La democracia social supone que los mercados no regulados generan niveles inaceptables de desigualdad, sufrimiento e injusticia, por lo que es necesaria una acción estatal democráticamente dirigida que redistribuya el producto y genere una sociedad más equitativa. Pero para lograr este objetivo, los países del Tercer Mundo no necesariamente deberían seguir el modelo clásico europeo. Este artículo analiza cuatro experiencias exitosas (Chile desde 1990, Costa Rica, la isla Mauricio y el estado indio de Kerala), evalúa las condiciones necesarias para la construcción de este tipo de régimen y concluye que la democracia social es posible, aunque desde luego no inevitable, en la periferia global.