Opinión
febrero 2024

La extrema derecha busca capitalizar la furia de los agricultores

Las protestas de agricultores atraviesan Europa. Las demandas apuntan contra los excesivos costos y las políticas ambientales, y son un terreno fértil para la extrema derecha, que repite el discurso de defensa de la «gente común» contra el establishment.

<p>La extrema derecha busca capitalizar la furia de los agricultores</p>

Mientras en Europa se acercan las cruciales elecciones de junio, para el Parlamento Europeo, el continente afronta un catastrófico ascenso de la extrema derecha, que parece dispuesta a avanzar hacia el poder montada en la furia de los agricultores. Las derechas han unido los movimientos negadores de la crisis climática a las acciones de los agricultores enfurecidos, buscando hacerse de un piso de casi 10 millones de votantes.

Los agricultores protestan contra los excesivos costos y las políticas ambientales que, según dicen, los dejan atrapados en los chalecos de fuerza de la «burocracia» y les causan pérdidas económicas. Sus objeciones son un terreno fértil para que la derecha plante más semillas de poder, mientras ensaya su vieja retórica de que la intervención estatal es una abominación y que el «establishment» no representa al «hombre común».

Velocidad en ascenso

El vínculo con los agricultores le está resultando de gran ayuda a la extrema derecha: los votos, las encuestas y las tendencias muestran que su marcha implacable para confluir en la corriente política mainstream está tomando velocidad y consolidándose en los pasillos del poder. Una encuesta reciente del Consejo de Asuntos Exteriores de la Unión Europea revela que los partidos de derecha llevan la delantera en nueve países de la Unión, mientras suben en las encuestas y amenazan con acumular más escaños en el Parlamento Europeo.

Giorgia Meloni –cuyo partido, Hermanos de Italia, tiene raíces neofascistas– es primera ministra de Italia, y Vox, partido español de extrema derecha, tiene el apoyo de millones de votantes. En Grecia, el partido Espartanos está creciendo a pesar de sus vínculos con el partido nazi Amanecer Dorado. La extrema derecha también es parte de la actual coalición de Finlandia y apoya a otra en Suecia, mientras que, en Austria, el Partido de la Libertad –que ha tenido estrechos vínculos con el partido de Vladímir Putin, Rusia Unida– es el favorito en las encuestas. En Alemania, el partido Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), con vínculos neonazis, es tan extremista que enfrenta pedidos para que sea declarado ilegal. Esto, sin embargo, ha envalentonado al núcleo duro de sus militantes para ser aún más agresivo.

Lo esencial de todos estos partidos es su capacidad para cooptar cínicamente en su favor el descontento, y la furia de los agricultores puede modelarse a medida. El apoyo a los derechos de los agricultores alguna vez fue dominio exclusivo de una izquierda respaldada por los sindicatos. Ahora que la extrema derecha se ha arraigado tanto, el vínculo tóxico incluso ha dado lugar a una Fuerza de Defensa de los Agricultores en los Países Bajos, que apoya los recientes levantamientos a escala europea.

Paralelos inquietantes

La furia de los agricultores llegó este mes a su clímax con los caóticos bloqueos de tractores que obstruyeron las carreteras y los feroces enfrentamientos con policías antidisturbios, con cientos de vehículos agrícolas que obturaron el centro de la ciudad de Bruselas y huevos lanzados al Parlamento Europeo. Las protestas que causaron estragos en el corazón de la democracia de la Unión Europea tuvieron paralelos inquietantes con el asalto al Capitolio en Washington, DC, en enero de 2021, perpetrado por seguidores del ex-presidente estadounidense Donald Trump, irritados por la información errónea de que las elecciones que Trump había perdido ante Joe Biden habían sido manipuladas. Y los populistas de derecha de todo el mundo han ofrecido su apoyo a la postura de los agricultores, desde Trump hasta la francesa Marine Le Pen.

Mientras tanto, grupos complotistas de Telegram afirman que se están cerrando granjas para dejar espacio a solicitantes de asilo: esto ilustra de manera de pesadilla de cómo la derecha utiliza su alianza non sancta con los agricultores para presionar su otro botón tradicional, el de la «inmigración». Pero lo más devastador es que las derechas también están utilizando esta alianza para promover sus ataques a las normas climáticas que odian. Parte de la furia de los agricultores es su sensación de que están atrapados entre dos demandas públicas aparentemente contradictorias: la de tener alimentos baratos, por un lado, y la de acatar los procesos respetuosos del clima que impone la Unión, por el otro.

En lugar de enfrentarse a los manifestantes (y a sus seguidores ultraderechistas), los líderes de la Unión Europea se han debilitado, haciendo retroceder décadas la política climática que tanto esfuerzo ha costado. Mientras las protestas arreciaban, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cedió al decir que se aliviarían las «cargas administrativas» sobre la agricultura. Ya se ha producido una flexibilización de las regulaciones ambientales para las tierras en barbecho, mientras que Francia ha puesto en pausa una política nacional para la reducción del uso de pesticidas.

La visión general del Pacto Verde Europeo para abordar el cambio climático sigue intacta, respaldada por más de 24 leyes aprobadas en los últimos cinco años. Pero ceder ante los agricultores en materia climática es hoy, en los hechos, ceder terreno a la extrema derecha y darle un trampolín para atacar una política climática más amplia.

En Bruselas, el Partido Popular Europeo está lanzando un ataque al Pacto Verde. Las protestas contra las normas para controlar las emisiones de nitrógeno en  Países Bajos y la utilización de las manifestaciones de los agricultores por parte de AfD en Alemania muestran hasta qué punto la extrema derecha está decidida a desmantelar las políticas ambientales, que están pensadas para salvar el planeta, no para maltratar a los agricultores.

Caída de los ingresos

Esto no significa que la Unión Europea no deba hacer más para abordar los problemas de «vida o muerte» de los agricultores. Estos sufren caída de ingresos, altos costos y competencia de importaciones baratas, y muchos sienten que las regulaciones verdes más estrictas recientemente anunciadas por la Unión amenazan con empeorar desastrosamente sus vidas y disminuir sus márgenes de ganancia.

Sus gastos fijos, especialmente en energía, transporte y fertilizantes, se han disparado desde que Rusia comenzó su sangrienta invasión de Ucrania en febrero de 2022. Esto se vio exacerbado por el golpe de los gobiernos y los minoristas para apaciguar a los consumidores, que redujo los precios de los alimentos para amortiguar el gran impacto de la crisis en el costo de vida.

Las cifras que respaldan las objeciones de los agricultores son contundentes: los precios «en la tranquera» –precios base que reciben los agricultores por sus productos– se desplomaron casi 9% en promedio entre el tercer trimestre de 2022 y el mismo periodo del año anterior. Los más luchadores tampoco son los más protegidos por los subsidios anuales por 55.000 millones de euros de la Política Agrícola Común: los pagos más abultados van a los campos de explotación agrícola más grandes.

Pero las soluciones no pueden llegar a expensas del medio ambiente.

Coyuntura crítica

El compromiso de Europa con la acción climática se encuentra en una coyuntura crítica. El efecto dominó de mayores concesiones en política climática no solo debilitaría a la izquierda frente al ascenso de la derecha, sino que representaría una derrota en la batalla contra el cambio climático. No se puede subestimar la urgencia de la situación: la Agencia Ejecutiva de Clima de la Unión Europea ha anunciado que el calentamiento global desde la época preindustrial superó por primera vez los 1,5 ºC en el año transcurrido hasta enero, en una significativa violación del límite máximo recomendado por el Acuerdo de París.

Es posible que esto no rompa el histórico acuerdo, pero sí hace que, en el largo plazo, el mundo se aparte más de esa meta. Es imperativo que la Unión Europea no haga más concesiones y reafirme su compromiso con un futuro verde y sostenible.

La innovadora cumbre climática COP28 del año pasado en los Emiratos Árabes Unidos culminó con un acuerdo histórico para eliminar gradualmente los combustibles fósiles, triplicar la energía renovable y poner en funcionamiento el tan esperado fondo para «pérdidas y daños». El presidente de la conferencia, el sultán Al-Jaber, dijo que el «desafío fundamental de la transición energética» era hallar un equilibrio entre el crecimiento de las economías y de la seguridad energética, por un lado, y «frenar las emisiones», por el otro. Sin embargo, su proyecto de adaptación climática, en el que casi 200 países se comprometieron a hacer la transición desde los combustibles fósiles bajo el «consenso de Emiratos Árabes Unidos», será inútil si la UE sigue dando un giro de 180 grados en la vital política climática.

En definitiva, proteger la democracia europea requiere una postura decidida contra la extrema derecha y su alianza con los exasperados agricultores. Solo si prioriza la acción climática, Europa podrá conservar la esperanza de salvaguardar sus valores y protegerse de la influencia insidiosa de las ideologías de extrema derecha que se propagan gracias a la desinformación, el odio y un indisimulado desprecio por los desafíos ambientales que nos ponen en peligro a todos.


La versión original de este artículo en inglés se publicó en Social Europe el 2/1/2024 y está disponible aquíTraducción: Carlos Díaz Rocca




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