Opinión
agosto 2024

El asesinato de Ismail Haniya y otro reloj que empieza a correr

La muerte del líder político de Hamás en pleno Teherán alimenta una nueva espiral de ataques y contraataques que tienen en su centro la guerra en Gaza.

<p>El asesinato de Ismail Haniya y otro reloj que empieza a correr</p>

El exitoso atentado contra el líder político de la organización palestina Hamás, Ismail Haniya, en la capital iraní, adonde había llegado invitado por la República Islámica para presenciar la asunción del actual presidente, junto con el asesinato de unos de los líderes del movimiento Hezbolá libanés, indica que la guerra iniciada el 7 de octubre luego del ataque de Hamás al sur de Israel entra en otra peligrosa e incierta fase.

Haniya fue asesinado en Teherán el 31 de julio, en la misma vivienda que los servicios secretos iraníes habían elegido para hospedarlo. El ataque generó amenazas de venganza contra Israel y elevó aún más la preocupación de que el conflicto en Gaza se convierta en una guerra regional en Oriente Medio. Hamás y la Guardia Revolucionaria confirmaron la muerte de Haniya y los medios iraníes cercanos al gobierno dijeron que el atentado tuvo lugar después de que asistiera a la ceremonia de juramento del nuevo presidente Masoud Pezeshkian, un «reformista no rupturista» que prometió poner fin al «aislamiento internacional» de Irán.

Rápidamente, se asumió que el ataque había sido cometido o encargado por Israel, pero el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu no se atribuyó la responsabilidad ni este mencionó el asesinato de Hania en su discurso televisado el pasado miércoles por la noche. No obstante, el premier israelí anunció que había asestado duros golpes a tres de los enemigos de Israel en tres lugares diferentes y que respondería con decisión ante cualquier contraataque en su suelo. 

El asesinato se produjo menos de 24 horas después de que Israel sí admitiera que había matado al comandante militar de mayor rango de Hezbollah, Fuad Shukr, en un suburbio en las afueras de Beirut, en represalia por un mortal ataque con cohetes en los Altos del Golán, ocupados por Israel, que provocó la muerte de 12 niños de la comunidad drusa. Más tarde, una investigación de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (UNFIL, por sus siglas en inglés) confirmó que los cohetes habían sido lanzados desde territorio libanés. En total, siete personas murieron en la respuesta israelí, entre ellos un asesor militar iraní, y 78 resultaron heridas, según informaron las autoridades de defensa civil libanesas. La organización político-militar libanesa Hezbolá empezó a atacar a Israel el mismo 7 de octubre como muestra de solidaridad con la masacre de Hamás, y ha sentenciado que solo detendrá su ofensiva si Israel finaliza su guerra en Gaza y declara un cese al fuego.

Opiniones encontradas

En una conferencia de prensa en Teherán, el alto funcionario de Hamás Khalil al-Hayya, citando a testigos que estaban con Haniya, afirmó que el líder del grupo fue alcanzado por un misil que impactó «directamente» en la casa de huéspedes donde se alojaba. Aunque no es el primer asesinato de Israel en Teherán (anteriormente, Mohsen Fakhrizadeh, a cargo del programa nuclear iraní, y otros científicos nucleares fueron asesinados en operaciones complejas en la capital iraní), esta vez sí se informó que fue un ataque con misiles, lo que marcó un cambio cualitativo en los asesinatos israelíes en Irán, pero también fue una extraña admisión de debilidad por parte de los ayatolas iraníes y su aparato de seguridad. Sin embargo, y según lo declarado por miembros de la inteligencia israelí al New York Times, Haniya no habría sido asesinado por un misil extremadamente preciso sino por una bomba que fue introducida de contrabando hace meses en la casa de huéspedes seleccionada por la Guardia Revolucionaria iraní y donde el islamista se hospedaba regularmente. Agregaron también que la bomba era un dispositivo de alta tecnología que utilizaba inteligencia artificial y que fue detonado remotamente por agentes del Mosad que estaban en suelo iraní después de confirmar la información de que Haniya estaba en su habitación. 

En términos de fallas de la contrainteligencia de la república islámica, es probablemente la peor de todos los tiempos: con independencia de si su invitado de honor (bajo su protección) fue asesinado mediante una bomba colocada en la residencia, ubicada a solo 800 metros de la propia casa del presidente de Irán (un lugar que debe estar sumamente vigilado), un simple rastreo del sitio impactado utilizando mapas e imágenes satelitales revela que el edificio se puede ver desde casi todas las montañas del norte de Teherán. Por lo tanto, es sorprendente que este lugar fuera elegido para alojar a Haniya, más aún sabiéndose que, tras la masacre del 7 de octubre, Israel buscaría asesinar a los líderes de Hamás dondequiera que se encontrasen.

Es preciso agregar que la idea de que los israelíes o sus aliados en el terreno hayan colocado una bomba y esperaran dos meses a que el jefe de Hamás efectivamente acudiese al lugar parece, por lo menos, dudosa. La inteligencia israelí siempre tendrá la intención de hacer lucir débil a Irán. Pero existe una diferencia significativa entre una operación encubierta de colocación de una bomba y un ataque aéreo o con drones en este contexto en el que Israel busca  mostrar cualquier respuesta iraní como desproporcionada. Además, el ataque aéreo parece más creíble, pues hasta el último momento se puede corregir la trayectoria del proyectil, mientras que una bomba colocada con meses de antelación puede fallar. 

Irán fue, en principio, el principal beneficiario de la guerra entre Israel y Hamás, debido a que su narrativa de «resistencia» era validada por sus aliados mientras su posición regional crecía y las de Israel y Estados Unidos en Oriente Medio se veían debilitadas, pero hoy no puede evitar que aliados de alto rango sean asesinados una y otra vez en su propio territorio o en zonas bajo su control. Solo basta imaginar lo que habrán pensado los invitados a la toma de posesión de Pezeshkian en Teherán cuando se enteraron de que Haniya había sido asesinado horas más tarde. 

Ahora Irán deberá lidiar con su catastrófica falla de seguridad. El hecho de que Haniya haya sido asesinado en su capital demuestra, como lo ha repetido más de un analista local, que los servicios de seguridad iraníes están más enfocados en reprimir a opositores internos que en mejorar su efectividad para desbaratar operaciones hostiles de sus enemigos. A todo esto debe sumársele que el anterior presidente iraní, Ebrahim Raisi, murió a mediados de mayo pasado en un accidente de helicóptero debido a una grave negligencia que lo obligó a volar cuando las condiciones meteorológicas sugerían no hacerlo.

Ataques y contraataques

Nadie está en la mente del líder supremo iraní, el ayatola Alí Jamenei, o del jefe de Hezbolá, Hassan Nasrallah, y nadie sabe muy bien cuál -ni cuándo- será la respuesta iraní. Teherán, a pesar de los anuncios rimbombantes, puede reaccionar en forma inmediata o iniciar una guerra de nervios contra su enemigo israelí. Israel e Irán mantienen una guerra en las sombras desde hace dos décadas, ya sea por el apoyo iraní a Hezbolá, la ocupación de Israel de territorios palestinos, el desarrollo de un programa nuclear iraní que Israel considera inaceptable o la instalación de milicias chiítas en Siria.

La única vez que Irán atacó directamente a Israel, en abril pasado, como respuesta al bombardeo a su edificio consular en Damasco, lo hizo con lanzamientos de drones y misiles e informó con antelación para limitar el daño dentro de Israel y así evitar una escalada. Pero ahora la situación es diferente: Israel pudo haber acabado con la vida del líder de Hamás en cualquier lugar de Oriente Medio, pero haber escogido Teherán y justo en la mismísima toma de posesión del nuevo presidente iraní parece mostrar que el principal objetivo israelí fue provocar a los iraníes. Es claro, entonces, que una falta de respuesta por parte de Irán dañaría su credibilidad -y proyección de poder- entre sus aliados (por no poder proteger a los suyos incluso dentro de sus propias fronteras). 

A diferencia del ataque de abril pasado, la respuesta de Irán puede apuntar a bases militares en el interior de Israel, así como a importantes ciudades, para tratar de recrear lo hecho por Israel en las capitales del Líbano e Irán. Vale considerar, a pesar de la retórica de ambos bandos, que ni Israel quiere una guerra a gran escala con Irán o Hezbolá, ni Irán y la milicia libanesa buscan un conflicto fuera de control con Israel. Esto ha quedado en evidencia pues Israel no ha lanzado una invasión del sur del Líbano durante los diez meses que ha recibido cohetes y drones de parte de Hezbolá y, de manera similar, los libaneses han evitado atacar ciudades importantes israelíes o que no se encuentren en la frontera próxima al «país de los cedros». Asimismo, la regla número uno de las Fuerzas Armadas iraníes desde la sangrienta guerra de ocho años con Iraq, durante la década de 1980, es no luchar en su propio suelo.

Ambos bandos saben cómo puede empezar el conflicto pero no cómo puede terminar. Sin embargo, la dinámica de misiles, drones y muertes es sumamente peligrosa, inflamatoria e incierta. Asimismo, un Irán acorralado y humillado, en busca de restablecer su influencia, y un Israel dividido y sumergido en un conflicto en Gaza que no logra cerrar, debido que parece más preocupado en la destrucción imposible de una organización como Hamás que en llegar a un acuerdo para liberar a los secuestrados israelíes, parecen hoy encaminados a llevar a Oriente Medio hacia una peligrosa espiral de violencia.

Cuando Irán contratacó a Israel el 13 de abril con más de 300 misiles y drones, su intención primaria fue disuadirlo de atentar nuevamente contra sus líderes en el extranjero. Pero la acción fracasó, e Israel subió incluso la apuesta: ahora ya el objetivo no fue un consulado iraní en el extranjero, sino que se animó a acabar con la vida de un aliado y huésped en el corazón de Teherán. Puede creerse que Irán buscaraá sorprender con un ataque estratégico que deje en evidencia la peligrosidad de su armamento, junto con la competencia de su aparato de defensa, pero en esa intención radica el gran problema que deberán sortear los propios iraníes: lograr un golpe efectivo en Israel que cause un daño sustancioso pero que no inicie una guerra masiva. 

Está claro que todas las opciones que enfrenta Irán son malas: si no reacciona, luce débil hacia adentro y hacia afuera, y si su respuesta es demasiado eficaz, produciendo gran destrucción y muerte, puede provocar una violenta reacción israelí (los misiles y los drones pueden fallar y, en un país tan pequeño como Israel, impactar en un área poblada). Tampoco del lado israelí la situación es simple: los israelíes pueden creer que lo que limita las acciones iraníes son sus ataques, y entonces, aunque la respuesta iraní no produzca grandes bajas, iniciar de todas formas un ataque desproporcionado sobre Irán o el Líbano. Pero la otra parte podría estar menos dispuesta a recibir golpes de lo que pensaba. 

Todo conduce a Gaza 

Hamás es una organización que crece al calor de la ocupación militar israelí sobre los palestinos y también es una organización terrorista. Pero Haniya no era Yahya Sinwar, el líder militar de Hamás en Gaza, no estaba enterado del ataque del 7 de octubre y se encontraba negociando indirectamente con Israel la liberación de los secuestrados en Gaza, por lo que surge la pregunta de por qué fue prioritario acabar con su vida en este momento, a sabiendas de que eso llevaría a que se detuvieran las negociaciones, junto con una escalada que puede socavar los propios intereses de Estados Unidos, principal aliado de Israel. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, negó que su país estuviera enterado de la operación israelí en Teherán, pero la declaración no hizo más que poner en duda el actual papel de superpotencia de su país, ya que hace menos de una semana Netanyahu viajó a Washington para pronunciar un aclamado discurso en el Congreso y luego reunirse con Joe Biden. Es difícil creer que «Bibi» no le informó lo que pensaba hacer a su contraparte estadounidense. Y si fue así, ¿qué dice esto de Estados Unidos, pero también de Israel? 

La crisis de Oriente Medio ha alcanzado otro punto de inflexión, que deja a las puertas de una guerra regional. Israel ha renunciado a la liberación segura de rehenes y a un alto el fuego en Gaza con el objetivo de ampliar la guerra y enfrascarse en el propósito imposible de destruir a una organización como Hamás sin abordar las causas de su poder y crecimiento. 

Es evidente que Netanyahu busca una guerra regional a sabiendas de que así arrastrará a Estados Unidos. En la crisis de abril, Irán actuó con mesura al avisarles a todos los países de la región -que a su vez se lo transmitieron a Israel- cuándo pensaba atacar a su enemigo. En esta ronda, Irán no parece tan dispuesto a actuar de la misma forma y les ha informado a todos los países árabes que si «ceden su espacio aéreo a Israel» (lo que significa derribar misiles iraníes), Irán los considerará «objetivos legítimos».

Un alto el fuego en Gaza ha sido y sigue siendo clave. Incluso sin una guerra total, el conflicto armado, en el que ya han muerto decenas de miles de civiles palestinos, no puede continuar. El desbarrancamiento hacia un conflicto regional incontrolable se está acelerando, y la región se encuentra quizás en su momento más peligroso en décadas. Sin un alto el fuego en Gaza y un acuerdo de intercambio de secuestrados israelíes por detenidos palestinos, parece inevitable una mayor escalada, ya que los adultos responsables brillan por su ausencia en la sala.


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