La persistencia del PRI quedó confirmada en las últimas elecciones, en las que el viejo partido obtuvo nueve de las 12 gubernaturas en disputa. El artículo sostiene que la alternancia en el poder federal se dio mediante un mecanismo que identifica al PRI como enemigo de la democracia, lo cual exportó efectos graves para la búsqueda de un orden político democrático. En la actualidad, el PRI funciona como un punto límite que constituye un adentro democrático. Y, por lo tanto, pasó teatralmente de enemigo a amigo central de la democracia. Así, el PRI sigue ocupando una orilla central en la vida pública del país (y en la vida privada también), a pesar de que con mucha probabilidad se trata de un espacio vacío.