Desde 1989, Cuba buscó nuevos socios que le permitieran superar el aislamiento geopolítico. En el marco de esta estrategia, Europa fue el bloque que más rápidamente incrementó su presencia en la isla. A ello contribuyó el mantenimiento de una política diferenciada de la de Estados Unidos, en la que el vínculo económico no se supeditaba al cambio del sistema socialista. Más tarde, sin embargo, Europa cambió de posición y adoptó una estrategia subalterna a la estadounidense, evidenciada en la Posición Común y la imposición de sanciones. Esta actitud, fuertemente condicionada por la política del gobierno español de turno y las posiciones más duras de los países del antiguo bloque comunista, implicó un debilitamiento de la presencia económica europea en la isla y llevó al gobierno cubano a buscar socios alternativos, como Venezuela y China, que no impusieran condicionantes políticos.