Tema central
NUSO Nº 285 / Enero - Febrero 2020

Conceptos e ideas sobre las clases medias peruanas

¿Cómo fueron pensadas históricamente las clases medias en Perú? ¿Qué tipo de autopercepciones emergieron en un país atravesado por diversos clivajes étnicos y regionales? Más recientemente, ¿cómo afectó la definición de «clase media» el afianzamiento de un sistema neoliberal que logró sedimentarse y generar una estabilidad y una cohesión de las elites mayores a las de otros países de la región?

Conceptos e ideas sobre las clases medias peruanas

En mayo de 2019, el informe del Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (iedep) de la Cámara de Comercio de Lima (ccl) estableció que 14,4 millones de peruanos (44,7% de la población) pertenecían a la clase media. Los indicadores del informe determinaron que durante 2018 se integró a ese segmento un total de 618.797 personas1. Según el informe, el avance de la clase media se debe principalmente al crecimiento del pib en 4% y a la reducción de la pobreza (esta alcanzaba a 20,5% de la población al cierre de 2019). De estos 14,4 millones, 9,4 se ubicaban dentro de la clase media baja (que percibe entre 10 y 20 dólares diarios) y los 5 millones restantes se ubican en la clase media alta (que percibe entre 21 y 50 dólares)2.

Cien años antes, a inicios del siglo xx, Joaquín Capelo consideraba en su Sociología de Lima que las clases sociales (superior, media e inferior) «representan lo que en la vida animal constituye el cerebro, el corazón y el estómago, respectivamente». En las sociedades más desarrolladas, la línea divisoria entre las clases sociales era muy marcada; en cambio, en Perú, ocurría todo lo contrario3. La línea difusa entre las clases sociales hacía que la clase media, en palabras de Capelo, viviera «amenazada constantemente de las invasiones de la clase inferior y excitada por su parte a penetrar en el campo de la clase superior».

La distancia entre ambas referencias nos hace ver que lo que se entiende por clase media ha cambiado notablemente. La definición de clase media, como señala David Parker, enfrenta los modelos científicos propuestos desde las ciencias sociales, al establecer categorías que se aproximan al sentido común de la gente, es decir, a aquellos conceptos propios del vocabulario popular que se utilizan para caracterizar al otro, como «pituco», «huachafo», «cholo», «arribista» y «venido a menos». Tal como lo expresa Parker: «Si volvemos a principios del siglo xx, encontraremos algunos de esos mismos conceptos (no todos) y otros que ahora han desaparecido o van desapareciendo: ‘gente decente’, ‘gente de familia’, ‘caballero’, ‘medio pelo’, ‘gente de humilde condición’»4.

Como coinciden en señalar algunos autores, los trabajos de Parker permiten ver a la clase media más allá de una concepción ideológica mediante límites de ingresos –tal como la mide el Banco Mundial– pero sin dejar de tomar en cuenta los patrones de consumo, que tratan de emular los de las clases altas. Por eso, Capelo escribe que «la clase media es la más visitada por la escasez y la miseria, y este mal se agrava con dosis de vanidad y desconocimiento de sí misma»5. Entonces, ¿cómo definir a la clase media? ¿Cuáles son sus contornos? ¿Cómo ha evolucionado este concepto?

Este artículo busca recoger algunas de las principales nociones sobre lo que es la clase media en Perú, las disyuntivas que existen entre los tópicos científicos y las concepciones popularizadas y describir cómo esta especie de dicotomía ha evolucionado con el tiempo.

Nociones previas

Guillermo Nugent nos habla de tres niveles interpretativos para entender el problema de la clase media: el ontológico, el identificatorio y el síntoma político. En el primero, el del terreno de la «ontología social», se habla de una clase media que está creciendo, ha desaparecido, se ha transfigurado, etc. El segundo nivel es usualmente autoidentificatorio: un sector de la población se considera como parte de la clase media de acuerdo con sus patrones de consumo. El tercer nivel asocia la clase media a la estabilidad política y social: «Cuando se habla de clase(s) media(s) en los debates públicos se habla de la marca de una estabilidad situada cada vez más en el pasado. Es decir, también la clase media, aparte de ser usada para constataciones y como seña de identidad, es igualmente una manera de describir un estilo de acción pública, básicamente pacífica y previsible»6.

Es muy importante precisar entonces que en la definición de la clase media la autoidentificación es clave, porque allí no solo se pueden analizar los valores que tiene una persona para situarse en uno de los estratos sociales, sino también lo que la distingue de los demás. Es decir, uno se puede definir como de clase media por ciertas características que considera como centrales, pero también porque se diferencia de las otras clases (sobre todo las inferiores). Como nos señala Gonzalo Portocarrero:

Cuando se lo usa para definirse a sí mismo [el término] adquiere un significado muy diferente a cuando se lo emplea para clasificar a los demás. En el primer caso, cuando una persona dice «yo soy de clase media», el término remite a ciertas creencias y valores, a una forma de entender la vida y ubicarse en la sociedad. En el segundo, cuando se trata de clasificar a los demás, el término se refiere a un conjunto de personas que tienen características comunes: un mismo nivel educativo, ingresos parecidos u ocupaciones similares. (...) En el primero se enfatizan la cultura y el orden simbólico en cuanto regímenes de ordenamiento de la vida impulsiva y de producción de identidades colectivas. En el segundo, el trabajo y la economía aparecen como los fundamentos de la diferenciación social.7

Para las ciencias sociales, los criterios de clasificación de las clases sociales más comunes son: nivel de ingresos, nivel de educación, ocupación, posesiones patrimoniales y origen de clase. Estos se identifican en una escala de valores en la cual cada grupo o categoría ocupa una posición que va de mayor a menor o de inferior a superior. Esta escala de valores informa sobre el lugar que cada categoría ocupa en el sistema clasificatorio al cual pertenece8.

Siguiendo a Parker, la definición científica de clase media en los últimos años ha sido puesta en jaque, por un lado, por la crisis del marxismo como teoría que definía a las clases sociales, y por el otro, por el cuestionamiento metodológico surgido con el posmodernismo, que relativizaba el rol de las clases sociales en el devenir histórico9. Por ello es que Parker busca reconstruir los discursos, las ideas y las clases sociales, mostrando cómo el esquema binario de la «gente decente» y el «pueblo» no dejó espacio para estratos intermedios en el imaginario social hasta bien entrado el siglo xx. En vez de armar mi propio modelo «objetivo» de la estratificación social peruana, en este texto trato de entender los diferentes discursos de clase que manejaban los diversos actores en la historia peruana; poner el foco en cómo ellos entendieron las clases sociales y cómo proporcionaron ideas, visiones y discursos de descripción social. En otras palabras, trato de ver las clases como construcciones sociales, productos de una imaginación colectiva10.

Los orígenes del concepto

¿Desde cuándo se puede hablar de clases medias en Perú? Parker nos da pistas sobre el uso del concepto en el Proyecto de una sociedad de crédito de Ricardo Monti de 1871, pero como un hecho aislado, porque ni en obras de data cercana, como la Estadística o Lima de Manuel A. Fuentes, ni en la Sociología de Carlos Lisson se encuentra referencia a ellas. Considero que si bien no había un concepto «clase media», sí se tenía una idea de la existencia de un grupo intermedio entre la «elite guanera» y la «plebe»: un grupo compuesto básicamente de comerciantes medianos e intelectuales, o funcionarios públicos, con estudios en la Universidad de San Marcos o los Colegios Mayores, que aspiraban a formar parte de esa «elite» para distanciarse de la «plebe» con la cual no se sentían identificados. La idea va gestándose hasta que a fines del siglo xix e inicios del xx se vuelve un grupo más cohesionado. Esto coincide con las ideas sobre la clase media expresadas por Capelo en su ya citada Sociología de Lima. Este concepto se irá asentando en las primeras décadas del siglo xx y tendrá su prueba de fuego en la primera huelga de empleados, en 1919, cuando este grupo ya tiene una clara conciencia e identificación de ser de «clase media» y la expresión se usa en el discurso político.

Aunque Parker señala que «gente decente» y «gente de pueblo» eran los conceptos más utilizados en un primer momento por los limeños para distinguirse de los demás, hay que entender que el primero de ellos ya se usaba desde inicios de la República. Pablo Whipple nos ha explicado cómo con la independencia las nuevas autoridades quisieron fundar una decencia republicana en oposición a la idea colonial (la superioridad moral que se aplicaba a los españoles y sus descendientes, y a los indígenas y mestizos que alcanzaban una posición privilegiada)11. Esta idea de decencia implicaba un cierto estilo de vida y de consumo que se fue acentuando durante la época del guano y que perviviría pese a la crisis económica que sucedió a la guerra con Chile (1879-1884). Entonces, ¿qué era ser decente a inicios del siglo xx en Lima?

Para el hombre acaudalado, la decencia residía en un cierto estilo de vida y de consumo; para el aristócrata venido a menos, era una cuestión de abolengo y de vínculos familiares; para el profesional, se lograba con un título universitario; un empleado de comercio se sentía decente porque no trabajaba con las manos; y el artesano reivindicaba su decencia por ser alfabeto, limpio, abstemio, serio, padre de familia, más o menos blanco.12

Esta clase media, o mejor dicho, la concepción de una identidad de clase media, se iría construyendo sobre la base de la idea de que el dinero no es el único medio para lograr el ascenso social; se requería sobre todo un apellido de familia (es decir un apellido conocido), abolengo y estilo de vida13. Parker hace referencia a los informes de las autoridades municipales a inicios del siglo xx en los que se evidencia que, aunque una persona viviera en condiciones austeras, por el hecho de ser de tez blanca y tener un «buen» apellido y educación podía ser considerada de clase media frente a los obreros y artesanos. Esta conciencia se iría reforzando en la medida en que la clase obrera iba desarrollando a su vez su propia conciencia y pliego de reclamos, en un contexto de crisis de la República Aristocrática, regida por el Partido Civil, y mientras los pensadores progresistas de la época iban importando el vocabulario moderno de clases sociales que ya estaba asentado en Europa.

Por ello, el proceso posterior al fin de la Primera Guerra Mundial, cuando los obreros consiguieron mejoras laborales como aumentos salariales y la jornada de ocho horas, fue el contexto propicio para que las clases medias entraran en la escena política. 1919, año en que se produce el fin de la República Aristocrática y el ascenso de Augusto Leguía al poder, estuvo marcado por una serie de huelgas y manifestaciones, pero también por el impulso de las asociaciones de trabajadores, como fue el caso de los empleados de las casas comerciales, bancos y almacenes que se declararon en huelga en El Callao por más de una semana. Para Parker, este movimiento marca un hito porque lleva la idea de «clase media» al debate político, lo que trajo como consecuencia, durante el oncenio de Leguía, la promulgación en 1924 de la Ley del Empleado14.

Es interesante ver cómo esta ley impuso una brecha entre obreros y empleados como dos sectores distintos: el primero se identifica como clase media, y por tanto, como «decente». Entonces, ser un empleado significaba ser superior a ser obrero, aun si el sueldo del segundo era mayor al del primero. El estatus se imponía entonces frente a los niveles remunerativos. Esta división se mantendrá por muchos años, sobre todo en las décadas siguientes. Un ejemplo, en el sector salud, es la construcción del Hospital Obrero en 1938 y del Hospital del Empleado en 1951. Ambos grupos de trabajadores tendrán sus propios sistemas asistenciales hasta la década de 1970, cuando el régimen militar, con un discurso nacionalista y de igualdad entre las distintas clases sociales, unificó ambos sistemas.

La nueva clase media

La llegada de las olas migratorias a la ciudad trajo consigo el incremento de la población y la ampliación de la demanda laboral. En ciudades como Lima, que se van expandiendo caóticamente, la nueva fuerza laboral crece como efecto de los contingentes migratorios y esto obliga a la recreación constante de estrategias de adaptabilidad15. De ese modo la clase media, que a inicios del siglo xx parecía relativamente uniforme, se convierte en un estrato social en el que ahora se pueden identificar hasta tres subgrupos:
- una clase media tradicional, vinculada al imaginario dual colonial y a un temprano impulso modernizador, que asigna una alta valoración al gasto como inversión para el mantenimiento o la apariencia de un estilo de vida;
- una clase media consolidada, producto de la expansión urbana y de la segunda reforma universitaria, que posibilitó su desarrollo como elite intelectual y tecnocrática; y
- una clase media emergente, producto de las migraciones masivas, de la redefinición del espacio urbano y de los nuevos usos del capital económico y relacional.

Hay que tener en cuenta que la ola migratoria trajo consigo una ampliación de la demanda laboral. Las primeras generaciones de migrantes, que se trasladaron del campo a la ciudad, tenían una educación básica; se trataba de quechuahablantes, que se dedicaron en gran proporción al comercio informal. Así se hicieron poco a poco de un capital para ir mejorando su calidad de vida y aspiraron a que las futuras generaciones tuvieran acceso a los beneficios que ellos no obtuvieron. Con la ayuda de las políticas estatales de vivienda y educación, la segunda y tercera generación pudo acceder incluso a una educación universitaria. Como señala Norma Füller, la elite de los sectores informales apunta a convertirse en una nueva clase media en la medida en que posee niveles de ingreso y capacidad de consumo similares a aquellos de los que tradicionalmente gozaron las clases medias asalariadas y profesionales. No se trata entonces de la renovación de la pequeña burguesía, «sino de la emergencia de un nuevo sector cuya identidad tiene fuertes contenidos étnicos y que no participa del capital cultural y de relaciones que caracterizaron a los sectores medios tradicionales»16.

La igualdad de oportunidades ya forma parte de las creencias aceptadas conscientemente (aunque no internalizadas) por la mayoría de las capas urbanas y esto ha diluido mucho el carácter aristocratizante de los grupos dominantes. Si bien los sectores de la clase media conservan ciertos rasgos exclusivistas, tienden más a adjudicarlos a sus propias cualidades: formación, eficiencia, dinamismo o estilo de vida, que al hecho de asemejarse a una elite que ha ido perdiendo los rasgos que la distinguían17.

Javier Díaz Albertini considera que en Perú, un país con una gran desigualdad en la distribución de ingresos, la división entre la clase media y otras clases sociales es una franja estrecha y mal definida, cuyos límites se establecen más por negación que por contenidos objetivos y concretos, y que estos límites son socioculturales antes que económicos18. Sobre todo en una economía empobrecida como la peruana y en particular en la década de 1980, con la crisis económica y el terrorismo, la clase media limeña era relativamente pobre en comparación con las clases medias de los países vecinos:

Se distinguía fundamentalmente por la zona residencial, su ocupación no manual y el nivel de estudio. Los ingresos eran relativamente bajos, pero también lo eran sus posibilidades de consumo, bastante modestas debido a la reducida selección ya sea por la prohibición de importaciones (durante Velasco y Morales Bermúdez) o su efectiva restricción por los altos aranceles a la importación. (...) Habría que añadir que el casi nulo acceso al crédito también recortaba las posibilidades de consumo.19

En efecto, la crisis de los años 80, que luego se agravó con el fujishock de 1990, melló a la clase media, a la que le tomó largo tiempo recuperarse (de ahí los reportes que indican que el aumento del consumo se relaciona sobre todo con la recuperación de la capacidad de consumo que la clase media perdió durante la crisis económica de las décadas de 1980 y 1990). Además, esta crisis traerá consigo un cambio importante en el paradigma de lo que es la clase media, sobre todo en los jóvenes, que se irán nutriendo del neoliberalismo y su insistencia en el individualismo (racional/egoísta) y en un estilo de vida que solo puede sostenerse sobre la base del consumo. Lo que más importa es el estatus, sobre todo por el nivel de educación, sin tomar en cuenta la ocupación o los ingresos. La aparición de universidades privadas, alentadas por el neoliberalismo fujimorista, incidiría en esta idea de estatus: estudiar en una de estas universidades, por más humilde que fuera el origen de cada uno, era importante para diferenciarse del resto y para habilitar el acceso a ciertos espacios para la construcción de redes sociales, políticas y económicas habilitantes de un mejor posicionamiento social –sobre todo en una década en la que estudiar en una universidad nacional significaba la estigmatización de ser «terruco» (terrorista)–. La aspiración de las clases emergentes es que sus hijos accedan a estos espacios para elevar su estatus y con él, el de toda la familia. En el último año, esta idea de estudiar en una universidad privada «para tener un empleo y poder vivir» ha chocado con la verdadera cara de la educación privada en el país: universidades privadas con bajos aranceles, que no aseguran una calidad educativa adecuada y cuyos títulos no garantizan un empleo digno, sino más bien empleos de sueldo mínimo o subempleo.

Este aspecto de la educación como un medio para ascender socialmente es criticado por algunos científicos sociales, quienes consideran que la clase media peruana ha traicionado su papel de líder natural de la nación en términos culturales y políticos, porque prefirió identificarse con la forma de vida de las elites en vez de formar un conjunto con las clases populares para dar forma a un proyecto alternativo de país20. La clase media más bien ha caído en el «simplismo», adecuándose a las políticas neoliberales de la economía nacional, como señala Eduardo Toche:

las clases medias peruanas no han podido cumplir sus roles y el resultado es ese andar a la deriva que invade los fueros íntimos de los peruanos (…). En su lugar, se han instalado el inmediatismo y la reducción de las redes sociales (…). También el sentido minimalista de sus demandas: la educación debe ser «práctica», casi reducida a enseñar un oficio o habilidades «para desempeñarse en la vida», como computación, idiomas extranjeros, entre otros, los cuales son necesarios, pero a todas luces insuficientes.21

La estabilidad del neoliberalismo y las clases medias

Como escribió Carlos Adrianzén, la estabilidad del neoliberalismo peruano se basa en la conjunción de tres factores: la cohesión de las elites empresariales desde la década de 1980, el temor a las izquierdas y la renovación ideológica neoliberal promovida por Hernando de Soto22. Esta última hace hincapié en que las clases medias de ahora son ante todo autoforjadas, producto de la inversión privada y del crecimiento económico, más que de políticas provenientes del Estado. En el marco de este nuevo lenguaje, el concepto de «emprendedor» refiere a quien inicia un negocio (sobre todo formal) para mejorar su calidad de vida y así acceder a la clase media o consolidarse en ella, contribuyendo así con la economía.

El empresariado agrupado en la Confederación Nacional de Empresarios Peruanos (Confiep) se ha vinculado principalmente a los partidos de derecha, financiando candidaturas en las elecciones presidenciales luego de la restitución democrática, tras la caída de la dictadura fujimorista. Esta intervención del grupo empresarial en la vida política, caracterizada por partidos débiles, ha favorecido la continuación de políticas económicas alineadas con las recetas del Banco Mundial23. Esto ha permitido el incremento de la clase media en los inicios del presente siglo; así, por ejemplo, un estudio de Ipsos señala que entre 2005 y 2014 la clase media peruana aumentó de 21% a 35% de la población total.

En la actualidad, la clase media peruana tiene la posibilidad de acceder a seguros de salud y educación, e incluso seguridad, privados. El incremento de la oferta de vivienda con la construcción de edificios y condominios es una muestra del crecimiento de la economía nacional que ha creado nuevos espacios de socialización, así como la proliferación de centros comerciales en las últimas dos décadas, muchos de ellos en las zonas periféricas de las ciudades (sobre todo en Lima) que antes eran consideradas como «conos».

En este pequeño balance, vemos cómo las diferentes formas de caracterizar a la clase media nos hacen cuestionar los parámetros que el Banco Mundial utiliza para definirla. Es evidente que los resultados macroeconómicos se distancian de lo que sucede con los aspectos socioculturales de cada una de las regiones de un país como el Perú, donde las desigualdades sociales son muy marcadas.

  • 1.

    En este caso, los parámetros que definen a la clase media se basan en los indicadores del Banco Mundial, que agrupa a la población latinoamericana en cuatro «clases», dependiendo de su ingreso diario en dólares: la clase baja (con un ingreso menor a 4 dólares por día); los vulnerables (entre 4 y 10 dólares), la clase media (entre 10 y 50 dólares) y la clase alta (más de 50 dólares). Ludwig Huber y Leonor Lamas: Deconstruyendo el rombo. Consideraciones sobre la nueva clase media en el Perú, IEP, Lima, 2017, p. 18.

  • 2.

    «Clase media creció 4,5% en el 2018 y representa el 44,7% de la población peruana» en Gestión, 15/5/2019.

  • 3.

    En J. Capelo: Lima en 1900, estudio crítico de Richard Morse, IEP, Lima, 1973, pp. 183-184.

  • 4.

    D. Parker: «Discursos, identidades y la invención histórica de la clase media peruana» en Debates en Sociología No 22, 1997, p. 100.

  • 5.

    J. Capelo: ob. cit., p. 85.

  • 6.

    G. Nugent: «Clase media. De la mano invisible a la clase invisible» en Julio Gamero y Molvina Ceballos (eds.): Perú Hoy. La clase media ¿existe?, DESCO, Lima, 2003, pp. 17-18.

  • 7.

    G. Portocarrero: «Ajuste de cuentas. Las clases medias en el trabajo de tempo» en G. Portocarrero (ed.): Las clases medias. Entre la pretensión y la incertidumbre, SUR / Oxfam, Lima, 1988, p. 13.

  • 8.

    Norma Füller: «Las clases medias en las ciencias sociales» en G. Portocarrero (ed.): Las clases medias. Entre la pretensión y la incertidumbre, SUR / Oxfam, Lima, 1988, pp. 443-458.

  • 9.

    «El marxismo temprano se refería con el término a la emergente capa de profesionales de ‘cuello blanco’ (...). Las diferencias jerárquicas e institucionales entre la ‘antigua’ clase media, propietaria de pequeños negocios (la ‘pequeña burguesía’ de los marxistas) y los empleados sin propiedad (la ‘nueva’ clase media regulada por estructuras burocráticas) fueron tema del libro de C. Wright Mills (1951) hacia la mitad del siglo pasado. También Giddens (1979) distingue entre la ‘clase media antigua’ (sinónimo de la ‘pequeña burguesía’) y una ‘nueva clase media’ de empleados sin propiedad y con trabajos no manuales». L. Huber y L. Lamas: ob. cit., p. 12.

  • 10.

    D. Parker: ob. cit., p. 103.

  • 11.

    Ver P. Whipple: La gente decente de Lima y su resistencia al orden republicano. Jerarquías sociales, prensa y sistema judicial durante el siglo XIX, IEP / Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Lima, 2013.

  • 12.

    D. Parker: ob. cit., pp. 105-106.

  • 13.

    Este tópico parece repetirse en otras décadas. «Salvo excepciones, contadas con los dedos de la mano, la mayoría de los industriales eran, socialmente hablando, marginales. El hecho de ser blancos y europeos, con el paso del tiempo y dado que tenían fortuna, les valía el acceso a la clase media acomodada. No era fácil cumplir con los requisitos de tener ‘apellido, fortuna y educación’». Francisco Durand: La burguesía peruana. Los primeros industriales. Alan García y los empresarios, DESCO, Lima, 1988, p. 23.

  • 14.

    D. Parker: ob. cit., pp. 107-109.

  • 15.

    Eduardo Toche: «Apuntes sobre las clases medias», serie Perú Hoy No 15, DESCO, Lima, 2009, p. 151.

  • 16.

    N. Füller: «Las clases medias en las ciencias sociales», cit., p. 454.

  • 17.

    N. Füller: Dilemas de la femineidad. Mujeres de la clase media en el Perú, PUCP, Lima, 1998, p. 30

  • 18.

    J. Díaz-Albertini: Nueva cultura de trabajo en los jóvenes de la clase media limeña, Universidad de Lima, Lima, 2000, p. 9.

  • 19.

    Ibíd., p. 20.

  • 20.

    N. Füller: «Las clases medias en las ciencias sociales», cit., p. 30.

  • 21.

    E. Toche: ob. cit., p. 162.

  • 22.

    C. A. Adrianzén: «Una obra para varios elencos. Apuntes sobre la estabilidad del neoliberalismo en el Perú» en Nueva Sociedad No 254, 11-12/2014.

  • 23.

    En una entrevista, Fidel Jaramillo, representante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sostuvo que el aumento de la clase media en Perú se debió a la buena política macroeconómica del país, que le permite ser uno de los líderes en la reducción de la pobreza: «es necesario mantener sólidos esos fundamentos macroeconómicos y, además, promover el acceso a los bienes públicos claves (infraestructura y financiamiento) para desarrollar proyectos de inversión». F. Jaramillo: «Clase media y crecimiento en el Perú» en Lampadia, 2/6/2015.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 285, Enero - Febrero 2020, ISSN: 0251-3552


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