Tema central
NUSO Nº 282 / Julio - Agosto 2019

Cómo el neoliberalismo reinventó la democracia Entrevista a Niklas Olsen

Cómo el neoliberalismo reinventó la democracia  Entrevista a Niklas Olsen

Desde la crisis de 2008, el «neoliberalismo» ha sido denunciado desde todos los ángulos, se lo culpa por la explosión de desigualdad y por la crisis misma1. Pero el concepto sigue siendo vago y a menudo se utiliza en forma aleatoria. ¿Es solo un programa económico? ¿Es un verdadero proyecto político? ¿Apunta, como escuchamos con frecuencia, a sacarse de encima al Estado en beneficio del mercado? ¿Cuál es su relación con la democracia?

El historiador Niklas Olsen, profesor asociado en el Instituto Saxo de la Universidad de Copenhague y director del Centro de Estudios Europeos Contemporáneos de la misma universidad, publicó recientemente una historia intelectual del neoliberalismo titulada Sovereign Consumer: A New Intellectual History of Neoliberalism [El consumidor soberano. Una nueva historia intelectual del neoliberalismo]2, cuyos ejes retoma en esta entrevista.

¿Cómo define usted «neoliberalismo» y «consumidor»?

Parto de una definición pragmática. Entiendo el neoliberalismo como el producto ideológico de procesos en los que quienes se autodefinen como liberales, desde el periodo de entreguerras, intentaron renovar el liberalismo como una ideología que dice promover órdenes sociales basados en mercados libres y libertad individual. En otras palabras, el neoliberalismo hace referencia a esfuerzos por construir nuevos liberalismos. Muchos de los liberales que he estudiado estaban conectados con la 3 y compartían la ambición de repensar cómo se podrían redefinir las funciones del Estado para asegurar el libre mercado y la libertad individual. La noción positiva del Estado –y de otras instituciones políticas– como garante de un orden competitivo es crucial para la manera en que estos neoliberales buscaron distinguir su proyecto de la economía política del llamado «liberalismo clásico».

A fin de cuentas, sus defensores se referían a la figura del consumidor soberano como una herramienta para rescatar y renovar la ideología liberal. Permítame remarcar que no entiendo al consumidor soberano como un individuo real o como un concepto fijo, sino como un término analítico «paraguas» para cubrir un espectro de ideas que reivindican que la libre elección del consumidor es el rasgo definitorio de la economía de mercado. En realidad, a esta figura se le han asignado diferentes significados y ha servido a diferentes propósitos a través del tiempo y el espacio.

¿Qué significa para el consumidor ser «soberano»? ¿Fue la forma de reemplazar la soberanía del Estado por la del consumidor? Usted también habla de dar al neoliberalismo «un nuevo modo de soberanía». ¿A qué se refiere con eso?

El aspecto de la soberanía es muy interesante. Su significado y relevancia tienen que ser entendidos en los contextos en que surgió. Aquí tenemos que volver a comienzos de la década de 1920, cuando el economista austríaco Ludwig von Mises inventó el concepto de «consumidor soberano». En su defensa de la ideología liberal, Mises se vio forzado a dar respuestas a quienes, como el jurista y pensador político alemán Carl Schmitt, criticaban el liberalismo por la ausencia de una clara fuente de orden social. Para esto, Mises acuñó la figura del consumidor soberano e invistió de hecho al orden liberal con un nuevo símbolo de autoridad que explica y justifica la particular organización política del liberalismo.

Supuestamente, esta fuente de autoridad no estaba limitada por las normas e instituciones políticas y religiosas. Respondía solo a deseos individuales y a la libertad formal de las leyes y los mercados. Y sí, dado que el poder creciente y las tendencias autoritarias del Estado eran la principal preocupación de los neoliberales en la época de entreguerras, se puso en primer plano al consumidor soberano para debilitar la soberanía del Estado.Quinn Slobodian también plantea esto en su excelente libro [Globalistas. El fin del imperio y el nacimiento del neoliberalismo]4, que ilustra cómo los neoliberales dirigieron sus esfuerzos hacia la reconstrucción del capitalismo a escala global. Citando palabras de Slobodian, la soberanía del consumidor está por encima de la soberanía nacional. En suma, el consumidor soberano denotaba una sociedad de mercado esencialmente individualista pero democrática, eficiente y bien ordenada.

¿En qué sentido esta noción de «consumidor» era cualitativamente diferente de otras definiciones anteriores?

El consumidor soberano siempre ha servido como una figura clave en la legitimación del proyecto neoliberal. Virtualmente, todos los defensores de la ideología neoliberal, de Ludwig von Mises a Milton Friedman, describieron la libre elección del consumidor como la característica definitoria de la economía de mercado deseable, y al consumidor soberano como un agente que es capaz de prescribir la producción económica y conducir la actividad política.

Al hacer un paralelo directo entre la elección en el mercado y en el cuarto de votación, los neoliberales no solo retrataron a los consumidores soberanos como los principales impulsores del capitalismo y la democracia liberal, sino que también describieron la elección diaria en el mercado como el auténtico motor de la representación y la participación individual en la sociedad. La elección entre «productos» disponibles se convirtió en el enfoque central para la actividad política.

Ahora bien, sin duda se encuentran ideas precursoras en economistas liberales como o y en economistas marginalistas como y . Sin embargo, la versión neoliberal difiere claramente de las definiciones tempranas del consumidor soberano. La diferencia crucial son las fuertes implicancias políticas y morales que los neoliberales asignaron a esta figura y a las formas en que ella legitima el orden político neoliberal. Por ese motivo califico al consumidor soberano como el actor clave del neoliberalismo.

Usted también explica cómo esta figura se utilizó para reinventar el mercado como lugar democrático por excelencia, donde el sistema de precios se convierte en un mecanismo para registrar una «elección continua», como afirma Mises. Al leer esta historia, es difícil no pensar en el razonamiento de Wendy Brown sobre cómo la racionalidad neoliberal deshace la democracia, cómo transforma la democracia en un mercado.

Creo que Wendy Brown tiene razón cuando sostiene que el neoliberalismo deshace la democracia tal como la conocemos al convertirla en un mercado. En este proceso, los neoliberales han evidentemente cuestionado (y algunos directamente rechazado) los sentidos tradicionales de la democracia que ponen énfasis en la deliberación pública y la votación de mayoría como fuentes primarias de legitimidad en el proceso de toma de decisiones políticas.

Pero también es necesario entender el neoliberalismo como un programa positivo que, en buena medida, concitó gran apoyo popular apelando a la legitimidad democrática. Lo que es más importante, para muchos neoliberales el mercado representa una solución superadora para asegurar la representación individual del ciudadano y su participación en los procesos sociopolíticos. Esta es una solución que supuestamente permite la elección individual desligada de la voluntad de la mayoría y opaca la idea de que los movimientos sociales, los sindicatos y las organizaciones pueden empoderar a segmentos de la población para mejorar sus condiciones de vida y promover sus derechos sociopolíticos.

Los neoliberales querían limitar los mecanismos de la política tradicional en nombre de la democracia de mercado, que se enfoca en la elección del consumidor y el mecanismo del precio. Esta ambición se refleja en la construcción de instituciones internacionales que se han inmunizado contra la presión de la democracia de masas a fin de proteger el orden del mercado. William Davies está en lo cierto cuando describe el neoliberalismo como «la búsqueda de la política a través de la economía»5. El punto es que el neoliberalismo rehabilita y vuelve a dotar de encanto al mercado y sus virtudes en nombre de los espacios tradicionales de la democracia, mientras le da primacía a lo económico por encima de lo político.

Su descripción nos ofrece una comprensión fascinante de por qué tantos economistas neoliberales, como Mises o Milton Friedman, apoyaron a regímenes autoritarios o incluso fascistas en diferentes momentos de sus carreras. Preservar el mercado era más importante que preservar la democracia, ¿verdad?

Sí. Es bastante claro que la democracia de consumidores que ellos identificaban con la economía de mercado a menudo representaba una analogía relacionada solo con los procesos económicos y no con un orden político caracterizado por las instituciones y virtudes democráticas tradicionales. Es también bastante claro que las medidas políticas que aprobaron para sostener un orden económico «democrático» solían involucrar medidas fuertemente antidemocráticas y enfoques antiparlamentarios frente a reclamos de participación política y social.

El neoliberalismo alemán de la década de 1930 es un ejemplo evidente. Al adaptarse al nacionalsocialismo, los neoliberales alemanes delinearon un ideal de soberanía del consumidor que estaba condicionado por la evasión de los derechos democráticos y sociales básicos. De hecho, se ocupaba esencialmente de convertir a la población en consumidores que debían cumplir las políticas de gobierno a través de modos específicos de comportamiento en el mercado, con el apoyo de una educación regulada por el Estado y medidas compulsivas.

En general, creo que es justo decir que priorizar el mercado por sobre la democracia es un patrón recurrente en la ideología y la práctica neoliberal.

Usted menciona que Mises escribió que nadie es «espontáneamente liberal» a menos que se vea «forzado a serlo». Pero ¿cómo podría ser liberal un orden si la gente está «forzada» a ser liberal? ¿Qué significa para Mises? ¿Era una concepción compartida ampliamente entre los neoliberales?

Pienso que la idea de que la gente tiene que aprender a ser liberal respecto al mercado es ampliamente compartida por los ideólogos neoliberales. Por supuesto, nadie describió esta idea mejor que Michel Foucault. Para crear una sociedad de mercado, primero es necesario construir un orden de mercado y segundo, enseñar (u obligar) a la gente a comportarse de acuerdo con los principios deseables para este orden. Los casos que tomó Foucault fueron el o alemán y el neoliberalismo de Chicago.

Mises precede ambos campos y con frecuencia ha sido retratado como de una especie diferente –un no neoliberal– debido a su fuerte compromiso con la economía del laissez-faire. Sin embargo, investigaciones recientes, entre ellas mi propio libro, sostienen que fue de hecho el inventor del paradigma político neoliberal. Mises no esperaba que el orden de mercado neoliberal simplemente surgiera. Consideraba necesario convencer a la población de las bendiciones del orden neoliberal y describía al Estado como una herramienta indispensable y poderosa en el intento de crear y salvaguardar este orden.Además, su visión del laissez-faire involucraba una fuerte acción estatal y no era contraria a la política autoritaria, como lo ilustra su apoyo al régimen autoritario de Engelbert Dollfuss en Austria en la década de 1930. Luego encontramos el célebre elogio de Mises a los logros del fascismo italiano en la reducción de la amenaza comunista a la propiedad privada, en su libro o, de 19276.

La retórica de la elección suele ser engañosa en el discurso neoliberal. Al tiempo que es virtualmente imposible oponerse a la idea de libre elección para todos, en la realidad la mayoría de la gente tiene muy poco dinero para gastar y pocos artículos entre los cuales elegir en una economía dominada por una extendida desigualdad y grandes empresas monopólicas7. Y una vez que esta retórica nos convence, erosiona nuestra capacidad de hacer demandas colectivas por derechos sociales.

¿Usted sostendría que hablar de una democracia de consumidores es una manera deliberada de atacar las ideas socialistas? Por ejemplo, la idea de una democracia de consumidores ¿no es un intento de desafiar la ? Y, del mismo modo, ¿está dirigida la noción de soberanía del consumidor a desmantelar la crítica de la izquierda según la cual el capitalismo se caracteriza por la soberanía del productor?

No hay duda de que el consumidor soberano neoliberal se inventó como forma de ataque al pensamiento socialista, y que el intento de responder a la idea socialista de democracia económica fue crucial en este esfuerzo.

Para obtener la instancia moral suprema, los neoliberales presentaron la noción de democracia de consumidores como una democracia económica real que, en contraste con el ideal socialista, asegurara efectivamente que todos los miembros de la sociedad pudieran tener su cuota en el proceso de toma de decisiones económicas, el poder y la riqueza. Y es obvio que al referirse a los consumidores como los «señores de la producción», los neoliberales también lanzaron una defensa contra la concepción marxista del capitalismo como un sistema controlado por los dueños de los medios de producción y cuyo único objetivo era enriquecerlos.

Los neoliberales buscaron desde el comienzo cooptar y redescribir los ideales de la izquierda para legitimar sus propios proyectos políticos.Usted también documenta cómo este modelo del consumidor colonizó el lenguaje de la izquierda con el nacimiento de la Tercera Vía, redefiniendo el proyecto de la izquierda como la protección de los consumidores en lugar de la clase trabajadora y viendo el mercado como el lugar ideal donde puede prosperar lo individual. ¿Cómo explicaría esta conversión?

Esta conversión es uno de los acontecimientos políticos más importantes de la segunda mitad del siglo xx y algunos libros importantes nos han ayudado a entender cómo ocurrió. Daniel T. Rodgers, en [La era de la fractura]8, nos brinda una explicación de la fragmentación, tanto en la derecha intelectual como en la izquierda intelectual desde la década de 1960, de las nociones colectivas de sociedad y política hacia concepciones de la sociedad que subrayan los numerosos intereses y deseos con frecuencia incompatibles de los individuos autónomos. Más recientemente, en [La izquierda reinventada. Los partidos occidentales del socialismo al neoliberalismo], Stephanie L. Mudge echó luz sobre cómo los partidos socialdemócratas en las décadas de 1980 y 1990 una ideología neoliberal que colocaba los mercados por encima de la política9.

Desde mi perspectiva, el ascenso neoliberal a la hegemonía estuvo directamente relacionado con el hecho de que los partidos de centroizquierda incorporaron en forma gradual a su ideología y práctica política la idea de que el Estado es incapaz de responder a las demandas individuales. Comenzaron a sostener que la capacidad del individuo de dar forma a la propia vida y a la sociedad contemporánea se realizaba mucho mejor mediante las fuerzas del mercado que mediante la protección ofrecida por las instituciones estatales.

En este contexto, el argumento de la existencia de un consumidor democrático, eficiente y soberano empezó a jugar un rol crucial. Los partidos de centroizquierda no solo siguieron los pasos de los ideólogos neoliberales, sino que además expandieron sus ambiciones encuadrando al consumidor soberano como un motivo y una herramienta para las reformas en el sector público. Deberíamos recordar que las nuevas políticas de centroizquierda estaban alineadas con los procesos de la economía de posguerra, que cuestionaban cada vez más el rol del Estado como agente de toma de decisiones colectivas y planificador social, y elevaban la soberanía del consumo a la categoría de única norma con la que podría medirse el bienestar social10.

Por último, usted parece sostener que en la década de 1960 importantes figuras de la izquierda adoptaron este discurso contra el Estado.

Sí, realmente creo que la crítica al Estado hecha por la izquierda fue crucial para el triunfo del neoliberalismo. Se podría decir que esta crítica contribuyó a reformular los debates contemporáneos sobre cómo crear una distribución justa de la riqueza y el poder en la sociedad. En lugar de enfocarse principalmente en desafiar al capitalismo, estos debates pasaron a ocuparse de las promesas fallidas del Estado de Bienestar y a cuestionar la idea misma de que el Estado fuera capaz de crear la buena sociedad. Por ejemplo, muchos partidarios de la izquierda abandonaron radicalmente su creencia en el rol del Estado como regulador necesario del mercado.

Un ejemplo llamativo de esto es el caso de Ralph Nader, activista por los derechos de los consumidores, quien se hizo famoso por su trabajo en favor de una mayor regulación del mercado. Sin embargo, en la década de 1970, llegó a una posición cercana a la de Milton Friedman. Comenzó a sostener que era necesario reducir el número de agencias federales ineficientes y que persiguen intereses propios y luego restaurar la eficiencia económica mediante la desregulación del mercado y la liberación del individuo como consumidor.

Muchos intelectuales y políticos de izquierda hicieron algo similar al cambiar sus ideas sobre el Estado y el mercado y sobre la relación deseable entre ambos. Hoy, muchos parecen creer que los desafíos para la buena sociedad radican en las fallas de las instituciones estatales y en las acciones de la gente que está a cargo de ellas, y no en el capitalismo.

Esta creencia está fuertemente enraizada en la idea dominante –no solo en el neoliberalismo sino también en la disciplina económica– de que el interés propio es la fuerza impulsora de la actividad humana. De acuerdo con esta idea, la gente solo ingresa en instituciones estatales para maximizar su propia utilidad, y no porque esté comprometida con los ideales del bien común11. En contraposición a este panorama, economistas y políticos quieren llevar las decisiones políticas al terreno del mercado, que ellos describen como un sitio de interacción social que nos proveerá de lo que el Estado no puede ofrecer: eficiencia, libertad, iniciativa y democracia.


Nota: este artículo fue publicado originalmente en inglés en la revista Jacobin, 4/6/2019, con el título «How Neoliberalism Reinvented Democracy». Traducción: María Alejandra Cucchi.

  • 1.

    «Neoliberalism Is a Political Project», entrevista con David Harvey en Jacobin, 23/7/2016.

  • 2.

    Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2019.

  • 3.

    «Rose and Milton Friedman on Mont Pelerin Society» en YouTube, www.youtube.com/watch?v=ft8t03j6pb0, 15/2/2002. Desde 1947, hubo tres escuelas principales de pensamiento que estaban representadas: la austríaca, el ordoliberalismo y la de Chicago [n. del e.].

  • 4.

    Harvard up, Cambridge, 2018.

  • 5.

    The Limits of Neoliberalism: Authority, Sovereignty and the Logic of Competition, Sage Publications, Londres, 2017.

  • 6.

    L. Mises: Liberalismo [1927], Planeta Agostini, Barcelona, 1975.

  • 7.

    Rob Larson: «Capitalist Freedom Is a Farce» en Jacobin, 13/3/2019.

  • 8.

    Harvard UP, Cambridge, 2012.

  • 9.

    Harvard UP, Cambridge, 2018.

  • 10.

    Mike Beggs: «The Void Stares Back» en Jacobin, 23/2/2016.

  • 11.

    James M. Buchanan y Gordon Tullock: The Calculus of Consent: Logical Foundations of Constitutional Democracy, The University of Michigan Press, Ann Arbor, 1962.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 282, Julio - Agosto 2019, ISSN: 0251-3552


Newsletter

Suscribase al newsletter