La recuperación económica internacional experimentada desde 1983 ha sido ampliamente aclamada como la superación de los problemas económicos de la década anterior, a través de un renovado crecimiento. Este supuesto tiene una base muy incierta. En Estados Unidos, la recuperación ha sido sostenida débilmente por el gasto de consumo y por el endeudamiento; e internacionalmente, la preparación de la recesión fue lenta y desigual, lo que exacerbó los desequilibrios económicos internacionales y amenaza la estabilidad de la economía mundial en la próxima recesión. Existen muchas razones para creer que la próxima recesión podría ser aún más profunda que la recién posada, como ha sucedido con las sucesivas crisis desde 1967; desde entonces, cada crisis ha sido más grave que la anterior. Todo hace augurar dificultades cuando se produzca la próxima recesión: la debilidad del proceso de recuperación en Estados Unidos; los exacerbados desequilibrios entre las principales regiones económicas de Norteamérica, Japón, Europa occidental, Europa oriental y el Tercer Mundo; el hecho de confiar más bien en la especulación financiera nacional e Internacional que en la producción efectiva y en la inversión; y el virtual agotamiento de los instrumentos de política fiscal y monetaria para enfrentar la depresión. La combinación de estos y otros factores, y la propia dinámica que desencadenan en ellos, podría transformar la próxima recesión en severa depresión. El autor sostiene que a pesar de la complacencia y del optimismo que prevalece en los círculos oficiales, podríamos encontrarnos en los umbrales de la década del treinta. Indudablemente, la complacencia y, especialmente, la infundada fe en la economía norteamericana, en su invulnerabilidad y en su capacidad, son factores que contribuyen a agravar la situación en la medida que excluyen análisis serios y políticas efectivas.