
Aunque en cada caso las protestas responden a factores locales, en los últimos años se puede observar una globalización de las razones del descontento. La crisis ecológica, las mareas feministas y el descrédito de la política tradicional se suman al cuestionamiento al autoritarismo, a la corrupción y, en muchos casos, a la desigualdad social. Millones de personas ocuparon las calles en el Norte y en el Sur, en Occidente y en Oriente, desde los «chalecos amarillos» hasta las multitudes chilenas, pasando por una Primavera Árabe que se niega a acabar. Los efectos políticos de este inconformismo distan de ser lineales o preestablecidos, pero sin duda abren oportunidades políticas a escala global.