Opinión

López Obrador: ¿un liberal con moral cristiana?
Apuntes sobre la «​Cartilla moral»​


febrero 2019

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador publicó una adaptación de la «Cartilla moral» de Alfonso Reyes. La edición de la obra, que reflexiona sobre la moralidad pública desde una perspectiva laica y liberal, fue criticada por diversos sectores opositores. La medida fue tildada de autoritaria y religiosa. ¿Puede ser López Obrador un liberal auténtico con el aura religiosa que lo envuelve, o con su preocupación por la moral y la ética pública?

López Obrador: ¿un liberal con moral cristiana?  Apuntes sobre la «​Cartilla moral»​

Hace poco más de un mes, Andrés Manuel López Obrador anunció una adaptación de la Cartilla moral de Alfonso Reyes para que se repartiera entre los adultos mayores, a la vez que se haría accesible una versión para descargar en línea. La crítica no se hizo esperar. La oposición se lanzó rápidamente contra la propuesta. Pero también diversos sectores progresistas se opusieron a ella, sosteniendo que se trataba de una medida que atentaba contra las libertades individuales. Una crítica común fue que el folleto era percibido como de carácter religioso. Esto refleja el error de relacionar cualquier política de índole moral con la religión, además de un desconocimiento de la obra de Reyes. Pensada para alfabetizar y educar infantes, la Cartilla moral es un escrito laico y liberal, tal como lo afirmó en Twitter el escritor Aurelio Asiain.

El interés de López Obrador por difundir este texto de Reyes está expresado en el prólogo que escribió el presidente. «Es un primer paso para iniciar una reflexión nacional sobre los principios y valores que pueden contribuir a que en nuestras comunidades, en nuestro país, haya una convivencia armónica y respeto a la pluralidad y a la diversidad». Es evidente que México vive una profunda crisis que, lejos de expresarse solo en la economía, tiene su costado ético. Este aspecto es visible en los altos niveles de corrupción de la clase política, pero también en una cultura que ha formado parte, durante años, del quehacer cotidiano de diversos sectores de la población. Gonzalo N. Santos, gobernador del estado de San Luis Potosí entre 1943 y 1949 y emblema del régimen priísta, decía: «La moral es un árbol que da moras». Desde hace más 70 años, la moral y la ética fueron desterradas del quehacer político por sus protagonistas. A eso se le agrega que una de las empresas económicas más exitosas del periodo neoliberal mexicano fue el crimen organizado, que logró establecer una necropolítica imponiendo la muerte y la violencia como instrumentos de dominación en zonas completas del país, donde la vida humana se ha convertido en apenas una mercancía desechable o prescindible en la lógica del mercado.

Tanto la corrupción como la necropolítica se han fijado en el pensamiento de López Obrador como «taras» que es preciso eliminar mediante una regeneración de valores culturales y morales. El presidente mexicano lleva décadas haciendo constantes referencias a la ética y la moralidad en una sociedad que privilegia el dinero como valor supremo. Habla de volver a formas de convivencia social que permitan el bien común en lugar del éxito material e individual. Esta pretendida coexistencia colectiva no es heredera de preceptos socialistas, sino de un universalismo cristiano. En sus inicios en Tabasco, López Obrador mantuvo contacto con comunidades eclesiales de base, y algunos de sus miembros participaron, en 1991, del Éxodo por la Democracia, una caminata de 800 kilómetros entre Tabasco y la Ciudad de México que encabezó López Obrador para protestar por los fraudes electorales en aquel estado. La moralidad cristiana del líder tabasqueño abreva en el mismo manantial del cual se alimentó la propuesta de la «ética de la liberación» del filósofo Enrique Dussel, con quien mantiene una relación cercana que se refleja en la participación de Dussel en el Instituto de Formación Política de MORENA.

El proyecto político de López Obrador está basado en la transformación de la ética en la vida pública y en la orientación del gasto social, no en una ruptura con la economía capitalista ni en grandes innovaciones institucionales. Considera el régimen neoliberal una reedición de la dictadura porfirista y concibe como única alternativa una regeneración de la moral pública, de forma similar a lo que enunciaba el programa del Partido Liberal Mexicano (PLM) de los hermanos Magón en 1906. En la mayoría de sus discursos, e incluso en su último libro (2018. La salida. Decadencia y renacimiento de México), es muy difícil encontrar la palabra «izquierda». Sin embargo, es muy común ver al presidente identificándose con los liberales mexicanos, concretamente con Benito Juárez. En sus discursos públicos, sus referencias van encaminadas a destacar lo nacional-popular, estableciendo un hilo conductor con las políticas del cardenismo. Sí la ética de López Obrador encuentra anclaje en los valores cristianos, su praxis política se alumbra con la triada de Juárez, Ricardo Flores Magón y Lázaro Cárdenas.

La religiosidad de López Obrador no es la de un catolicismo militante y conservador como la que se identifica con los militantes de la derecha y del opositor Partido de Acción Nacional (PAN). Mantiene una buena relación con todo tipo de iglesias y credos, además de mostrarse muy flexible ante las posturas del libre pensamiento característico de la izquierda académica. Pese a ello, el historiador liberal Enrique Krauze, acérrimo crítico de López Obrador, no dudó en calificarlo como un «mesías tropical» que no era fiel a los preceptos juaristas. En las páginas de los diarios, las mayores críticas (algunas legítimas y otras verdaderas diatribas) contra López Obrador provienen de personajes identificados con el liberalismo, sobre todo el económico. Huelga decir que cierto progresismo también se ha mostrado incómodo con la idea de un presidente que se dice liberal y con quien se identifican amplios sectores populares y de izquierda pero que, a la vez, tiene una preocupación constante por la ética y la moral pública.

¿Puede ser López Obrador un liberal auténtico con el aura religiosa que lo envuelve o con su preocupación por la moral y la ética pública? La respuesta quizá nos la pueda dar uno de los mayores pensadores liberales y, también, uno de los más incómodos para el propio liberalismo: Isaiah Berlin. A pesar de su rechazo a cualquier categoría de verdad ahistórica, incluyendo los valores o ciertos fundamentos morales, Berlin considera que comportarnos con mínimos morales es el reconocimiento mismo de nuestra condición humana, y rebasar estos límites nos haría no solo incomprensibles al prójimo sino inhumanos o portadores de un signo de locura. No es que todos compartamos los mismos valores, sino que hay algunos de ellos que son comunes a toda cultura: el bien y la justicia serán preferidos sobre el mal y la injusticia, con independencia de que haya variaciones en el concepto de lo que es bueno o justo. Un universal moral sería respetar la vida en lugar de asesinar a conveniencia. Quien sale de estos mínimos morales atenta contra la propia condición humana. Berlin era, como dice el filósofo Thomas Nagel, un «realista moral».

A los liberales occidentales debería preocuparles el hecho de que la libertad de la que disfrutan sea accesible tan solo a una minoría que la obtuvo mediante la explotación de una mayoría que no la tiene. Si nadie puede privarte de la libertad –lo que se traduciría en autoritarismo–, nadie tiene tampoco el derecho a disfrutarla a expensas de otros, que es lo que ha ocurrido en el neoliberalismo. La igualdad de libertad es, como dice Berlin en sus Cuatro ensayos sobre la libertad, el concepto de «justicia en su sentido más simple y más universal: estos son los fundamentos de la moral liberal. La libertad no es el único fin del hombre».

López Obrador y su deseo de contribuir a la reconstrucción de una ética pública tiene puntos de encuentro no solo con la religiosidad cristiana. También se interseca con pensamientos que, a primera vista, podrían parecer muy diferentes entre sí. Por ejemplo, con la «ética de la liberación» de Dussel y con la moral liberal que describe Berlin. López Obrador no parece ser un presidente en blanco y negro. Sus ideas están más ubicadas en la escala de grises.

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