Opinión
junio 2023

Guerra de clanes en el aparato militar ruso

Tras meses de diatribas y forcejeos, el jefe del grupo paramilitar Wagner, Yevgueni Prigozhin, pasó a la acción. Los mercenarios se apoderaron de Rostov del Don y Vorónezh, y sus columnas amenazaron con llegar a Moscú. Detrás de este enfrentamiento hay una guerra de facciones que amenaza con debilitar aún más la moral de las tropas, mientras Ucrania comienza su esperada contraofensiva.

<p>Guerra de clanes en el aparato militar ruso</p>

Los acontecimientos se precipitan en Rusia, mientras que la contraofensiva ucraniana está aún en sus inicios. La rivalidad entre el jefe del grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, y el Ejército ruso, dirigido por Serguéi Shoigú y Valeri Guerásimov, alcanzaron un punto de no retorno.

A estas alturas, es difícil ver la situación con claridad y hacer predicciones. Hasta que podamos aclarar las cosas, en medio del flujo de información, es útil dar un paso atrás y hacer recuento del enfrentamiento entre los dos clanes dentro del aparato militar del régimen de Vladímir Putin, y sus implicaciones para las operaciones en Ucrania.

Una rivalidad muy profunda y antigua

Prigozhin contra Shoigú; un antiguo propietario de restaurante convertido en jefe de una poderosa empresa de mercenarios contra el ministro de Defensa ruso, uno de los más fieles seguidores de Putin: el enfrentamiento parece tan desigual como incomprensible, a menos que precisemos que en realidad los dos clanes están equilibrados en términos de influencia dentro del gobierno y del aparato militar-industrial.

Shoigú y Guerásimov, jefe del Estado Mayor del Ejército regular ruso (recordemos que en Rusia hay varios ejércitos dependientes de diferentes direcciones políticas: el Ministerio de Defensa, el Ministerio del Interior y el Servicio Federal de Seguridad) dirigieron las operaciones al comienzo del conflicto con Ucrania. Cuando, tras el fracaso inicial, Putin confió a los generales Aleksandr Dvórnikov y luego Gennady Zhidko la dirección de las operaciones en abril y mayo de 2022, eligió a protegidos de Shoigú.

Después, gradualmente, tras la caída de Sievierodonetsk, Putin ascendió a figuras próximas al clan del que Prigozhin es la expresión mediática, como el general Serguéi Surovikin. Este asumió el mando en otoño y apoyó a los mercenarios del grupo Wagner.

El vals de los nombramientos para comandar diferentes sectores del frente ucraniano es el síntoma más visible de esta oposición de clanes. Podemos mencionar el ejemplo del general Mijáil Teplinski, oficial de tropas aerotransportadas cercano a Wagner y que actuó como rival directo de Shoigú y Guerásimov en el frente de Zaporiyia en plena contraofensiva ucraniana. Más recientemente, podríamos mencionar el caso del general Vladímir Alekseyev, jefe del Estado Mayor del GRU (Dirección Principal de Inteligencia) y, según los rumores, uno de los fundadores de Wagner. En la noche del 23 de junio apareció en un video pidiendo el fin del motín, y a la mañana siguiente, junto a Prigozhin en Rostov del Don.

Desde el comienzo de la invasión, Putin ha intentado mantener un equilibrio entre estos dos clanes, alternando favores y sanciones entre ambos, pero reservando la primacía al tándem Shoigú-Guerásimov, a pesar de los sucesivos fracasos en Ucrania. No obstante, desde hace varias semanas, la situación parecía escapársele de las manos, hasta que sobrevino lo irreparable.

Ultimátum de Moscú

Prigozhin multiplicó los videos en los que lanzaba insultos y acusaciones contra Shoigú y Guerásimov, sobre todo cuando sus fuerzas se enfrentaron a las defensas ucranianas en Bajmut. En respuesta, el Ministerio de Defensa publicó una instrucción que obliga a todos los combatientes del frente ucraniano a firmar contratos individuales desde el 1 de julio de 2023. Estos contratos apuntan específicamente a los mercenarios del grupo Wagner, que quedan fuera de la jerarquía táctica de Guerásimov.

Prigozhin rechazó de inmediato esta exigencia, al tiempo que ganaba el pulso para obtener sustitutos para sus grupos diezmados en Bajmut. Las tensiones aumentaron gradualmente, salpicadas por las violentas y groseras diatribas del antiguo propietario de un restaurante convertido en jefe de una milicia privada contra la administración militar de Moscú, acusada de no estar en contacto con el terreno y de traicionar a la guerra y a Putin.

Los acontecimientos del viernes aún no están claros (un ataque contra un campamento de Wagner y un intento de intervención de  Shoigú), pero han desencadenado la precipitación de una oposición latente. A partir de ahora, los dos clanes ya no luchan solo por puestos y honores, sino por el control de Moscú. El sábado 24 por la mañana, Putin pareció tomar partido llamando a reprimir cualquier conato de rebelión. Pero este discurso, muy duro en la forma, no fue respaldado por sus actos. Al contrario, por el momento, las columnas de mercenarios de Wagner avanzaban hacia Moscú, solo bombardeadas a distancia por helicópteros. [N del E.: Recién en la tarde anunciaron su repliegue].

Los acontecimientos de las próximas horas serán decisivos, y la atención debe centrarse no solo en el enfrentamiento informativo entre los dos bandos (cada uno tratando de convencer a funcionarios y dirigentes civiles y militares para que se unan a él), sino también en la situación de los emplazamientos militares donde se almacenan las armas nucleares, algunos de los cuales ya se encuentran en zonas controladas por los mercenarios o a su alcance, y en las operaciones en el frente, mientras continúan los combates en Ucrania.

Consecuencias en el frente ucraniano

Esta mañana [del sábado 24], una nueva salva de misiles alcanzó ciudades ucranianas, incluida Kiev: 40 misiles Kh-101, dos misiles Kalibr y nueve misiles Kh-22. La defensa antiaérea reivindicó haber derribado 41 misiles, así como dos drones iraníes Shahed 136/131. El balance volvió a ser duro, con tres muertos en Kiev y al menos ocho civiles heridos. Al mismo tiempo, continúan las operaciones en el frente y el Ejército ucraniano sigue avanzando en varias líneas. El viernes, los soldados volvieron a empujar contra las líneas del frente.

Desde el sábado 24 por la mañana, las operaciones y los bombardeos en el frente parecen ralentizarse, como si el Estado Mayor de Kiev no quisiera removilizar a los combatientes enemigos, ocupados en seguir el avance de los mercenarios de Wagner (que, gracias a su agresiva comunicación, gozan de verdadera popularidad en las filas del Ejército ruso). Pero este respiro no durará.

En primer lugar, las unidades ucranianas se verán cada vez más tentadas de aprovechar las divisiones internas rusas. Y es concebible que en los próximos días se produzcan ataques más potentes en la línea del frente. En segundo lugar, los enfrentamientos actuales están obligando a los rusos a volver a desplegar sus fuerzas, lo que genera bajas (ya han sido derribados tres helicópteros y un avión). Esto explica también la pausa constatada en la acción en el frente.

La moral de los soldados rusos, que nunca ha sido muy alta, se verá permanentemente debilitada por estas divisiones internas que se han hecho públicas. Sobre todo, con Prigozhin jugando la carta de la oposición entre los «burócratas» corruptos de Moscú y quienes luchan en el terreno.

La imagen de Putin y los jefes militares que dirigen el Ministerio de Defensa solo puede quedar dañada durante mucho tiempo en la mente de los soldados que se enfrentan a la contraofensiva ucraniana. Ante la incertidumbre y los peligros inherentes a la guerra, una tropa con la moral baja no puede resistir a un enemigo decidido, ni siquiera en las posiciones más fuertes. Por lo tanto, debemos seguir de cerca las próximas semanas de operaciones para ver hasta qué punto los rusos siguen dispuestos a morir por Putin.

Nota: La versión original de este artículo se publicó en francés, en Mediapart, el 24/6/2023, con el título «Pourquoi Prigojine a-t-il franchi le Rubicon?». Puede verse la versión original aquí. Traducción: Pablo Stefanoni.



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