Rumania: una extrema derecha ecologista, cristiana y «anticolonial»
noviembre 2024
La extrema derecha vive un ascenso persistente en Rumania. Las recientes elecciones presidenciales evidenciaron el crecimiento de la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR). Con un discurso ecologista telúrico y una postura en favor del regreso a los valores cristianos, esta fuerza política sostiene posiciones que la distinguen de muchas otras organizaciones de la extrema derecha europea.
Los partidos populistas de extrema derecha europeos han surgido gracias a oleadas de sentimiento antiinmigratorio, euroescepticismo y proteccionismo económico. Actualmente, constituyen el segundo grupo más grande del Parlamento Europeo, dividido en tres facciones: Identidad y Democracia, Conservadores y Reformistas Europeos y un tercer grupo formado por partidos no alineados.
El principal partido de extrema derecha de Rumania, la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), pertenece a la tercera categoría, la de los «no alineados». Fundado en 2019, reúne a conservadores religiosos, nacionalistas acérrimos, negacionistas del covid-19 y antivacunas, todos unidos en la denuncia de la llamada «dictadura de la elite».
Sus partidarios son predominantemente varones jóvenes, urbanos y en situaciones económicas precarias, principalmente de la zona este del país y de la diáspora rumana en Europa. En las elecciones europeas de 2024, AUR quedó en segundo lugar, detrás de la coalición amplia formada por socialdemócratas y liberales. Algunos pronosticaban que su líder, George Simion, un ex-activista ambiental y agitador nacionalista, podría llegar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales rumanas de este año1.
Rumania como democracia semiperiférica
El ascenso de la AUR constituye fundamentalmente una respuesta a varias presiones sociales, económicas y ecológicas claves que caracterizaron a la Rumania poscomunista. Tras la caída del comunismo en 1989, había grandes expectativas de que el país se alineara gradualmente con las democracias seculares y capitalistas occidentales. Sin embargo, con la reorganización del sistema mundial, Rumania se convirtió en un actor semiperiférico y semiautónomo en el orden capitalista global.
A pesar de la instauración de un sistema político basado en el pluralismo y el multipartidismo y en la consagración de derechos liberales básicos, la promesa democrática de una «prosperidad compartida» no se materializó. La desigualdad estructural, la pobreza y la corrupción sistémica alimentaron la polarización política y la emigración masiva. Junto con las bajas tasas de natalidad, la emigración ha provocado un grave descenso de la población: al menos 5,7 millones de rumanos viven y trabajan actualmente en el extranjero, lo que ha tenido un impacto perjudicial en la economía y el tejido social.
En respuesta, la mayoría de los rumanos se han desencantado con las elites políticas y el atractivo de la integración a la Unión Europea ha disminuido con el tiempo. La ortodoxia nacionalista proporciona un mínimo de consuelo frente a la desigualdad rampante y la ansiedad social. Rumania también ha sido testigo de varias olas de movilización sociopolítica, incluso por parte de partidos populistas de extrema derecha como el Partido de la Gran Rumania y el Partido de la Unidad Nacional Rumana. Estos partidos dependían excesivamente de líderes carismáticos y gradualmente se debilitaron, lo que dejó el campo libre a la AUR.
Anticolonialismo y ortodoxia
La bibliografía existente sobre el populismo de extrema derecha tiende a centrarse en los casos de Europa occidental y central. Presenta a los populistas de extrema derecha como centrados en la idea de un «pueblo» puro y homogéneo amenazado por elites liberales corruptas y por la inmigración masiva del Sur global. Los investigadores también sostienen que los populistas de extrema derecha europeos utilizan el cristianismo de manera instrumental, como cultura o herencia, con efectos secularizadores. Además, se cree que los partidos de extrema derecha europeos utilizan la ecología de manera estratégica, para abordar presiones externas o atraer a los votantes jóvenes.
En un artículo reciente, sostenemos que la AUR se distancia en parte de este modelo y cuestiona la suposición de que la mayoría de los partidos de Europa del Este están imitando los modelos occidentales. En primer lugar, Rumania es un país de emigración y la AUR centra su discurso en la crítica de lo que considera una conversión del país en una «colonia» que proporciona recursos humanos y naturales baratos a Europa occidental. Mientras que muchos partidos europeos de extrema derecha adoptan una perspectiva de «ecofronteras», invocando tropos neomaltusianos y la «teoría del gran reemplazo» para oponerse a la migración desde el Sur global, la AUR aborda la «ansiedad demográfica» de los rumanos mediante la defensa de políticas familiares, repatriación de la diáspora y reincorporación de la República de Moldavia [en su mayor parte rumanoparlante]. El partido también promueve el natalismo basado en un retorno al estilo de vida cristiano, «natural» de la familia heterosexual.
Este lenguaje «anticolonial» se refleja en la denuncia de la AUR de la explotación capitalista extranjera y el daño ambiental en la periferia de Europa. Da voz a una sensación ampliamente compartida de que las fuerzas corporativas globales, en connivencia con los especuladores nacionales, se aprovecharon de los recursos de Rumania después de la caída del comunismo, convirtiendo el país en un «lugar que no importa». Al describir a Rumania como una «colonia», la AUR también critica su condición de miembro de segunda categoría de la Unión Europea, reactivando los resentimientos geopolíticos existentes sobre la marginalidad económica y cultural del país en Europa. Este discurso «perdura» porque está históricamente arraigado en experiencias y tradiciones locales del pensamiento nacionalista antiimperialista que se remontan al siglo XIX. Vale la pena señalar que después de 1989, tanto los políticos e intelectuales de izquierda como los de derecha utilizaron este lenguaje para condenar los costos sociales y ambientales de la liberalización salvaje.
La AUR también cuestiona la naturaleza «laicista» del populismo de extrema derecha. Cree que el cristianismo ortodoxo es esencial para la salvación personal y nacional como fundamento teológico, transpolítico y fundamental de toda política, incluida la medioambiental. El principal enemigo de la AUR no es el islam, lo que la distingue de otros partidos occidentales de extrema derecha, que abogan por el laicismo, utilizan hipócritamente el feminismo y apelan al pinkwashing para demonizar a las poblaciones musulmanas. El principal adversario de la AUR es el laicismo, al que ve como una imposición colonial y «neomarxista». En su visión antisecular, la religión es vista como una fuente clave de normatividad para la existencia terrenal, que abarca las relaciones de género, la sexualidad, la familia y la ecología. Por tanto, el partido aboga por una «contrarrevolución» o una «revolución conservadora» destinada a restaurar los principios cristiano-ortodoxos.
Ecologismo de extrema derecha
La AUR tiene una postura peculiar respecto de la ecología. Debido al compromiso de larga data de su líder, George Simion, con el medio ambiente, la ecología es un tema primordial para el partido. Desde su fundación, la imagen de decadencia nacional que motiva al partido se ha enmarcado en términos ambientales, y se ha presentado una «revolución sustentable» como central para la «revolución conservadora». La perspectiva ecológica de la AUR tiene una base teológica, ya que los intereses de la nación divinamente ordenada tienen primacía: se considera que la nación es capaz de una gran virtud y un florecimiento sustentable en el territorio que Dios le dio.
Los temas anticoloniales orientan el ecologismo de la AUR. Condenan la explotación abusiva de los recursos naturales de Rumania por parte de capitalistas depredadores extranjeros, adoptan una posición de nacionalismo duro en defensa de los recursos propios y promueven la soberanía alimentaria. La AUR celebra al «auténtico campesino rumano», construido como modelo de «lo natural» y como expresión de una «gestión sostenible». El enfoque en la protección de los bosques –un símbolo clave de la resistencia antiimperial y la identidad nacional– reproduce inadvertidamente una imagen exotizante de la periferia del continente, es decir, la «frontera salvaje» de Europa del Este.
Las contradicciones de AUR
El discurso de la AUR presenta varias contradicciones. En primer lugar, existe una tensión entre su compromiso con la sostenibilidad y la defensa de los intereses económicos del país, lo que lleva a una posición oportunista respecto de las normas ecológicas de la Unión Europea.
En segundo lugar, mientras critica la explotación capitalista depredadora posterior a 1989 y las desigualdades ambientales y económicas que generó, la AUR propone un extractivismo capitalista con «c» minúscula de los recursos naturales del país por parte de empresarios rumanos.
En tercer lugar, la AUR sigue dividida entre la protección del bienestar terrenal de la nación y un «optimismo escatológico» cristiano, que trivializa las preocupaciones ambientales terrenales.
Sin embargo, estas contradicciones no hacen mella en la fuerza del discurso de la AUR. Su ascenso político es una señal de una forma poderosa de populismo de extrema derecha en Europa, con un mensaje político tóxico pero formidable, que resuena profundamente en muchos rumanos desilusionados. Si bien su visión puede estar enmarcada en términos ecológicos, plantea graves peligros tanto para la democracia como para una auténtica transición verde.
Nota: la versión original de este artículo en inglés se publicó en el blog European Politics and Policy de la London School of Economics el 21/11/2024 y está disponible aquí. Traducción: Mariano Schuster.
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Este artículo fue escrito antes de la elección. Finalmente AUR obtuvo 14% de los votos en una elección fragmentada, quedando en cuatro lugar.