El cristianismo de izquierda es una realidad latinoamericana desde hace 20 años. Entre ayer y hoy existen profundas similitudes pero no menos de diferencias. En los 60, corrientes de cristianos hicieron suya la lucha política el socialismo y con ello, también, el marxismo, las identidades cristianas originarias, los sentimientos de pertenencia a una fe común quedaron atrás, en virtud de la nueva quimera revolucionaria del nuevo cielo que bajaba a la nueva tierra. Grupos de gran influencia nacional, aunque minoritarios y básicamente intelectuales. Europeizantes, modernos, aparentemente seculares y con una notable vocación dirigente, esta generación enriqueció sustancialmente las filas de la izquierda latinoamericana. En los 80, todo es diverso, el cristianismo popular busca sus identidades más primarias en la fe y en la lucha del mundo popular del cual es, en verdad, integrante. No aspira tanto a la modernidad como a la justicia participativa de las mayorías pobres. No se nutre tanto de las corrientes europeas, como de la propia cultura popular por ancestral e incluso primitiva que ella sea. Se relaciona con el marxismo pero no espera de él toda la verdad. Lucha contra el capitalismo y por el socialismo al que entiende como un proyecto popular y no como una receta prefabricada por el "marxismo-leninismo". Serio desafío al Vaticano por su radicalidad profética y teológica, la "Iglesia que nace del pueblo" como la llaman los brasileños no sólo se siente presente en la Iglesia católica sino afirma ser su intérprete más fiel, más evangélico.