Desde su llegada al poder, Barack Obama ha contribuido a trastocar las definiciones limitadas de raza y etnicidad a partir de su propia biografía como mestizo e hijo de un inmigrante africano. Desde esa perspectiva, se postuló como un «puente» entre todos los ciudadanos de Estados Unidos, sin importar condición étnica/racial, social, política o económica. Pero su política chocó con la intransigencia de la extrema derecha, que a través del Tea Party ha creado una parálisis legislativa. El discurso de la esperanza, el mestizaje y las alianzas bipartidistas fueron muy efectivos para Obama en el pasado, pero hoy parecen estar fuera de tiempo y espacio; mientras tanto, la crisis se profundiza.