposición transitoria, la cual indica que una vez entrada en vigor la nueva Constitución que fue aprobada el 24 de febrero con 86,85% de los votos, se realizará una consulta para la aprobación del Código de Familia. Y es ahí donde debe quedar declarada «la forma de constituir el matrimonio», para luego lanzar otro referéndum que pondría los derechos de los gays en manos de la mayoría.

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«Es un momento muy decisivo el que se está viviendo en el país, el artículo 82 divide a la iglesia», afirma el reverendo Raúl Suárez, con voz suave, casi imperceptible, en un salón del Centro Memorial Martin Luther King, una organización macroecuménica de inspiración cristiana de la que es director y fundador. Suárez tiene 83 años y, aunque ya es un pastor jubilado, aún es el rostro del protestantismo en la isla. Fue presidente del Consejo Ecuménico de Cuba y pertenece a la Iglesia Bautista Ebenezer. Es pequeño y liviano, mira fijo a los ojos, habla despacio, bien bajito, con puntos y comas, con una cadencia exacta. «El protestantismo llegó aquí en la década de los ochenta del siglo xix. La primera en existir fue una iglesia evangélica episcopal sin apellido y a partir de ahí comenzaron a unirse otras iglesias», cuenta a modo de repaso histórico. En Estados Unidos, en esa época, un grupo de cubanos conoció el Evangelio, se bautizó y regresó para fundar las primeras iglesias protestantes cubanas. En 1898, con la intervención militar estadounidense en la isla y su posterior ocupación, juntas misioneras del sur y el norte de eeuu organizaron nuevas iglesias en el país. Poco a poco, los norteamericanos recién llegados fueron asumiendo el liderazgo del protestantismo en la nación, al discriminar a los cubanos por su corta experiencia. Así, desde los inicios del siglo xx y hasta 1959, los principales representantes de las iglesias protestantes en Cuba fueron estadounidenses. «Con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 se inició un proceso de nacionalización de ese protestantismo. Los dos primeros años fueron de mucha felicidad, todo el mundo se enamoró de la Revolución. Hubo mucho bautismo y crecieron considerablemente las iglesias», cuenta Suárez. Pero, a partir de 1962, Fidel Castro emprendió su romance con la Unión Soviética e importó el modelo soviético con respecto a la religión. En un abrir y cerrar de ojos, en las escuelas y universidades se comenzó a enseñar marxismo y el Estado se convirtió al ateísmo.

Hubo una presión ideológica muy fuerte. La gente se hacía marxista de la noche al día porque creían que era lo mismo que el ateísmo. Creció un sector ateo materialista dentro de la Revolución que entendió que los homosexuales, los delincuentes y los religiosos no estaban aptos para servir a la patria. Así se instauraron las umap [Unidades Militares de Apoyo a la Producción] con esos tres grupos. Una medida que, según me dijo Fidel, surgió de un grupo de generales dentro del Ejército

rememora el pastor. Suárez tenía 35 años cuando tocaron a la puerta de su casa. De algún modo, algo en él, en su interior, le decía que ese día estaba por llegar. El rumor de que en la provincia de Camagüey estaban encerrando a las personas que el gobierno consideraba «desafectas» ya había llegado a sus oídos. Después de abrir la puerta, le entregaron una citación, con un día, hora y lugar. «Lleva un cepillo y pasta dental, poca ropa, nada más», le dijeron. Tras varias horas de viaje, un ómnibus lo depositó en una de las umap, los campos de trabajo forzado que el gobierno cubano instauró entre 1965 y 1968. Allí estuvo diez meses. Primero trabajó en la agricultura, después en la cocina y terminó como planificador de una brigada de corte de caña. Su estancia no fue de las más prolongadas, corrió con suerte: cuando todo indicaba que llegaría al año en aquel lugar, llegó una orden desde las Fuerzas Armadas Revolucionarias (far) con la indicación de que los mayores de 27 años podían regresar a casa. A pesar de cargar en su espalda, y para siempre, con el peso de la discriminación, Suárez perdonó a Cuba, pero, sobre todo, perdonó a Fidel Castro. «En 1984, el reverendo Jesse Jackson visitó Cuba. Organizamos un culto donde fue el predicador. Asistieron 35 denominaciones religiosas. Fidel también acudió a esa celebración y a partir de que entró en ese templo, sin gorra, cambió el panorama de la religión en el país». Un año más tarde, por primera vez después del triunfo revolucionario, Fidel Castro sostuvo un encuentro con 14 líderes protestantes, y entre ellos se encontraba el reverendo Suárez. La reunión duró alrededor de tres horas y media. Tenía la intención de limar las asperezas de antaño. «Somos compañeros, hermanos, cubanos, tenemos que llevarnos bien todos, trabajen para que la iglesia entienda la obra de la Revolución, que yo hablaré con la Revolución para que los entienda a ustedes», les encomendó Castro. Luego hicieron un brindis. Hoy, Cuba tiene reconocidas 57 denominaciones religiosas evangélicas; de ellas, 32 pertenecen al Consejo de Iglesias Ecuménicas. El resto decidió no pertenecer a la institucionalidad.

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«El matrimonio igualitario es una cuestión del Estado, que reconoce que es un derecho que tienen los homosexuales de unirse entre ellos y formar una pareja estable. De las iglesias bautistas, como la mía, ninguna se ha reunido para firmar un acuerdo en contra», aclara Raúl Suárez haciendo alusión a la declaración pública que hicieron algunas de las iglesias evangélicas asentadas en la isla. El reverendo es partidario de «respetar la libertad que tiene cada persona de decidir qué hacer con su vida, siempre que contribuya al bien colectivo». Pero opina que «el pueblo no ha sido instruido todavía para esto, por eso hubo tanto debate, el tema del matrimonio homosexual está verde en Cuba».

Suárez recuerda que en 1993 acudió una noche al cine. Quería ver un largometraje que había sido recién estrenado y del que todos hablaban: Fresa y chocolate. Cuando la película llegó a su fin, se descubrió con lágrimas en los ojos, abandonó la sala con un pañuelo en la mano. El film de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío le oprimió el pecho. «Educó al pueblo, más que de tolerancia trataba de amor al prójimo, fue una película que hizo propaganda positiva», dice Suárez sobre la impronta que ha dejado la película en la sociedad cubana, el relato de la amistad entre dos jóvenes: un estudiante universitario comunista adoctrinado por sus prejuicios y un discriminado artista homosexual.Cuando Suárez estaba activo como pastor de su iglesia, una pareja de jóvenes gays comenzó a acudir a sus cultos. El reverendo les abrió las puertas y el resto de los fieles los acogieron como hermanos de fe. Tiempo después, ocurrió un encontronazo. Un día el pastor salía del templo y se topó con la pareja que se besaba, que se abrazaba, enroscados los dos delante de la iglesia. Los llamó a contar, los regañó. Les dijo que estaban poniendo en riesgo su pastorado y que lo podían sacar de la iglesia por culpa de ellos, por su conducta impropia. «Ustedes tienen bastante tiempo para estar solos, tienen que darse a respetar», les indicó. La pareja aceptó la crítica y hoy, cuenta, siguen acudiendo a misa y están bautizados.

La Iglesia Bautista Ebenezer se distingue por ser inclusiva. Uno de sus tres pastores es gay y varios de sus 150 feligreses también lo son.

A veces me preocupa que la gente crea que esta es la iglesia de los homosexuales –dice Sánchez–. Ellos vienen aquí no porque lo sean, sino porque son cubanos, personas que han tomado una decisión de fe también como el resto. La Biblia no es un código de ética nada más, con ella se educa, se forma a la gente, se aprende a respetar.

Antes de asumir la jubilación, otras de las acciones que realizó el reverendo en favor de los homosexuales fue invitar a su iglesia a un ginecólogo y a un psicólogo para que ofrecieran conferencias a sus fieles. «Quería que la gente entendiera que la homosexualidad no es una enfermedad ni un vicio».

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«Se confunde el mensaje del cristiano con el odio. El odio tiene que ver más con un sentimiento que con una expresión», dice, sin inquietarse, Sandy Cansino, presidente de la Unidad Pastoral en La Habana. A los 45 años, Cansino se ha vuelto un personaje rechazado por los activistas de la comunidad lgbt en Cuba. No hay día que pase que no se pelee en las redes sociales con varios de ellos. Su perfil en Facebook es un campo de batalla, un ring de boxeo. Es, de algún modo, la insignia del evangelismo virtual, su seña y escudo. Es mulato, corpulento, usa espejuelos y todo el tiempo expone su criterio, dice lo que cree sin temor al debate. Sentado en uno de los bancos de madera del templo de la Liga Evangélica de Cuba expone: «A la comunidad homosexual le digo que Cuba es un paraíso para ellos. Les han abierto las posibilidades para que estén presentes en la cultura, en el arte, en la televisión, tienen participación social. No encuentro la discriminación por ningún lado». Este es el eje de una teoría que ha elaborado con el paso de los años. Cansino cree que «desgraciadamente, Cuba es un país pobre y los aliados se le están cerrando, por eso está buscando dinero por todas partes y la onu tiene mucho para emplearlo en los derechos de los homosexuales».

Según el pastor, personas que están en el más alto nivel del gobierno lo mantienen informado. Sus fuentes le han dicho que «Cuba se está preparando para ser un lugar donde puedan venir a operarse los gays, para volverse un paraíso, un sitio donde la ciencia esté en función de la diversidad». Una situación que le provoca irritación, que lo enfada hasta más no poder. Cansino piensa que los cubanos están dejando de ser cubanos porque están importando la cultura y las costumbres europeas. De algún modo, asocia la homosexualidad con una conducta europea; la expresión de libertad sexual con una imposición social. «Esto se ha vuelto una isla de turismo sexual. Homosexuales mayores están viniendo a tener relaciones con jovencitos. Es un panorama terrible. Si se legalizan estas medidas para los gays, se instaura también la prostitución en Cuba. Por eso es que están creando estos servicios de salud», opina Cansino. Entre las cosas que le han informado sus fuentes, según el pastor, se encuentra la construcción, por primera vez en la nación, de un hotel destinado a la comunidad lgbt. Y está en lo cierto, pues a mediados de este año la compañía Muthu Hotels & Resorts, en colaboración con Gaviota –un grupo empresarial de las Fuerzas Armadas– tiene previsto abrir un hotel cinco estrellas plus en Playa Playuela, Cayo Guillermo. «La Revolución nació porque íbamos a ser el burdel de las Antillas. Ahora estamos retrocediendo a ese nivel. Toda la evolución que se ha alcanzado, tras miles de años de humanidad, hoy ya no sirve. La ideología de género no ha sido efectiva en el poco tiempo que lleva de existencia», dice Cansino.

Con respecto a la aprobación de la reforma constitucional y la entrada en vigor del artículo 82, el pastor evangélico cree que «es ambiguo» y «puede repercutir en el futuro de una nación». Como la mayoría de los cristianos que se oponen a la homosexualidad, asume que Mariela Castro es la gran culpable «de lo que está ocurriendo en el país con respecto a los gays». «Lo que ha sucedido es porque ella es la hija de Raúl Castro. ¿Por qué no se ha manifestado contra el sistema político cubano que es heteronormativo y nos satanizan a nosotros?». El líder evangélico dice estar cansado de «los ataques infundados» de Mariela Castro, de la comunidad lgbt y de la Seguridad del Estado. Dice que todos siempre argumentan lo mismo, sin razón, sin convencimiento: que la iglesia es contrarrevolucionaria, que recibe dinero del exterior para sus campañas, que la Central de Inteligencia Americana (cia) está detrás de ellos moviendo los hilos. Las últimas cinco veces que Cansino ha salido del país han sido un embrollo. Lo han sacado de la fila de migración, le han quitado el pasaporte, lo han llevado a interrogatorio. «No tengo ningún misterio, me tienen montada una guerra psicológica. El Señor es el que me da fuerzas para salir adelante», afirma. Según explica, la comunidad evangélica internacional tiene la vocación de servir en todo el mundo. Es por ello que recibe dinero para sus proyectos comunitarios y que solamente lo pone en función de ese fin. Algunos de esos proyectos son ayudar económicamente a los payasos terapeutas de los hospitales infantiles o a los damnificados de los desastres naturales. Uno de los mayores reclamos de los cristianos en Cuba es que el gobierno los autorice a realizar una manifestación pública, como la comunidad lgbt, que celebra todos los años una jornada dedicada a la lucha contra la homofobia y la transfobia. «Nada de lo que hemos hecho se ha hecho con autorización del gobierno. Si ellos tienen una marcha, que nos den una también a nosotros. ¿Cuál es el miedo? Si ningún cristiano ha ido a tirarles piedras, a tirarles una bolsa con estiércol. Ellos sí son capaces de hacer cualquier cosa».

En la contienda virtual que sostiene Cansino cotidianamente con activistas lgbt, ha salido a relucir un rumor punzante. El pastor ha hecho caso omiso, se ha pasado con ficha para evitar una polémica encendida que lo haga perder los estribos. Pero es un dato que sus rivales manejan como un as en su contra. Dice que el hecho de que utilicen el discurso de que su hija es lesbiana es una bajeza. «No tengo problema alguno con el camino que puedan coger cualquiera de mis dos hijos. Son adultos y escogen lo que quieran, no controlo sus vidas íntimas. Los eduqué con principios para el beneficio social. Que me digan eso es una bajeza digna de las personas que lo dicen».

Cansino alega que es «el colmo de la desfachatez» que los activistas quieran quebrarlo utilizando esa arma filosa, y que, por esa misma razón, a pesar de estar abierto al diálogo, ha tenido que bloquear a algunos en las redes sociales. «Cuando me escriben por privado, me ofenden, me dicen malas palabras, me amenazan, pero lo tengo todo guardado por si un día me pasa algo. Si tú eres hombre, hombre, no armas ese chisme; entonces, es que estás a punto de ser homosexual».n n n

Cuatro o cinco meses fue lo que duró. No más. Ese tiempo le bastó para hartarse. «Mucha hipocresía, mucha mentira, vergüenza me daban mis hermanos, me cansé», dice de carretilla Roberto Ramos, sin tomar apenas aire. Ramos es un artista visual de 43 años. Está sentado encima de una patineta de skateboard en el estudio de tatuajes La Marca, en La Habana vieja. Tiene el pelo largo y lo lleva recogido como un samurái, es delgado como un palillo de dientes. El paso del tiempo no ha cambiado su estilo de vida.

Hace 25 años, Cuba padeció los peores días de su historia. El campo socialista se había desplomado y la isla dejó de amamantarse con las importaciones que llegaban en cantidades industriales desde Europa del Este. El pib se contrajo en 36%. «No había nada que hacer, no había actividades en la calle, no había conciertos, no había nada, mucha hambre y mucho aburrimiento era lo que había». Entonces, un día, su hermano menor, que de vez en cuando iba con unos amigos a pescar a Tarará, un balneario al este de la ciudad, lo invitó a que lo acompañara a su casa de estudio religioso. Llegó al culto, entró, conversó y no le desagradó la idea. Empezó a acudir. Poco tiempo después se bautizó en la iglesia de Marianao.

«Los pastores se sienten con un poder sobre uno, tienen mucho ego y se les olvida para qué uno va a la iglesia». Se queja de que «se supone que para aceptar al Señor o a Jesús Cristo como salvador, hay que cambiar el modelo de vida, pero ellos no se conforman con la transformación espiritual del ser». En su iglesia, a Roberto Ramos le empezaron a cuestionar su manera de vestir y el largo de su pelo. Los pastores, además, sostenían que la homosexualidad es un pecado y que en la iglesia abundaban los gays «convertidos», las personas que después de aceptar a Jesús dejan, por obligación y conciencia, de tener relaciones con otras personas de su mismo sexo, porque «Dios los aborrece». El artista comenzó a observar por todas partes actitudes machistas que dejaban a las mujeres en un segundo plano, y que había cultos destinados a enjuiciar sus comportamientos. «Discriminaban a la gente, la transformación también tenía que ser física y yo seguí con mi pinta grunge. Decían que es un plan divino, pero parece que el plan divino era que yo mintiera y dijera que Dios me había cambiado. Me fui apartando y me cansé». Ramos cree que la relación que deben tener los creyentes con la religión es personal y que no debe estar mediada por los pastores. A él, que fue evangélico, no lo toma por sorpresa la posición de algunos de los cristianos hoy en Cuba. «De la iglesia no se puede esperar una inclusión de derechos y eso me reafirma mi decisión de haber salido, fue una de las cosas más sabias que hice en mi vida».

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«No estoy en contra de que cada cual tenga derecho a tener su propia fe y adorar a su propio dios, pero de lo que sí estoy en contra es de la propagación del odio y del proselitismo desvergonzado de la Iglesia, en sus maquinaciones y manipulaciones», dice Idania del Río, diseñadora y una de las dueñas de la tienda de diseño Clandestina. A los 37 años, Idania está enfadada. La campaña desplegada por una parte de la iglesia evangélica cubana la llevó a ingeniarse una pequeña serie de ilustraciones que cuelga en Facebook y que está destinada a desacralizar la visión cristiana sobre las relaciones entre personas del mismo sexo.

Entre ellas están una cruz que rompe la estrella de la bandera de Cuba; Dios, que siendo alumno en un instituto de diseño, es rechazado por su profesor porque solo se le ocurren ideas entre personas heterosexuales; Dios que quiere escuchar música y los dos plug de su dispositivo son machos. Cuando los evangélicos inundaron las calles con sus carteles, Idania y un grupo de activistas respondieron. Tomaron los propios carteles que los religiosos difundían y los transformaron. Sustituyeron la expresión «diseño original» por «diseño cubano», a la silueta de hombre y mujer entrelazados le agregaron cuatro composiciones más: mujer-mujer, hombre-hombre, mujer-hombre-mujer, hombre-mujer-hombre. Y añadieron una frase: «Una familia muy original». Imprimieron miles de ellos y los distribuyeron en la propia tienda y en la red de activistas de la comunidad lgbt. «Estoy sorprendida del poder que ha alcanzado la iglesia evangélica en Cuba. Ha crecido aprovechándose de las carencias económicas de los barrios pobres, los lugares donde el Estado ya no llega. Van ahí y le dan comida a la gente, le dan dinero y los hacen suyos», dice Idania.

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«La libertad tiene muchos riesgos», reflexiona Marta María Ramírez. Su expresión viene precedida de una anécdota: «Varios amigos gays se despertaron en la mañana y tenían a personas en el frente de sus casas, les pegaban carteles en las fachadas de sus hogares». Eran evangélicos. Cuando se inició la potente campaña pública de un sector del evangelismo para manifestarse en contra del matrimonio igualitario, muchos activistas de la comunidad lgbt pidieron la intervención estatal. Marta María, 42 años, activista y periodista, no lo tenía claro. A pesar de ser una de las voces que más han peleado en el país en los últimos años por los derechos de los homosexuales, la situación le creó un conflicto.

«Son discursos ultrafundamentalistas cargados de expresiones de odio. Por un lado, sé que son discursos muy riesgosos y sé adónde pueden llegar, pero, por otro lado, no se puede pedir la intervención estatal para quitarles sus libertades. No me cabe en la cabeza darles libertades a unos para quitárselas a otros. Ese es otro riesgo», señala la activista.

Isbel Díaz, fundador de Abra, centro social y biblioteca libertaria, también es activista lgbt y opina sobre el asunto: «Ha sido el resultado de un pequeño intento de jugar a ser democrático, el gobierno se ha encontrado con algunas fuerzas de la sociedad civil que han expresado abiertamente su postura convirtiéndose en un peligro para el poder».

«Es más importante mi libertad como ciudadano que el matrimonio. No sabemos hasta dónde llega la libertad de expresión, hasta dónde llega la libertad de mis derechos. Hay que mirar hacia las tradiciones de luchas en Latinoamérica y cuestionar a la democracia en sí», argumenta en favor de la manifestación pública. Una de las últimas actividades que organizó la comunidad lgbt antes del referéndum constitucional, para pronunciarse a favor del matrimonio igualitario, fue Cubacolor, una movilización promovida por activistas que se citaron en el parque John Lennon del barrio del Vedado.

La idea fue vestirse con los colores de la bandera del orgullo gay, enrollarse en ella, pintarse el cuerpo, decir «aquí estamos» ante la sociedad. Lidia Romero, activista de 49 años, lo explica así: «No queremos agredir a la Iglesia, queremos que nos respeten. Quisimos hacer presencia, porque el cuerpo es político. Una manera de expresarnos desde lo pacífico».

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«Las iglesias están difamando y no podemos permitirlo. Están diciendo cosas como que el sistema de educación va a empezar a enseñar a los niños a masturbarse, a ser homosexuales. Hay que hacer algo», dice preocupado Jancel Moreno, de 20 años. Estaba cursando el segundo año de la carrera de Medicina en la provincia de Villa Clara cuando lo empezaron a perturbar los mensajes y las manifestaciones de los evangélicos en La Habana. «Hay que salir de las redes sociales», se dijo. Pensó un par de ideas y las compartió en Facebook con la comunidad lgbt. Una de ellas era organizar una «besada» ante la Iglesia Metodista Universitaria del Vedado. El joven viajó a la capital. Sin bajarse del ómnibus que lo transportaba, sonó su teléfono móvil. Era la rectora de su universidad.

—Tengo que verte esta noche a las 8 pm en mi oficina —escuchó.—Profesora, no voy a poder, estoy en La Habana.

Después de un impasse, la rectora le ordenó que fuera de inmediato a la sede del Ministerio de Salud Pública, que lo iban a estar esperando. Cuando el joven llegó, lo recibió una médica en compañía de dos agentes de la Seguridad del Estado. Le comunicaron que habían revisado su perfil en las redes sociales y que habían detectado una convocatoria para una manifestación pública, que eso era ilegal en el país y que amén de estar fuera del marco de las leyes, el acto se podía prestar para que se sumara a la contrarrevolución; le advirtieron, además, que la iglesia podría reaccionar violentamente. La convocatoria se desinfló. Solo unos pocos activistas pudieron llegar hasta los predios de la iglesia de 25 y k para besarse y tomarse fotos delante de las pancartas en contra del matrimonio igualitario.

Ahora Jancel Moreno tiene otra idea: maquillarse, llenarse el rostro de golpes, de moretones, enrollarse en la bandera del orgullo gay, preparar un cartel que diga «No más odio», darle la mano a un amigo, subir por la calle 23 del Vedado con una flor blanca y depositarla en la puerta de la iglesia.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 280, Marzo - Abril 2019, ISSN: 0251-3552


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