El individualismo liberal parece haber sido derrotado por un totalitarismo que no es ni fascista ni comunista, sino que surgió de su propio éxito en la legitimación del avance de la mercantilización sobre nuestro espacio personal. ¿No es una paradoja que, doscientos años después del nacimiento de Karl Marx, decidiéramos que para salvar el liberalismo debemos regresar a la idea de que la libertad exige el fin de la mercantilización irrestricta, y la socialización de los derechos de propiedad sobre los bienes de capital?