Opinión
marzo 2016

Un socialista democrático en Estados Unidos El fenómeno Bernie Sanders

La pregunta retumba en el aire: ¿puede un socialista despeinado de Vermont cambiar la política de Estados Unidos?

Un socialista democrático en Estados Unidos  El fenómeno Bernie Sanders

La revista estadounidense Mother Jones, situada dentro de la corriente liberal de izquierda, formuló recientemente la siguiente pregunta: «¿Bernie? ¿Puede un socialista despeinado de Vermont lograr un cambio para bien en la política?» El hombre a quien se refería era Bernie Sanders, senador por el mencionado estado, quien con 74 años es actualmente el principal contrincante de Hillary Clinton para convertirse en el candidato presidencial por los demócratas. Al comienzo, a Sanders no se lo tomaba muy en serio, porque parecía no tener chances contra la ex secretaria de Estado. En realidad, Sanders ni siquiera era miembro del Partido Demócrata. Lo que ha hecho, en cambio, es postularse una y otra vez como candidato independiente para ocupar diversos cargos, proclamando siempre su adhesión al socialismo democrático. Pese a conceder aparentemente estas ventajas, su popularidad creció de manera vertiginosa. Ningún otro candidato presidencial ha sido capaz de movilizar semejantes multitudes a sus actos de campaña, y Sanders rápidamente logró recuperar terreno frente a Clinton.

Hijo de inmigrantes judíos de Polonia, Bernard Sanders nació en 1941 en Queens, ciudad de Nueva York. Cuando aún estaba en la escuela, se convirtió en miembro de la Liga Socialista de la Juventud. En 1959 comenzó sus estudios universitarios con una especialización en Psicología, pero luego se pasó a Ciencias Políticas, campo en el que obtuvo su título en 1964. Durante esa etapa de la carrera, dio sus primeros pasos políticos al unirse al Movimiento de Derechos Civiles. Tras terminar la universidad, a Israel y vivió allí en varios kibutz. Ante la pregunta, Sanders ha dicho que está orgulloso de ser judío, pero se opone a la idea de que su judaísmo implique alguna identidad religiosa especial. De todos modos ha reconocido que, para él, el éxito electoral de Hitler y el posterior aniquilamiento de judíos han significado una enseñanza acerca de lo importante que es involucrarse en política.

Tras su retorno a los Estados Unidos, Sanders se estableció con su familia en Vermont. Una vez allí, lanzó una carrera política plena de altibajos en Burlington, la ciudad más grande del estado. Bajo la bandera del Liberty Union Party, Sanders se postuló varias veces en Vermont, tanto para el cargo de gobernador como para una banca en el Senado estadounidense. En la década de 1970, nunca llegó a constituirse en una amenaza seria para los candidatos de los principales partidos, y apenas osciló entre el 1,5 y el 6,1% de los votos. Esto cambió radicalmente cuando se propuso para alcalde de Burlington en 1981. Su campaña, presentada bajo el eslogan « no está en venta», permitió alcanzar una victoria por muy escaso margen. Pero Sanders luego se postuló tres veces más para la alcaldía, y en cada una de esas ocasiones logró vencer a sus oponentes por una diferencia mayor. En 1988 buscó sin éxito obtener un escaño en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, aunque a esa derrota le siguió un triunfo en su campaña de 1990 (como independiente) para ocupar el único asiento destinado a Vermont en la Cámara.

El éxito de Sanders no puede ser considerado en modo alguno un golpe de suerte. En las elecciones para la Cámara de Representantes realizadas después de 1990, siempre logró movilizar a importantes mayorías: obtuvo el 60% de los votos en 1996 y el 68,8% en 2004. Su dominio a lo largo de estas campañas allanó el camino para la candidatura al Senado estadounidense en 2006; ese año reunió el 65,4% de los sufragios, y en 2012 consiguió una nueva y aplastante victoria con el apoyo de un 71% de los votantes. En 2010, un par de años antes de su reelección para el Senado, Sanders concitó una gran atención con un discurso de ocho horas y media, en el que criticó los beneficios impositivos otorgados a los ricos durante la era Bush. Marcando un claro contraste, el representante de Vermont abogó por una política fiscal redistributiva, que favorecería a la clase media y acercaría a los Estados Unidos a la política social de los países escandinavos. Sanders convirtió a este enfoque alternativo en el eje de su anuncio del 29 de abril de 2015: ese día confirmó que se presentaría en las primarias del Partido Demócrata y que sería candidato de cara a las elecciones presidenciales de 2016.


Posiciones políticas

El tema favorito de Sanders es la creciente desigualdad social, que ha permitido que los 400 ciudadanos estadounidenses más acaudalados tengan una riqueza superior a la de los 150 millones más pobres. Mientras algunos trabajan cada vez más horas para obtener un salario real en permanente declive, otros siguen concentrando la riqueza y el patrimonio del país. Para contrarrestar estas tendencias, Sanders propone una reforma fiscal integral, que aumentaría la carga sobre las personas de altos ingresos y la reduciría en las clases medias y bajas. Según Sanders, todos los ciudadanos deben tener la posibilidad de asistir a la escuela e incluso a la universidad sin pagar una matrícula, y el seguro universal de salud debe atender sus necesidades en dicho campo. Cada año, decenas de miles de estadounidenses mueren porque no tienen dinero para ser tratados por un médico.

En otros aspectos políticos, Sanders también busca reducir el poder de los multimillonarios, ya sea limitando su influencia en los medios o regulando de manera más estricta sus contribuciones de campaña; con respecto a este último frente, recuerda a los votantes cuáles son los peligros que conlleva la actual tendencia, que permite a las personas más ricas comprar candidatos y elecciones. Según Sanders, se trata de un riesgo tanto para la democracia política como para la seguridad social. Esta actitud explica, entre otras cosas, su rechazo a los acuerdos comerciales que sólo sirven para ayudar a grandes corporaciones estadounidenses a obtener mayores ganancias. Aunque esos acuerdos favorezcan la realización de negocios millonarios, aumentan el desempleo y el dumping salarial en el plano interno. A su vez, en la mayoría de los casos, Sanders optaría por una postura más moderada en materia de política exterior. Si bien considera que el «Estado Islámico» es una amenaza creciente, cree que debe ser combatido principalmente por los países de Medio Oriente.

Si se tienen en cuenta las posiciones adoptadas históricamente por Sanders en asuntos de política exterior, sus perspectivas actuales dejan de ser una sorpresa. En 2002 se rehusó a votar la resolución de guerra contra Irak y en 2003 se opuso enérgicamente al plan de la Administración Bush para invadir ese país. Sanders estaba convencido de que la guerra debía ser el último recurso, y no la primera opción para solucionar problemas de política exterior. Del mismo modo, asumió una posición de solidaridad crítica frente a Israel. Desde su punto de vista, los bombardeos realizados en Gaza en 2014 por el Gobierno de Netanyahu, que mataron a muchos civiles, dejaron el terreno fértil para un odio duradero y, en definitiva, fortalecieron a Hamás. Sanders ha sido especialmente crítico frente al intento del Gobierno israelí de restringir o relativizar algunos derechos fundamentales por motivos de seguridad nacional. Además, ha sido uno de los más persistentes opositores a la Ley «USA PATRIOT», promulgada tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, y siempre ha votado contra su reautorización y endurecimiento.


¿Cómo se explica el éxito de Sanders?

Poco después de que Sanders anunciara su decisión de postularse a la presidencia, los sondeos de opinión estimaron que contaba con un apoyo cercano al 5%. Desde entonces, esa cifra creció hasta alcanzar alrededor del 33%, aunque aún se encuentra muy por detrás de los niveles de Hillary Clinton. Sin embargo, las encuestas muestran que en algunos estados Sanders ya ha sobrepasado a su adversaria. Hay varias razones que explican el porqué. Cuando la mayoría de los analistas hablan o escriben sobre Sanders, usan palabras como «auténtico» u «honesto». Estas expresiones tienden más a describir rasgos personales que posiciones políticas. Sin embargo, el solo hecho de que se consideren tan importantes para definir a un determinado político dice mucho acerca de la imagen pública de los otros. Sanders es un verdadero outsider, y es por ello que atrae a tanta gente desilusionada por la política.

El eje de su campaña es el crecimiento de la desigualdad en los Estados Unidos, una tendencia que –según enfatiza– puede tener consecuencias fatales para la democracia. De hecho, Sanders afirma que ya ha emergido una oligarquía. Hacía mucho tiempo que no se escuchaba a políticos del establishment emitir un comentario tan tajante sobre el desarrollo sociopolítico en el país. A diferencia del presidente Obama, Sanders no ofrece los discursos complacientes de “una sola América” para promover la armonía. Por el contrario, deja muy en claro que hay una enorme brecha entre la mayoría de la gente común y la minoría de los multimillonarios. No cabe duda de que los estadounidenses son conscientes de la creciente desigualdad en su sociedad, pero esa consciencia rara vez se articula claramente en términos políticos.

La plataforma no plantea sueños utópicos. Sanders señala que la educación y el seguro de salud para todos ya son una realidad social y política en otros países. Una vez que se inició la crisis bancaria y financiera, la gente no tuvo problema en que los bancos fueran sometidos a regulaciones y al pago de un impuesto a las transacciones financieras, lo cual coincide precisamente con las posiciones de Bernie Sanders. El actual precandidato demócrata puede respaldar fácilmente esas posturas y lo hace en entrevistas televisivas, en las que presenta los datos estadísticos pertinentes. Además, puede exhibir su experiencia política como alcalde de larga trayectoria y como senador. Como titular de sus cargos y representante en el plano federal, Sanders gozó de niveles de aprobación que llegaron a alcanzar el 70% o más, cifras que seguramente pueden atribuirse a las políticas reivindicadas durante la ejecución de sus funciones. Como independiente, siempre asumió una posición opuesta a las fuerzas políticas del establishment


¿Cuáles son sus chances?

El éxito de los candidatos en la política estadounidense depende en parte de cuánto dinero pueden recaudar para financiar los gastos de campaña. Resulta muy revelador echar un vistazo a los recursos con los que cuentan actualmente los principales exponentes, especialmente si uno incluye tanto las donaciones oficiales de campaña como las contribuciones denominadas «Super PAC». PAC es la sigla de Political Action Committee; este Comité de Acción Política es una organización (supuestamente independiente de los diferentes equipos de campaña) que se establece para recaudar y gastar fondos, por lo general en nombre de un candidato político específico. En muchos casos, esos fondos provienen de donantes multimillonarios. Jeb Bush, por ejemplo, ha reunido más de 100 millones de dólares, mientras que Hillary Clinton logró obtener más de 15 millones. Sanders, por su parte, apenas ha conseguido algunos miles de dólares a partir de estas contribuciones. Si se comparan los montos aportados por esta «clase de donantes ricos», es posible sacar importantes conclusiones acerca de cuáles son las respectivas chances de los candidatos y qué intereses deberán representar. Sanders es consciente de este problema. En sus discursos, siempre dice: «Ellos tienen el dinero, pero nosotros tenemos a la gente.» Desde el comienzo surgió un movimiento de base para apoyar la candidatura de Sanders. Las perspectivas de su campaña dependerán en gran medida de las posibilidades que tenga ese movimiento para extenderse y atraer a seguidores comprometidos.

Pero hay algo que ya está claro: cuanto más aumente Sanders sus niveles de aprobación y su intención de voto, más probable es que sufra una creciente campaña de difamación. No hay que subestimar la influencia que pueden tener en el electorado esas «publicidades negativas» de 30 segundos. Algunos periodistas conservadores ya han comenzado a estigmatizar como «nacionalsocialista» a este hijo de sobrevivientes del Holocausto. Su adhesión al socialismo democrático podría ser vista como una invitación abierta para que otros inciten al odio contra él, aun cuando (en términos políticos estadounidenses) su versión del socialismo tenga más en común con el «New Dea de Franklin D. Roosevelt que con la visión de Eugene Debs, o (en términos europeos) más en común con las posiciones políticas de Olof Palme que con las de Vladimir I. Lenin. Lo crucial para Sanders es saber si el movimiento de base que lo apoya podrá ejercer una influencia políticamente significativa sobre la opinión pública y sobre la imagen que ella tiene acerca del candidato.

Finalmente, incluso si ganara la elección, uno debe preguntarse qué chances tendría Bernie Sanders de poner en práctica sus ideas. No debemos perder de vista el hecho de que el Presidente de los Estados Unidos, pese a ser considerado por lo general como la persona más poderosa del mundo, no siempre puede imponer sus posiciones. Si se observan los dos mandatos de Barack Obama, es evidente que las aspiraciones de un presidente se enfrentan a serias limitaciones. Sanders es un independiente. Sus puntos de vista están tan alejados de las posturas del establishment que resulta fácil imaginar cómo podría operar en su contra una estrategia preventiva y de bloqueo. Para contrarrestar esto y aumentar las chances de implementar su programa, es necesario que un fuerte movimiento de base ejerza una constante presión pública. Obama tenía un movimiento de esas características a su lado, pero perdió el interés en él una vez que fue electo. En sus discursos, Sanders ya dejó en claro que una victoria electoral marca el comienzo, no el final del cambio social. Es este tipo de reflexiones las que han permitido que, entre todos los candidatos, un senador de 74 años de edad avive el entusiasmo de los jóvenes (y no sólo de ellos) en los Estados Unidos.



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