Tema central
NUSO Nº 216 / Julio - Agosto 2008

El sector agropecuario en Cuba

En los últimos años, el sector agropecuario ha disminuido su participación en el Pib, genera menos divisas que en el pasado y muestra resultados poco alentadores. Esto ha creado, entre otros problemas, una creciente necesidad de incrementar las importaciones de alimentos, que en 2007 llegaron a los 1.600 millones de dólares. Reanimar al sector agropecuario es por lo tanto fundamental para mejorar el funcionamiento de la economía, garantizar la creación de empleo y propiciar fuentes de energía renovables. Aunque ya se han dado algunos pasos, es necesario enfrentar las dificultades de las cooperativas, dotar de mayor autonomía a las unidades de producción y garantizar su acceso al mercado.

El sector agropecuario en Cuba

La importancia del sector agropecuario en la economía

El sector agropecuario desempeña un importante papel en la economía cubana por su participación directa e indirecta en la conformación del PIB y, en un sentido más general, por el efecto multiplicador que genera. Resulta decisivo y estratégico. Considerar como único indicador su aporte directo al PIB puede conducir a una idea errónea de su importancia: en 2007, este fue de apenas 3,8%; antes del descenso de la producción agropecuaria, el sector aportaba de forma directa entre 7% y 8% del producto.

Un importante conjunto de industrias –la azucarera y sus derivados, la alimentaria, tabacalera, de bebidas y licores, la industria del cuero, la de sogas y cordeles, la maderera, entre otras– dependen total o parcialmente de las materias primas suministradas por el sector agropecuario. Estas representan 6,4% del PIB. Otras actividades, como el transporte y la comercialización de productos agrícolas o productos agrícolas procesados, contribuyen aproximadamente con 10% al total del PIB. En suma, alrededor de 20% del PIB depende, de forma directa o indirecta, de la actividad agropecuaria, aun en las actuales condiciones de estancamiento o disminución de su peso.

Además, el efecto multiplicador que el sector agropecuario genera en la economía se manifiesta por medio del encadenamiento o derrame (spill over) hacia atrás y hacia adelante en la cadena de producción. Si el sector no logra producir este efecto y no genera los resultados esperados, tal encadenamiento puede motivar importantes erogaciones –efecto multiplicador no favorable– que deben asumirse para suplir sus deficiencias. Esto es, de hecho, lo que viene ocurriendo en los últimos años, especialmente con el incremento de las importaciones de alimentos, que llegaron a los 1.600 millones de dólares en 2007 (18% del total de importaciones). Para 2008, se estima que rondarán entre 1.900 y 2.000 millones de dólares. Una parte significativa de lo que se importa puede ser producido internamente, sobre todo si se tienen en cuenta los altos precios del mercado internacional, mediante una reactivación del sector agropecuario.

La creciente necesidad de importaciones ha acentuado la vulnerabilidad de la economía cubana desde el punto de vista alimentario y ha consolidado una situación de dependencia alimentaria. En el cuadro 2 se aprecia la dependencia alimentaria del exterior: la producción nacional aporta apenas 42% de las calorías y 38% de las proteínas totales consumidas por los cubanos. De las proteínas de origen animal, 57% son aportadas por la producción nacional, mientras que en las de origen vegetal el porcentaje es de apenas 29%.

Respecto a la participación del sector agropecuario en la generación de divisas, en el cuadro 3 se aprecia su pérdida de peso en el total de bienes exportados, de una alta participación en 1991 (cuando generaba 83% de los ingresos en divisas) a solo 17% en 2006. En particular, las exportaciones de azúcar y sus derivados llegaron a representar, en su mejor momento, 77% del valor total de bienes exportados, mientras que en 2006 su participación ascendió a solo 8%. Ese mismo año, el níquel, favorecido por los altos precios, ascendió a 48% del total.La incidencia del sector agropecuario en el empleo es significativa: 21% de la población económicamente activa trabaja en ese sector. Si se consideran también las actividades relacionadas, el porcentaje se eleva significativamente, ya que un número importante de industrias depende para su funcionamiento de las materias primas que proporciona el campo. En total, se calcula que cerca de cuatro millones de cubanos dependen de la actividad agropecuaria.

Como demandante, el sector agropecuario se encadena con diversas ramas de la economía, como la industria mecánica (maquinaria, implementos, herramientas), la ligera (ropa, calzado) y la química (agroquímicos, neumáticos, baterías, combustible).

Desde el punto de vista energético, el sector agropecuario genera energía renovable y no contaminante a través del sistema agroindustrial cañero, es decir, a partir de la biomasa de la caña de azúcar que produce energía eléctrica, biocombustible y biogás, lo que supone importantes ventajas económicas, sociales y territoriales. Esta agroindustria bioenergética es autosustentable energéticamente, crea excedentes suficientes y logra balances positivos en el proceso de emisión y desemisión de gases. Se ha comprobado que las plantaciones de caña absorben el dióxido de carbono (CO2), principal causante del efecto invernadero y del calentamiento global, y lo expulsan en forma de oxígeno. En un año, una hectárea de caña de azúcar puede absorber más de 60 toneladas de dióxido de carbono y producir unas 40 toneladas de oxígeno puro, lo que da lugar al llamado «efecto bosque». Las transformaciones económicas de los 90

Entre 1993 y 1994, con la creación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), se inició un proceso de transformación de las relaciones de producción del sector agrícola, hasta entonces sustentadas básicamente en la sobredimensionada empresa estatal. Este proceso se realizó a partir de la venta de los medios de producción a los cooperativistas, excepto la tierra, que fue entregada en condiciones de usufructo por un tiempo no definido. En octubre de 1994 se decidió, además, la reapertura del mercado libre agropecuario.

La trayectoria y la experiencia positiva de las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) que venían operando de manera exitosa desde hacía 20 años sirvieron de modelo para la proyección y constitución de las UBPC. La creación de estas unidades, articuladas con la CPA y las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS), terminó de definir el cooperativismo como la principal línea de desarrollo en la producción agrícola y ganadera, con importantes cambios en la tenencia y el uso de la tierra. Si en 1989 82% de la tierra total era trabajada por la empresa estatal, en 2005 el porcentaje se había reducido a 58% (ver cuadro 4).

Se ha señalado reiteradamente que la creación de las UBPC fue un proceso abrupto por el cual los obreros agrícolas se convirtieron de la noche a la mañana en propietarios colectivos (cooperativistas), en una situación económica extremadamente difícil y en un contexto de profunda crisis. Tuvieron que asumir, además, una importante deuda económica por la adquisición de los medios de producción, que deberían pagar en un periodo determinado (aunque en la práctica este se fue prolongando y algunas deudas fueron canceladas).

Las dificultades de las UBPC se han mantenido desde su creación. Otros problemas han surgido en los casi 15 años transcurridos desde que comenzaron a funcionar. Podemos mencionar, en primer lugar, el elevado porcentaje de las ventas que deben realizarse a la empresa estatal Acopio: 70% de la producción fundamental y el compromiso adicional de vender una cantidad de todos los renglones que no clasifican como producción fundamental. Los precios pagados por Acopio son muy inferiores a los del mercado libre agropecuario y, por lo general, no alcanzan para cubrir los costos. En el caso de las UBPC ganaderas, no pueden acudir con ningún porcentaje de su producción fundamental (leche y carne) al mercado libre agropecuario. Las UBPC arroceras y citrícolas y los productores de papa, tampoco. Se puede señalar como problema adicional el hecho de que a las UBPC se les asigna el surtido, la cantidad y el destino de lo que deben producir, pues la empresa que agrupa a las UBPC es la que finalmente orienta, determina y centraliza las decisiones: qué deben producir, a quién vender, a qué precios, qué insumos recibirán, qué inversiones realizarán. Del mismo modo, los recursos se obtienen por asignación centralizada, lo que implica que no existe un mercado de insumos ni de equipamiento al que el productor pueda acudir. A esto hay que sumar las dificultades internas en la contabilidad y la estabilidad de los cooperativistas.

En síntesis, las UBPC carecen de la autonomía necesaria. Esta situación ha hecho que muchas de ellas no generen rentabilidad, lo cual les impide distribuir utilidades y las convierte, por lo tanto, en instituciones poco estimulantes.

La comercialización de los productos alimenticios en el mercado libre agropecuario también presenta dificultades ya que funciona bajo formas oligopólicas. De un lado, los mercados operados por el Ministerio de Comercio Interior (Micin), conocidos como los «mercados de libre oferta y demanda», donde los productores acuden directamente a vender sus productos y los precios se establecen de acuerdo con la oferta y demanda. Pero además se han desarrollado progresivamente, en detrimento de los mercados operados por el Mincin, los llamados «mercados estatales de precios topados» (aquellos donde se manejan precios topes fijados por las autoridades estatales), que ofrecen precios inferiores a los vigentes en los mercados operados por el Mincin, pero sin la calidad, el surtido y la sistematicidad en la oferta.

En suma, el mercado agropecuario funciona casi monopólicamente por parte de la oferta estatal en volúmenes físicos (tanto en los productos agrícolas como en los cárnicos). En el mercado de precios topados, disminuye cada vez más la participación directa de las UBPC, las CPA, las CCS y los privados. En suma, el mercado de los alimentos, que por su naturaleza debería funcionar bajo condiciones de competencia casi perfecta, opera en la actualidad como un mercado de competencia imperfecta.

La producción agropecuaria en los últimos años

Desde 2000, la producción agrícola ha venido registrando un continuo descenso, aunque en 2007 mostró un ligero crecimiento con relación al año anterior (ver cuadro 5). En 2007, la recuperación se dio en algunos rubros como tubérculos y raíces (a pesar del significativo descenso de la producción de papa), plátano, maíz, frijol, cítricos y frutales. Por otro lado, se registró un descenso en la producción de papa y hortalizas, mientras que en el arroz se mostró estable. A la hora de la comparación, es necesario señalar que 2006 constituye un punto de referencia extremadamente bajo en el periodo analizado (2004-2006) en todos los rubros, excepto el plátano.

En cuanto a la producción ganadera, se observa una disminución en la cantidad de cabezas de ganado vacuno faenadas. El aumento del peso promedio no logró compensar la disminución de la producción total de carne, como demuestra el cuadro 6. El acopio de leche aumentó, estimulado sobre todo por el incremento del precio y un ligero incremento de la cantidad de vacas en ordeño, lo que da lugar a una mejora en el rendimiento de litros por vaca. La ganadería porcina, en tanto, mostró avances en todos sus indicadores en relación con el año anterior. En este rubro, el sector estatal es el mayor productor: representa 86% del volumen total.

La ganadería avícola ha registrado un incremento en su producción, particularmente de huevos y carne de ave. Pese a ello, algunos indicadores de eficiencia, como la cantidad de huevos por ponedora, registraron retrocesos. Algo similar ocurre con el consumo de pienso por huevo, que no muestra mejoras respecto de 2006. El programa para lograr 2.000 millones de huevos en 2006 y 2.300 en 2007 no se ha cumplido.

Transformaciones necesarias

Recientemente se han dado los pasos iniciales en la creación de un mercado de insumos para los productores. Para ello se están creando tiendas de venta de insumos productivos a las que los productores pueden acudir. De igual forma, se están dando pasos oportunos para otorgarle al municipio el papel que le corresponde en la toma de decisiones, para lo cual se han comenzado a crear empresas agropecuarias municipales.

Pero, más allá de estas medidas, lo cierto es que el sector agropecuario se encuentra urgido de reformas y transformaciones importantes. Se requiere, en primer lugar, continuar y profundizar las transformaciones iniciadas a principios de los 90 e implementar nuevas medidas encaminadas a facilitar el desarrollo de las fuerzas productivas del sector. El mercado de insumos, por ejemplo, deberá hacerse extensivo a la venta de maquinaria, equipos, implementos, sistemas de riego y servicios, entre otros. Se trata de un aspecto relevante para poder lograr el cierre eficiente del ciclo productivo y el desarrollo de la reproducción ampliada.

Por otra parte, es necesario reducir instituciones y simplificar las estructuras, tanto en la base como en la superestructura, para lograr que las unidades o empresas productivas dispongan de la autonomía necesaria. Hoy existen cuatro ministerios –Agricultura, Azúcar, Industria Alimenticia, Pesca– que se ocupan de la producción de alimentos, cada uno de los cuales tiene organismos dependientes hasta la base. Todo esto debería estructurarse de forma simplificada.

Los municipios deben constituirse en una instancia determinante en la producción de alimentos y en la búsqueda de soluciones. Las actuales estructuras llegan hasta el nivel municipal sin que se establezcan relaciones horizontales entre los productores municipales. Como parte del proceso de descentralización que necesita el sector agropecuario, es importante que las entidades productivas ubicadas en los diferentes municipios –UBPC, CPA, CCS, sector privado, empresa estatal– articulen amplias relaciones horizontales, independientemente de las diferentes estructuras organizativas a las cuales se encuentran vinculadas institucionalmente. Esto permitiría solucionar problemas económicos, tecnológicos, financieros y de gestión, sin necesidad de esperar la decisión de los niveles superiores. Para facilitar y desarrollar las relaciones horizontales propuestas, sería recomendable que los productores formaran asociaciones que se encarguen de la canalización de las soluciones dentro del municipio.

Las entidades que integran el sistema productivo agropecuario deben disponer de la autonomía suficiente para poder decidir cómo combinar eficientemente los factores productivos y obtener los recursos, así como determinar su producto final y los beneficios económicos que generen. En otras palabras, materializar el «sentimiento de dueño». Para ello será necesario, entre otras cuestiones, resolver el problema de la indefinición del término de usufructo, que encierra un grado de incertidumbre en los productores colectivos e individuales que, al final, los termina alejando del sentido y del derecho de pertenencia. Para ayudar a solucionar este problema, se requiere establecer contratos de arrendamientos, donde se deben establecer claramente derechos y deberes tanto para el arrendador como para el arrendatario. Esto implica definir los términos de propiedad jurídica y propiedad económica.

Es necesario facilitar el acceso de los productores al mercado. Esto implica que los compromisos de ventas con los organismos de acopio estatal se limiten a lo indispensable, de modo que la mayor parte de la producción se venda en el mercado libre de oferta y demanda. Para que los productores, ya sean individuales o cooperativas, acudan como vendedores, se debe simplificar la cadena de comercialización, además de lograr una reducción de gastos y propiciar que una mayor proporción del valor creado quede en la fuente productiva como estímulo indispensable para el incremento de la producción. La inversión extranjera en el sector agropecuario debe incrementarse, sobre todo en aquellas ramas que registran mayores niveles de deterioro productivo y que pueden aumentar la producción de alimentos para el mercado interno, sustituir importaciones, generar fuentes de energía renovables y expandir las exportaciones.

En este marco, el Estado debe ser un actor más que acude al mercado, pero que vela por un comportamiento adecuado actuando como regulador en busca del equilibrio de la oferta y demanda, conteniendo los precios y garantizando el interés del consumidor. La planificación debe desempeñar un papel regulador en busca de las proporciones en la macroeconomía y los equilibrios territoriales, así como facilitar a los productores el cierre exitoso del ciclo productivo. Finalmente, es necesario establecer una tasa de cambio (pesos cubanos-pesos convertibles) para las diferentes ramas que integran el sector agropecuario que facilite a los productores la compra de insumos y otros medios de producción, que contribuya al cierre del ciclo productivo y que al mismo tiempo sea un paso importante hacia la unificación monetaria.

Bibliografía

Oficina Nacional de Estadísticas (ONE): Anuario estadístico de Cuba, ONE, La Habana 2000, 2006 y 2007.Oficina Nacional de Estadísticas (ONE): «Consumo de alimentos», La Habana, 2003-2005.Oficina Nacional de Estadísticas (ONE): Principales indicadores del sector agropecuario, ONE, La Habana, 2004, 2005, 2006 y mayo de 2007.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 216, Julio - Agosto 2008, ISSN: 0251-3552


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