Opinión
septiembre 2020

Socialdemocracia: ¿entre «comunitaristas» y «cosmopolitas»?

El paradigma estratégico básico que permitió el éxito electoral socialdemócrata de la posguerra ya no existe. Ahora, los socialistas democráticos tienen más de una perspectiva. Y algunas de ellas han entrado en disputa. Para algunos analistas todo se reduce a que los partidos socialdemócratas se debaten entre trabajadores y trabajadoras «comunitaristas» y profesionales «cosmopolitas». Pero la cuestión no es tan sencilla.

Socialdemocracia: ¿entre «comunitaristas» y «cosmopolitas»?

Los partidos socialdemócratas enfrentan desafíos estructurales sin precedentes. Desde la década de 1970, han hecho esfuerzos para ofrecer a los votantes una alternativa a las políticas económicas neoliberales de la derecha, abandonando el modelo keynesiano de pleno empleo y corporativismo social. Se dice que la globalización y la integración europea han erosionado la solidaridad de los Estados nacionales de Bienestar y reducido las herramientas gubernamentales de política social. Mientras tanto, los recursos de poder tradicionales de la socialdemocracia de Europa occidental se redujeron en forma drástica debido a la desindustrialización y a las transformaciones del mercado laboral, de manera tal que la base trabajadora de la socialdemocracia es hoy solo una fracción de lo que era en el pasado.

Para decirlo de una manera simple, el paradigma estratégico básico que permitió el éxito electoral socialdemócrata de la posguerra durante los Treinta Gloriosos ya no existe. La «tercera vía» intentó reconciliar el clima económico globalizado con la formulación de políticas socialdemócratas, pero a largo plazo se convirtió en un fracaso electoral.

Ante el éxodo de su electorado de clase trabajadora, muchos partidos socialdemócratas adoptaron una posición «más dura» respecto a la inmigración y se inclinaron por la asimilación en cuestiones de integración. Sus dificultades para asumir una postura coherente respecto a la política social y la inmigración/integración durante las últimas décadas se pueden atribuir principalmente a los dilemas estratégicos que han venido enfrentando, mientras intentan construir una coalición de votantes más duradera y buscan volver a plantarse como una (muy necesaria) fuerza electoral estable en los sistemas de partidos de Europa occidental.

Un nuevo clivaje

El cambio ocupacional a gran escala asociado al relativo declive de la clase trabajadora ha reducido lo que los politólogos describen como el «destaque» del «clivaje» de clase y ha transformado la estructura de clase en Europa occidental. La bibliografía académica ha alcanzado un consenso creciente en cuanto a que la nueva coalición electoral de la socialdemocracia está compuesta especialmente por trabajadores de la producción y profesionales del ámbito sociocultural (como docentes, trabajadores sociales y personal médico asalariado). Mientras que el clivaje de clase tradicional perdió destaque, también se ha vuelto cada vez más evidente que la globalización resultó en un nuevo clivaje destacado, el que contrapone a «ganadores» y «perdedores» de la globalización en términos de cosmovisión (respectivamente) universalista y particularista.

Utilizando datos de la Encuesta sobre Elecciones Nacionales en Bélgica, he demostrado que esta oposición literalmente divide al electorado socialdemócrata flamenco. Apelar tanto a los trabajadores de la producción particularistas de izquierda como a los profesionales del área sociocultural universalistas de izquierda está resultando difícil cuando el nuevo clivaje tiene un lugar destacado, en especial en la medida en que los partidos populistas de derecha radical se posicionan estratégicamente para alinearse con los trabajadores de la producción, mientras que los partidos verdes se especializan cada vez más en dirigirse a los profesionales del ámbito sociocultural.

Tampoco se alinean completamente las preferencias de estos electorados en cuanto al Estado de Bienestar. Si bien ambos apoyan un Estado intervencionista, 30% de los trabajadores de la producción, pero tan solo un insignificante 2% de los profesionales del área sociocultural adoptan una postura populista, que combina un igualitarismo nativista excluyente con una crítica del funcionamiento del Estado nacional de Bienestar. Los profesionales del ámbito sociocultural son más proclives a creer en una solidaridad universal, más allá de los límites de cada grupo, que los trabajadores de la producción (15% y 7%, respectivamente), y a tener un perfil de izquierda favorable a la inversión social (52%, en comparación con 23% de los trabajadores de la producción). Tanto los trabajadores de la producción como los profesionales del ámbito sociocultural pueden sin embargo estar de acuerdo en cuanto a la importancia de un Estado redistributivo e intervencionista.

El dilema agravado

Los electorados socialdemócratas están internamente divididos entre estos dos grupos, al tiempo que se esfuerzan por forjar una coalición duradera entre clases. Este dilema electoral se agrava debido a su postura ambigua y a veces lisa y llanamente conservadora respecto a la inmigración y la integración, lo que razonablemente puede desanimar a los votantes de minorías étnicas. La bibliografía reconoce cada vez en mayor medida que los intereses de las minorías étnicas juegan un rol fundamental en el cálculo electoral de sus integrantes, y los partidos socialdemócratas pueden perder votantes de las minorías al adoptar una postura que dañe esos intereses.

Una vez más, los patrones de competencia electoral son cruciales. En un buen número de países de Europa occidental asoman la cabeza partidos basados en minorías étnicas, lo que constituye tal vez el atractivo más creíble para defender los intereses de esas minorías allí donde los socialdemócratas están fracasando, si bien esos partidos parecen enfrentar el obstáculo de los umbrales electorales. Cuando en Amberes, un antiguo baluarte de su agrupación, los socialdemócratas adoptaron algunas políticas controvertidas en su esfuerzo por contener el avance de la derecha radical, fue el Partido del Trabajo de Bélgica (PVDA, por sus siglas en neerlandés), de izquierda radical, el que se benefició con sus devaneos respecto al tema de la integración.

Una mayor percepción de discriminación étnica se conecta con un voto por la izquierda radical, y no por los socialdemócratas, lo que explica al menos en parte el aluvión de votantes de minorías en favor del PVDA en las elecciones recientes. Al tratar de recuperar algo de su anterior electorado de trabajadores de la producción particularistas de izquierda, los socialdemócratas se ponen en posición de perder su electorado de minorías étnicas, que podría decirse que ha sido el único sector sistemáticamente leal en las décadas recientes.

Potencial de movilización

Es cuestionable que pueda considerarse que los votantes de la clase trabajadora particularista de izquierda, el antiguo núcleo del electorado socialdemócrata, tengan todavía un potencial de movilización, en particular allí donde los partidos de derecha radical apuntan a estos votantes con un programa de asistencia social populista. Sin embargo, las pérdidas en este grupo de votantes no indican la muerte de la socialdemocracia, ni convierten necesariamente a los partidos socialdemócratas en partidos «de clase media», indistinguibles de los verdes.

En primer lugar, una buena parte de los trabajadores de la producción (7% en Flandes) tiene una visión de izquierda universalista, y una porción aún más grande (23%) apoya la inversión social. Los votantes de la clase trabajadora con un perfil similar están aliados ideológicamente con los profesionales del ámbito sociocultural, y esto constituye la base para una coalición interclasista contemporánea de la socialdemocracia. Para los partidos socialdemócratas, esto significa que pueden combinar un enfoque en la política de clasetrabajadora y el universalismo, al tiempo que conservan su raison d’être como partidos que representan las demandas de la clase trabajadora sin tener que recurrir a políticas de inmigración conservadoras.

Además, si bien sus preferencias en cuanto a política social pueden diferir, los tres electorados fundamentales de la socialdemocracia apoyan un Estado fuerte e intervencionista que redistribuya recursos mediante impuestos, la primera y principal incumbencia de la socialdemocracia. Sacar provecho de su imagen como defensores primarios del Estado de Bienestar requerirá sin embargo que los partidos socialdemócratas avancen más allá del paradigma neoliberal de «responsabilidad» presupuestaria y recorte del Estado de Bienestar, si es que pretenden satisfacer los diferentes intereses de una coalición electoral diversa.

Traducción: María Alejandra Cucchi

Fuente: Social Europe




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