Los primeros grupos socialcristianos surgen a comienzos del siglo en los países más evolucionados de América Latina bajo la influencia de la encíclica Rerum Novarum y de las primeras manifestaciones de la lucha de clases en el subcontinente, casi siempre en el seno o al lado de los viejos partidos conservadores. Esta tendencia, marginal y minoritaria como expresión política del catolicismo, se refuerza en los años treinta y durante la guerra y la posguerra estimulada por la corriente católica renovadora inspirada en las ideas humanistas y democratizantes de Maritain y por el compromiso de muchos cristianos en la lucha antifascista. Surgen así en muchos países partidos demócratacristianos, con principal audiencia en las clases medias. Por diferentes razones estos partidos recogen e incorporan a su acervo ideológico las teorías desarrollistas que se originan alrededor de la CEPAL y se ligan así a la tecnocracia modernizante. En la mayoría de los países latinoamericanos, esta tendencia no logra reflejarse en partidos fuertes y convertirse en opción real de poder, salvo en Chile y Venezuela. Su carácter a la vez reformista y conservador, los convierte en preferidos agentes de la política de la Alianza para el Progreso, en los años sesenta. El agotamiento del modelo desarrollista reformista y los cambios experimentados en la Iglesia luego del Concilio Vaticano II y de la Conferencia Episcopal de Medellín, favorecen la formación de otra tendencia mucho más radical y comprometida inspirada en la llamada "Teología de la Liberación". Esta corriente influye, pero no es determinante en el conjunto de la democracia cristiana latinoamericana la que en general se alinea en una posición política centrista y arbitral frente a la lucha de clases. En general, la fuerza de la democracia cristiana deriva más de su rol en el centro político, y de su influencia informal en la tecnocracia el movimiento sindical y la juventud, que de su potencialidad orgánica. Encuentra por otra parte un importante competidor en los partidos de orientación socialdemócrata con los que se disputa la hegemonía del centro político, a la vez que se desarrollan en su seno tendencias antagónicas de derecha y de izquierda que conspiran contra su operatividad.